Muerte en los Pantanos [Wind Across the Everglades] (1958) de Nicholas Ray y Budd Schulberg

No se puede negar que parte de la fama que atesora Nicholas Ray se debe en buena medida a su aura de artista maldito. No quiere decir eso que éste sea el motivo principal ni pretenda con ello infravalorar su enorme talento como cineasta pero, partiendo de la base de que el concepto de «artista maldito» nos suele resultar muy atractivo, Ray es de los cineastas a los que mejor se le podría aplicar dicho concepto: en numerosas ocasiones estuvo en conflicto con los grandes estudios de Hollywood mientras los críticos europeos lo elevaban por las nubes, su carrera quedó truncada de golpe a causa de los problemas que dio en sus últimos rodajes, se pasó las últimas dos décadas de su vida intentando levantar proyectos que no fructificaron y hundido en su alcoholismo y, en última instancia, logró filmar una película experimental con un grupo de estudiantes a los que daba clases. Si eso no es maldito, ya me dirán qué lo es.

Obviamente todos los cineastas con algo de personalidad y ambición entraron en conflicto antes o después con productores y grandes estudios, pero el problema de Ray es que no tenía ni el fuerte carácter necesario para afrontar esas situaciones ni la astucia para poder salirse con la suya sibilinamente. Sus mejores películas son casi siempre aquellas en las que o tuvo una libertad de movimientos inusual o sus intenciones coincidían con las del productor. Pero cuando se producía un choque, Ray, de carácter dócil, poco amigo a los enfrentamientos y dado a tener arrebatos depresivos y encerrarse en sí mismo, acababa arrojando la toalla y dejarse llevar. Que aun así algunas de esas películas que no pudo tirar adelante como él quiso acabaran siendo películas muy buenas es solo un ejemplo de su enorme talento. Incluso su peor obra, Infierno en las Nubes (Flying Leathernecks, 1951), un filme bélico infestado de testosterona y patriotismo indigesto, está muy bien realizado y con detalles técnicos muy interesantes pese a ser un puro encargo en el que Ray no se involucró más de lo esencial.

Una de las películas que muestran ese choque entre lo que pudo ser y lo que acabó siendo y que además mejor reflejan ese aura maldita de Ray es Muerte en los Pantanos (Wind Across the Everglades, 1958), que creo que en cierta forma fue el punto de inflexión que lo alejó de Hollywood aun cuando todavía realizaría dos películas más allá. Este era un proyecto ideado por el guionista Budd Schulberg, quien aquí además ejercía también de productor y que tenía una buena relación con Ray… al menos al inicio del proyecto. Se trataba de una historia de tintes ecologistas ambientada en Miami a finales del siglo XIX, en que un profesor de ciencias naturales, Walt Murdoch, intentaba poner freno al comercio de plumas de aves que estaba acabando con la población de muchas especies. El principal instigador de dichas masacres es Cottonmouth, un bandido que vive escondido en medio de los bosques que rodean los pantanos junto a un grupo de cazadores furtivos a los que gobierna con mano dura. Este grupo de delincuentes se mueve en ese territorio a sus anchas y ha logrado eliminar a los predecesores de Murdoch que han querido preservar el ecosistema de la zona, pero éste no se dejará intimidar.

La idea de Schulberg es que este fuera un filme realizado en exteriores para que los paisajes naturales marcaran el tono del filme y le dieran más autenticidad. No obstante, éste acabaría siendo un proyecto condenado de antemano. La principal versión de los hechos que nos ha llegado es la del propio Schulberg, ya que Ray no quiso hablar casi nunca de esta película, pero aunque sea sesgada seguramente no esté muy alejada de la realidad.

Aparentemente cuando Ray llegó a Miami estaba en un estado deplorable a causa de encontrarse en una de sus peores rachas de alcoholismo y consumo de drogas. No nos consta que en sus proyectos inmediatamente anteriores se encontrara en dichas condiciones, pero parece innegable que el rodaje de Muerte en los Pantanos coincidió con un punto bajo a nivel personal. Aparte de eso, Ray tampoco consiguió ganarse la simpatía de la mayor parte del reparto, especialmente del protagonista Christopher Plummer, contando solo con la complicidad de Burl Ives, quien es con diferencia el que más destaca encarnando a Cottonmouth.

A eso hay que sumarle un aspecto que Schulberg olvidó muy oportunamente a la hora de justificar por qué el proyecto acabó saliendo tan mal, y es que parece ser que el rodaje fue muy desorganizado desde el principio. Ray era de por sí un cineasta caótico, que cambiaba muchas cosas sobre la marcha, pero que solían dar muy buen resultado cuando estaba en buena forma y además contaba con la simpatía del equipo para este tipo de improvisaciones por su carácter tan agradable. También es cierto que en un rodaje estándar de Hollywood, que idealmente busca tener todo cerrado y bajo control, no había mucho margen de improvisación, de forma que estos arrebatos de Ray tenían un límite (significativamente Ray nunca pudo acabar su filme experimental We Can’t Go Home Again (1973), donde no había nadie para dar freno o coherencia a su contenido; es decir, por impopular que sea decir eso, a Ray le venía bien tener a alguien que lo controlara un poco). En el caso que nos ocupa se trataba de una película cuya producción de por sí era caótica, el equipo técnico y los actores no estaban de parte de Ray y éste no estaba en su mejor momento. Eso implicó que su afición a la improvisación aquí le causara más problemas de lo habitual.

