Arsénico por Compasión [Arsenic and Old Lace] (1944) de Frank Capra


Es curioso lo diferente que es a veces la percepción que tenemos de una película los espectadores respecto a sus creadores. Para Frank Capra, Arsénico por Compasión (1944) era un encargo rápido y fácil antes de marcharse temporalmente fuera de Hollywood a realizar documentales en la II Guerra Mundial (de hecho el filme se realizó en 1942, pero no pudo estrenarse hasta dos años después, cuando Capra llevaba tiempo trabajando para el ejército, porque por contrato no podía salir a la luz hasta que la obra dejara de representarse). En ese sentido la elección era una apuesta segura: una exitosísima obra de teatro que tenía un guion tan divertido que funcionaba por si solo en su traslación cinematográfica. Solo faltaba añadir alguna estrella, y ahí es donde entraba Cary Grant. Y miren por donde, Cary tampoco tenía la película en mucha consideración. Al contrario, la detestaba por lo sobreactuado que estaba. Y sin embargo, paradojas de la vida, Arsénico por Compasión ha sido desde siempre uno de los clásicos más populares y queridos por los aficionados al cine.

Para quien a estas alturas todavía no conozca el argumento, aquí va de forma resumida: Mortimer Brewester es un crítico que acaba de casarse en secreto y planea irse de luna de miel, pero antes quiere pasar a saludar a sus dos ancianas tías, que le criaron desde pequeño. Sin embargo, una vez allá descubre un terrible secreto: ambas llevan tiempo envenenando a ancianos que se encuentran solos en el mundo «para acabar con su sufrimiento» y los entierran en el sótano de su casa con la complicidad de Teddy, un hermano de Mortimer que está loco y se cree que es Teddy Roosevelt. Mortimer no quiere marchar de luna de miel sin antes solucionar este asunto, pero las cosas se complican con la llegada de otro hermano suyo, Jonathan, que se fue de casa hace años y se ha convertido en un delincuente. Éste ha venido con un cómplice, un médico que se llama Doctor Einstein, quien le ha cambiado la cara en una operación de cirugía con resultados dudosos.

Ciertamente si algo no se puede negar es que el referente teatral de Arsénico por Compasión es más que palpable al situar la mayor parte del metraje en un mismo espacio: el salón principal de las tías de Mortimer. Pero esto no es en absoluto un defecto que perjudique negativamente al filme porque la historia no precisa de más espacios. De hecho parte del ritmo frenético que emana de la película está en concentrar toda la acción en un tiempo y espacio muy limitados: Mortimer quiere solucionar todos los conflictos lo antes posible para irse de luna de miel con su joven mujer, a la cual está constantemente dando largas sobre cuándo van a salir por fin a las cataratas del Niágara – esto a su vez da pie a uno de los gags recurrentes de la película, que es el pobre taxista esperando durante todo el metraje a que la joven pareja salga con sus equipajes para llevarles a la estación de tren.

Así pues, si las screwball comedies, que eran el género de comedia más popular de la época, se basaban mayormente en la guerra de sexos y en la relación amor-odio entre los dos protagonistas hasta que al final toda la tensión sexual acababa canalizada en un matrimonio, aquí nos hallamos en otro terreno, en que el elemento romántico queda de lado y el conflicto está en la incapacidad de Mortimer por consumar dicho matrimonio: literalmente se ve incapaz de salir de luna de miel (con todas las implicaciones erótico-festivas que ello implica) hasta que no solucione sus problemas familiares. De alguna forma no puede dejar ese casa para marcharse con su esposa hasta que no ponga algo de orden en su familia. La limitación del espacio sirve pues para generar esa tensión extra que le impide escapar de allá, que va a más cuando entra en escena Jonathan y constituye un nuevo elemento de tensión: nosotros estamos deseando tanto como Elaine que Mortimer se marche de ahí, aunque por motivos diferentes.

