El Conformista [Il Conformista] (1970) de Bernardo Bertolucci

Sin ser un director que me entusiasme tanto como debería, es innegable que en El Conformista (Il Conformista, 1970) Bernardo Bertolucci logró crear su obra de más consenso, aquella en que todos los ingredientes funcionan mejor, tomando como base una gran novela pero dotándole además de estilo e ideas propias muy acertadas.

Situada en los años 30, tiene como protagonista a Marcello Clerici, un funcionario italiano de luna de miel en París que recuerda en flashback todos los sucesos pasados que le han llevado al momento crítico en que se encuentra en estos momentos. Criado por unos progenitores inestables y con un suceso traumático de infancia que no se va de su memoria (de joven mató a un hombre que intentó abusar de él), Marcello se obsesiona en su adultez con convertirse en una persona normal. Eso en el contexto de la Italia fascista le lleva a proponer sus servicios como agente secreto ayudando a asesinar a un intelectual exiliado en París, el profesor Quadri, con quien se citaría bajo pretexto de que fue alumno suyo y quiere volver a encontrarse con él durante su viaje de novios. Una vez llega a la capital francesa con su mujer Giulia, Marcello se reencuentra con Quadri y siente una atracción irresistible hacia la esposa de éste, Anna. Aquí entonces le asaltan las dudas sobre su misión y el camino que ha estado tomando.

El Conformista es probablemente uno de los filmes que mejor ha sabido describir la Italia fascista y la adhesión de tantos hombres al régimen sin un discurso simplista y acusador, sino más bien constatando la naturalidad con la que miles de personas se dejaron llevar por el sentir del momento sin cuestionarlas, simplemente entendiendo que no tenía sentido nadar a contracorriente. Marcello nos es mostrado como un personaje frío que no tiene otro propósito que mezclarse entre la multitud como una persona normal. No se cuestiona si es ética la misión que va a desempeñar ni si tiene sentido casarse con una mujer a la que no ama pero que representará a la perfección el papel de esposa guapa, sumisa y de pocas luces.

Pero fíjense que lo interesante es que Marcello no se replantea su misión porque se dé cuenta de que esté mal. No tenemos el clásico discurso del profesor Quadri en que le convence para que se una a los suyos y que le haga tambalear sus ideales. Lo que le hace dudar a Marcello es el encontrar una mujer con la que tiene un flechazo y que le tienta a dejarse llevar por su instinto, proponiéndole la locura de abandonar todo para huir con ella. No es una opción que llegue nunca a materializarse ni a parecer creíble, es más bien una fantasía, la alternativa alocada a la fría racionalidad que ha ido siguiendo hasta entonces. Pero es esa fantasía lo único que hará tambalear su misión.

Mi último revisionado de El Conformista vino justo después de haber leído el libro de Alberto Moravia, que me dio pie a comparar el original con la adaptación. En este tipo de situaciones mi propósito jamás es esperar una versión fiel y penalizar la película porque se tome libertades con el libro. Yo entiendo que una versión cinematográfica de un libro es una obra de arte con entidad propia, que puede escoger ser fiel al original o pasárselo olímpicamente por el forro. Ambas opciones son válidas para mí mientras el filme sea bueno. Lo que encuentro interesante de desgranar las diferencias entre libro y película es más bien entender qué elementos ha decidido aprovechar el cineasta de la obra original y en qué aspectos ha querido diferenciarse. Y siendo el filme que nos ocupa una versión muy fiel de la obra de Moravia, encuentro bastante reveladoras algunas de las diferencias entre ambos.

La divergencia fundamental respecto al libro es que en éste Marcello era un personaje más melancólico y ligeramente torturado por su crimen del pasado. El narrador omnisciente dedicaba multitud de párrafos en ahondar en la psique de Marcello y el por qué de su comportamiento, esa obsesiva búsqueda de la normalidad. Pero esto a nivel cinematográfico es difícil de trasladar a no ser que se aplique un narrador (ya sea omnisciente o en primera persona), de modo que Bertolucci optó por darle un matiz diferenciado a su Marcello, convirtiéndole aquí en alguien más abiertamente cínico y arribista, incluso con cierto sentido del humor, pero que a cambio resulta más comprensible sin necesidad de penetrar tan a fondo en su psique. En ese aspecto pocas elecciones de casting podrían haber sido tan acertadas como la de Jean-Louis Trintignant en dicho papel, dotando a Marcello de esa frialdad bajo la cual subyacen sus dudas: ¿está tomando las decisiones correctas? ¿No le pasarán factura en el futuro?

Bertolucci apuesta además por pasar la narración en orden estrictamente cronológico del libro por otra que va entreviéndose a través de una serie de flashbacks, que generan cierto suspense al espectador (en el momento presente vemos a Marcello y otro agente secreto dirigiéndose en coche para impedir el asesinato de Quadri y su esposa, y se alterna el suspense de esa escena  con la explicación de cómo se ha llegado a este punto), pero también le dan un toque algo caótico y confuso muy adecuado con la historia. Aunque se supone que Marcello sigue un plan maestro cuidadosamente planificado, todos los pasos que llevan hasta él acabarán teniendo algo de inestable e impredecible.

