Peter Godfrey

Cena de Navidad [Christmas in Connecticut] (1945) de Peter Godfrey

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En mitad de la II Guerra Mundial, Jefferson Jones, un héroe de guerra que estuvo varios días en un bote salvavidas, se recupera en un hospital. Harto de la dieta que los médicos le obligan a sufrir, coquetea con una enfermera para que le proporcione manjares más consistentes, pero a falta de pocos días de darse de alta no sabe como desvincularse del compromiso que ha adquirido con ella. Ésta cree erróneamente que el problema de Jefferson es que no sabe lo que es un buen hogar, y piensa que la solución ideal sería conseguir que le invite un par de días por Navidad la célebre Elizabeth Lane, una escritora cuyas columnas sobre recetas caseras y su día a día idílico en una granja de Connecticut han hecho famosa la revista para la que escribe.

La realidad es que Lane vive en un apartamento de Nueva York y que no tiene ni idea de cocinar, ya que las recetas se las proporciona su amigo Felix Bassenak, un chef húngaro del restaurante de al lado. No obstante, como el editor de su revista, el acaudalado y caprichoso Alexander Yardley, no conoce la situación real la fuerza a invitar a ese héroe de guerra por la publicidad que eso generará y, de paso, se invita también él mismo. Desesperada, opta por montar una farsa utilizando una granja que tiene en Connecticut su amigo John Sloan, un arquitecto que no ha cesado de pedirle en matrimonio y con el que accede casarse a regañadientes a cambio de ayudarle a montar ese engaño. Consigo llevará a Felix para que prepare los platos, y con la ayuda del ama de llaves de John utilizarán a un bebé de los vecinos como si fuera su propio hijo.

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Tal y como ha quedado patente, una de las características de la screwball comedy es que sus argumentos están repletos de situaciones tan enrevesadas que se hace dificultoso resumirlos siquiera. Sin duda un guionista un poco hábil habría ideado un pretexto mucho más sencillo que desembocara en este argumento, pero la idea es precisamente estirar las situaciones hasta el límite de lo absurdo.

Aún siendo Cena de Navidad una screwball menor, resulta un título más que interesante representa a la perfección los mecanismos del género. De entrada, una premisa que se basa en los engaños, falsas identidades y situaciones de confusión; una de las marcas por excelencia del género y que aquí se basa en representar un falso matrimonio idílico ante Jefferson y Alexander. De hecho, no hay ningún antagonista en el film, ya que la situación en sí es suficientemente delicada como para se ponga en peligro ella sola.

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En segundo lugar, el film creo que es un ejemplo digno de manual de cómo el screwball juega con los enredos amorosos de sus protagonistas en paralelo al conflicto. Por un lado tenemos el conflicto amoroso entre Elizabeth y John, en el cual él intenta por todos los medios formalizar de una vez su unión amorosa casándose con ella. En caso de cerrarse ese conflicto el film perdería gran parte de su sentido como veremos a continuación, de modo que la ceremonia acaba postergándose ad infinitum provocando una serie de idas y venidas del juez, quien además tienen que esconderse de cara a los invitados porque éstos creen que Elizabeth y John ya están casados.

Por otro lado tenemos el romance que surge entre Elizabeth y Jefferson desde el mismo momento en que se conocen, un romance que va desarrollándose a lo largo del film con las clásicas escenas de encuentros amorosos en que se nos deja claro que sus sentimientos son mutuos. No obstante, esta relación sabemos que está condenada al fracaso, puesto que ella debe seguir fingiendo estar casada y él está ahí porque su prometida, la enfermera, quería convencerle de las ventajas del matrimonio.

En paralelo, la figura del editor Alexander, el elemento poderoso ante el que todos deben fingir, y el bueno de Felix, que resuelve como puede la mayoría de entuertos ejerciendo además de casamentero entre Elisabeth y Jefferson.

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Ante films como éste existe la tendencia totalmente equivocada de despreciarlos por ser previsibles. En este caso, desde el momento en que Jefferson y Elizabeth se conocen nos resulta obvio que se han enamorado y por tanto que al final acabarán casándose, como exigen los códigos de la comedia romántica clásica. Pero el que ya intuyamos todo eso no es malo, al contrario, los guionistas lo saben y utilizan eso a su favor: lo interesante no es que vayan a acabar juntos (nosotros como espectadores perspicaces ya lo sabemos), sino cómo van a conseguirlo.

Aquí es donde muchas de estas películas cobran sentido, no en intuir el desenlace sino en cómo se va a llegar a él, cómo una trama tan confusa como ésta puede llegar a desembocar en el final feliz que todos esperamos: ¿cómo conseguirá Elizabeth desembarazarse del juez en el próximo intento de John de orquestar una ceremonia? ¿de qué forma descubrirá Alexander todo el engaño? ¿qué sucede con la prometida de Jefferson? A partir de aquí ya depende de la pericia del guionista para conseguir que estos puntos se solucionen de forma más o menos ingeniosa.

