El Reloj Asesino [The Big Clock] (1948) de John Farrow

Creo que uno de los aspectos que más me gustan de ciertas obras de suspense es percibir cómo están construidas sobre un perfecto mecanismo de relojería, en que todas sus piezas se complementan para abocar al espectador al borde del paro cardíaco. En la literatura creo que uno de mis ejemplos predilectos es la segunda mitad de El Talento de Mr. Ripley de Patricia Highsmith, en que toda una serie de circunstancias y casualidades (a veces afortunadas, otras no tanto) se van sumando hasta hacer que la tensión resulte casi insoportable respecto al destino de su protagonista: ¿lo pillarán? Y de no ser así, ¿cómo rayos va a escapar de una situación en la que está totalmente acorralado?

La analogía con el mecanismo de relojería me viene muy bien para hablar de una de las grandes obras de ese magnífico cineasta que es John Farrow: El Reloj Asesino (The Big Clock, 1948), una cinta de la que por cierto no puedo dejar de aplaudir la absurda «traducción» de su título original – qué poco atractivo sería un filme policíaco llamado simplemente «el gran reloj» y qué poca importancia tiene que ese nuevo título genere unas falsas expectativas respecto a un reloj asesino que no existe en la película.

El protagonista es George Stroud, que trabaja como editor en una revista de temática criminal que forma parte del imperio editorial de Earl Janoth, un magnate frío y cruel que solo se guía por lograr resultados y exigir lo máximo a sus empleados. George lleva ya muchos años sin hacer vacaciones y tiene planeada una escapada con su mujer e hijo pequeño que en realidad sería su eternamente postergada luna de miel. Pero justo el día antes de que eso suceda, Janoth le exige que se quede para cubrir un caso criminal que va a tener mucho tirón comercial, amenazando con despedirle si no obedece. Como respuesta a dicho chantaje, George decide irse.

Amargado por haber acabado así su carrera, se lanza a ahogar sus penas en alcohol en compañía de Pauline York, una antigua amante de Janoth que le propone sin éxito chantajear al hombre que ambos odian. Después de una noche alcoholizada, George sale del apartamento de Pauline hacia su casa y justo después llega Janoth, quien tras una discusión la mata. Sabiendo que su examante había pasado la noche con otro hombre antes de que él llegara, Janoth le pide a George que lance una investigación para descubrir la identidad del hombre que pasó la noche con Pauline. Éste, sabiendo que él es la persona en cuestión, acepta pero solo para intentar desviar todas las pistas que apuntan hacia sí mismo. Pero la terca realidad se irá imponiendo y cada vez se le hará más difícil escapar de ese círculo que se va estrechando a su alrededor.

El Reloj Asesino es ante todo un ejemplo de filme de suspense modélico, que se basa en ese principio tan elemental como es proporcionar al espectador más información que a los personajes: por un lado, George no sabe que Pauline está muerta y que por tanto esa obsesión de su jefe por dar con su compañero de borrachera esa noche es para colgarle el muerto a él; por el otro lado, Janoth por descontado ignora que el hombre al que está buscando es el mismo a quien está haciendo comandar esa investigación. Esto provoca una serie de situaciones de absoluta tensión en que el protagonista se va viendo cada vez más acorralado en esa búsqueda hasta desembocar en un encierro totalmente real en ese edificio del cual ya no podrá salir.

En ese aspecto es muy inteligente el inicio con un prólogo en que vemos a George ya acorralado dentro del edificio y en que nos explica cómo empezó todo 36 horas atrás. De esta forma se está haciendo saber al espectador que todo va a acabar mal y además le estamos dando un tiempo límite para que todo se salga de madre. Eso nos condiciona el visionado porque no solo sufriremos por la evolución de los acontecimientos, sino por saber que, inevitable y fatídicamente, desembocarán de forma funesta para nuestro protagonista en muy poco tiempo.

