La Caída de los Dioses [La Caduta degli Dei] (1969) de Luchino Visconti

Qué película tan extraña es La Caída de los Dioses (La Caduta degli Dei, 1969) de Luchino Visconti y menudo shock que tuvo que suponer en la época de su estreno. En principio no era algo muy diferente a lo que había hecho anteriormente en El Gatopardo (Il Gattopardo, 1963): el retrato de una suntuosa familia en proceso de decadencia que sirve como comentario de un momento histórico especialmente crucial, en este caso el auge del nazismo visto desde la perspectiva de una importante saga de industriales, los Essenbeck (que están parcialmente inspirados en una familia real, los Krupp). Pero este filme fue en realidad una ruptura radical en estilo y tono con su producción anterior, de igual forma que lo había sido décadas atrás Senso (1954) respecto a sus primeras películas neorrealistas.

Porque La Caída de los Dioses es una película excesiva, polémica, chillona y sobre todo decadente, muy decadente, y no una suntuosa elegía sobre el fin de una era como El Gatopardo. De hecho, tal y como he leído comentar a un par de personas muy acertadamente, quizá tenga más en común con películas como El Portero de Noche (Il portiere di notte, 1974) de Liliana Cavani y obras de pura explotation como Salon Kitty (1976) de Tinto Brass – las cuales, sea casualidad o no, tienen en su reparto a algunos de los principales actores del filme que comentamos hoy – que con el Visconti que conocemos hasta entonces.

El filme se inicia una noche de 1933 en que se reúne el grueso de la familia Essenbeck a celebrar el cumpleaños del cabeza de familia: el anciano Barón Joachim von Essenbeck, dueño de uno de los imperios industriales más importantes de Alemania. Aunque éste detesta a Hitler (y no porque no le guste su ideología sino por puro snobismo), ve inevitable que el futuro del país pasará sí o sí por el nazismo, y por tanto le cederá el puesto de vicepresidente a su sobrino Konstantin, que es un miembro destacado de las SA y tiene buenas conexiones con el partido.

Esa misma noche Joachim es asesinado y las sospechas recaen en Herbert, antiguo vicepresidente de ideología antinazi, el cual huye antes de ser atrapado por las autoridades. Este incidente tiene consecuencias inesperadas: el papel de presidente pasa a ser heredado por su nieto Martin, un joven poco interesado en el negocio familiar y de tendencias pedófilas. Éste, convencido por su posesiva madre Sophie (viuda de un héroe de guerra), le da entonces la presidencia del negocio al amante de ésta, Friedrich Bruckmann, un ambicioso y prometedor ejecutivo que está escalando puestos socialmente. Konstantin, rencoroso, promete venganza. Mientras tanto, Aschenbach, un miembro de la familia que forma parte de las SS, va moviendo piezas en el tablero para conseguir que el partido nazi salga lo más beneficiado posible de estas polémicas familiares.

La Caída de los Dioses fue la producción más ambiciosa de Visconti hasta la fecha, con todos los ingredientes para ser una gran película en todos los sentidos, y se nota. Pero lo cierto es que nunca llega a estar a la altura de sus ambiciones. Sin que esta desmesura y este estilo tan chillón sean necesariamente malos, lo cierto es que la película resulta muy desigual. Desconozco cuánto duraba el montaje inicial de Visconti, en algún lugar leí que su primera versión duraba unas cuatro horas, pero lo cierto es que ninguna de las versiones que estrenó sobrepasaba el poco más de dos horas y media que tenemos hoy día, por tanto debemos entender el montaje actual como el del director.

No obstante, da la sensación de que faltan escenas y de que la mayoría de subtramas se quedan a medias. Dirk Bogarde confirmaría lo que muchos sospechamos, y es que se recortó el tiempo en escena de la mayoría de personajes en favor de dar más presencia a Martin, interpretado por un joven Helmut Berger que, no solo era la gran novedad del filme, sino también el amante de Visconti en aquella época. Esto conlleva que miembros tan prometedores del reparto como el propio Bogarde, Ingrid Thulin o Charlotte Rampling parezcan extrañamente desaprovechados. En todo caso, a nosotros nos da igual si esta desigualdad entre subtramas es fruto de un productor desalmado, de un Visconti obligado a recortar metraje en posproducción o si era ya un defecto del guion. Lo que cuenta es que lo que tenemos tenía el vistobueno de su creador y que, en conjunto, no funciona. Porque aunque en su largo primer acto parece que nos encontremos ante un drama coral en que cada personaje tiene una personalidad y un rol definido importante para la trama global, al final éstos acaban reducidos a unos movimientos concretos.

