A veces la historia del cine tiende a exagerar un poco la importancia de ciertas películas para que encajen mejor en el «relato» que construimos sobre la evolución del medio en el contexto de un país o movimiento, pero en el caso de Tierra Amarilla (Huang tu di, 1984) de Chen Kaige creo que es innegable que se trata de uno de los filmes clave de la historia del cine chino. Su estreno abriría paso a la que se conocería como la Quinta Generación de cineastas, que fue la primera que tuvo una gran repercusión a nivel internacional y optó por un tono abiertamente más artístico sin estar dominado por las directrices del partido.
Ambientada en 1939 en la zona de Shaanxi, situada al norte del país, Tierra Amarilla tiene como protagonista a Qu Ging, un joven soldado a quien el Partido Comunista Chino ha encargado que vaya a ese territorio rural para recopilar canciones populares campesinas y luego reeescribirlas con letras patrióticas y comunistas, que potencialmente podrían incentivar a los soldados chinos en su enfrentamiento con los japoneses. Qu Ging se aloja en la casa de su tío, un campesino viudo con dos hijos a su cargo, uno aún niño que apenas habla y la adolescente Cuiqiao, para la cual su padre ha preparado un matrimonio concertado. En los días que convive con ellos Qu Ging les hablará de las reformas que prepara el Partido Comunista, pero su tío se mostrará escéptico y arraigado a las tradiciones. A cambio, con el tiempo, sus hijos cogerán confianza con el soldado y Cuiqiao le pedirá que se la lleve al ejército para evitar ese matrimonio concertado.
Leyendo el resumen del argumento de entrada no parece que nos encontremos con un tipo de película muy diferente a las que ofrecía el cine chino desde hacía décadas. Podría ser potencialmente un vehículo de propaganda en que el buen soldado comunista traía a un pueblo atrasado las nuevas del comunismo y la muchacha, convencida, decidía unirse al ejército por motivos patrióticos. Lo novedoso está en el tono. Desde su misma fotografía, realizada por el que acabaría siendo el director más famoso de la Quinta Generación, Zhang Yimou, Tierra Amarilla es una película expresamente feísta y desesperanzada, no demasiado alejada en tono (aunque obviamente sí en estilo) de algunas de las primeras obras del futuro realizador Jia Zhangke.
La cámara capta a la perfección ese paisaje árido, amarillento y sucio, en que a veces incluso el encuadre prefiere dejar más espacio al cielo o la tierra que a los personajes, como queriendo enfatizar su insignificancia en ese entorno y la dependencia de los campesinos a los medios naturales para subsistir. Si no llueve y la tierra no es cultivable, literalmente se morirán de hambre.
En ese contexto el personaje de Qu Ging, ese buen comunista bienintencionado que viene a darles a conocer las reformas que les esperan, está totalmente fuera de lugar. El país del que les habla e incluso esa guerra con Japón parecen algo que pertenezca casi a otro universo. También sus modos más afables, que le permiten congraciarse los dos jóvenes, no encajan con el carácter más seco del padre de familia, que simplemente sigue adelante como puede con su vida guiándose por la tradición, ya que es lo único que ha conocido.
Por ello resulta tan interesante la idea del soldado recopilando canciones tradicionales para convertirlas en himnos patrióticos. El Partido quiere apropiarse de algo que pertenece a la tradición oral y le resulta familiar al pueblo, pero quitándole la esencia y cambiando su mensaje: mantener la melodía pero cambiando las letras tan deprimentes, de forma que sean canciones que les sean familiares a los campesinos y soldados pero con un significado nuevo. Es una forma engañosamente amable de negarles una forma de manifestar sus quejas ante el tipo de vida que llevan. Una idea perversa de la que el propio Qu Ging parece totalmente inconsciente y que podría ser incluso una analogía de lo que ha sido buena parte del cine chino de las décadas anteriores: historias sobre campesinos y soldados (es decir, personajes que resultan cercanos a la mayor parte del público) pero cuyos conflictos son narrados en un tono irreal y simplista que nada tenía que ver con sus vidas.
Es interesante remarcar también que en el cine chino de las décadas pasadas las canciones jugaban un papel muy importante como forma de congraciar al público con los mensajes propagandísticos y esas historias en que había unos claros protagonistas y antagonistas. Aquí la música en cambio es deprimente, y cuando escuchamos a veces una banda sonora extradiegética su tono tan bello choca con la fealdad de las imágenes, como esos planos de ese río tan amarillento mientras de fondo oímos una música tan hermosa.
