Viaje de Ida [One Way Passage] (1932) de Tay Garnett

A menudo pienso que uno de los ejercicios más interesantes que podría llevar a cabo un estudiante de cine es el de narrar un largometraje en menos de hora y cuarto, pero sin que parezca ni incompleto ni apresurado, en que todo se ajuste perfectamente. Puede parecer extraño lo que diré, pero creo que a veces el mérito de ciertos filmes está en lo que no tienen de más. Sé que es un poco peliagudo utilizar como argumento a favor de una película lo que no han hecho el director y el guionista, pero cuántas veces me he encontrado filmes que partían de buenas premisas y luego se han alargado innecesariamente, se les ha añadido alguna subtrama innecesaria o al final no han sabido ser coherentes con su premisa inicial.

Todo esto es un preámbulo para explicar uno de los motivos por los que me ha gustado tanto Viaje de Ida (One Way Passage, 1932) de Tay Garnett. Una película de apenas 68 minutos situada en su mayor parte en un mismo espacio (un barco que hace la travesía entre Hong Kong y San Francisco) que parte de una idea irresistible: justo antes del viaje se conocen Dan y Joan, que tienen un flechazo instantáneo y, casualidades de la vida, viajan en el mismo barco. Lo que sucede es que al final de ese trayecto a ambos les aguarda un negro destino: Dan es un criminal condenado a muerte que está siendo escoltado por el sargento de policía Steve a San Quintín, donde será ahorcado; Joan, por otro lado, tiene una enfermedad terminal que se encuentra en su última fase. Eso quiere decir que su romance nacerá y morirá en ese mismo trayecto en barco, ya que a ambos les aguarda una más que probable muerte al poco de llegar a tierra.

Uno de los argumentos decisivos a favor del Hollywood clásico respecto al actual se encuentra en la nómina de grandes cineastas que, sin ser genios ni autores, demostraban ser artesanos altamente competentes y eficientes, que despachaban películas con celeridad pero demostrando un dominio de la puesta en escena que ya querrían muchos directores actuales. Tay Garnett es un ejemplo de ello. Viaje de Ida es una película que fluye a la perfección, con algunos hallazgos visuales remarcables pero sin alardes innecesarios, y que sabe aprovechar muy bien el talento de sus actores protagonistas.

Fíjense sin ir más lejos en ese inicio tan maravilloso que engancha al momento. Un primer travelling a través de de una taberna deteniéndose en varios detalles (el cigarro encendido sobre unas teclas sucias del piano) y ese extraño trío de cantantes recogiendo monedas que les tiran (el detalle de una que cae en una escupidera y no saben si cogerla). Luego otro travelling siguiendo a todos los clientes en la barra del bar, un barman soltando un rollo a un cliente a quien no vemos sobre el cóctel que está preparando, un brazo que toma el cóctel. Se realiza un corte y vemos por primera vez al cliente en cuestión (que es ni más ni menos que William Powell) yendo a beberse el combinado, pero justo se choca con la mujer detrás de él (Kay Francis). En literalmente un segundo se nos ha mostrado a los dos protagonistas y la circunstancia casual que los lleva a encontrarse. En solo unos minutos Garnett ha descrito el ambiente, ha incluido pequeños detalles que le dan más colorido y algo de humor, ha creado cierto misterio (¿quién es ese interlocutor al que el barman no para de hablar y cuyo rostro se nos niega?) y ha iniciado repentinamente el drama antes de que nos demos cuenta. Todo ello de forma natural.

¿Les parece que la cosa no se puede mejorar? Pues esperen. Dan sale del bar, saluda a Joan desde el otro lado de la puerta (sellando así ese encuentro casual que quizá lleva a algo más) y de repente su rostro cambia repentinamente de expresión. ¿Qué está pasando? Dan levanta entonces la otra mano, la cámara desciende y vemos una pistola apuntándole. En un breve instante se nos explicará que es un fugado de la justicia. ¿Se les ocurre un mejor ejemplo de concreción narrativa en tiempo récord dejando que los personajes tengan tiempo a conocerse y sin que todo parezca apresurado?

Sin ser una película de grandes alardes visuales, se nota en Viaje de Ida que aún nos encontramos cerca del periodo mudo y que, aunque los diálogos ya dominan la trama, su director todavía pensaba visualmente la forma de narrar la película. Hay algún momento llamativo como cuando Dan y Steve caen al agua y se nos ofrecen algunos planos detalle subacuáticos, e incluso un zoom del barco hasta detenerse en la figura de Joan, en una época en que éstos eran muy poco habituales. Más adelante, mientras Dan está reflexionando en cubierta aparecen unas imágenes de un ahorcamiento que nos dan a entender que está pensando en el destino que le aguarda, un recurso claramente deudor del cine mudo que en solo unos años ya apenas se usaría (al menos de esta manera).

Teniendo a dos grandes actores que además destilan suficiente química como para que sea creíble ese flechazo y una premisa tan potente a nivel de guion que los encadena fatalmente (Dan se debate continuamente entre escapar durante alguna parada del trayecto o seguir a bordo para no abandonar a Joan, que desconoce que él es un criminal), la película prácticamente avanza sola. Aline MacMahon, una de esas grandes secundarias llenas de carácter cuya mirada lo dice todo, está fantástica como esa falsa aristócrata que ayuda en secreto a Dan seduciendo al inocente Steve, mientras que éste, a medida que avanza el metraje, va pasando de ser el antipático antagonista a revelarse como un personaje que genera más simpatía de la imaginada. Solo me sobran un poco los interludios humorísticos de Frank McHugh con sus chistes de borrachín, que entiendo que están insertados como alivio respecto a la trama principal pero en ocasiones son más cansinos que simpáticos.

