Qiu Ju, una mujer china [Qiu Ju da guan si] (1992) de Zhang Yimou

Hay de entrada un aspecto que descoloca de Qiu Ju, una Mujer China (Qiu Ju da guan si, 1992) y es el ser una película que rompe con la «lógica» que seguía la carrera de su creador, Zhang Yimou. Éste había sido un reputado director de fotografía cuya contribución fue fundamental en algunas de las obras más importantes de la que se conoce como la Quinta Generación de directores chinos, aquella que no solo renovó la cinematografía del país sino que le dio reconocimiento internacional. Yimou estuvo metido en ese movimiento desde el principio, fotografiando las dos grandes películas que iniciaron esta nueva era del cine chino: Uno y Ocho (Yi ge he ba ge, 1984) de Zhang Junzhao y Tierra Amarilla (Huang Tu Di, 1984) de Chen Kaige. El momento decisivo de su trayectoria sucedió en 1986, cuando el director y productor Wu Tianming le pidió que protagonizara su filme Viejo Pozo (Lao jing, 1986) a cambio de financiarle su primera obra como realizador. Fue de esta forma tan accidental que empezaría la carrera del director más conocido de China, ya que desde su debut Sorgo Rojo (Hong gao liang, 1988) consiguió un gran éxito de público y crítica a nivel internacional.

La fórmula que ofreció Yimou en su debut se perfeccionaría y revelaría infalible en sus siguientes obras: historias que enfatizaban el componente exótico de la trama (lo cual les garantizaba el éxito en el extranjero pero, no lo olvidemos, también funcionaban muy bien dentro de su país), una estética visualmente muy atractiva y un componente erótico bastante rompedor para el cine chino de la época. Si obviamos una extraña película de acción que parece hecha por encargo y de la que nunca he oído hablar, Code Name: Cugar (Daihao meizhoubao, 1989), sus dos siguientes obras seguían esa misma fórmula pero cada vez de forma más refinada, primero en Ju Dou: Semilla de crisantemo (Ju Dou, 1990) y luego en la que muchos consideramos su mejor obra, La Linterna Roja (Da hong Deng long Gao gao Gua, 1991).

Después del enorme éxito de La Linterna Roja parecía que esa vía expresiva quedaría agotada. Era difícil hacer una película que siguiendo esos parámetros superara ésta sin que pareciera una mera repetición. Hoy día sabemos que a partir de entonces tiraría por otros derroteros muy diferentes, empezando por su drama ¡Vivir! (Huo Zhe, 1994). Pero antes de pasar a este giro al melodrama más clásico, hay entre medio una película que nadie parece recordar, que propone otra posible vía que luego no tomó; una obra que no sé si él concibió como un paréntesis o si simplemente estaba probando otras vías expresivas. Me refiero obviamente al filme que nos ocupa, Qiu Ju, una Mujer China (Qiu Ju da guan si, 1992), una cinta de estilo más neorrealista, basada en pequeños acontecimientos en principio insustanciales y con un tono incluso humorístico a ratos.

La película se inicia con la imagen de una mujer embarazada y una adolescente transportando a un hombre malherido por una bulliciosa ciudad hasta un médico. Ella es Qiu Ju, la mujer de un campesino de un pequeño pueblo, y lo sucedido es lo siguiente: su marido ha tenido una agria discusión con el alcalde que ha desembocado en una pelea entre ambos en la que el marido de Qiu Ju ha acabado malherido, especialmente en sus genitales a causa de una furiosa patada. De vuelta a casa, Qiu Ju, indignada por lo sucedido, acude a la policía para poner una denuncia. Pero el afable comisario intenta forzar un acuerdo amistoso que no llega a funcionar, porque aunque el alcalde accede a pagar un suma compensatoria, se la lanza despectivamente a Qiu Ju. Ésta, que es muy orgullosa, decide elevar la queja a las altas esferas en busca de justicia. Y mientras se embarca en esa quijotesca lucha sin sentido, su propio marido le pedirá en vano que lo deje estar porque empieza a sentirse avergonzado de la situación.

Qiu Ju, una Mujer China es la clásica historia de «persona humilde vs el sistema», en que una humilde campesina está dispuesta a llegar a las últimas consecuencias con tal de lograr justicia. Lo que sucede es que el personaje de Qiu Ju es tan perseverante que llega un punto en que uno se pregunta hasta qué punto esa cabezonería es contraproducente y no está haciendo más daño que bien a su familia – de hecho confieso que a partir de cierto punto me resulta hasta irritante. El guion remarca lo desproporcionado de esta «gesta» haciendo que el punto de partida sea tan insignificante: el motivo de su lucha no es una terrible injusticia, sino una pelea que se fue de las manos y de la cual, no es casual, lo que más se resalta es el doloroso puntapié en los sensibles genitales del marido de la protagonista. No, no es una historia inspiradora, tiene un punto claramente humorístico aunque Yimou no lo remarque explícitamente.

Resulta curioso por otro lado cómo la cinta explota el clásico tema del campo en contraposición con la ciudad, pero sin recurrir a las escenas prototípicas. Los planos de Qiu Ju y su hermana en esas ciudades atestadas de gente contrastan con los tranquilos entornos rurales de los que provienen y nos hacen prever giros argumentales en los que la peligrosa ciudad las pondrá a prueba. Pero nada de eso sucede. Salvo un taxista que inicialmente les tima respecto a la tarifa a cobrarles, la gente de la ciudad por regla general las trata bien: hacen amistad con un anciano que alquila habitaciones y se apiada de ellas, e incluso la persona a la que se asigna el caso las invita a su casa y se muestra amable y servicial con ellas. Claramente Yimou está evitando de forma intencionada tirar la cinta por una crítica a las grandes urbes impersonales, y los problemas que sufren allá quedan reducidos a pequeñas anécdotas, como cuando Qiu Ju deja a su hermana esperando en un sitio y ésta desaparece, provocando un breve momento de crisis pero que no va a más.

¿Qué es por tanto Qiu Ju, una Mujer China si no es la historia de una noble gesta en pos de la justicia ni tampoco una crítica a la modernidad impersonal de las grandes ciudades y las instituciones oficiales? Pues simplemente lo que parece: la pequeña y curiosa historia de una humilde mujer dispuesta a llegar hasta donde hiciera falta con tal de conseguir lo que ella cree una compensación justa. Y es la sencillez de esta premisa lo que creo que hace que la película funcione tan bien – de hecho, a mí me gusta más que las películas anteriores de Yimou salvo La Linterna Roja, aunque no sea tan conocida. Algo a lo que contribuye decisivamente por supuesto el papel de Gong Li, quien había sido la musa de Yimou en la primera parte de su carrera ofreciendo ese erotismo requerido en aquel entonces, y que aquí encarna a un personaje totalmente diferente: una pueblerina sencilla, cabezota y perseverante.

Por último cabe decir que la película ofrece un desenlace muy satisfactorio a esta trama que parece que no va a ninguna parte. No es un cierre propiamente dicho ni tampoco aporta una moraleja explícita, pero sí que obliga a Qiu Ju a replantearse la validez de sus actos, sin por ello justificar tampoco al causante de todo este lío. Es un recordatorio de cómo a veces funcionan mejor estas películas modestas pero que saben cómo conducir una historia hasta su mismo desenlace que otras más ambiciosas que, en consecuencia, parecen verse obligadas a ofrecer un gran final muchas veces inapropiado. Y, no menos importante, seguramente sea la mejor película que se ha hecho sobre recibir una patada en los genitales.


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