Si bien esta concepción es muy hitchcockiana (tanto por la idea del falso culpable como la gestión del suspense), no lo es menos la decisión de utilizar el humor como válvula de escape en momentos determinados en que parece que la crisis va a estallar y, repentinamente, todo desemboca en un gag (véase el encuentro accidental de George con el anticuario que le podría identificar como el hombre al que se está buscando). Uno de los personajes secundarios de hecho parece haber sido concebido con esta finalidad: la excéntrica artista moderna que interpreta con mucha gracia Elsa Lanchester. Casualmente o no, es su marido en la vida real quien encarna a Janoth: todo un Charles Laughton que está formidable dando vida a ese hombre de negocios repelentemente calmado, frío y eficaz, y que deberá enfrentarse a otro actor tan solvente como Ray Milland interpretando a George.

Algo que me gusta de estas películas es cuando se introduce algún elemento fuera de lugar, algo que desafía a la lógica convencional de la historia y ofrece una sensación de extrañeza inexplicable. En El Reloj Asesino es la figura de ese inquietante ayudante mudo de Stroud con el que tiene sin duda un vínculo extraño (la primera vez que le vemos en la película está dando un masaje a un Stroud semidesnudo y es inevitable sobreentender un subtexto homosexual muy similar al que daría a entender años después el personaje de Martin Landau en Con la Muerte en los Talones (North by Northwest, 1959) de Hitchcock). Ese hombre aparece varias veces por el despacho de George de forma silenciosa y le mira de forma inquisitiva y furiosa. No tiene evidencias contra él, es casi como un perro que nota instintivamente que esa persona va a hacer daño a su amo, y eso y el hecho de que sea un personaje tan indescifrable lo convierten en un ser que nos causa casi más temor que el propio Janoth.

Quizá se pregunten por qué esa referencia al reloj en el título y esa obsesión por los relojes en la trama. Estos aparatos precisos y que controlan el tiempo (es decir, que en cierto modo nos tienen esclavizados al condicionar la visión que tenemos del paso del tiempo) son una analogía del mismo Janoth, que no casualmente es un obseso de los relojes, la precisión y la puntualidad. Janoth pasa por ser alguien casi inhumano, que despide a cualquier subordinado que ha cometido la más mínima falta sin pestañear y que controla el tiempo exacto que se debe emplear para cada tarea de una forma irritante. Esa pasión por los relojes y por ese gigantesco reloj implacable denota una personalidad obsesionada por la precisión que le lleva a justificar la crueldad de muchos de sus actos. Pero la suprema ironía está en que el elemento catalizador de la película es un momento en que Janoth pierde tanto los nervios que mata a alguien, es decir, que momentáneamente se desprende de esa coraza de frialdad inalterable mostrando lo que hay en realidad tras ella: un ser monstruoso que simplemente quiere que todos se dobleguen a su voluntad.

Farrow logra transmitir esas ideas sin que acaben imponiéndose al elemento de suspense que define principalmente la cinta, e incluso no permite que corte el ritmo la subtrama entre George y su mujer, inevitable para el devenir de la trama pero potencialmente un estorbo, ni aun cuando el personaje de ella lo encarna su propia mujer, Maureen O’Sullivan. En lugar de eso, Farrow se permite lucirse con su gusto por los planos largos y los travellings, que le ayudan a definir los espacios en que se encuentran los personajes y que, en el caso de George, acabarán siendo una trampa, todo ello muy acentuado por la fotografía de claro acento noir de un grande como John F. Seitz. Tanto si se quiere encuadrar el filme dentro del género negro como en el campo de las obras de más puramente suspense hitchcockiano, El Reloj Asesino es una película modélica y que funciona con la misma precisión que el reloj al que hace referencia su título.

8 comentarios

  1. Un thriller de impecable acabado y, en efecto, muy hitchcockiano en su diseño, aunque sus imágenes tal como las recuerdo no llegaron a emocionarme en ningún momento. A veces, los «mecanismos de relojería» a nivel de guión funcionan como tales, es decir, te obligan a seguir los giros de la trama como en un «travelling» paralelo a la película creando un suspense meramente mecánico. No obstante, una primera media hora en verdad excelente y la estimulante presencia de la pareja Charles Laughton y Elsa Lanchester sin duda contribuyeron a enriquecer la función.

