James Vanning es un diseñador gráfico que deambula sin rumbo por las noches, como temiendo algo y, al mismo tiempo, esperando que suceda de una vez. En cierto momento, un hombre le pide fuego y charla con él brevemente. Poco después sabemos que es un investigador de seguros llamado Ben Fraser, que lleva días siguiéndole por un delito que no conocemos. Mientras tanto, James conoce en un bar a una modelo, Marie, que le saca un poco de su ensimismamiento hasta que dos hombres, John y Red, aparecen por sorpresa a la salida y se lo llevan en coche.
Si algo me gusta del cine negro es que es uno de los pocos terrenos en que los guionistas podían permitirse la libertad de escribir sus historias de la forma más confusa posible. De hecho en ese universo tan inestable que es el noir puede resultar en ocasiones hasta contraproducente narrar las películas en su orden adecuado. En este caso por ejemplo esta forma de plantear el conflicto nos hace dudar hasta mitad de la película sobre si James es un hombre honrado o no. Obviamente, sospechamos que el bueno de Aldo Ray no está encarnando a un criminal pero, siendo el cine negro un género en que las fronteras entre el bien y el mal aparecen tan desdibujadas, resulta muy apropiado que no sepamos si estamos ante alguien que ha cometido un delito y está siendo acosado por sus ex-cómplices o ante un falso culpable buscado erróneamente por la compañía de seguros.
Gracias a la afortunada circunstancia de que el tiempo suele poner las cosas en su sitio, a día de hoy no creo que haga falta reivindicar a un cineasta de la talla de Jacques Tourneur. En su momento considerado un eficiente artesano, hoy día su estatus ha acabado eclipsando incluso a su padre Maurice, una de las figuras clave del cine americano de los años 10 que es en estos momentos quien necesita volver a ser recordado.
Volviendo a Tourneur hijo, si bien es innegable que su gran contribución al noir es Retorno al Pasado (1947), yo reconozco que siento debilidad por Al Caer la Noche. Quizá porque es un noir atípico, menos asfixiante, en que los antagonistas no son los clásicos matones (el personaje de John resulta, en su papel del tipo listo del dúo de delincuentes, muy carismático con ese temperamento reposado y cruel) y en que la femme fatale en realidad ha acabado ejerciendo ese papel por accidente (estupenda Anne Bancroft). No por ello hay menos dosis de violencia, de hecho el asesinato del doctor todavía pone un nudo en la garganta por lo terriblemente cruel que nos parece. Al situarnos en un contexto aparentemente inofensivo, alejado de los clásicos escenarios del noir en que la violencia y la muerte están a la orden día, la irrupción del mal resulta más chocante, y dicho asesinato se nos antoja especialmente cruel, en parte por lo prolongado de la escena y la fría planificación de los responsables.
También me gusta mucho el trabajo de fotografía de Burnett Guffey, alejado de los clásicos claroscuros del noir en las largas escenas montañosas, como si Tourneur intentara dar algo de aire a un género que a esas alturas necesitaba renovarse y probar con nuevos enfoques. Además, todas las escenas que suceden en la nieve me recuerdan a otra de mis películas negras favoritas, La Casa en la Sombra (1951) de Nicholas Ray, donde de nuevo la imagen pura que ofrece la naturaleza contrasta con esa civilización oscura y corrupta de donde proceden los personajes.
De hecho, Al Caer la Noche podría ser vista como el contraste de Retorno al Pasado, como si ambos films, separados en diez años, propusieran dos enfoques diferentes a un mismo género: Retorno al Pasado es una evocación perfecta del noir más clásico por la tipología de personajes, el tono fatalista, la estética y el tipo de trama; en cambio, Al Caer la Noche hace un uso de escenarios poco habitual, tiene como protagonistas a personajes más bien inofensivos (incluso el representante de la ley nos resulta extrañamente dócil, un hombre que trabaja sin armas y comparte continuamente sus inquietudes con su mujer) y cuenta con una trama alejada de los elementos criminales tradicionales (de hecho no vemos en ningún momento el atraco al banco que propicia todo).