Del mismo modo, Capra fue suficientemente inteligente en el uso de los espacios como para no mostrarnos nunca el sótano donde están enterrados los pobres hombres a las que mataron las adorables ancianitas. Se suele decir que a menudo los sótanos representan la parte más enterrada y oculta de nuestra psique, la que no nos atrevemos a sacar a la luz pública porque intuimos que la sociedad no la aceptaría – recuerden si no Psicosis (1960) – y en este caso parece que Capra lo intuyó muy hábilmente. El sótano representa el lugar donde se oculta el terrible secreto de las tías de Mortimer, por ello es un lugar que se prefiere ocultar a los espectadores. Pero el motivo no es que sería demasiado desagradable para la época, ya que realmente no veríamos nada al estar todos enterrados (a diferencia de los cadáveres, que nunca se nos muestran y mantienen esa idea de ser un secreto oculto demasiado horroroso para ser visto), sino por lo que representa. Fijémonos si no en la escena final en que un personaje revela a los policías lo que hay abajo. Sería sencillísimo para ellos bajar a echar un vistazo rápido para comprobarlo, pero éstos muestran una curiosa resistencia ni siquiera a asomarse. Más allá de que vean absurda esa historia de que hay varios cadáveres enterrados en el sótano, hay una reticencia casi púdica a adentrarse en los secretos de esas dos adorables abuelitas.

Uno de los motivos por los que creo que Arsénico por Compasión ha envejecido tan bien en comparación con otras comedias clásicas es por su marcadísimo humor negro, que es un tipo de humor que potencialmente soporta mejor el paso del tiempo. La gran clave del filme de hecho está en la absoluta bondad e inocencia que transmiten las dos ancianitas, que no solo son inconscientes de lo que hacen sino que además siguen una cierta lógica en sus actos. Véase por ejemplo la reticencia a enterrar en el sótano el cadáver que ha traído Jonathan consigo ¡porque es un desconocido y a saber de dónde viene! O la forma tan entrañable que tienen de intentar ocultar el asunto a Mortimer como si fuera un secretito inocente entre ellas. En ese sentido el guion y la interpretación de las dos actrices son asombrosos al conseguir que nos resulten familiares ese tipo de ancianas en esos modales anticuados, en ese carácter tan bondadoso, en esa absoluta inconsciencia de muchos de sus actos o esa incapacidad de entender cómo funciona el mundo real… pero con el añadido sorpresivo de que ocultan unos cuantos cadáveres en su sótano.

Aparte del mérito innegable de todos los implicados, creo que además esa idea funciona aún mejor porque estamos ante una película con el tono y el estilo de las comedias clásicas de Hollywood, un mundo que hoy día nos parece entrañablemente anticuado e inocente, especialmente viniendo de un cineasta como Capra – otra cosa es si el cine de Capra es tan bondadoso y naif como aparenta, como ya dejé caer cuando comenté Qué Bello Es Vivir (What a Wonderful Life, 1946), y que creo que sería extensible a otras obras suyas como Caballero sin Espada (Mr. Smith Goes to Washington, 1939), pero eso ya es otro tema. De manera que la irrupción del humor tan negro y los cadáveres resulta doblemente disruptiva: porque no encaja en absoluto con las ancianitas pero también porque no encaja en el universo que suele asociarse a la comedia clásica. Es por ese mismo motivo que creo que una comedia como El Quinteto de la Muerte (The Ladykillers, 1955) de Alexander Mackendrick nunca podrá funcionar tan bien hecha hoy día como en su época, algo que por otro lado no disculpa el terrible remake que hicieron los hermanos Coen.

