John Frankenheimer fue uno de los más destacados directores que vinieron de esa primera generación de cineastas que se formaron en la televisión antes de pasar a la gran pantalla, como fue también el caso de Sidney Lumet, Delbert Mann o Sidney Pollack. Su edad de oro tuvo lugar en los 60 especializándose en thrillers políticos como las excelentes El Mensajero del Miedo (1962) o Siete Días de Mayo (1964), además de películas de acción como esa obra maestra que es El Tren (1964).
A finales de década, Frankenheimer empezó a dar indicios de ir perdiendo su buena racha y su carrera se volvió bastante irregular. Domingo Negro sería una de sus últimas películas destacables, en la que optó por volver a lo que le había proporcionado tanto éxito anteriormente: el thriller político. Aunque esta vez lo haría, lógicamente, adaptándose a los nuevos tiempos. Si anteriormente sus obras se centraban en los temores y la paranoia surgidos de la Guerra Fría, Domingo Negro trataría sobre el conflicto palestino-israelí, en concreto sobre la organización Septiembre Negro.
La idea que plantea el film es un ataque terrorista organizado por una integrante de Septiembre Negro, Dahlia, en colaboración con un excombatiente de Vietnam llamado Lander. Su plan consiste en provocar una masacre durante el transcurso de la SuperBowl aprovechando la circunstancia de que él pilota el dirigible que graba las imágenes del evento para la televisión. Kabakov, perteneciente a una organización israelí, intentará pararles los pies en colaboración con el FBI.
Un primer aspecto a destacar de este film es que Frankenheimer opta muy inteligentemente por no tomar partido por ninguna facción. De hecho no es hasta muy avanzado el metraje cuando empieza a dibujarse un protagonista, Kabakov. Y éste no empieza a adquirir un rol como claro protagonista hasta que no muere un amigo suyo asesinado por Dahlia, de manera que la búsqueda de los terroristas deja de convertirse en una lucha política para convertirse en una venganza personal, de esta manera el espectador se siente más identificado con él independientemente del bando al que pertenezca.
De hecho, aunque sean los malos de la película, uno no puede evitar sentir cierta simpatía por Dahlia y Lander. El segundo, es un excombatiente de Vietnam que al volver de la guerra condecorado como un héroe jamás pudo integrarse y fue abandonado por su mujer e hijos, con unas secuelas psicológicas que nunca llegaron a curarse. Lander (interpretado por el siempre eficaz Bruce Dern) no es más que un hombre que busca la notoriedad que nunca consiguió, una muestra de los cientos de soldados que volvieron de Vietnam sintiéndose repudiados por una nación que por entonces quería olvidar esa guerra. Viéndose ignorado como héroe de guerra, Lander acaba optando por pasarse al bando contrario: atacar al país por el que luchó y que le dio la espalda. En una escena especialmente dramática, Lander se confiesa a Dahlia, quien le achaca que él no tiene motivaciones políticas para llevar a cabo el plan. Lander entonces recuerda una foto que le llegó de su mujer e hijos estando prisionero en que veía proyectada la sombra de alguien sobre su familia (seguramente el que hizo la fotografía), y que durante meses se atormentó pensando quién sería esa sombra. Ese ataque terrorista es su forma de darle al mundo algo para ser recordado, ya que no bastaron sus medallas.
Por otro lado, cuando Kabakov quiere informarse sobre Dahlia, un agente del gobierno le proporciona una biografía completa sobre ella y todas las penurias y atrocidades por las que ha pasado. Al acabar, el agente le muestra a Kabakov una fotografía y le dice “Mírela bien, después de todo de alguna manera ella es su creación”. Nos es difícil identificarnos del todo con un bando y pese a que Dahlia y Lander son los claros antagonistas, ambos son fruto de dos situaciones políticas que les han abocado a rebelarse empleando la violencia.
Aunque durante la película Frankenheimer ofrece ya algunas escenas de acción muy bien filmadas como la persecución en lancha o el asalto al hotel, todo el film está indudablemente enfocado de cara a su espectacular final en la SuperBowl. Durante casi 45 minutos, Frankenheimer mantiene en tensión al espectador mostrando los dos bandos: Dahlia y Lander llevando a cabo un plan del que sólo conocemos el final pero no el cómo, y Kabakov junto al FBI intentando averiguar cómo planean cometer el atentado.
En principio puede recordar levemente a la escena final de El Mensajero del Miedo en que el personaje de Frank Sinatra intentaba averiguar dónde se encontraba el francotirador oculto en medio del abarrotado mitin político, pero lo genial aquí está en que Kabakov no puede encontrar a los asesinos en el estadio y que, cuando se descubra el plan, se hará casi imposible desmantelarlo puesto que ellos irán a bordo de un dirigible cargado de explosivos que no pueden simplemente derribar dejando que caiga sobre la ciudad.
Toda la escena es de una tensión casi insoportable magníficamente orquestada por Frankenheimer, que combina la progresión del ataque terrorista, el descubrimiento por parte de Kabakov de lo que va a suceder e imágenes de archivo de la SuperBowl que el equipo de la película filmó en un partido real camuflados como cámaras de televisión. A medida que avanza la escena, estos tres puntos van confluyendo entre sí hasta desembocar en el climático y angustioso final.
Sin ser una de sus obras maestras, Domingo Negro entretiene de sobras en sus dos horas y media y es una muestra de cómo John Frankenheimer aún se encontraba en plena forma pese a que ya había dejado atrás su edad de oro. Imprescindible para fans de los thrillers de los 70.
Domingo negro es una clase de thriller como el que ya no se sabe hacer, inteligente, entretenido, emocionante… Sus dos horas y media se pasan en un suspiro, gracias en gran parte a la labor de Frankenheimer, que dota a la película de un ritmo y una tensión brillantes, y a toda su ambientación, a la que contribuyen mucho la fotografía (que, por cierto, encuentro las capturas que ha puesto usted aquí cromáticamente muy saturadas) y la banda sonora (soy raro por opinar eso, lo sé).
Si además añadimos un reparto de lujo, pues la cosa es dificil que salga mal.
El guión lleva la historia de forma más que correcta, pese a sus fallos, y aunque, como usted bien dice, humaniza a ambos bandos, se decanta claramente por uno (por otro lado, comprensible, teniendo en cuenta los atentados recientes de Munich), que es el que no amenaza con matar a miles de estadounidenses.
pelicula que solo he visto una vez, un sabado por la noche.pero guardo buen recuerdo de esta, tendre que buscarla para volverla a ver.