    Por cierto, en 1986 se rodó un film que poco tiene que ver con el que aquí se comenta, salvo por el hecho de que ambos comparten la base del relato de Kenneth Fearing. Me refiero a NO HAY SALIDA (No Way Out) de Roger Donaldson.

    Un saludo.

    1. Hola Teo,

      Documentándome sobre la película leí sobre ese remake o, como dices, que parte del mismo relato. Obviamente aunque no tiene la grandeza y emoción de un Hitchcock (¡Hitchcock solo hay uno!) a mí sí que me llega más allá de su impecable mecanismo de relojería.

      Un saludo.

  2. Un peliculón injustamente ignorado por la historia. Curiosamente solo me baja un poco del carro la actuación de Laughton por esta vez, que me da la sensación de que se ha trabajado poco el personaje. Y ya de paso rompo una lanza por Ray Milland, un tipo realmente perfecto para este tipo de papeles por su capacidad para trasmitir en el mismo gesto miedo/desesperación, clase y humorismo.

    Esa peculiar expresividad le vino de lujo en aquella curiosa peli sin diálogos, «El espía» de la que supongo que ya hablaría usted en su otra morada. No sé mucho sobre sus avatares vitales, la verdad, si hizo malas inversiones o sufrió algún tipo de descalabro personal, pero cómo puede ser que terminara su carrera cobrando de José Frade…

    Un saludo monstruoso!

    1. Hola Manuel,

      La verdad es que es una muy buena película y que Ray Milland es un gran actor, de esos que no suele citarse entre favoritos de uno pero que creo que todos reconocemos como uno de los grandes con una maravillosa versatilidad (comedia, drama, suspense…).

      No conozco detalles de su vida pero parece un tipo interesantísimo, por su paso a dirigir películas (algunas muy peculiares) y su descenso a la serie Z más chunga sin ningún tipo de pudor. Me da curiosidad saber qué pasó y cómo lo llevó él. A ver si algún día me hago con una biografía suya.

      Un abrazo y gracias por este vídeo tan inclasificable.

  3. Estimado Doctor Mabuse, cómo me ha gustado el análisis de esta película. Por una parte, porque pone en valor la trayectoria de un interesante y olvidado director como John Farrow, que sabía bien lo que era entretener y no aburrir en el cine y lo demuestra en esta película sobre un falso culpable (tema muy hitchcokiano).

    También tiene el gusto de recordar a un intérprete como Ray Milland que tiene en su haber una filmografía con títulos inolvidables. Para mí Milland es el protagonista de una screwball comedy de Michell Liesen que adoro, Una chica afortunada. Valiente, decide protagonizar uno de los dramas de Billy Wilder donde realiza un retrato pionero y duro sobre lo que supone el alcoholismo, Días sin huella. Y se convierte en un malvado maravilloso en una película de cine negro victoriano, Alma negra, de Lewis Allen. Y, por último, es protagonista de uno de mis terrores favoritos, La obsesión, de Roger Corman.

    Y, por último, nos deleita con el retrato de un malvado personaje interpretado por Charles Laughton, siempre proporcionando matices a sus personajes.

    ¿Qué más podemos pedir?

    Por cierto, me he dado cuenta de qué juego ha dado en ciertas películas los mecanismos de un reloj de torre…

    Beso

    Hildy

    1. Hola Hildy,

      La unión de talentos no siempre acaba dando películas a la altura de las expectativas, pero cuando todo encaja, como es el caso, es una apuesta sobre seguro. Sabía que apreciaría esta reivindicación de Farrow, del que me consta que es usted muy fan, y con razón. Milland y Laughton se defienden solos pero no está de más recordarles una vez más. Celebro que haya disfrutado esta reseña y si hablamos de mecanismos de relojes de torre justo hace unos días hablaba con un amigo de El extraño de Orson Welles, otro muy buen filme de suspense por mucho que su autor renegara de él…

      Un abrazo.

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