Justo hace unas semanas hablaba de lo mucho que me gustaban las películas que sucedían en un espacio temporal muy concreto y sabían extraer todo el jugo posible de esa «limitación», utilizando como ejemplo Viernes Noche (Vendredi Soir, 2002) de Claire Denis. Y he aquí que en un ciclo de películas polacas que me he montado de repente me he topado con otra que cumple esa misma premisa: la divertida comedia Eva Quiere Dormir (Ewa chce spac, 1958) de Tadeusz Chmielewski.
El argumento es sencillo: Ewa Bonecka es una joven estudiante que llega a una ciudad de noche para empezar un curso en un nuevo centro educativo, pero descubre que tanto la escuela como la residencia para las estudiantes no se inaugurarán hasta el día siguiente. En consecuencia se encuentra en busca de un sitio donde dormir pero sin dinero ni nadie que la ayude en una ciudad desconocida.
Siempre que se habla del cine polaco de los años 50 y 60 se suele destacar con toda la lógica del mundo los nuevos cines polacos y esa generación de fantásticos directores que lograron revitalizar la cinematografía del país y darla a conocer en el extranjero, como Wajda, Polanski o Kawalerowicz. Pero en realidad estaban sucediendo muchas cosas dentro del mundo artístico polaco en ese momento, y del mismo modo que los Monty Python subvirtieron las normas de la televisión tradicional en Inglaterra con su famoso show de televisión a finales de los años 60, en Polonia había sucedido algo parecido 10 años atrás. El Kabaret Starszych Panów («Cabaret de los viejos caballeros») fue un espectáculo televisivo que mezclaba numerosos musicales y comedia con un humor muy surrealista y original, que supuso un auténtico soplo de aire fresco que parecía anunciar nuevos tiempos. Los dos protagonistas del show, Jerzy Wasowski y Jeremi Przybora, llegarían a hacer una película juntos, la muy simpática Heat (Upal, 1964), dirigida por Kazimierz Kutz, en que explotaban su gusto por lo absurdo y el humor extravagante sin inhibiciones.
En el mismo año en que las telespectadores polacos disfrutaban de este humor tan poco convencional, el director Tadeusz Chmielewski debutaba con una película coescrita precisamente por Jeremi Przybora del dúo de los viejos caballeros. Y si bien esta obra no tiraba tanto hacia lo absurdo, tenía algunos detalles que estaban en sintonía con esta nueva corriente humorística. Eso queda patente en el prólogo, en que varios delincuentes se aporrean y atacan entre si para hacerse con una misteriosa carpeta. Finalmente uno de ellos la consigue, saca un libro de ella y sonríe cándidamente al mirar su contenido, que son los créditos iniciales de la película. Seguidamente se muestra una ciudad invadida por ladrones pero todo ello relatado en un tono humorístico e inocente: una voz en off canta una canción sobre todos los crímenes que se cometen y vemos una serie de robos reflejados en forma de estampas humorísticas. Todo tiene un tono expresamente surrealista e incluso infantil (un agente de la ley detiene a dos ladrones tocando una flauta como el flautista de Hamelin), que en realidad luego desaparecerá por otro tipo de humor. Pero aun así estos minutos son un reflejo muy claro de la influencia de ese nuevo tipo de comedia que estaba apareciendo en la misma época por la televisión polaca.
Una vez entra en escena nuestra protagonista, Ewa, la película adopta un tono más convencional de comedia. Pero no teman, sigue siendo una película fantástica y muy divertida, de ésas en que uno teme que se vaya a perder fuelle hacia el final, pero afortunadamente mantiene el ritmo en todo momento. La clave del personaje de Ewa, mientras vaga por la ciudad en busca de alojamiento, es su absoluta inocencia. Es como ese personaje prototípico de dibujos animados totalmente naif e inconsciente que sale indemne de todo tipo de trampas y desgracias en las que caen los otros que sí son más conscientes de lo que está sucediendo. Por ejemplo, cuando un joven intenta atracarla amenazándola con un ladrillo se pensará que le está vendiendo el tocho en cuestión, y luego de hecho ella intentará venderlo a otro viandante, el cual se pensará que la muchacha intenta atracarlo y le dará su dinero.
