Te Quiero, Te Quiero [Je t’aime, je t’aime] (1968) de Alain Resnais


Normalmente cuando en el cine se ha querido evocar los recuerdos de un personaje se suele optar por la vía más sencilla: representarlos de forma narrativa como un flashback. Pero en realidad la memoria no funciona exactamente de esta manera. A menudo lo que tenemos son fragmentos de un recuerdo mezclados entre sí que, a su vez, nos evocan a otros, haciendo que acabemos encadenando varios flashes del pasado sin que haya siempre una lógica aparente entre ellos. El proceso de recordar implica evocar de nuevo no solo acciones sino sensaciones y sentimientos. Es algo mucho más abstracto y por tanto complejo de trasladar de forma fidedigna al cine.

Uno de los directores que mejor ha sabido tratar este tema es Alain Resnais, a quien no en vano se le suele citar como el cineasta de la memoria. Resnais ha dedicado numerosas obras de su carrera a mostrar de forma cinematográfica el proceso de recordar, y para ello se lanzó a probar recursos totalmente innovadores al considerar que la narrativa clásica se le quedaba corta, convirtiéndose en uno de los cineastas más adelantados a su tiempo entre su generación. Sus dos grandes clásicos, Hiroshima, mon Amour (1959) y El Año Pasado en Marienbad (L’Année Dernière à Marienbad, 1961) fueron celebrados como dos de las obras clave de la modernidad cinematográfica que aun hoy día sorprenden por su complejidad. En cambio, mucho menos conocida es Te Quiero, Te Quiero (Je t’ime, je t’aime, 1968), una obra de culto que no tuvo mucho éxito entre el público de su momento pero que creo que lleva sus estudios sobre la memoria y los recuerdos un paso más allá.

Bajo este engañoso título de película romántica se encuentra un filme supuestamente de ciencia ficción que, en realidad, se sirve de ese género simplemente como punto de partida para explorar el proceso de rememorar el pasado y los efectos que éste puede tener sobre las personas. La cinta se inicia explicándonos cómo Claude Ridder, un hombre que ha intentado suicidarse, es seleccionado para un experimento realizado por unos científicos de forma secreta. La propuesta que le hacen a Claude es ni más ni menos ser el primer hombre en viajar por el tiempo a través de una máquina que han inventado y con la que solo han hecho pruebas con ratones. Más concretamente la idea es transportarle a justo un año atrás durante solo un minuto, después retornaría al presente. La experiencia sin embargo no funciona como estaba previsto. Claude efectivamente vuelve a un año atrás y evoca de nuevo una tarde que estuvo con su amante Catrine en una playa de la Costa Azul, un recuerdo en principio banal. Pero ese recuerdo reactiva muchos otros y a partir de aquí Claude se pierde en el tiempo evocando diferentes instantáneas de su vida que orbitan alrededor del hecho que le motivó a suicidarse: la difícil relación sentimental que tuvo con Catrine, que culminó con la misteriosa muerte de ésta.

Pocas veces en la historia del cine se ha conseguido registrar de forma tan fidedigna como aquí la forma como nuestro cerebro procesa y mezcla nuestros recuerdos. Desde el momento en que Claude entra en la máquina del tiempo, Te Quiero, Te Quiero se convierte en una sucesión de escenas que aparecen de forma desordenada y aparentemente caótica, en que se salta a diferentes momentos del pasado sin ninguna lógica, encadenando instantáneas cruciales con otras que son claramente inocuas, e incluso en ocasiones cortando ciertos recuerdos hacia la mitad. A medida que va avanzando la película vamos poco a poco reconstruyendo la relación entre Claude y Catrine, pero está claro que el propósito de Resnais no es simplemente crear un rompecabezas en que el espectador deba unir todas las piezas; o si lo es, uno podría sospechar que el director ha escondido algunas a propósito para que no podamos completarlo. Después de todo, la memoria no es un registro exacto de nuestro pasado, y por ello es lógico que un filme basado en recuerdos deje numerosos huecos importantes ya sea porque se han olvidado o porque han preferido enterrarse (es significativo por ejemplo que no presenciemos el traumático interrogatorio al que Claude es sometido tras la misteriosa muerte de Catrine).

Del mismo modo, a medida que avanza el metraje vamos descubriendo un segundo hecho que vuelve todo más potencialmente confuso, y es que esos recuerdos combinan situaciones reales con otras imaginarias o quizá distorsionadas con el tiempo, haciendo que sea aún más difícil tener un testimonio realmente fidedigno de lo que les sucedió a Claude y Catrine. Resnais y su guionista, el escritor de ciencia ficción belga Jacques Sternberg, nos dejan algunas pistas al respecto al introducir algunos pequeños elementos surrealistas entre los recuerdos, como la presencia en mitad de la oficina de una atractiva mujer en una bañera que se insinúa a Claude. Como en el resto del filme apenas encontramos detalles incoherentes como ése, deducimos que en esta exploración de la memoria Resnais y Sternberg no optaron por combinar fantasía y realidad, y que si incluyeron dicha escena es para darnos a entender que tampoco podemos fiarnos del todo de lo que vemos. Pero después de todo, ¿qué es más importante? ¿Tener una versión auténticamente fidedigna de lo que le sucedió a Claude o la que él recuerda, que es la que le está condicionando?

Los únicos descansos que nos da Resnais en este caótico viaje atrás y adelante en el tiempo son los insertos del equipo de científicos, a quienes vemos de vez en cuando intentando sin éxito retener a Claude en el presente. Un detalle muy interesante es que esa máquina del tiempo no tiene en absoluto una apariencia moderna y sofisticada como uno esperaría, sino que recuerda vagamente a un órgano humano, y la forma como Claude se acomoda en ella da que pensar en la idea de retorno al útero materno. Esto remarca que el propósito de Resnais no es tanto entrar de lleno en un universo de ciencia ficción como hacer una exploración más personal del recuerdo y la forma como nos afecta. De modo que resulta lógico con ese planteamiento que al final de la película lo que descubra el grupo de científicos no sea si su invento ha sido un éxito, sino lo peligroso que puede resultar enviar a una persona melancólica a enfrentarse con su pasado.


Este texto apareció originalmente en el número 232 de la revista Versión Original (diciembre 2021).

2 comentarios

  1. Muy buena película que por alguna razón está muy poco valorada. El gran Michel Gondry hizo una linda adaptación/inspiración en Eterno resplandor de una mente brillante.

    Pienso que de igual forma que ocurre con Hiroshima mon amour, es una película muy de la época y del director, porque lo hace otra persona y hubiese sido un desastre total.

    Siempre te leo aunque siempre se me olvida escribir sin el anónimo.

    Saludos

    J.V

    1. Hola,

      Muy bien visto, sin ser un remake es innegable que Charlie Kaufman se inspiró en esta película cuando escribió el guion de Eternal Sunshine, que por cierto me gusta también mucho.

      Aunque es un filme injustamente olvidado (realmente no es muy accesible) creo que ha envejecido muy bien, como todo el cine de Resnais.

      Un saludo y gracias por su comentario.

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