El Enemigo Público Número 1 [Manhattan Melodrama] (1934) de W.S. Van Dyke

El Enemigo Público Número 1 es uno de los muchos films sobre gángsters que poblaron las pantallas de América a principios de los años 30, causando tanto revuelo sobre su perniciosa influencia por mostrar a los delincuentes como atractivos rebeldes. Ésta no es una excepción, puesto que Blackie Gallagher, el gángster protagonista, no es otro que Clark Gable, uno de los actores favoritos del público de la época que además da vida a un personaje hacia el que es imposible no sentir simpatía.

El punto de partida del film es muy similar al que retomaría unos años después Michael Curtiz en Ángeles con Caras Sucias (1938): Blackie y Jim son dos niños que se criaron juntos en difíciles condiciones, pero mientras el primero acabó desembocando en el mundo de la delincuencia, el segundo llega a ser fiscal del distrito y va ascendiendo hasta convertirse en un político de renombre. Su amistad sigue viva, pero al mismo tiempo Jim le deja bien claro a Blackie que cumplirá con su deber hasta las últimas consecuencias, aunque eso implique encarcelar a su amigo de la infancia. Para redondear la trama no puede faltar la figura femenina, Eleanor, amante de Blackie que acabará sintiéndose seducida por el encanto y la honradez de Jim.

Pese a estar ubicada dentro del ciclo de gángsters de principios de los años 30, El Enemigo Público Número 1 es un film que ya propone un enfoque diferente más en la línea de obras como la ya citada Ángeles con Caras Sucias que de la contemporánea Scarface (1932). El principal centro de atención ya no es la figura del criminal en sí – de hecho apenas se profundiza salvo unas pocas escenas en sus negocios ilegales – y su proceso de ascensión-caída típico del género prácticamente ni se muestra. En lugar de eso, la película se centra en la relación entre Jim y Blackie, y cómo su amistad se mantiene pese a ser enemigos naturales. Lo que hace flaquear el film y que lo convierte en una obra claramente inferior a la de Michael Curtiz es que no se aprovecha del todo las posibilidades de esa relación. Los personajes apenas parecen evolucionar, desde el inicio Blackie sigue admirando sinceramente a su amigo y le anima incluso a que combata el crimen incluso aunque eso implique exponerse a ser atrapado, de lo contrario se sentiría decepcionado. Jim por otro lado sigue apreciando a Blackie pero en lo que al cumplimiento de la ley se refiere, se muestra implacable.

Este comportamiento no varía en todo el metraje, incluso cuando Jim se casa con Eleanor, Blackie se lo toma con deportividad y felicita a la pareja. En comparación con el resto de criminales que aparecían en las pantallas, Blackie resulta ser un hombre encantador cuya afiliación al sindicato del crimen parece casi un defecto menor. Resulta demasiado poco creíble, al mismo tiempo que la obsesión de Jim por condenarle a muerte por un crimen para ser fiel a su deber resulta cargante y también poco convincente.

El film sin embargo acaba siendo notable gracias al buen trabajo de W.S. Van Dyke (un realizador muy notable de bastante prestigio en su época) y, sobre todo, por el irresistible trío protagonista, que son los que dotan al film de interés y consiguen que sus personajes acaben gustando al público haciendo olvidar algunos de los defectos que he mencionado. Clark Gable, pese a su irresistible encanto, tuvo que competir con la que sería una de las parejas cinematográficas favoritas del público de entonces: William Powell y Myrna Loy. En la que sería su primera colaboración ya se intuye la química que les convertiría en un dúo infalible. Individualmente cada uno tenía suficiente carisma como para sostener un film por sí solo y robar escenas al resto del reparto, pero juntos funcionaban de maravilla. Es cierto que aquí esa compenetración más bien se intuye todavía, pero no tardaría en dar sus frutos en la magnífica La Cena de los Acusados (1934), su siguiente film juntos dirigido también por Van Dyke.

Por otro lado, Powell con su expresión de galán pícaro no da demasiado el pego para un personaje como Jim, del mismo modo que el comportamiento de Blackie tampoco da el pego de un gran criminal, pero la unión de estos tres grandes actores sostiene el film y consigue hacerlo disfrutable con creces.

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