Conviene también resaltar una de las mayores virtudes del filme y el elemento que más se tiende a recordar en un primer visionado: su espectacular trabajo visual, obra de Bertolucci y del legendario director de fotografía Vittorio Storaro. De hecho El Conformista es una obra tan apabullante visualmente que a veces creo que uno corre el riesgo de dejarse deslumbrar por las imágenes y olvidar el contenido o tenerlo en un segundo término. Pero, en justicia, Bertolucci no cayó en una tendencia de cierto cine de autor europeo de los 60 y 70 que se abocaba a un cine esencialmente estético en que su contenido era secundario. En El Conformista el estilo visual va acorde con lo que se está narrando.

Esto se aprecia especialmente en la forma como Bertolucci explota ese tipo de arquitectura grandilocuente tan del gusto de los regímenes fascistas como el de Mussolini, que es captado siempre con un cierto punto de extrañeza: las oficinas a las que acude Marcello con esas estatuas de corte clásico siendo trasladadas, los exteriores filmados en un distrito de Roma de arquitectura brutalista creado por Mussolini como su modelo ideal de ciudad fascista o la arquitectura del manicomio en que se encuentra el padre de Marcello, que no tiene nada que ver con la imagen que nos habríamos formado nosotros de un sanatorio mental.

Fuera de estos espacios, Bertolucci y Storaro se recrean constantemente en detalles como las ventanas y los efectos que tienen los juegos de luz con los interiores, y además nos ofrecen una visión de ese París invernal como nunca antes he visto en otros filmes, de tonos más bien azulados, como se remarca en la escena en que el agente busca a Marcello en el parque o en la breve aparición de la Torre Eiffel.

No obstante hay algo que nunca me ha acabado de encajar en este filme, y es la historia de amor entre Marcello y Anna, que se me hace demasiado inverosímil e incomprensible. En este caso sí que la obra de Moravia me ayudó a entenderla mejor, porque ahí se enfatizaba esa extraña visión hechizadora que sintió Marcello hacia esa mujer y, sobre todo, se nos justifica la supuesta atracción que Anna siente hacia él como un juego destinado a mantener al matrimonio cerca de ella para seducir a Giulia, que es el verdadero objeto de interés de Anna, y no Marcello. Esto nunca acaba de explicarse del todo en el filme, y si bien en la teoría me parece interesante dejar ese triángulo amoroso en un punto de ambigüedad, a la práctica no consigo que me funcionen las escenas entre ellos dos, algo fomentado por la ausencia de química entre Trintignant y Dominique Sanda, que no sé si es intencionada.

En todo caso, aun sin encajarme este aspecto de la película, en conjunto El Conformista es una gran radiografía del auge del fascismo sin necesidad de entrar en detalles políticos, sino centrándose más bien en su poder de sugestión. Uno de los añadidos de Bertolucci respecto al libro es el personaje de un amigo de Marcello ciego firmememente fascista, que si bien resulta una alegoría quizá algo obvia, da pie a algunas escenas muy interesantes y que tampoco aparecen en la novela, como esa fiesta en que todos los personajes son ciegos o el desenlace del filme, en que Marcello abandona a su amigo a su suerte y es arrastrado por una multitud. Sin que sirva de precedente, se trata de un desenlace que encuentro más satisfactorio que el del libro y que nos explica la forma como las masas van fluctuando acorde con los tiempos.

2 comentarios

  1. Solo la he visto una vez. Hace nueve años que no veo «El conformista» (jajaja, lo sé, porque he visto cuándo escribí sobre ella) y tu artículo me ha hecho que me apetezca mucho volver a verla. De ese visionado, me quedé con varias cosas y reflexiones.

    Tu texto también me ha hecho pensar en la cantidad de veces que la obra de Moravia (al que he leído poco) ha sido llevada al cine.

    Por ejemplo, me gusta un montón, y esa sí la he leído, «El desprecio» de Jean Luc Godard. Pero también Moravia está presente en otra película que me gusta mucho: «Dos mujeres». Y en muchas más que no he visto todavía, pero que me hace pensar en un ciclo de lo más atractivo.

    Al cine Bertolucci le tengo cariño, tampoco es uno de mis directores de cabecera, pero hay películas de su filmografía que he disfrutado varias veces. Por ejemplo, me gusta mucho «El último tango en París», más allá de la leyenda que arrastra. He visto varias veces «Novecento», porque me siempre descubro cosas en las que no había reparado. Y no hace mucho volví a ver «Soñadores» y la disfruté bastante.

    Beso

    Hildy

    1. Hola Hildy,

      Pues desconocía que la maravillosa Dos mujeres partiera de una obra de Moravia – la de Godard no me entusiasma tanto como debería. Las buscaré porque el libro me gustó mucho.

      He buscado tu artículo y lo suscribo totalmente, además que me parece muy curioso cómo partes de ese curioso encuentro entre Godard y Bertolucci. Sobre este último su mejor obra siempre me ha parecido El último tango en París, que me impresionó mucho pero sucede una cosa… y es que desde que sé de los abusos reales que sufrió Maria Schneider soy incapaz de revisionarla. De modo que quizá me pasaré toda la vida basándome en los recuerdos e impresiones de un único revisionado, cosa curiosa. Aparte de ésa no soy un gran seguidor suyo, aunque debo ver Soñadores, que tiene muy buena fama, y me gustó bastante la monumental Novecento, que la vi de adolescente, aunque en este caso no me importaría revisionarla, simplemente es que requiere de tiempo…

      ¡Un saludo!

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