Solo en cierto momento la inocencia de Ewa entra en conflicto, y es cuando acaba en comisaría accidentalmente y se piensa erróneamente que van a ficharla acusada de prostitución. Pero aun así la solución que emplea Ewa sigue siendo sumamente infantil: se encierra en una habitación y se niega a salir, con el pequeño inconveniente de que dicha habitación contiene todo el arsenal de armas de la comisaría.
Toda la secuencia de la comisaria es divertidísima y uno de los puntos culminantes de la película. Tenemos a un mandamás cascarrabias que está haciendo una estricta inspección, mientras en paralelo se pide a un criminal encarcelado experto en abrir cajas fuertes que fuerce la cerradura de la habitación del arsenal para poder sacar a la chica, la cual por cierto ha metido inocentemente una granada en su bolso. Para poder servirse del prisionero sin levantar sospechas del superior que hace la inspección, se le ha puesto un uniforme de policía para hacerle pasar por un miembro del cuerpo, lo cual provocará luego nuevas confusiones sobre quién es el criminal y quién no. Es brillante, y todos los hechos se siguen entre si con una delirante pero también implacable lógica que la hacen aún más divertida.
Al final entra en juego un joven policía encargado de custodiar a Ewa fuera de la comisaría. Inicialmente los dos se llevarán fatal, pero sospechamos (y acertaremos) que luego acabarán entendiéndose bien. En este proceso irán a buscar alojamiento en una respetable casa de mujeres trabajadoras, que en realidad está infestada de hombres que pasaban la noche con sus amantes y que ahora deberán esconderse del policía. Y si les parece poco, todo ello se acabará mezclando con un robo en el que se implica un carro de caballos y un joven delincuente totalmente inexperto. Lo que nos muestra Eva Quiere Dormir es una sociedad en que sus instituciones (la comisaría, la casa para mujeres trabajadoras), bajo su apariencia respetable y de tener todo en orden, en realidad viven en el caos y ocultando cosas. Una crítica velada a la imagen hipócrita que el régimen socialista pretendía dar de un país que funcionaba de forma ordenada y eficaz.
Una de las mayores virtudes del guion es cómo sabe combinar diferentes hechos que discurren en paralelo y se van enredando entre si, complicándolo todo cada vez más, hasta que en el desenlace se llega a un punto en que uno se pregunta cómo van a resolver sus creadores el cierre de todas esas subtramas. Al final se opta por un recurso que se podría tildar de tramposo, al introducir un elemento metacinematográfico por sorpresa que elude ese necesario cierre. Pero está hecho con tanta gracia y encaja tan bien con el espíritu de la película (especialmente con el delirante prólogo) que, ¿cómo vamos a reprochárselo?
Incluso la relación entre Ewa y el policía no cae en la tentación de convertirse en una subtrama amorosa. De hecho cuando se despiden al día siguiente hay un diálogo muy entrañable en que notamos cómo ambos quieren decirse algo más y citarse para otra ocasión, pero no se atreven y son terriblemente torpes para formalizarlo en palabras. Al final consiguen salir del paso con una de las mejores excusas románticas que he visto: que ella le enseñe a jugar a ajedrez.
Virtualmente olvidada hoy día, Eva Quiere Dormir gozó de bastante éxito en su momento y de hecho solo se la recuerda prácticamente porque ganó la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián, arrebatándole el premio a todo un Vértigo (1958) de Alfred Hitchcock, que también estaba en competición. Partiendo de la base de que a mi parecer los premios no deberían tener una importancia especial para los espectadores y no hay que tomarlos demasiado en serio, aun así me parece simpático que en este caso venciera una entrañable comedia polaca a la que es considerada una de las obras cumbre del cine. Vértigo no necesita hoy día darse a conocer entre el público cinéfilo, pero si esta Concha de Oro sirve para que alguien se acerque a esta fantástica comedia, ni que sea por curiosidad, bienvenida sea. No dejen de darle una oportunidad, seguro que les hará pasar un muy buen rato.






