Maurice Tourneur

Impasse des Deux Anges (1948) de Maurice Tourneur

Aunque soy un gran admirador de la etapa muda del realizador galo Maurice Tourneur, debo admitir que no siento el mismo entusiasmo hacia su época sonora, que coincidió justo con su retorno a Francia después de una brillante carrera en Estados Unidos. Le reconozco a Tourneur el mérito de haberse sabido reinventar con la llegada del sonido, de haberse dado cuenta que el estilo tan lírico y visual que antes había sido su marca personal no encajaría en esta nueva forma de hacer cine, y haber optado por un tono más sucio que se amolda mejor con el realismo que aportaba el sonido. Pero aun admitiendo eso y siendo un seguidor acérrimo del cine policíaco, debo decir que películas como Au Nom de la Loi (1932) o Justin de Marseille (1935) no lograron cautivarme pese a sus innegables virtudes. Ha sido por tanto una agradable sorpresa encontrarme con que la última película de su carrera es una auténtica joya oculta.

Impasse des Deux Anges (1948) se inicia con dos historias que discurren en paralelo: la de la actriz Marianne, que va a dejar el mundo del teatro para casarse con un acaudalado e insípido marqués, y la de Jean, un prestigioso ladrón al que se le encomienda robar un valioso collar que está en manos de Marianne. En la fiesta de presentación de la joven a la estirada familia de su marido, Jean se cuela en la casa para cometer el robo y se topa de cara con la anfitriona. Sorpresa: resulta que Marianne y Jean habían sido amantes tiempo atrás y se perdieron de vista. Olvidando ambos sus obligaciones, salen juntos a recordar tiempos pasados.

El último film de Tourneur padre me recuerda en su tratamiento de esa historia de amor a películas como Nubes Flotantes (1955) de Mikio Naruse, es decir, filmes sobre un romance que tuvo lugar en el pasado y que ahora no parece posible revivir. Amantes que se dedican a pasear juntos recordando con nostalgia lo felices que eran pero sabiendo que su oportunidad ya pasó… ¿o no? ¿Hasta qué punto en ambas películas no son ellos mismos el principal obstáculo para su propia felicidad? ¿O quizá en el fondo están siendo realmente sensatos sabiendo que el momento de que lo suyo funcionara ya pasó?

Tourneur remarca esa sensación utilizando un recurso muy sugerente en los breves flashbacks al pasado: filma a los protagonistas con sobreimpresiones, como si fueran fantasmas. Eso hace que las pocas escenas en que podemos verles juntos y felices parezcan aún más etéreas e irreales. El cine tiene la capacidad de reproducir el pasado con las mismas dosis de realismo que el presente, pero aquí Tourneur se resiste a dejar que el pasado adquiera consistencia y tiene la forma de un fantasma.

En paralelo a estas evocaciones, la pareja protagonista va paseando por la noche al mismo tiempo que tratan de evitar a dos miembros de la banda que quieren conseguir el collar. Resulta obvio que el director no tiene interés en tirar hacia el género policíaco o el suspense, prefiriendo recrearse en la ambientación nocturna y decadente de los barrios por los que ambos se mueven. Y de hecho al intentar mantener en todo momento un pie en cada género es probablemente donde la película flaquee un poco. Algún breve episodio como el del muchacho que le roba la pistola creo que no acaba de funcionar y que es tan obvio en su moraleja que no aporta gran cosa. Pero a cambio tenemos una historia de amor contada con suma sensibilidad huyendo de los tópicos y a una magnífica pareja protagonista formada por Simone Signoret y Paul Meurisse.

Sin ser una de sus mejores películas, Impasse des Deux Anges constituye un muy buen cierre de filmografía por su calidad y por ser una obra que deja a entrever lo especial que era ese cineasta hoy desgraciadamente tan olvidado llamado Maurice Tourneur.

La Mano del Diablo [La Main du Diable] (1943) de Marcel Tourneur

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Injustamente olvidado a día de hoy, Maurice Tourneur fue uno de los grandes pioneros del cine americano durante mediados y finales de los años 10, aportando obras con un pictorialismo muy avanzado para su época, apoyándose siempre que fuera posible en lo fantástico u onírico para desplegar sus habilidades tras la cámara. Desafortunadamente, a finales de la era muda dejó de sentirse cómodo trabajando en un Hollywood que no alentaba la creatividad y decidió volver a su Francia natal. Ahí retomaría su carrera hasta un obligado retiro a finales de los años 40 a causa de un accidente.

La Mano del Diablo sería una de sus últimas películas, realizada en la Francia ocupada con la escasez de medios que eso supone. El film es una versión del mito de Fausto que tiene como protagonista a Roland Brissot, un pintor que adquiere una mano misteriosa que tiene el poder de darle todo lo que no ha podido conseguir hasta entonces: éxito en su carrera artística y el amor incondicional de su amada Irene. Sin embargo el precio a pagar es alto, ya que mientras él posea la mano, el diablo tendrá a cambio su alma, que puede recuperarla pagando una cierta cantidad de dinero que se va duplicando cada día.

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Partiendo de una idea de sobras conocida por el espectador, La Mano del Diablo es una película que a cambio no aboga por caer en los lugares comunes sobre todo en la forma de narrar la historia. Aunque el material parece el adecuado para un film de terror, Tourneur evita conscientemente las marcas propias del género y opta por llevarlo a su terreno, el género fantástico. Sí que es cierto que la película tiene secuencias tenebrosas con un estilo más oscuro (el momento de la compra de la mano o los encuentros con el diablo), pero en general el film parece centrarse más en el personaje principal que en el aspecto terrorífico de la trama.

El aspecto negativo es que al apoyarse tanto en su protagonista y su debate moral, se notan ciertas flaquezas de guión, que hacen que el espectador probablemente no acabe de empatizar del todo con Roland ni con Irene, algo que quizá se habría solventado en parte con un actor protagonista más carismático.

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El mejor momento de la película con diferencia (y, no casualmente, el que mejor nos muestra el estilo de Tourneur) es cuando Roland conoce a todos los poseedores de la mano a lo largo de los años y cada uno cuenta su historia. Aquí es cuando brilla realmente Tourneur tras la cámara al crear una escena que nos recuerda a sus mejores momentos pese al modesto presupuesto. Al contrario, esta escena nos muestra su capacidad para crear un momento tan evocador visualmente sirviéndose de pocos medios. Todas las historias de cada poseedor de la mano son narradas en pequeñas viñetas con muy pocos elementos: un decorado mínimo, pocos personajes y un uso muy inteligente de la iluminación para evocar. Con estos pocos ingredientes Tourneur da una pequeña lección sobre lenguaje visual.

Aunque no creo que este film se trate de una obra maestra olvidada que pueda estar a la altura de las grandes películas francesas de la época, La Mano del Diablo para mí justifica su visionado no sólo por el competente resultado final, sino sobre todo por poder disfrutar del saber hacer de Tourneur tras la cámara. Por otro lado, es interesante remarcar que paralelamente en aquella época su hijo Jacques acababa de crear en Hollywood una de las grandes obras maestras del terror, La Mujer Pantera (1942), realizada también con muy pocos medios. No deja de ser curioso comparar cómo cada uno hizo su aportación al género fantástico, evitando ambos ser demasiado explícitos, sirviéndose de presupuestos muy limitados y abogando por la sutileza, pero cada uno a su manera, con su estilo propio.

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El Pájaro Azul [The Blue Bird] (1918) de Maurice Tourneur

Precioso y cautivador film que adapta un cuento de Maurice Maeterlinck. Los protagonistas son dos hermanos de origen humilde, Mytyl y Tyltyl, que son despertados en mitad de la noche por un hada que les lleva a buscar el pájaro azul, un ave que da la felicidad. Como ayuda cuentan con las almas de su perro, su gato y una serie de objetos inanimados como Pan, Agua o Fuego.

Si Griffith fue el gran impulsor de la gramática cinematográfica, Maurice Tourneur podría considerarse como uno de los primeros cineastas en potenciar los aspectos más puramente visuales y estéticos del cine creando obras de una pasmosa belleza, como es El Pájaro Azul. En ese sentido, este film es todo un logro puesto que Tourneur prácticamente transformó la pantalla en un lienzo en el que pintó libremente todos los escenarios y personajes. El mérito de Tourneur fue consolidar la dirección artística y llevarla a unas altas cotas que hasta entonces eran poco frecuentes, el ser capaz de crear unos mundos propios que visualmente resultaran creíbles al espectador, que le sedujeran y le hicieran sumergirse en el film.

También es cierto que pese a sus logros a nivel artístico, narrativamente sigue siendo un film muy básico, ya que esencialmente El Pájaro Azul se sustenta sobre un argumento mínimo que da pie a ese viaje por varios mundos de fantasía. Por supuesto eso no quiere decir que sea un film que se base en su estética únicamente, ya que ésta se halla muy vinculada a las ideas o metáforas que el cuento pretende desprender de cada mundo que visitan los niños. La idea es más bien que bajo la premisa de la búsqueda del pájaro azul los niños emprendan un viaje iniciático que acaba culminando en una moraleja final que seguramente muchos se habrán imaginado de antemano. No es algo que creo que se le pueda achacar al film puesto que en todo momento se nota que busca mantener la esencia de cuento, lo cual comporta esa sencillez argumental, aunque sí que diría que es una pena que desaproveche esa jugosa galería de personajes secundarios formados por las almas de los objetos (a excepción del perro y el gato, que son los que cobran más relevancia).

Como ya apunté, el trabajo de dirección artística está fuertemente vinculado con todo lo que sucede en la película. Por ejemplo, el inicio del film nos muestra la humilde casa de los niños que tiene un aire sombrío y pobre que contrasta con lo poco que intuimos de la casa de los niños ricos, la cual nos es mostrada de forma muy imaginativa por las siluetas que se adivinan en las ventanas y que nos dan a entender que están celebrando una gran fiesta. No se nos llega a mostrar nunca el interior de esa casa, pero esa simple imagen resulta muy evocadora para los niños hasta que el hada les dice que en realidad no es más bonita que su propio hogar. Ese énfasis en apreciar el interior de las cosas, su verdadero espíritu, es uno de los grandes temas del film acentuado en ese increíble momento en que los niños pueden ver el alma de los objetos de la casa y éstos adquieren vida: el Pan es un corpulento hombre vestido como un hindú mientras que el agua y los rayos de luz se evocan con la forma de una delicada joven.

Del mismo modo, la recreación de los diversos mundos que visitan es extraordinaria y sumamente original. Mi favorito es quizás el primero de todos, el Palacio de la Noche, en que el niño explora por diferentes habitaciones en que se encuentran escondidos los fantasmas, las enfermedades o los miedos. La forma como Tourneur dio forma a estos conceptos tan abstractos es uno de los mejores aspectos del film.
El mundo de los lujos y la felicidad sirve también como divertida recreación de los peores aspectos de la vida ociosa y lujosa (la pereza, la gula, la ignorancia…). Quizás se pueda antojar algo moralista pero la forma como se muestra es sumamente original. Finalmente, el viaje concluye en uno de los espacios más sorprendentes en que se encuentran todos los niños del mundo que están por nacer. Tourneur se recrea en las posibilidades de este nuevo mundo y crea una escena sumamente evocadora e inolvidable en que cientos de niños fantasean y sueñan con su futura vida.

Una pequeña joya del cine mudo que utiliza de una forma magistral las posibilidades estéticas y visuales del medio cinematográfico, manteniendo esa magia tan especial que caracteriza los relatos infantiles.