La película pues se fue filmando a trancas y barrancas, sumándole al conflicto entre Ray y Schulberg los problemas típicos de filmar en exteriores como la inclemencia del clima o imprevistos varios. Pero la gota que colmó el vaso fue curiosamente algo tan tonto como un fallo de raccord. Era una escena en que el personaje del indio que ayuda al protagonista debía moverse de un sitio a otro y Ray le indicó que dirección debía tomar. La script le corrigió entonces diciéndole que en realidad el actor debía moverse en la dirección opuesta para evitar que hubiera un fallo de raccord con otro plano que habían filmado anteriormente. Ray se puso entonces absurdamente inflexible y se negó a ceder, aun cuando otros miembros del equipo le indicaron que se estaba equivocando. El director, que tenía tendencia a ser paranoico, tomó esto como una conspiración contra él y estalló. Fue relevado de su puesto y Schulberg dirigió el resto de película. Seguramente pocas veces en la historia del cine un fallo de raccord fue tan fatídico para un director.

No obstante, como veremos ahora al entrar a fondo en la película, el gran problema de Muerte en los Pantanos no fue tanto que Schulberg tomara el proyecto sino lo que sucedió en la fase de montaje, ya que la película tenía inicialmente una duración de más de dos horas y media y se iba en mucho a lo que la Warner esperaba. Eso es algo más achacable a Schulberg que a Ray, ya que el guion del primero era bastante más ambicioso de lo que quiso reconocer y pretendía hacer una gran película de época que explorara diferentes personajes y subtramas, además de estar repleto de largos diálogos. El montaje final, reducido a hora y media, masacró sin piedad subtramas enteras, eliminó escenas cruciales y se cargó la mayoría de pequeños detalles y matices que hacen especiales las películas de Ray. Esto es lo que nos ha llegado hoy día.

No es Muerte en los Pantanos para nada una mala película. Tiene a su favor un muy buen trabajo de ambientación, tanto del pueblo, que representa esa civilización todavía en proceso de construcción, como de todos los entornos naturales de los pantanos, con además multitud de imágenes de la fauna local bellamente capturadas en color. Todas las escenas en la guarida de Cottonmouth son también muy notables, con un Burl Ives relamiéndose con un personaje tan carismático (autoritario, colérico pero con un cierto sentido algo deformado de la justicia) y una serie de secundarios detestables perfectamente caracterizados, entre los que se encuentran desde el gran Peter Falk a deportistas profesionales o el payaso Emmett Kelly (¡!), con el que Ray hacía tiempo que quería trabajar. Una escena muy interesante es aquella en que llegan dos convictos fugados y son aceptados en el grupo, pero como no hay cabañas para todos se les propone un trato: elegir una y enfrentarse en combate con sus dueños actuales. El que gane se quedará la cabaña como alojamiento. La justicia de Cottonmouth funciona así.

Del mismo modo, la que se nota que era la escena clave del filme para Schulberg y Ray también sucede en la guarida de cazadores furtivos. Murdoch llega allá para detener a Cottonmouth sabiendo que tiene las de perder. Éste, en lugar de matarle al instante, decide invitarle a beber con ellos. Se inicia una ruidosa borrachera plagada de diálogos en que se atacan entre ellos y otros que denotan una cierta complicidad, y al final de ello todo desembocará en una inesperada propuesta: Cottonmouth acepta ser conducido por Murdoch a Miami para ser detenido, pero le advierte que le asesinará cuando tenga la más mínima ocasión. ¿Está dispuesto a correr el riesgo de llevarle él solo hasta la civilización?

Aquí es donde se evidencian las carencias del filme relacionadas con su deficiente montaje: ¿por qué Cottonmouth hace ese trato con Murdoch? Se entiende que no lo elimine al instante por el respeto que siente hacia su valentía, al venir él solo en clara minoría a detenerle, pero no que haga ese trato con él. El gran fallo del filme es que los recortes del montaje acabaron con todos los matices en las relaciones entre personajes. Una de las escenas que más le gustaba a Ray fue una de hecho improvisada en el rodaje, en que Cottonmouth y Murdoch se encontraban de noche en Miami. El primero había ido a la ciudad a escondidas a causa de un asunto relacionado con un hijo disminuido mental. Ray, en lugar de aprovechar ese encuentro para darle caza, le dejaba en paz respetando las circunstancias excepcionales por las que estaba allá. Schulberg eliminó esta escena entera aun reconociendo que funcionaba muy bien. Sin este momento, los matices del antagonismo Cottonmouth-Murdoch se fueron a la porra, porque demuestran que, pese a que se odian, también reconocen el uno en el otro un sentido de la justicia que respetan.