Del mismo modo, si en el cine propagandístico es frecuente el argumento en que un soldado convence a otros personajes a unirse a la causa por puro patriotismo, aquí el interés de la joven Cuiqiao por seguir los pasos de Qu Ging es una pura vía de escape. Su hermana mayor es desgraciada con su matrimonio concertado, y ella intuye que le espera un futuro similar, ya que su padre no puede concebir otra forma de vida para su hija. Pensemos en lo desesperada que debe estar la pobre muchacha de 14 años para preferir ingresar en el ejército a ser la mujer de un campesino. La escena final en que decide huir por el río arriesgando su vida y dejándonos sin resolver la incógnita de que ha sido de ella no puede ser más esclarecedora: cualquier cosa es preferible con tal de huir de ese ambiente. Un apunte: el guion es una adaptación de una novela basada en un caso real que le sucedió a su autor, quien visitó a una familia campesina como la que aparece aquí y cuya hija le pidió que la volviera a buscar al cabo de unos días para llevarla al ejército. Cuando éste retornó unos días más tarde de lo previsto descubrió que la joven se había suicidado para evitar un matrimonio concertado.
Aparte de ser magnífica en las ideas que transmite y su mensaje, otro rasgo que me gusta de Tierra Amarilla es que, al igual que otras de las grandes películas chinas de la Quinta Generación realizadas en esos años, tiene un cierto punto de misterio para mí. Durante partes del metraje subyace algo, quizá motivado simplemente por la separación cultural existente entre los personajes y yo, que en ocasiones me resulta incomprensible o simplemente extraño. Por ejemplo, esas imágenes finales en que los campesinos imploraban con cánticos la tan esperada lluvia daba una incómoda imagen casi medieval de una parte del país para una historia ambientada solo unas décadas atrás. ¿Esta es la nueva China moderna de la que el Partido Comunista llevaba tanto tiempo hablando? Pero dicha impresión no se restringe solo al contexto de la historia sino también a la visión que hay tras la cámara, que prefiere dejar cosas en el aire antes que aplicar a todo una lógica narrativa, algo que se llevaría al extremo en la que es mi obra favorita de la Quinta Generación, El Ladrón de Caballos (Dao Ma Zei, 1986) de Tian Zhuangzhuang.
De hecho, en su primer estreno en China el filme fue previsiblemente incomprendido por el público, que debió sentirse alienado ante una película sin un antagonista claro ni un protagonista heroico a quien seguir. El reconocimiento de Tierra Amarilla llegaría un año después cuando se presentó en el Festival de Cine Internacional de Hong Kong, donde fue unánimemente aplaudida. A raíz de ello, la película se reestrenó en su país con un mejor recibimiento y también se convirtió en un éxito internacional que puso a China en el mapa cinematográfico. A partir de aquí este gigantesco país, que hasta aquel momento había permanecido ajeno al panorama fílmico mundial, se daría a conocer con los directores de esa Quinta Generación y desde entonces ha seguido siendo uno de los países más a tener en cuenta en el panorama contemporáneo.
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Qué ganas me han entrado de ver Tierra amarilla.
Reconozco cierta debilidad por el cine de Zhang Yimou, que para mí tiene en su filmografía películas de una belleza especial. De las últimas me emociono pensando en «Regreso a casa».
Y de Chen Kaige me queda mucho por ver, pero guardo un gratísimo recuerdo de «Adiós a mi concubina».
En estos últimos años, también he tenido buenas sorpresas con un director como Jia Zhangke.
Beso
Hildy
¡Hola Hildy!
Yo todavía tengo pendiente de ver varias de las más reputadas de Yimou. De momento mi favorita es Vivir, y hace un par de días vi Qiu Ju, una mujer china, y me sorprendió mucho con un estilo bastante diferente y más toques humorísticos.
De Chen Kaige mi favorita es El rey de los niños, y en cuanto a Jia Zhangke me gustaron mucho Naturaleza muerta y Platform, pero las otras dos que vi de él, The World y Placeres desconocidos, no me dijeron gran cosa. Tengo pendiente de ver más. Realmente el cine chino de las últimas décadas tiene mucho donde explorar.
Un abrazo.