Sí que hay que reconocer que su arranque es portentoso, y siempre que la revisiono me sucede lo mismo: durante la primera hora me pregunto cómo guardo una impresión tan moderada de una película tan maravillosa y luego vuelvo a recordar los defectos que alejan el filme de las grandes obras de Visconti. Pero ya solo por ese inicio con toda la celebración de aniversario, el asesinato y las discusiones posteriores justifican la experiencia de ver La Caída de los Dioses, y a poder ser en una copia de la máxima calidad posible. Visconti contrapone en esa celebración la Alemania tradicional con la «depravada» Alemania moderna de Weimar: el nieto de Joachin que le toca una seria pieza musical clásica a su abuelo como regalo de aniversario en contraste con el imprevisible Martin, que le regala un numerito drag queen a lo Marlene Dietrich totalmente fuera de lugar.

Del mismo modo el tema de la película es también el paso de esa ostentosa y anticuada clase alta tradicional a la llegada del nuevo poder simbolizado por los nazis. No olvidemos que la clase alta alemana (eso es, los grandes industriales y la aristocracia) inicialmente veían con malos ojos a Hitler, y no por su ideología sino por ser un hombrecillo de clase baja gritón y de maneras más bien dudosas o incluso ridículas. Fue con el aumento de popularidad del nazismo tras la Gran Depresión que pensaron que, después de todo, preferían aliarse con ese lunático antes que pactar con otros partidos de centro-izquierda. Visconti, que supo tan bien captar ese decisivo momento de cambio de la aristocracia en El Gatopardo surgido del propio interés del protagonista para sobrevivir a los nuevos tiempos, hizo aquí una radiografía similar del momento en que los grandes industriales decidieron pactar con Hitler. La diferencia es que aquí ese proceso es pura decadencia.

Al hacer que acabe siendo Martin, de tendencias pederastas, el que acabe encabezando el negocio familiar espoleado por Aschenbach, en lugar de Friedrich (un arribista pero también un hombre de talento hecho a si mismo), se nos está mostrando cómo ese entramado familiar tan desfasado pero al mismo tiempo tan elegante y anclado en sus tradiciones acaba dando paso a un nuevo núcleo familiar liderado por un degenerado sexual sin ideología ni talento. Comparemos sin ir más lejos la ostentosa ceremonia que abre la película con la fatídica boda que la cierra, en que Friedrich y Sophie se ven forzados a casarse en un evento que parece una extraña mezcla entre un funeral y una orgía, en que los invitados son personajes extraños ajenos a la familia y a la boda en si misma. No quedan vínculos familiares ni valores (por mucho que éstos fueran anticuados y más que dudosos).

La idea en si me parece interesante. El problema que veo es que La Caída de los Dioses me parece más una «película de tesis». Así como en El Gatopardo los personajes se movían de forma natural hacia las ideas que quería proponer Visconti a partir del libro de Lampedusa, en La Caída de los Dioses es el propio director el que parece empujarles de forma forzada para que sus actos correspondan con las ideas que quiere transmitir. La forma como el poder va balanceándose de Friedrich a Martin se me antoja un tanto forzada, de igual modo que no me acaba de resultar creíble la evolución de ambos personajes. Incluso cuando Martin decide cometer el acto de mayor sacrilegio, que es violar a su madre, se me antoja más como un hecho simbólico (violar a la madre para romper definitivamente con ese enfermizo vínculo maternal y quizá como una forma de expiar definitivamente sus desviaciones sexuales) antes que como algo que suceda de forma natural… si es que algo así puede suceder de forma natural. Del mismo modo el plano final en que el saludo nazi de Martin se contrapone con un plano de las fábricas a pleno funcionamiento es demasiado obvio y explícito.

Para bien o para mal, La Caída de los Dioses es una película de brocha gorda, en que Visconti, consciente de los cambios tan radicales que habían sucedido en el mundo del cine en esos años, parece que no quisiera quedarse atrás como un anticuado director respetable, y para ello decidió ofrecer una película chocante, explícita y en ocasiones muy desagradable. En ninguna de sus obras posteriores se abandonó de nuevo a los excesos de ésta, y me da la impresión de que aquí probó hasta dónde podía llegar y luego, en sus siguientes filmes, supo encontrar un término medio más cercano a su estilo personal.