Pero hay más. El guion original dedicaba más tiempo a los habitantes del pueblo y desarrollaba mejor la inevitable y aburrida historia de amor entre Murdoch y la mujer de la que se enamora. Tampoco se entiende por qué el indio que acompaña a Murdoch como guía decide no traicionar al protagonista si apenas lo conoce. Inevitablemente se echan a faltar escenas que profundicen en su relación. También se nota que entre los cazadores furtivos había más miga de lo que nos ofrece el filme actual: ¿por qué sino mostrarnos la llegada de dos miembros nuevos al grupo si luego apenas sabemos más de ellos? Hay incluso cortes de montaje que son literalmente fallos: la india que recoge a Murdoch en los pantanos gravemente herido le dice que lo llevará con los suyos para curarlo… y en la siguiente escena le vemos en la ciudad, como si su tribu habitara allá, cuando en realidad se ha suprimido el momento en que Murdoch era atendido por los indios.

Así pues, aun aceptando la versión de los hechos de Schulberg y que Ray estaba en muy baja forma durante el rodaje, lo cierto es que el gran fallo de Muerte en los Pantanos es solo atribuible a él y el estudio. El propio Nicholas Ray, al ver el primer montaje, hizo varias sugerencias para mejorar la película, algunas de ellas muy inteligentes en la línea de lo que hemos comentado para hacer comprensible las relaciones entre personajes, así como otras que ayudarían a aligerar la película (proponía por ejemplo eliminar por completo el episodio inicial en que Murdoch es detenido por la policía, ya que la escena en que es rescatado del calabozo se había eliminado y por tanto resultaba superfluo hacer referencia a ese incidente). También se mostró muy crítico con el desenlace del filme, que si no quieren conocer les aviso que desvelo en el siguiente párrafo.

El final de la historia nunca estuvo del todo cerrado, pero la idea original era que tanto Cottonmouth como Murdoch acabaran muriendo en el viaje en canoa a Miami. Finalmente se decidió salvar al protagonista y hacer que Cottonmouth sufriera la mordedura de una serpiente y se negara a aceptar ninguna ayuda, prefiriendo morir en los pantanos y confirmar así su conexión con ese entorno natural. El problema es que a Ray no le gustó nada la forma como se filmó y le parecía que Schulberg dejó a Burl Ives caer en algunos recursos exhibicionistas. Según decía, él tenía pensado filmarla de otra forma y conociéndole es de esperar que hubiera optado por un enfoque más sutil y lírico. No obstante, la escena se mantuvo tal cual.

En vista del resultado final, Ray pidió que quitaran su nombre de los créditos por no querer verse identificado con un filme que no sentía suyo para nada, pero no se le hizo caso. Aun así, realmente Muerte en los Pantanos no es una película desdeñable. Está resuelta con oficio, tiene un buen trabajo actoral, se impregna bien del entorno natural de los pantanos y resulta muy interesante por tratar una temática ecologista siendo un tema que resultaba muy ajeno en Hollywood. Lo que es una pena es pensar lo que podría haber hecho un Nicholas Ray en mejores condiciones con ese material de base.

De hecho parte de la fascinación que ejercen muchas de las obras menores de Ray radican en esa dualidad: lo que acabó siendo y lo que podría haber sido, los destellos que se intuyen en ciertos momentos y dejan entrever a un cineasta con una sensibilidad muy especial pero que no acaban de adueñarse de toda la película, en definitiva, la marca de un autor en medio de un engranaje industrial como el de Hollywood. No conviene olvidar que todos los colegas de profesión de Ray tenían ese mismo problema, pero su caso es seguramente uno de los más significativos y también de los que más nos hace lamentar que no pudiera encontrar un espacio donde desarrollar con más libertad su enorme talento.

2 comentarios

  1. Me ha llamado mucho la atención Muerte en los pantanos, una de las pocas películas de Nicholas Ray que me falta por ver, y todo lo que cuentas, pero porque enseguida la he puesto a dialogar con otra película del mismo año de otro director con halo de leyenda, John Huston. Me refiero a Las raíces del cielo, que adaptaba una novela de Romain Gary. Las dos tienen un interesante fondo ecologista, que llama la atención para la época, y ambas son el ejemplo de eso que tan bien has expresado en tu texto: «lo que acabó siendo y lo que podría haber sido, los destellos que se intuyen en ciertos momentos y dejan entrever a un cineasta con una sensibilidad muy especial pero que no acaban de adueñarse de toda la película, en definitiva, la marca de un autor en medio de un engranaje industrial como el de Hollywood». Tengo la seguridad que con las dos se puede armar una sesión doble de lo más interesante en este sentido y dejar al descubierto esa sensibilidad especial de ambos directores.

    Beso

    Hildy

    1. Hola Hildy,

      Pues si yo he citado un filme de Ray que le faltaba por ver usted me ha hecho descubrir una película de Huston que ni recordaba que existía, y echando un vistazo me llama la atención por la presencia de un Errol Flynn bastante maduro y un reparto de secundarios magnífico. Sí que tiene pinta de tener en común con ésta el ser un filme que no acaba de redondear pero tiene destellos de lo que podía haber sido en circunstancias más afortunadas. Me la voy a anotar. Mil gracias por la recomendación.

      Un abrazo.

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