La amplia y variada geografía de Rusia ciertamente da pie a la realización de películas de todo tipo, más allá de la imagen que normalmente asociamos al país vinculada con paisajes helados. De hecho la parte que comunica con Asia se reveló como el terreno ideal para filmar lo que se conoce como «ostern», es decir, una especie de equivalente de los westerns pero ambientado en los territorios de la Unión Soviética. Las películas no tenían que tratarse necesariamente de westerns en cuanto a temática, pero sí que tomaban del género la estética y el tipo de argumentos o conflictos, como es el caso del film que nos ocupa hoy.
Sol Blanco del Desierto (1970) no solo es uno de los ejemplos paradigmáticos de «ostern» sino que es una de las obras más famosas de la historia del cine soviético, hasta el punto de que ha trascendido a la cultura popular del país (como curiosidad, se instauró como costumbre que los astronautas rusos vieran el film antes de lanzarse al espacio como ritual de buena suerte).
Su historia es una curiosa combinación de elementos cogidos del western, gags puramente humorísticos y juegos con el choque entre culturas o tradiciones. Ambientada en la zona del Mar Caspio, su protagonista es el soldado Fyodor Sukhov, que tras haber combatido en la Guerra Civil, marcha en solitario por el desierto para regresar a su hogar y reunirse con su esposa. Por el camino se encuentra con un hombre llamado Sayid enterrado en la arena con la cabeza al descubierto, al que salva la vida permitiéndole que éste pueda partir en busca del bandido que mató a su padre.
Más adelante se encuentra con otros oficiales rojos que le encomiendan una misión: custodiar el harén de un famoso bandido huido (Abdullah) hasta un poblado, donde podrán esperar a que el pelotón de soldados rojos acuda a por ellas en unos días. Como ayudante se le confía al joven e inexperto Petrukha. Pero una vez llega al poblado, Sukhov no logra desentenderse del encargo tan rápidamente como le gustaría y debe fortificarse para esperar la llegada de Abdullah y sus cómplices.
Como puede intuirse, el argumento se sirve de una situación muy en la línea de Solo Ante el Peligro (1952) y Río Bravo (1959), en que el héroe debe hacerse fuerte en un pequeño poblado para prepararse para el ataque de unos bandidos, contando además con muy pocos aliados a su favor. La película parte de esta premisa tan atractiva para a partir de ahí moverse de forma muy hábil entre el cine de aventuras con toque western y la comedia pura y dura. Porque Sukhov, aparte de ser un combatiente hábil y muy inteligente, es ante todo un personaje de talante irónico al que se le ha asignado el papel de héroe a su pesar. Más que parecer preocupado por su difícil situación, parece alguien a quien todo le trae sin cuidado, resignado a salvar a esas damiselas en apuros porque no tiene más remedio.
De hecho uno de los puntos más destacables del film es la forma como juega con el choque de culturas, lo cual provoca que por ejemplo las mujeres del harén tomen al protagonista por su nuevo amo (lo cual da pie a una divertida fantasía en que se imagina en su hogar conviviendo con su mujer y todas esas jóvenes) o que cuando se vean sorprendidas intenten taparse la cara con su ropa… dejando irónicamente al descubierto sus mucho más sugerentes ombligos.
En paralelo tenemos otras pequeñas historias, como el dueño de un museo obsesionado con que no se dañen sus reliquias o un oficial de aduanas semirretirado que desea volver a entrar en acción pero lo tiene prohibido por su mujer, que teme quedarse viuda. En ese aspecto resulta curioso contrastar la visión del matrimonio representada por el harén de jóvenes serviciales respecto a la de ese oficial grandullón sometido al dominio de su esposa.
En conjunto, Sol Blanco del Desierto es una película notable que fluye perfectamente evocando tanto elementos del western como de la comedia pura (por ejemplo, esos ancianos fumando perezosamente sobre una caja de dinamita), con imágenes de poso melancólico (esas cartas del protagonista dirigidas a su añorada esposa) junto a otras más crudas (los ataques de los bandidos), al mismo tiempo que nos permite disfrutar de una parte poco explotada cinematográficamente de la geografía rusa. Muy recomendable.