Pero volviendo a Arsénico por Compasión, a la sólida dirección de Capra y ese guion tan divertido y perfectamente construido hay que sumarle obviamente las interpretaciones de un reparto que lleva adelante la película con absoluta fluidez y explota perfectamente el potencial de la historia. Las adorables ancianitas, Josephine Hull y Jean Adair, eran las mismas actrices que aparecían en la exitosa obra, de igual modo que el primo demente de Mortimer, Teddy, interpretado por John Alexander. Estos fueron los únicos miembros del reparto a los que se les concedió unas semanas para ir a Hollywood a hacer la película, y cabe decir que fue una suerte porque están colosales, especialmente las dos actrices. El papel de Jonathan lo interpretaba en Broadway Boris Karloff, pero al ser una de las grandes estrellas de la obra no pudo abandonarla y tuvo que ser sustituido por un actor tan fiable como Raymond Massey, quien también está aterrador, si bien por el camino los chistes sobre su parecido con Boris Karloff perdieron algo de gracia (en la obra original también se comentaba el enorme parecido de Jonathan con Boris Karloff, algo que resultaba más divertido al ser el propio Karloff quien interpretaba al personaje). En los papeles secundarios merece la pena destacar a un magnífico Peter Lorre en un papel que debió resultarle refrescante por ser una suerte de parodia de sus prototípicos personajes atormentados, al grandísimo Edward Everett Horton amenazando como de costumbre con robar sus escenas a cualquier incauto que baje la guardia, el eficaz secundario de comedia Jack Carson y una Priscilla Lane que no tiene mucho margen para lucirse.

Me dejo para el final obviamente a la gran estrella del filme, con permiso de las dos ancianitas, el colosal Archibald Leach, más conocido como Cary Grant. Puedo entender que al actor le desagradara su papel por lo desatado e histriónico que resulta, y más en una época en que estaba buscando hacer roles más serios para desmarcarse del género cómico (de ahí su fructífera relación con Alfred Hitchcock, que empezó en esos años). Pero poco nos importa lo que pensara el actor, está realmente divertidísimo, y lo que tiene de algo pasado de rosca lo compensa por lo divertido que resulta verle así mientras intenta mantener esa pose de galán tan prototípicamente Cary Grant.

Puede que tanto él como Capra no vieran en esta película más que un proyecto alimenticio, pero lo cierto es que no se debe infravalorar el gran trabajo que hicieron solo en base a su talento innato y a que partían de un gran guion, ya que no es la primera vez que la combinación de grandes nombres en un filme que aparentemente lo tiene todo para deslumbrar no acaba de funcionar. No, por mucho que Cary y Capra no quieran reconocerlo, ambos pusieron de su parte en este proyecto y le dieron vida, aunque solo fuera por mera profesionalidad. Una joya como ésta no surge así sin más de la mera suma de talentos.

4 comentarios

  1. Uno de los directores que contribuyeron a mi pasión por el cine sin duda fue Frank Capra y sus películas. Como has explicado muy bien en el texto, se le suele menospreciar como un director optimista, inocente, bondadoso y alegre, y no puedo estar más en desacuerdo con esta visión. El cine de Capra es mucho más complejo y más oscuro de lo que se piensa. Efectivamente, puede verse con la película que tan estupendamente reseñas, como con las dos que nombras, así como con otra obra cumbre de su filmografía: Juan Nadie. Pero es que es más, se puede rebatir esa idea viendo joyas como La amargura del general Yen o Horizontes perdidos.
    Arsénico por compasión es una obra cumbre del humor negro, y todos los personajes son maravillosos, incluso el de la pobre Priscilla que nada entiende. Es curioso como a veces obras cinematográficas que se hacen con pocas ambiciones y presiones se convierten en referentes clásicos. Y es que esta comedia, como muestras en tu análisis, es muy pero que muy buena.
    Frank Capra es de esos directores que revisito y no me decepcionan. Es curioso que el hombre que se une a una visión optimista de la vida (pero con muchos más matices de los que podamos pensar) en películas tan magníficas como Vive como quieras (una de mis favoritas) fuese un hombre que con el paso de los años caería en varias depresiones.
    Totalmente de acuerdo con tu valoración de Cary Grant, en su histrionismo está absolutamente divertido… Era un hombre capaz de construir variados y diversos personajes con matices muy distintos, mostrándose siempre… como Cary Grant. Algunos tipos como él dominaban la magia del cine.

