Un Tranvía Llamado Deseo [A Streetcar Named Desire] (1951) de Elia Kazan


Mitiquísima adaptación de la obra de teatro más célebre de Tennnessee Williams, cuyo estreno fue un pequeño pero importante hito en la historia de Hollywood tanto por su contenido como por suponer la consagración definitiva de una nueva generación de actores formados bajo un sistema nuevo por entonces, el Actor’s Studio.

La protagonista de este magnífico drama es Blanche DuBois, una mujer ya algo madura que se va a vivir a la humilde casa de su hermana Stella en Nueva Orleans. Sin embargo, su carácter tan refinado y ligeramente desquiciado chocará con la rudeza de Stanley Kowalski, su cuñado, quien se propone averiguar lo que se esconde en el oscuro pasado de Blanche.  

Un Tranvía Llamado Deseo es el ejemplo por excelencia de cómo debería realizarse una adaptación teatral, manteniéndose fiel al espíritu de la original y al mismo tiempo adaptándose al medio cinematográfico. El excelente resultado final lo atribuyo no sólo al saber hacer del realizador Elia Kazan, sino también al hecho de que éste era el director de la obra teatral cuando se estrenó en Broadway y por tanto la conocía de sobras para saber cómo narrarla cinematográficamente. Su puesta en escena es maravillosa, usando admirablemente los asfixiantes decorados (como la caótica casa de los Kowalski) y la iluminación.
Siempre que puede, Blanche intenta estar en sitios oscuros para ocultar su verdadera edad (algo de lo que acaba acusándole su nuevo pretendiente, el inocente Mitch), así que Kazan aprovecha esta circunstancia para elaborar algunos planos que destacan por la soberbia composición de luces y sombras: la habitación de Blanche en que el farolillo hace que todo se vea más oscuro, el bar al lado del muelle donde se cita con Mitch… También le sirve al director como recurso simbólico el hecho de que Blanche huya de la luz y se refugie en la oscuridad, puesto que es un personaje que intenta evitar que se descubra la verdad sobre ella y que quiere mantener oculto ese pasado del que intenta escapar.

El conflicto en el que se sustenta la obra, el enfrentamiento entre Stanley y Blanche, tiene éxito gracias a la riqueza y complejidad de todos los personajes, que están soberbiamente perfilados por Tennessee Williams. Blanche es uno de los personajes femeninos más inolvidables que se han visto en una pantalla de cine, con esa personalidad tan inquietante en que se mezclan sus modales altivos propios de la familia de clase alta en que se ha criado junto a la experiencia que ha adquirido tras malvivir durante años, esa coquetería que tiene algo de presumida pero también de indecorosa, esa mezcla entre su educación de niña mimada de bien y sus instintos sexuales que le hacen sentirse atraída por los jóvenes o los hombres vulgares de clase baja. Esa compleja personalidad en que se mezclan mentiras para mantener las apariencias y mentiras que ella misma acaba creyéndose hasta perder la percepción de la realidad, conduciéndola a la locura.
En cuanto a Stanley, es una magnífica recreación del prototipo de hombre rudo, salvaje, machista y posesivo pero que, al mismo tiempo, quiere sinceramente a su mujer. Un hombre que tan pronto pega a la inocente Stella como le acaba implorando perdón en esa antológica escena en que la llama a gritos para que baje del piso de sus vecinos en que se ha refugiado. Stanley es un ser de comportamiento animal, puro instinto, que se guía por impulsos primarios, mientras que Blanche es pura apariencia, tiene un comportamiento artificial intentando mantener una personalidad que esconde su verdadera forma de ser.

Uno de los aspectos en los que esta película fue más revolucionaria en su época fue en el tratamiento de la sexualidad, que se aborda desde un punto de vista mucho más directo y moderno de lo que se había hecho en Hollywood hasta ahora. La obra de teatro original ya era pura dinamita en ese sentido, puesto que incluía una mención directa a la homosexualidad y una violación. La adaptación cinematográfica obviamente tuvo que aligerar un poco el contenido para poder pasar la censura y se eliminó por ejemplo toda mención explícita a la homosexualidad: en la obra de teatro, Blanche cuenta cómo descubrió que su novio era homosexual y éste se suicidó a causa de eso, en el film Blanche simplemente menciona que le echó en cara su «debilidad». No había que ser muy perspicaz para entender a qué se podría referir esa extraña debilidad a la que Blanche alude, así que aunque no se diga claramente al espectador el tema seguía estando en el aire.

Pero no se queda ahí la cosa, porque la forma como Un Tranvía Llamado Deseo mostraba el deseo sexual tanto masculino como femenino era algo prácticamente inédito en la época. Por un lado tenemos ese Stanley de desbocada y evidente sexualidad encarnado por un magnífico Marlon Brando. Sus gestos y su forma tan desafiante y masculina de comportarse (además de las ceñidas camisetas que lleva en todo el film) hacen de él uno de los personajes más sexualmente agresivos que se habían visto hasta entonces. Sin embargo, esa brutalidad no da como resultado a un personaje plano y tópico, es un depredador sexual pero también un marido que adora a su mujer y que no es hasta el final del film cuando acaba violando a Blanche.
En lo que se refiere a Blanche, la ambigüedad del personaje es aún más marcada porque en ella se confronta la tradicional castidad propia de una mujer de clase alta con su evidente deseo sexual que más adelante queda de manifiesto cuando conocemos su promiscuo pasado. Blanche persiste en intentar parecer una dama aunque su instinto no es muy diferente del resto de personajes cuya sexualidad es mucho más manifiesta y evidente. Ella misma se justifica cuando en cierto momento explica que en su hogar familiar se veía rodeada por la muerte, y que para huir de ello se sumergía en el sentimiento contrario a la muerte: el deseo.
Resulta también reseñable que la censura de la época dejara pasar algo tan fuerte para su rígida mentalidad conservadora como es el hecho de que Blanche fuera expulsada del colegio en que daba clases por mantener relaciones con un alumno suyo, hecho que nos es confirmado cuando la vemos coqueteando con un joven repartidor de diarios al que acaba besando.

