Vivir con Papá [Life with Father] (1947) de Michael Curtiz

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Hay películas que esencialmente merecen la pena no tanto por la fuerza de su historia sino por sus personajes. Que nos hacen cogerles cariño y que entienden el film no como una narración de un conflicto sino más bien como una invitación para estar con sus protagonistas y disfrutar de su agradable compañía. Es el caso de esta encantadora comedia clásica, Recursos de Mujer, también conocida por el título de Vivir con Papá.

Ambientada en el Nueva York de principios del siglo XX, tiene como protagonistas a los Day, una elegante familia de clase alta. El cabeza de familia es Clarence Day, un corredor de bolsa con un carácter severo y exigente que exige que todo el mundo se amolde a sus costumbres y necesidades. Pero lejos de ser un ogro, Clarence es querido y respetado por su mujer Vinnie y sus cuatro hijos, quienes en el día a día no pueden evitar perturbar la previsible cotidianedad que el buen hombre esperaría tener en su hogar.

Vivir con papa (3)

A medida que avanza la película, se van intuyendo pequeños conflictos que dan un poco de vida al guión: la visita de una prima de Vinnie con una atractiva joven que encandilará al mayor de los hijos, una enfermedad que provoca una recaída en la madre y, sobre todo, el descubrimiento de que Clarence no está bautizado y que por tanto no podrá ir al cielo. No obstante ninguna de estas historias acaba imponiéndose como el principal conflicto del film, al contrario, el guión parece evitar expresamente que una de ellas se alce sobre el resto para dar prioridad a las escenas domésticas de los Day.

El motivo por el cual el film aún así mantiene su atractivo tiene nombre y apellidos, y es ni más ni menos que William Powell. No debería sorprendernos al ser uno de los mejores actores de comedia que ha dado Hollywood, pero aún así cabe resaltar que aquí hace una actuación extraordinaria en que le coge el punto al personaje infaliblemente: ese término medio entre severidad y aprecio por su familia, ese carácter tan intransigente pero que al mismo tiempo le obliga a doblegarse en más de una ocasión, sus gritos de rabia y sus continuos roces con las doncellas, así como esa maniática obsesión por llevar las cuentas de cada gasto mínimo.

Vivir con papa (1)

Aunque Powell y su carismático Clarence Day es quien tira adelante la película, no se puede decir que esté mal acompañado: su esposa la encarna Irene Dunne, otra de las grandes actrices de comedia de la época; en un papel secundario tenemos a una joven Elizabeth Taylor, y además también contamos con la presencia de algunos actores cuya presencia siempre agradezco, como Edmund Gwenn encarnando al sacerdote y ZaSu Pitts en el papel más discreto de prima Cora. Por otro lado, la dirección está en manos del competente profesional Michael Curtiz, que se deleita con el llamativo Technicolor moviendo la cámara por todas las habitaciones además de demostrar una curiosa obsesión por los espejos y los reflejos.

Se le podría achacar el desenlace algo cojo, que da la sensación de que viene de golpe como excusa para dar un cierre al film, pero no deja de ser fiel a la intención de la película de mostrar el día cotidiano de los personajes. Más que centrarme en esa imperfección, prefiero quedarme con uno de esos pequeños instantes en que el film se deja caer en el sentimentalismo pero sin empachar al presentador: ese bello plano en que marido y mujer se quedan sentados cantarrueando después de que él le haya dado a entender de la forma más casual del mundo y sin darle nada de importancia que siempre la ha querido. Es una instantánea que refleja la esencia de todo el metraje: conocer a los personajes, cogerles cariño y disfrutar con ellos de ese pequeño y entrañable momento.

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