    Beso
    Hildy

    1. Hola Hildy,

      Capra fue también una de mis puertas de entrada al cine junto a Hitchcock, y ya por eso le tengo un cariño especial, pero revisionando sus películas creo que se siguen sosteniendo perfectamente y diría sin despeinarme que era el mejor director americano de los años 30. Todo lo que tiene de entrañable cine populista esconde en realidad una visión más amarga del mundo concebida junto a su guionista estrella de su era clásica, Robert Riskin, pero es algo en que uno no se fija hasta que las ha visto varias veces, y tus otros ejemplos confirman esa idea. Incluso en una película con un final que te deja con una sonrisa de oreja a oreja como Dama por un día, si te paras a pensar aunque parece un desenlace feliz en el fondo el futuro que le espera a la anciana protagonista es muy amargo.
      A todo esto, Vive como quieras, que no la mencioné, es mi favorita suya, pero tiene al menos cinco entre mis favoritas de la historia del cine.

      Y sí, Cary odiaría esta actuación pero lo que le hace grande es ser capaz de registros tan variados como éste.

      Un saludo.

  2. Me ocurrió una cosa curiosa con esta película. La primera vez que la vi, como tantas otras clásicas, fue en la tele con 14 ó 15 años a las tantas de la madrugada en Cine Club, supongo. En esa época aún no tenía apenas conocimientos sobre cine, pero ya se me iba educando el criterio, y las que vi entonces que me gustaron el tiempo y el conocimiento de causa en general han confirmado mi primera y más ingenua impresión. Pero recuerdo que Arsénico por compasión me pareció horrible, una cosa espantosa, creo que me indignó o algo así que un tipo como Cary Grant -entonces me sonaba más de sus cosas de después, con Hitchcock- se rebajara a hacer el imbécil de esa forma.

    De hecho me gustó tan poco que, aunque como tú y Hildy querida, admiro a Capra muchísimo y me gusta ver en él más que el algodón de azúcar, hasta hace unos meses no me dio por ponérmela de nuevo, y lo hice casi con miedo… Para descubrir que me parece una obra maestra absoluta, que su humor negro, su tempo y sus actores están por encima de un histrionismo que ahora comprendo y me encanta. Creo que tiene que ver con mi edad, con que cuando se es más pipiolo hay cosas, como todo lo que produce vergüenza ajena, que genera mucho rechazo mientras que ahora, talludito, lo que me mola son las adorables viejecitas psicokillers.

    Muchas gracias y un abrazo.

    PD: me apunto para revisar Los Quintetos de la muerte. A mí me gustó la de los Cohen, que parece que hay consenso en que es una filfa, y la inglesa ni fu ni fa, si bien la vi después. Me habré confundido de nuevo.

    1. También fue una de mis primeras películas clásicas que vi de adolescente (al menos de forma consciente, no porque la pillara en la TV; sino cuando las buscaba de forma intencionada), y creo recordar que fue mi primera comedia clásica. Lo curioso es que, teniendo una edad muy similar a la tuya, a mí en cambio me encantó, y fue de los filmes que me hizo pensar que el cine clásico podría ser lo mío más allá de Hitchcock, que por entonces era el único director que había explorado a fondo. En todo caso, lo importante es que, aunque tardíamente, te hayas unido al club de fans de la película, porque es irresistible, de esas comedias que difícilmente pueden no gustar a un fan de la comedia clásica.

      Sobre Los quintetos de la muerte, la de los Coen reconozco que no la he revisionado desde su estreno, quizá viéndola con las expectativas ya bajo mínimos no me parecería tan mala… o sí, quién sabe. La inglesa en cambio me gusta mucho, no es de mis comedias predilectas pero funciona muy bien y además siento debilidad por los filmes de ambiente tan británico. A veces creo que solo por oír hablar a unos actores con acento marcadamente británico ya me entretiene ver películas de dicho país.

      Un abrazo.

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