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Por otro lado, el film está nutrido de gags que mantienen la diversión durante todo el metraje: la confusión con los bebés (el bebé que tienen al día siguiente es diferente al primero), los continuos intentos de Elizabeth por hacer creer que es un ama de casa eficaz (el baño del bebé, la tortita que cocina para el desayuno, etc.), los pretextos que se dan a Alexander para todo lo que sucede… En definitiva, los ingredientes de una buena screwball comedy.

A cambio se le puede achacar algunas pequeñas debilidades, como un desenlace algo desaprovechado y cierta inconsistencia con algunos personajes como el de Jefferson, que resulta extraño ver en el inicio como un bribón que se promete con una enfermera solo para comer bien y al final resulta ser un hombre amante del hogar y que sabe bañar a un bebé.

Por otro lado, no podemos acabar la reseña sin alabar el eficaz repartado encabezado por la siempre maravillosa Barbara Stanwyck, flanqueada por secundarios de oro como Sydney Greenstreet o S.Z. Sakall como Felix. Seguramente en manos de un director más capacitado para acabar de darle la agilidad que precisa nos encontraríamos ante una gran obra del género, pero a cambio la impagable premisa y su reparto le dan la suficiente solidez a esta divertida Cena de Navidad.

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Las Dos Señoras Carroll [The Two Mrs. Carrolls] (1947) de Peter Godfrey

Geoffrey Carroll es un pintor sin mucho éxito que tiene un romance con una mujer que acaba de conocer llamada Sally. Sin embargo, él está casado y tiene una niña, Beatrice, por lo que su relación no puede fructificar hasta que, inesperadamente, la mujer de Geoffrey fallece. Años después Geoffrey y Sally están casados y viven felizmente con Beatrice gracias al éxito de sus últimos cuadros. Esa tranquilidad se verá perturbada cuando aparezca en escena Cecily, una atractiva y caprichosa joven adinerada que desea conquistar a Geoffrey con la excusa de que pinte su retrato. Comienza a surgir entonces la sospecha de que quizás Geoffrey tuvo mucho que ver con la muerte de su primera esposa.

La película que reunió a dos de los más grandes nombres del cine clásico como Humphrey Bogart y Barbara Stanwyck (desconozco si colaboraron juntos en otro film) resulta ser un producto interesante pero lejos de ser memorable, lo cual explica que no se trate de una obra muy recordada pese al explosivo dúo protagonista.

El film encara una trama a medio camino entre el melodrama y el cine negro que no acaba de asentarse ni fructificar en ninguno de los dos terrenos. En gran parte el problema podría deberse a que la premisa resulta un tanto débil: Sally no empieza a sospechar de su marido hasta el tramo final, que es cuando la película se vuelve interesante, y hasta entonces el metraje se basa en las sospechas del espectador pero sin que haya suspense.

La interpretación rutinaria de Bogart tampoco hace relucir mucho a un personaje que no está suficientemente desarrollado. Ni siquiera la excusa comodín de ser un psicópata le otorga más interés,  aunque habría ayudado mucho que el guión profundizara más en su psicología si la intención inicial era desembocar en ese tipo de desenlace. Tal y como está tratado, resulta excesivamente abrupto su cambio de comportamiento, del que pensábamos que era un frío asesino calculador a un psicópata irracional.

En ese sentido sale más beneficiada Stanwyck pese a que se le ofrece un personaje mucho menos jugoso, el de la esposa abnegada que no se entera de nada de lo que sucede a su alrededor. Pero a diferencia de Geoffrey, su Sally resulta un personaje más creíble al espectador aunque su función resulte tan limitada (no adquiere verdadero protagonismo hasta el final) que tampoco da mucho de sí.

Sin ser una mala película, resulta un film prescindible más allá del hecho anecdótico que supone ver juntos a Bogart y Stanwyck. De hecho resultan inevitables las comparaciones con una obra mucho mejor realizada años atrás: Sospecha (1941) de Hitchcock. En ese film de nuevo se presentaba el tema del esposo que asesina a su mujer, pero Hitchcock tuvo la inteligencia de centrar su atención en las sospechas de la esposa y en dotar al personaje de Cary Grant de una apariencia atractiva y misteriosa al mismo tiempo, de forma que el film fluía mejor y tenía mucho más suspense.

Incluso a un nivel más anecdótico la comparación salta a la vista con detalles como el vaso de leche con veneno o la presencia de Nigel Bruce en un simpático papel secundario muy en la línea del que interpretó en el film de Hitchcock. Es casi como si el autor de Las Dos Señoras Carroll fuera consciente de que la comparación resultaría inevitable y, lejos de pretender disimularla, decidiera dejar caer estos elementos como pequeño guiño al espectador.