Casino (1995) de Martin Scorsese

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Casino es dentro de la carrera de Scorsese la continuación lógica de Uno de los Nuestros (1990) pero llevada al exceso en todos los sentidos. En este film, el director neoyorkino volvió a servirse de muchos de los aspectos más destacables de su anterior obra maestra elevándolos al cuadrado. Por ejemplo, el personaje que interpreta Joe Pesci en Casino tiene muchas reminiscencias del Tommy DeVito de Uno de los Nuestros, pero es aún más excesivo y delirante. Si en Uno de los Nuestros Scorsese utilizaba una magnífica banda sonora que demostraba su buen gusto musical, en Casino llega a tal extremo que hay más minutos de película con música que sin ella. Si en Uno de los Nuestros hizo un uso magistral de la voz en off del narrador a la que puntualmente se adhería el personaje de su mujer, en Casino apuesta desde el principio por un doble narrador que además prevalece sobre los diálogos de los personajes.

Y sin embargo, el resultado final indudablemente no supera el de Uno de los Nuestros, lo cual demuestra que no siempre ir a más implica ganar en calidad. Pero eso no quita que Casino sea una muy buena película que en su momento recibió críticas demasiado negativas, seguramente influenciadas por su antecesora todavía reciente. En mi opinión el paso del tiempo y la perspectiva que ello conlleva han beneficiado a Casino – en parte, por qué no admitirlo, a causa de que las últimas obras de Scorsese hacen que uno acoja este film con mucho más entusiasmo.

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El argumento está basado en un personaje real, Franky Rosenthal, que en el film aparece con el nombre Sam Rothstein, un profesional del juego que es enviado por el mundo del hampa a Las Vegas a dirigir un casino, para así aumentar los beneficios y servir de contacto entre Las Vegas y la mafia. Pronto le hace compañía Nicky Santoro, un peligroso matón al que se le ha asignado la función de protegerle. El casino prospera rápidamente bajo el mandato de Sam (aún cuando no es el jefe oficial del mismo debido a que no tiene licencia) y éste se enamora de Ginger, una jugadora profesional experta en seducir a hombres, a la que se propone cambiar ofreciéndole una vida respetable.

Uno de los grandes alicientes del film es sin duda volver a ver a la pareja Robert De Niro y Joe Pesci en los que probablemente sean los últimos grandes papeles de sus respectivas carreras. De Niro, que en esa época aún era un actor respetable y no un tipo obsesionado con participar en la peor película que se le presentara y autoparodiarse hasta la extenuación, hace una magnífica y sólida interpretación llena de matices. El actor tuvo la oportunidad de conocer al personaje real para dar vida a su personaje, y es algo que se nota en cada escena y detalle. Por otro lado, Pesci está absolutamente desbocado en un personaje no menos desbocado aún. Quizá por ello el personaje no está exento de cierta comicidad para compensar su carácter ultraviolento (por ejemplo su devoción como padre en contraste con su carácter violento).
Entre los secundarios destacan una sorprendente Sharon Stone como Ginger y un muy efectivo James Woods en un pequeño pero inolvidable papel.


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Casino es ante todo un auténtico ejercicio de virtuosismo – no pretendo darle a este término una connotación peyorativa. Durante sus casi tres horas de duración el film es una demostración continua de la calidad del equipo que hay detrás. La cámara prácticamente no para quieta moviéndose en travellings de grúa que permiten al espectador disfrutar del escenario y darle una mayor sensación de ritmo. A nivel de vestuario y decorados está cuidadísima y demuestra el esmero del equipo en pulir cada detalle, y por otro lado el guión salta inteligentemente de un punto de vista a otro y de un tema a otro sin que por ello el espectador se pierda. La sensación es abrumadora pero funciona, y el resultado final no se queda en un simple ejercicio vacío dedicado simplemente a lucir el buen saber hacer de todos los implicados.

En la película todo fluye perfectamente, hasta el punto de que no se hace larga pese a su duración. No es un film al uso basado en diferentes escenas «cerradas» sino que toda la narración discurre libremente sin casi detenerse. La mayoría de escenas y situaciones son muy breves, dándose paso unas a otras gracias al hilo conductor del narrador. Esta forma de narración que normalmente se utiliza para resumir un periodo de tiempo concreto, aquí Scorsese lo explota al máximo utilizándola en la mayor parte del film. Los momentos en que se detiene y dedica unos minutos a una escena concreta (el encuentro entre De Niro y James Woods, la charla con el vaquero, la detención de los dos que hacen trampas, etc.) sirven de pequeño descanso al espectador para enfatizar momentos clave, y no es hasta el tramo final cuando el ritmo se detiene y la película empieza a basarse mayormente en este tipo de escenas. Es entonces, una vez Scorsese ha presentado todos los personajes y la evolución de su situación, cuando la película se vuelve más convencional y se centra en los conflictos entre ellos como su triángulo amoroso. El film tenía que abocar inevitablemente en un conflicto de este estilo, en el que se hace necesario parar el ritmo para ver a los personajes, pero por otro lado es quizá la parte menos interesante de la película.

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Uno de los aspectos más interesantes de la película es la narración con dos voces en off, que nos sirve para conocer los puntos de vista y motivaciones de cada personaje a modo de contraste: el planificador Sam preocupado porque todo funcione bien, en contraste con el alocado Nicky que únicamente piensa en enriquecerse y extrujar al máximo las posibilidades que se le presentan. De esta forma no nos ofrece un protagonista único sobre el que el espectador pueda apoyarse conociendo mejor sus motivaciones que las del resto y hace de Casino un film en que se solapan la visión de los hechos de los dos protagonistas.

Otro detalle que en mi opinión beneficia mucho al film es su sentido del humor, que evita que se convierta en una típica historia engrandecida de auge y caída. No solo los excesos de Nicky acaban siendo divertidos, sino que hay en ocasiones escenas que son casi gags puros y duros como el helicóptero del FBI que se queda sin gasolina o la escena en que un miembro de la mafia da a descubrir todo al discutir el tema en una tienda con un micrófono oculto (escena en la que por cierto la madre de Scorsese hace un cameo breve pero muy divertido). Una de las ideas que se pueden entrever es que incluso organizaciones tan poderosas en las que circula tanto dinero como la que muestra el film son susceptibles de caer por nimiedades o que su funcionamiento no está exento de cierto punto absurdo (por ejemplo las conversaciones de Nicky tapándose la boca).

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Además de ser una de sus últimas grandes obras, Casino también tiene el desafortunado mérito de ser junto a Al Límite (1999) uno de sus últimos films en que realmente se percibe la mano de Scorsese tras las cámaras. Ni siquiera en la notable Infiltrados (2006), donde se percibe claramente cómo el director buscaba conscientemente evocar ese «estilo Scorsese», lo consiguió del todo – y es que dicho «estilo Scorsese» no es únicamente un retorno al género de gángsters con el que siempre se la relaciona, ya que en su carrera ha sido siempre bastante más versátil de lo que se suele recordar.

En su momento el film no gustó mucho a buena parte de la crítica seguramente por la inevitable comparación con Uno de los Nuestros. Mirándolo ahora con perspectiva, sin necesidad de basarse en esa comparación y teniendo reciente la etapa más floja de la carrera de Scorsese, Casino es una película que no solo se disfruta más sino que si se estrenara ahora la recibiríamos con los brazos abiertos y seguramente elogios unánimes de la crítica.

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