En la escena inicial de La Mujer Milagro vemos una misa. Nos enteramos de que el reverendo ha sido despedido y ésta será su última ceremonia en esa parroquia, pero en su lugar sale su hija Florence a leer su último discurso que acaba de dictarle su padre. Sorpresivamente interrumpe la lectura diciendo que su padre no llegó a poder dictarle más, ya que ha muerto hace 5 minutos. Un golpe de efecto seguramente poco verosímil. Pero entonces la hija empieza a insultar a todos los parroquianos, que van abandonando la iglesia escandalizados excepto un espectador que le aplaude. Se trata de un desconocido llamado Bob que le propone vengarse de toda esa gente pero no con insultos sino estafándoles utilizando sus conocimientos religiosos que de nada le han servido hasta ahora.
Cambio de lugar: el apartamento de un hombre ciego llamado John. Lleva meses buscando trabajo desesperado y decide suicidarse, pero en el momento en que va a saltar por la ventana escucha un discurso de Florence que le devuelve la esperanza en la vida. El espectador actual no ha de ser demasiado perspicaz para unir a partir de aquí las dos tramas e imaginar qué pasará. Pero no por ello debe desechar una película tan notable como La Mujer Milagro. Y no sólo porque este tipo de argumentos tan manidos hoy día en su época resultaban menos tópicos, sino porque aún encontrándose en un terreno de sobras conocido por nosotros, el film de Capra creo que ha aguantado bien el paso del tiempo.
Contextualizándola, se trata de una película que apunta ya muchos de los temas y mecanismos típicos de su obra, como una relación amorosa basada en una mentira que lleva al autor del engaño a redimirse por remordimientos de conciencia, o esa mezcla tan eficaz entre comedia, elementos dramáticos y crítica social. Aquí aún no están llevados a su máxima expresión y aunque eso implica que sea inferior a películas posteriores, ahí reside parte de su encanto. El encanto de una obra que deja patente que su autor aún no ha llegado a su cénit creativo pero que, en su modestia, ya refleja sus rasgos característicos. No es una obra maestra como otros films de Capra pero, en gran parte por ser una obra primeriza, a cambio es más ligera.
Por otro lado, aunque esté enmarcada en el contexto de la comedia amable y popular, La Mujer Milagro juega a dos bandas al igual que haría en sus posteriores obras: por un lado tira del humor sencillo y populista, pero por otro deja caer una crítica mordaz a la sociedad americana de la época. En este caso es bastante claro sobre lo que critica y, cabe decirlo, resulta muy atrevido para la época. Ese mesianismo que rodea a la figura de Florence con esos himnos, esa parafernalia y esa forma tan populista de vender el cristianismo son un lúcido precedente de muchas cosas que acabarían sucediendo solo unos años después y que por desgracia ya conocemos de sobras. Y es que Capra aparte de ser uno de los primeros grandes directores de la comedia americana, hace aquí una crítica a esa sociedad de masas tan borreguil que luego retomaría con más ahínco en Juan Nadie. Aunque esos elementos los remarca con humor (el discurso hecho desde la jaula de leones, el freak que se ofrece a hacer de testimonio utilizando sus dotes contorsionistas, el borracho que se duerme cuando debía aparecer como supuesto espectador espontáneo, etc.) el trasfondo crítico sigue estando presente.
El film tiene los elementos clásicos que el espectador ya conoce de antemano incluyendo el romance entre John y Florence, pero aquí aún parece que a Capra le dé cierto reparo tratar ese romanticismo y prefiere recrearse en los buenos momentos que viven juntos antes que en conversaciones románticas. De hecho tal es así que en los dos diálogos más profundos en que John se sincera utiliza un muñeco de ventrílocuo para comunicarse con ella por no atreverse a decirlo por sí mismo. De la misma forma, probablemente Capra tampoco se atrevía por entonces a dar forma a diálogos de ese tipo y se sirve de la excusa humorística del muñeco para dejar caer esas frases sin la presión de tener que dar forma a unas escenas sentimentales que podrían caer en lo empalagoso.
Únicamente en la confesión de Florence de sus faltas y en la escena final Capra se atreve a abocarse por completo al aspecto más serio y sentimental de su film. Es posible que el desenlace quizá no sea del agrado de muchos espectadores porque se centra más en la transformación de Florence que en enfatizar la forma como el gran público ha sido engañado y los peligros del fanatismo religioso. Pero aún así creo que es un final coherente con el personaje y de una sencillez muy acorde con la película que evita un happy ending que sería forzado.
Otro gran aliciente a destacar es el papel protagonista de Barbara Stanwyck, la actriz favorita de Capra junto a Jean Arthur y, por qué no decirlo, casi seguro una de las favoritas de todo aficionado al cine clásico. Aunque aún no se trata de una de sus mejores interpretaciones, rebosa personalidad y demuestra su capacidad para desenvolverse tanto en situaciones cómicas como dramáticas.
Parte del encanto de La Mujer Milagro es en mi opinión el hecho de que tenga los rasgos de Capra pero la película sea mucho más sencilla que sus grandes obras posteriores. En su duración y su modestia el film es un producto más ligero y entrañable (no por ello necesariamente mejor, claro) que ha soportado sorprendentemente bien el paso del tiempo y se erige como una de sus primeras grandes obras junto a La Locura del Dólar (1932) y Dama por un Día (1933).