Por último está el hecho de mostrarnos cómo las mujeres se sienten atraídas por esta faceta animal que caracteriza a los hombres de la película, que queda perfectamente reflejado en la escena en que Stella huye de Stanley después de que éste la haya maltratado. Cuando éste la llama a gritos, ella acude como hechizada y se acuestan juntos. Al día siguiente Blanche se la encuentra en la cama todavía hechizada y casi embobada. En más de una ocasión se nos señala cómo Stella abandonó su distinguido hogar familiar y se dejó seducir por el vulgar y el rudo Stanley, el cual le atraía por sus rudos modales y su «suciedad». Si ya era raro mostrar la sexualidad femenina en una película de forma tan directa, más lo era el mostrarla con tanta crudeza demostrando cómo a menudo lo que le atrae a algunas mujeres no es lo que está formalmente bien visto sino todo lo contrario, esa bestialidad animal.

Afortunadamente, casi todo el reparto de la película está constituido por los actores que ya formaban parte del reparto original, de modo que no es de extrañar que todos borden literalmente sus personajes. No solo eso, sino que todos salvo Vivien Leigh trabajaron en la representación de Broadway bajo las órdenes del mismo Elia Kazan. La excepción es Vivien Leigh, que había interpretado a Blanche en la versión inglesa bajo la tutela de su esposo Laurence Olivier y sustituyó a Jessica Tandy, la protagonista de la versión americana. Al ser todo el reparto de Broadway unos desconocidos por entonces, el añadir a Leigh al reparto en sustitución de Jessica Tandy suponía el único reclamo comercial del film.

Comenzando por Marlon Brando, éste hace una de las interpretaciones más memorables de su carrera (que no es decir poco, hablando de uno de los mejores actores de la historia del cine) en una actuación que le consagró ante el gran público haciendo de él una estrella. Su interpretación de Stanley desborda carisma y personalidad, da vida a un personaje que mal interpretado perdería todos los matices que necesita. Solo por la forma de moverse en la pantalla, Brando ya está dando forma concreta a la personalidad de su personaje.
Vivien Leigh está sencillamente inconmesurable en el mejor papel de su corta carrera cinematográfica (realizó menos de 20 películas) bordando a la perfección la complejidad del personaje, ese carácter tan extravagante en el que se mezclan su triste realidad con las mentiras que ella misma se cree. De no ser por el resto del reparto, ella se llevaría toda la atención de la película y con motivo.
Tampoco hay que olvidar a Kim Hunter encarnando a Stella (quizás el personaje menos agradecido de los protagonistas) y, sobre todo, a Karl Malden (uno de los más grandes actores olvidados de la historia del cine), que sorprendentemente consigue acaparar gran parte de la atención interpretando al ambiguo Mitch, inocente y caballeresco pero dominado por los mismos impulsos que el resto y que queda fascinado de por vida por Blanche.

Teniendo en cuenta el contenido del film, la censura de la época no fue demasiado dura con él y solo exigió dos cambios básicos: la eliminación de la homosexualidad del antiguo pretendiente de Blanche y el final de la película. En la obra original, Stanley permanecía con su esposa Blanche después de que ésta tuviera un hijo, pero el engorroso Código Hays de censura exigía siempre que si un personaje cometía un crimen no debía salir impune en el film, de modo que pidieron que Stanley pagara de alguna manera por haber violado a su demente cuñada conduciéndola del todo a la locura. Así que la película concluye con Stella abandonando a su marido con su hijo y diciéndose a sí misma que esta vez no volvería. Mientras sube las escaleras al piso de su vecina oímos a Stanley llamándola a gritos pero ésta no regresa. No obstante, como antes vimos cómo ésta acababa volviendo con su esposo, el final no da a entender tanto ese «castigo» a Stanley que buscaban los censores y acaba siendo muy ambiguo, puesto que no sabemos si Stella acabará volviendo o no.
Resulta uno de esos pocos casos en que las imposiciones de la censura no empañan el resultado final y no consiguen enmascarar su tono transgresor y brutalmente avanzado a su época. Gracias a esa feliz circunstancia, Un Tranvía Llamado Deseo mantuvo fielmente el espíritu de la obra original y se ha mantenido impecablemente a lo largo del tiempo hasta nuestros días.

7 comentarios

    1. No hay una escena en la que Blanche confiese la violación, pero Stella dice «No podria creer la historia que me contó y seguir viviendo con Stanley» mientras ayuda a Blanche a prepararse al final de la cinta, además de la escena del espejo roto, que ya de por si es una metáfora.

  1. Volvi a verla.exelente pelicula.te mantiene en vilo todo el tiempo.no hay un minuto de mas.como una opera,toda su musica escrita a la perfeccion.emociona,entretiene,da bronca,sensibiliza,hace pensar.q mas se le puede pedir al arte en gral.?

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