¿No les sucede a veces que ven una película tan bien hecha que al acercarse el final temen que el director o el guionista la acaben estropeando? ¡Cuántas veces he visto filmes que en su desenlace traicionan sin compasión su premisa o el tono que han empleado en todo su metraje para imponer un innecesario final feliz o añadir golpes de efecto que estropean todo! Casi podría decirse que es un tipo de suspense adicional que circula en paralelo al suspense interno de la película, el temor a que se estropee algo que hasta ahora funcionaba tan bien.

En este caso, querido lector, no hay nada que temer. El desenlace de la película es perfectamente coherente con la historia y su tono. De hecho es un final emotivo sin sensiblería que deja un inmejorable gusto de boca y la sensación de que hemos visto una pequeña joya.

5 comentarios

  1. Querido doctor Mabuse, qué película más bonita ha comentado usted. Y como bien escribe qué bien está contada… y en nada de tiempo qué historia tan redonda. Un amor fou, condenado desde el principio. Asistimos a la historia de amor de dos personas que pronto serán solo fantasmas o estelas de lo que han vivido. Me gustó y emocionó tanto cuando la vi.

    William Powell y Kay Francis logran esa química especial. Es una película con verdad. Te crees ese amor efímero. Qué filmografía más interesante tiene Powell, pero la primera vez que tomé conciencia de él como actor fue como protagonista de una de mis screwball comedy favoritas, Al servicio de las damas, de Gregory La Cava. La filmografía de Francis la domino menos, pero hay un título de Joe May que me encantaría ver, Confession.

    Beso

    Hildy

    1. Hola Hildy,

      Coincido totalmente, es una preciosidad de película y sin ser sensiblona. Respecto a Gregory La Cava últimamente estoy leyendo mucho sobre él gracias a una investigadora muy activa en Twitter que comparte material sobre él, y si ya me parecía muy buen director antes, ahora más. Que por cierto, de Powell y Francis me han recomendado mucho otra peli que hicieron juntos poco después, Jewel Robbery, que voy a poner desde ya en búsqueda y captura.

      Un saludo.

  2. Hola Doctor,

    gracias, una vez más, por descubrirme esta pequeña maravilla de la que nunca hubiera sabido de no ser por usted. Me ha encantado, es como un ensayo sin ñoñerías de Tú y yo.

    Me han sorprendido de ella varias cosas, aparte de sus méritos que usted como siempre describe a la perfección. Lo de la moneda en la escupidera, y el comienzo de Río Bravo, y a nivel técnico ese zoom que realmente es o parece un zoom, y no un travelling en avance ¿Se podían hacer zooms ya en esa época? Yo creía que no, porque no se se ven nunca.

    Sobre lo de la duración de las películas y la síntesis narrativa. Me he dado cuenta de que por tanto ver estas cosas mayores en edad y mérito me he vuelto un poco cascarrabias del celuloide, y cuando veo pelis actuales me paso medio metraje metiendo prisa a los actores o al director para que pase ya a otra cosa, por no hablar de esa sensación pesadísima con la que salgo del cine 9 de cada 10 veces aunque me haya gustado la película, de que le ha sobrado entre media y una hora. Tal vez por esto llevo unas semanas encerrado en el mundo de Kaurismaki, que viene a ser esto en nórdico. Además de las pelis suyas que tenía pendientes vuelvo a ver las que tenía vistas… Qué bien me lo paso disfrutando de historias complejas, completas y tan sencillas como la vida misma que se liquidan en máximo 90 minutos.

    Un abrazo, Doctor

  3. Hola Doctor,

    le había escrito una parrafada pero no sé si wordpress se la ha mandado para que la autorice o la ha mandado al fondo del mar… En fin, que no me me apetece repetirla… Que me ha encantado, resumiendo. Vivan las pelis cortas y la densidad narrativa.

    Muchas gracias y un abrazo

  4. Hola Manuel,

    Por suerte sus comentarios esta vez no los ha censurado WordPress (¿?) pero no tema, en el peor de los casos quedarán marcados como Spam y puedo rescatarlos.

    Celebro que haya disfrutado de esta joya tanto como yo, me ha hecho gracia esa descripción de «Tú y yo sin ñoñerías», porque también me vino esa peli a la mente.

    Sobre los zooms, es curioso pero ya existían en esa época. De hecho el ejemplo más antiguo que se conoce es el de esta película muda, It (1927) https://www.youtube.com/watch?v=SpENbCQZq6E
    Buscando por internet encontré esta discusión sobre el tema donde mencionan otros ejemplos: https://www.nitrateville.com/viewtopic.php?f=4&p=284673 Definitivamente buscaré Prestige (1931) de Garnett porque comentan que allí además hay varios. ¿Por qué no se usaron de forma extendida hasta muchos años? Francamente ni idea…

    Sobre el tema de la duración de películas, tengo una extraña ambivalencia. Me gustan las películas modernas que juegan con la dilatación del tiempo pero no soporto los filmes alargados excesivamente de forma injustificada. Obviamente, esto es subjetivo. Pero en una película narrativa convencional prefiero también concreción, y me pone nervioso que hoy día parezca que cualquier filme deba durar más de dos horas. ¿Qué tiene de malo que un largometraje dure solo 70 minutos? En ese sentido Kaurismäki es, como en tantas cosas, el ejemplo a seguir. Sus filmes nunca son excesivamente largos y si cree que no debe alargarse mucho más de 1 hora, lo deja así. Ojalá todos hicieran como él…

    Un abrazo.

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