Carbón [Kameradschaft] (1931) de G.W. Pabst

Aunque cualquier momento es bueno para rescatar una película tan maravillosa como Carbón (Kameradschaft, 1931) de G.W. Pabst, no puedo evitar pensar en cómo obras como está resultan más necesarias que nunca en estos tiempos. Filmes que traten de forma abierta pero también creíble sobre ese concepto hoy día tan inexistente, casi pasado de moda, como es la «solidaridad obrera», esa camaradería a la que alude el título original, desaparecido en la absurda traducción española (¿por qué alguien decididó que la palabra «Carbón» era más más comercial como título que «Camaradería»?).

Englobada dentro de esa corriente de cine alemán marcadamente politizado y de tono izquierdista de finales de los años 20 y principios de los 30 (en la que encontramos a cineastas tan interesantes como Werner Hochbaum, Phil Jutzi o Slatan Dudow), Carbón parte de un hecho real sucedido en 1906, cuando una explosión provocó una tragedia en una mina de Courrières que acabó con las vidas de más de mil mineros. Pero la idea no era tanto recrear esa tragedia como inspirarse en el hecho de que muchas unidades de rescate acudieron desde Westfalia a ayudar a los mineros franceses, aun cuando el desastre no sucedió especialmente cerca de la frontera alemana.

En este caso la historia sí que se desarrolla en la frontera entre Francia y Alemania y además sucede en el momento contemporáneo en que se filmó, con las implicaciones que ello conlleva, es decir, el fantasma aún presente de la I Guerra Mundial. En lugar de tener un claro protagonista, el filme opta por un tono coral en que una serie de personajes divididos entre la frontera francesa y alemán sirven para poner algo de cara y ojos a esta comunidad de mineros: una joven alemana que tiene al muchacho del que está enamorado atrapado en el fondo de la mina, un anciano que se cuela en la mina para intentar rescatar a su joven nieto y tres mineros alemanes que se internan de forma improvisada a la mina francesa para participar en el rescate.

Hay muchas cosas que se podrían destacar de Carbón, pero para mí una de las fundamentales es lo fidedignamente que Pabst capta ese ambiente minero, algo conseguido en gran parte por el acierto de renunciar a una banda sonora que acentúe el dramatismo de las escenas. Sin ir más lejos, la escena del incendio y explosión, el instante que desencadena toda la tragedia, sucede de forma casi silenciosa e imprevista, que es como se lo debieron encontrar los mineros en la vida real. Del mismo modo, y aunque esto pueda parecer un fallo, no se potencia el suspense en las escenas de rescate, y se abordan con el mismo seco realismo. Porque Carbón no es un filme de héroes ni grandes gestas, de ahí la ausencia de un claro protagonista que vertebre el relato y sea el gran salvador. Lo que vemos es ni más ni menos que a obreros ayudándose entre si arriesgando sus vidas. E incluso, en el caso de los tres alemanes que deciden ir improvisadamente al rescate de los franceses, hay un tono de humor y fanfarronería en su proceder; eso sin olvidar que tampoco se esconden las limitaciones de los personajes como improbables héroes (dicho grupo de mineros alemanes acabará atrapado en una estancia de la mina y deberán pedir ayuda para salir).

Otro aspecto a remarcar es el idioma, ya que aquí Pabst respeta la lengua de los personajes según su nacionalidad. Esto va unido al hecho de que la película fue una de esas que se filmó en dobles versiones en francés y alemán… pero aun así, y partiendo de la base de que la copia que conocemos es la alemana, me pregunto cómo sería la versión que verían en sus respectivos países en su momento: ¿la versión francesa subtitulaba los diálogos en alemán y viceversa? ¿O se doblaron por completo en el idioma de su país y la copia que tenemos ha corregido ese detalle? Es un tema que me genera mucha curiosidad y del que he buscado información pero sin éxito.

En todo caso, en Carbón los idiomas que se hablan importan, y mucho. En una escena en una sala de baile está a punto de iniciarse una pelea por un simple malentendido idiomático. Y por otro lado, cuando unos se ven obligados a chapurrear el idioma de los otros, la forma tan torpe como se dan a entender no solo le da más realismo a la película sino que remarca esa dificultad para comprenderse y el sentirse en inferioridad al no dominar el idioma del otro. Pero, pese a eso, cuando se mezclan franceses y alemanes para iniciar el rescate notamos cómo la mezcolanza idiomática no impide que todos se entiendan por un bien común. Esto se pone claramente de manifiesto en la escena final en que uno de los personajes franceses lanza un fervoroso discurso ante un público perteneciente a los dos países y, acto seguido, un alemán exclama que no ha entendido lo que ha dicho su colega pero sí ha captado lo que pretendía decir, y acto seguido suelta unas palabras muy similares en tono e intenciones. El idioma es un obstáculo, pero no una excusa para la solidaridad entre naciones.

No se piensen por lo que estoy diciendo que Carbón es un filme discursivo y carente de emoción, porque la realidad es todo lo contrario. Se trata de una obra que sin emplear los recursos habituales para generar tensión – los cuales Pabst ya demostró saber emplear de sobras en otra película sobre un rescate, la magistral Prisioneros de la Montaña (White Hell of Piz Palu, 1929) codirigida con Arnold Fanck – resulta muy tensa en todas sus escenas en la mina.

