La Venganza de Frank James [The Return of Frank James] (1940) de Fritz Lang


¿Es posible hacer un western cuyo protagonista no mata a nadie durante toda la película? ¿Tiene sentido realizar un filme sobre un presunto vaquero invencible que nunca llega a demostrarnos realmente sus dotes con la pistola? Si ven La Venganza de Frank James (1940) de Fritz Lang descubrirán que, contra todo pronóstico, sí, es posible.

Permítanme un paréntesis. Uno de mis engendros favoritos realizados en torno a una película respetable es el prólogo de Por un Puñado de Dólares (1964) que se le encargó a Monte Hellman para el estreno de la película en la televisión americana. Dicha escena de cuatro minutos mostraba a Harry Dean Stanton encarnando al alcaide de una prisión que liberaba de la celda al personaje de Clint Eastwood a cambio de que fuera al pueblo donde sucede la acción a acabar con la guerra entre familias que tiene lugar allá. Al haberse filmado este añadido sin la autorización de Sergio Leone o Clint Eastwood, la escena tiene un tono cómico involuntario al mostrar siempre al personaje de Eastwood de espaldas a la cámara para esconder que lo interpreta otro actor y lo intenta compensar con algunos primeros planos descontextualizados cogidos de la película que quedan aún peor. Lo más interesante de esta escena está en el por qué una televisión americana invirtió dinero en este prólogo absurdo: para dar una moralidad al personaje, porque no concebían un western en que el héroe aparece de la nada y desata esa carnicería sin alguna justificación. Con esta escena todo se explicaba: el personaje de Eastwood estaba cumpliendo una misión que le habían encomendado.

Volvamos al western que nos ocupa. Si en los años 70 aún había al frente de ciertos medios personajes tan obtusos que creían necesario «moralizar» un spaghetti-western, ¿cómo no iba a suceder algo parecido en los más conservadores años 40? Sumémosle además el famoso Código Hays en funcionamiento, de una rigidez moral terriblemente puritana y cerrada de miras que exigía que cualquier personaje que cometiera un crimen pagara por ello a lo largo de la película, para no dar malos ejemplos al público. Y eso nos lleva a La Venganza de Frank James. