Injustamente olvidado a día de hoy, Maurice Tourneur fue uno de los grandes pioneros del cine americano durante mediados y finales de los años 10, aportando obras con un pictorialismo muy avanzado para su época, apoyándose siempre que fuera posible en lo fantástico u onírico para desplegar sus habilidades tras la cámara. Desafortunadamente, a finales de la era muda dejó de sentirse cómodo trabajando en un Hollywood que no alentaba la creatividad y decidió volver a su Francia natal. Ahí retomaría su carrera hasta un obligado retiro a finales de los años 40 a causa de un accidente.
La Mano del Diablo sería una de sus últimas películas, realizada en la Francia ocupada con la escasez de medios que eso supone. El film es una versión del mito de Fausto que tiene como protagonista a Roland Brissot, un pintor que adquiere una mano misteriosa que tiene el poder de darle todo lo que no ha podido conseguir hasta entonces: éxito en su carrera artística y el amor incondicional de su amada Irene. Sin embargo el precio a pagar es alto, ya que mientras él posea la mano, el diablo tendrá a cambio su alma, que puede recuperarla pagando una cierta cantidad de dinero que se va duplicando cada día.
Partiendo de una idea de sobras conocida por el espectador, La Mano del Diablo es una película que a cambio no aboga por caer en los lugares comunes sobre todo en la forma de narrar la historia. Aunque el material parece el adecuado para un film de terror, Tourneur evita conscientemente las marcas propias del género y opta por llevarlo a su terreno, el género fantástico. Sí que es cierto que la película tiene secuencias tenebrosas con un estilo más oscuro (el momento de la compra de la mano o los encuentros con el diablo), pero en general el film parece centrarse más en el personaje principal que en el aspecto terrorífico de la trama.
El aspecto negativo es que al apoyarse tanto en su protagonista y su debate moral, se notan ciertas flaquezas de guión, que hacen que el espectador probablemente no acabe de empatizar del todo con Roland ni con Irene, algo que quizá se habría solventado en parte con un actor protagonista más carismático.
El mejor momento de la película con diferencia (y, no casualmente, el que mejor nos muestra el estilo de Tourneur) es cuando Roland conoce a todos los poseedores de la mano a lo largo de los años y cada uno cuenta su historia. Aquí es cuando brilla realmente Tourneur tras la cámara al crear una escena que nos recuerda a sus mejores momentos pese al modesto presupuesto. Al contrario, esta escena nos muestra su capacidad para crear un momento tan evocador visualmente sirviéndose de pocos medios. Todas las historias de cada poseedor de la mano son narradas en pequeñas viñetas con muy pocos elementos: un decorado mínimo, pocos personajes y un uso muy inteligente de la iluminación para evocar. Con estos pocos ingredientes Tourneur da una pequeña lección sobre lenguaje visual.
Aunque no creo que este film se trate de una obra maestra olvidada que pueda estar a la altura de las grandes películas francesas de la época, La Mano del Diablo para mí justifica su visionado no sólo por el competente resultado final, sino sobre todo por poder disfrutar del saber hacer de Tourneur tras la cámara. Por otro lado, es interesante remarcar que paralelamente en aquella época su hijo Jacques acababa de crear en Hollywood una de las grandes obras maestras del terror, La Mujer Pantera (1942), realizada también con muy pocos medios. No deja de ser curioso comparar cómo cada uno hizo su aportación al género fantástico, evitando ambos ser demasiado explícitos, sirviéndose de presupuestos muy limitados y abogando por la sutileza, pero cada uno a su manera, con su estilo propio.