El trabajo que hay aquí de dirección, escenografía y fotografía (no en vano obra de Fritz Arno Wagner, uno de los mejores directores de fotografía de esa época) logra transmitir la sensación de opresión, agobio y oscuridad en que deben vivir los personajes. La cámara sabe cómo deslizarse en esos pasadizos para dar la sensación de que nos movemos con los mineros, y no de que estemos viendo un decorado construido y que, si desplazáramos la cámara medio metro, podríamos ver que nos encontramos en un estudio. Incluso aunque se haya recreado en estudio, Pabst logra que parezca todo auténtico, algo en lo que contribuye la selección de los actores, casi todos rostros anónimos que dan más autenticidad a la situación entre los cuales no obstante los fanáticos del cine de la República de Weimar podrán reconocer algunos viejos conocidos como Alexander Granach.

Incluso aunque algunas de las metáforas que enarbola el filme nos parecen hoy día un tanto obvias, la película tiene un tono tan sincero, tan genuinamente deseoso de transmitir ese mensaje de camaradería al espectador, que no podría importarme menos e incluso me resultan emotivas en su cristalina sencillez. Tenemos por ejemplo un niño francés y otro alemán peleándose por unas canicas al inicio del filme o el hecho de que en realidad las minas francesa y alemana sean una misma mina pero separada por una valle subterránea que hace de frontera. De hecho, la película cuenta con un epílogo que contradice los discursos esperanzadores finales y deja un sabor algo agridulce, cuando justo después de ver la solidaridad entre obreros frances y alemanes se nos enseña cómo la reja que separaba la zona francesa y alemana de la mina (que, en un gesto simbólico muy claro, los tres mineros alemanes tuvieron que derribar para rescatar a sus compañeros franceses) vuelve a reponerse en una fría ceremonia protocolaria. No me extraña que en algunas copias se eliminara este epílogo final que dejaría una sensación un tanto agridulce al espectador.

Realizada en un momento crucial, con el nazismo en pleno ascenso y la crisis del crack del 29 convirtiendo a los obreros en un blanco fácil para discursos oportunistas y xenófobos, Carbón es de los últimos filmes del cine alemán de la época que pudo proponer un mensaje abiertamente pacifista, en que el fantasma de la guerra se evoca brevemente cuando uno de los mineros atrapados y medio inconsciente se asusta al ver a un alemán con la máscara antigas recordándole el trauma de las luchas entre trincheras, e intenta matar a su salvador creyendo que es un soldado enemigo. En realidad ese minero alemán bien podría haber sido cualquiera de los soldados a los que intentó matar realmente en el campo de batalla años atrás. Y desafortunadamente, como ya sabemos, en solo unos años ese enfrentamiento entre lo que deberían ser camaradas obreros volvería a repetirse, de modo que en retrospectiva el mensaje de solidaridad que propone Carbón resulta un tanto triste por haber caído, una vez más, en saco roto.

2 comentarios

  1. Hola Doctor,

    menudo peliculón nos trae hoy. Voy a usar como excusa su atinado y sentido artículo para revisar esta maravilla que además tiene un cierto valor nostálgico para mi, pues si no recuerdo mal -me da vergüenza buscarlo y releerme- con ella inauguré el blog hace cuatro años.

    Sobre el título en España, veo que aquí se estrenó, y supongo que intituló, en diciembre de 1931 en Madrid en 1932 en Barcelona. Quizá no se quiso traducir «camaradería» por las connotaciones políticas del término «camarada», apropiado por la izquierda, en aquellos tiempos tan revueltos. Por otra parte a mí «Carbón» no me parece un mal título. Al fin y al cabo es el negro mineral combustible lo que hermana a unos y otros, y sus vetas atraviesan las fronteras ignorando vallas y fronteras.

    Siempre que puedo me escapo a descansar a un valle minero que vivió del carbón durante el siglo XX y que ahora, abandonadas las galerías, vive en una nostalgia perpetua de aquellos tiempos y de ese oficio tan duro pero que tanto añoran. Es un mundo muy especial.

    Aprovecho para lanzar una recomendación literaria, se trata de «Hijos del carbón», de la leonesa Noemí Sabugal. Es un ensayo escrito con un equilibrio perfecto entre calidez y rigor en el que la autora recorre todas las zonas mineras de España en las que se extraía carbón y mucha riqueza y ahora solo producen ruina industrial y melancolía.

    https://www.penguinlibros.com/es/literatura-contemporanea/7119-libro-hijos-del-carbon-9788420439440

    Un abrazo, Doctor.

    1. Vaya vaya, menuda película eligió usted para inaugurar su blog, eso es empezar fuerte.

      Tiene razón en lo del título, en que seguramente se evitó el original por evitar esa connotación, y en que Carbón no es mal título. Más bien mi pregunta era por qué se pensó que esa palabra sería más comercial que «camaradería»… pero ya me ha respondido usted.

      Le agradezco su recomendación literaria, queda anotada.

      Gracias como siempre y un saludo.

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