En su momento como es de esperar La Caída de los Dioses resultó muy escandalosa, no solo por las escenas sexuales de Martin, sino por la larga escena de la «Noche de los cuchillos largos», en que Visconti se recreó en las celebraciones previas de los miembros de las SA, que de nuevo tienen algo de gran orgía gay – esto, junto a la imagen que el cineasta da de Martin como un amanerado desviado sexual, me habría hecho pensar que su creador es homófobo de no ser porque Visconti era un conocido homosexual. A esta larga escena le sigue la célebre matanza perpetrada por las SS con la que Hitler se deshizo de un grupo paramilitar que le había sido muy útil para llegar al poder pero que, en aquellos años, le suponían ya un estorbo. De nuevo, Visconti en su intento constante de hacer de ésta una «película de tesis» que coincida exactamente con la Historia, hace que de forma totalmente inverosímil Friedrich participe en esta matanza para remarcar la idea de cómo los miembros de la familia Essenbeck se devoran entre ellos de la misma forma que lo hacen las diferentes facciones del partido nazi.

No obstante, aunque creo que he sido algo duro con la película, en realidad eso se debe a que se trata de uno de esos filmes en que sus resultados no están a la altura de sus ambiciones y en que sus puntos fuertes son tan excelentes que resultan aún más visibles sus flaquezas. Pero en global creo que es una obra notable que además tiene el interés añadido de tener un trabajo de realización extraordinario que se diferencia del estilo que Visconti había exhibido en sus anteriores obras. Aquí es donde el cineasta empezó a utilizar con frecuencia los zooms que se volverían una marca característica de aquí al final de su carrera, y donde optó por un estilo visual más barroco que llevaría a su máxima expresión en la excelente Luis II de Baviera (Ludwig, 1972). Sobre todo los interiores en la mansión de los Essenbeck son una maravilla, con contrastes entre personajes inmersos en tinieblas y los colores que emanan de las diferentes fuentes de luz, que le dan un aspecto irreal y chillón a la película.

Con sus defectos (entre ellos la desacertadísima banda sonora de Maurice Jarre que tampoco era del agrado del director), en su momento La Caída de los Dioses se reveló como el mayor éxito de taquilla de la carrera de Visconti (seguramente ayudado por sus numerosas polémicas escenas) y se convirtió, significativamente, en la película favorita de Rainer Werner Fassbinder, algo que por otro lado tiene todo el sentido del mundo. Aunque tengo la impresión de que es uno de sus filmes a los que más le ha afectado el paso del tiempo, Visconti en aquella época era un cineasta tan excepcional que creo que sus cualidades siguen salvándolo, y logra que una obra que, en la teoría, podría haber sido un desastre, siga siendo más que notable.

4 comentarios

  1. Tengo una anécdota con esta película, que hace que nunca la olvide.

    Viajes con mi tío por rincones naturales y pueblos maravillosos. Años 80.

    Cuanto más perdidos, mejor.

    No recuerdo si fue por el norte o por el sur.

    Pero mi tío decidió esa tarde llevarnos a mi prima y a mí, dos niñas. al cine del pueblo.

    ¿Sabes cuál era la sesión doble que echaban?

    La caída de los dioses de Luchino Visconti

    Ginger y Fred de Federico Fellini.

    Y, claro, yo no me enteré de nada, me impresionó todo lo que vi, pero nunca he olvidado estas dos películas. Jajajaja.

    ¿Quién se atrevería ahora a programar esa sesión doble, eh?

    Beso

    Hildy

    1. Jajaja pero esta anécdota es maravillosa. Me encanta esa inocencia sobre todo de esa época de meter a los niños en un cine sin pensar en la película. Suerte que no saliste traumatizada con el film de Visconti, porque la matanza de las SA se consideró muy cruda en su momento… y el resto mejor que no entendieras nada. Por suerte la de Fellini aunque no la entendieras tampoco era más agradable de ver.

      Gracias por compartirlo.

      Un abrazo.

  2. Creo que este defecto que le achacas de que a partir de la, digamos segunda parte todo es inconcluso y con notables cabos sueltos priorizando a Helmut Berger y obviando a los Bogarde Thulin es, no sé si adrede pero en cualquier caso significativo Para mi refiere el paso del viejo mundo orgánico y absoluto al mundo actual fragmentario hecho de piezas pequeñas y cerrada donde el antropocentrismo más primario representado por H Berger domina Basta con ver los medios de comunicación actuales y los legados culturales transformados en itinerarios turísticos

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.