La Guerra Fría fue a lo largo de los años el escenario ideal para crear numerosas películas de espionaje llenas de suspense en que inteligentes y hábiles agentes secretos conseguían robar microfilms o secretos de vital importancia del enemigo comunista. La serie Bond fue la que acabó de popularizar esa figura llevándola al extremo, con el prototipo de espía irreductible que ganaba todas las batallas gracias a su astucia y sus habilidades manteniendo además su elegancia para conquistar a cualquier mujer que se le pusiera por delante. En contraste con la serie Bond, el director Martin Ritt adaptó en 1965 la novela homónima de John Le Carré que proponía una visión mucho más desencantada y realista del mundo del espionaje.
Su protagonista es el veterano Alec Leamas, que trabaja para una organización de espionaje en el Berlín oeste. Después de perder a uno de sus hombres, es enviado a Londres, donde se le propone moverle a un departamento administrativo, algo que él rechaza en favor de un último trabajo arriesgado. Su última misión consiste en hacer creer a los espías del este que ha renunciado a seguir trabajando para su agencia después de haber sido trasladado a un departamento relacionado con finanzas bancarias. Así pues, se busca un humilde trabajo, se da a la bebida y ataca a un tendero estando borracho para llamar la atención del bando enemigo. El plan funciona y pronto el servicio de inteligencia de la Alemania del Este intenta hacerse con sus servicios como desertor para obtener información privilegiada. En realidad, es todo un plan orquestado para que Leamas proporcione al bando comunista información que les lleve a sospechar que uno de sus más altos cargos, Mundt, es un doble agente.
El principal punto de interés de El Espía que Surgió del Frío es su visión tan desencantada del mundo del espionaje, completamente alejada del glamour y la acción de las típicas películas del género. De hecho, se trata más bien de una película de diálogos sin apenas escenas de suspense, en que el enfrentamiento entre Alec y los espías comunistas no son físicos sino dialécticos: el intentar engañar al otro sin que éste sospeche nada, el no conocer nunca del todo qué es cierto y qué es falso, ni saber hasta qué punto Alec lleva el control de la situación.
Según el plan previsto, Alec es llevado hasta una casa abandonada donde es interrogado por uno de los espías comunistas más importantes, Fiedler, quien odia a Mundt. Conociendo del odio de Fiedler a su superior, Alec responde a las preguntas de forma que pueda animar a Fiedler a acusar a Mundt de ser un doble agente. Pero curiosamente, estas escenas que comparten juntos no contienen apenas tensión e incluso la relación entre ambos espías es bastante cortés, hasta el punto de que Fiedler le insta a pasear juntos por la montaña entre interrogatorios. Más que la visión clásica de espías enemigos que se intentan matar mutuamente, este film los muestra casi como dos jugadores de ajedrez que estudian cuidadosamente sus movimientos para ganar la partida al otro.
La magnífica fotografía en blanco y negro y la elegante dirección de Martin Ritt le dan al film un tono sobrio y seco, en que los hechos son expuestos con total frialdad y sin trucos efectistas. Pese a eso y aún siendo un film claramente apoyado en los diálogos, no resulta aburrida. Gran parte del mérito está en un soberbio Richard Burton que sostiene toda la película con una de sus mejores interpretaciones cinematográficas. Su Alec Leamas es la representación del espía veterano que ha visto de todo y que se mantiene cínico ante un mundo despiadado, en contraste con la joven comunista Nan Perry, de mentalidad más idealista.
Como es habitual en este tipo de films, el final contiene un giro inesperado que revelaré en unas líneas y recomiendo no leer a aquellos que aún no lo hayan visto. Aunque en realidad se trata un giro inesperado por la forma como cambia la situación, pero no porque el espectador no se lo espere, puesto que la sospecha de que el servicio de espionaje británico no juega del todo limpio está presente en todo momento. De hecho en el inicio del film el propio jefe de Alec habla con éste sobre la necesidad de recurrir al mismo juego sucio que el bando contrario para no ser vencidos por éste, es decir, a la práctica ambos bandos se comportan de la misma manera.
Así pues, la gran sorpresa está en el hecho de que Mundt realmente es un agente doble y que la misión de Alec no era inculparle falsamente para que lo eliminaran sino poder parar los pies a Fiedler, quien ya sospechaba de las intenciones de su jefe desde hacía tiempo. Es un plan endiabladamente inteligente, ya que cuando Alec es descubierto todas las pruebas contra Mundt, incluyendo las auténticas, se invalidan al ser consideradas falseadas para inculparle, y de paso permite quitar de en medio a Fiedler, quien es irónicamente el único que ha jugado limpio y ha cumplido con su deber a la perfección. Es un desenlace descorazonador, y aunque Mundt se supone que pertenece al bando de Leamas, tanto éste como el espectador no pueden evitar simpatizar más con Fiedler y lamentar que vaya a ser ejecutado al haber caído en una peligrosa trampa.
El desenlace en que Alec y la joven Nan (a quien el servicio británico ha utilizado para sacar adelante el plan sin que ésta entienda nada) intentan huir al otro lado del muro de Berlín resulta aún más pesimista. Respaldados por un plan en principio infalible contando con la ayuda de varios alemanes, mientras la pareja escala el muro Nan es acribillada a tiros. El confuso Alec permanece en lo alto del muro mientras al otro lado alguien le anima a escapar. No ha sido un accidente, formaba parte del plan que él escapara pero ella no, puesto que sabía demasiado. El mismo servicio británico para el que Alec trabaja no ha dudado en asesinar fríamente a una joven inocente para cubrirse las espaldas. En un último acto de lealtad y de rechazo a la organización para la que lleva años trabajando y arriesgando su vida, Alec se niega a saltar el muro y vuelve atrás con la joven para ser también muerto a tiros. Un final que deja un mal sabor de boca por no mostrarnos a un hombre muriendo heroicamente luchando por el bien, que es la imagen que nos muestran habitualmente este tipo de films, sino un hombre desolado que prefiere dejarse matar por los suyos a seguir con un juego demasiado cruel.
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