A las Nueve Cada Noche [Our Mother’s House] (1967) de Jack Clayton

La señora Hook, que ha estado criando ella sola a sus 7 hijos, fallece dejando a sus niños sin nadie en el mundo que los cuide. En vez de dar a conocer el terrible suceso, los hermanos se ponen de acuerdo para enterrar el cadáver de su madre en el jardín y seguir haciendo su vida cotidiana como si nada sucediera, para así no ser separados y enviados a un orfanato.

Muy interesante y oscuro film británico llevado con buen pulso por Jack Clayton (director de otra inolvidable película protagonizada por niños como es Suspense), quien parte de un argumento interesantísimo para dar forma a un drama tenso e inquietante. Porque no solo los niños tienen que aprender a valerse por sí solos sino que además han sido criados bajo una estricta educación religiosa que influirá mucho en su comportamiento. El cóctel de inmadurez, inocencia infantil y fuerte componente religioso desde luego resulta más que interesante.

Sin embargo, el film no se recrea demasiado en los aspectos más sórdidos de lo que supone ese imposible estilo de vida, aunque no por ello faltan momentos escalofriantes. El más destacado es la costumbre que tienen los hermanos de tener una charla cada noche con su madre. Para ello se reúnen todos en el oscuro desván y una de las hermanas mayores se comunica con la madre fallecida entrando en una especie de estado de trance. La forma como los niños siguen ese ritual casi religioso es el aspecto más escalofriante del film. Una vez muerta su querida madre se convierte casi en una especie de símbolo religioso al que veneran y cuya memoria se preocupan de mantener siempre viva. Es la hermana mayor, Elsa, la más preocupada por preservar la figura materna, como si aún siguiera con ellos en espíritu, y la regla general es siempre hacer lo que su madre haría en su lugar.

La escena más dura de la película se produce cuando Gerty, una de las hermanas pequeñas, pidió a un extraño que le diera un pequeño paseo en moto y luego le recompensó con un beso. Este inocente acto es visto por el resto de sus hermanos como un sacrilegio y en la reunión nocturna con su madre, ésta, en voz de Diana, la declara culpable y exige que se la castigue duramente. Cuando Gerty descubre que van a castigarla cortándole su largo cabello, se pone histérica, pero sus gritos son en vano. Del mismo modo, cuando Gerty enferma gravemente, se niegan a llamar a un médico pese a las insistencias de Hubert, uno de los hermanos mayores, porque su madre desaprobaba los médicos.


No obstante también hay momentos de ternura en que vemos el amor que se profesan entre ellos y cómo los niños mayores se preocupan de cuidar y educar a los pequeños. Toda esta armonía entra en peligro siempre por la presencia de adultos: la antigua enfermera de su madre, la profesora del colegio (que busca un niño a quien ellos han «adoptado» tras la aprobación de su madre) y finalmente, la figura del padre (interpretada por un Dirk Bogarde absolutamente genial, como siempre).

Con la entrada del padre empieza un nuevo conflicto. La mayor de todas, Elsa, se niega a aceptarle porque su madre le advirtió de que no era un buen hombre, pero el resto lo acogen encantados: Hubert, que fue quien le escribió, está contento de tener un adulto en casa, Diana siente una nada disimulada atracción hacia él y los pequeños se dejan seducir fácilmente por los juegos y regalos del extraño. Pero nosotros descubriremos que en realidad lo que pretende es ir haciéndose con la fortuna que les legó su madre y adueñarse de la casa. De modo que pronto los objetos maternos desaparecen y el hogar se llena de amigos y mujeres con los que se emborracha.

Todo esto lleva al inevitable enfrentamiento final entre los niños, que han descubierto el engaño tras haber perdido ese dinero que pretendían ahorrar, y su padre, que ya está harto de disimular. En ese enfrentamiento el padre comete el último y peor sacrilegio de todos: insulta a su madre, baja del pedestal esa figura casi mítica para los niños al decir que era una mujer de mala vida y no la santa que ellos pregonan, de hecho según él todos ellos son bastardos y no hijos suyos. Es una escena durísima y de una tensión casi insoportable porque es el momento en que los niños por fin se ven obligados a abandonar su mundo de fantasía en que su madre era un ser perfecto e idealizado.

Pese a que tanto Bogarde como Jack Clayton consideraron el film un proyecto fallido, visto hoy en día creo que se trata de una película interesantísima y que nos muestra una visión honesta (y por tanto a veces inevitablemente cruel) de la infancia.

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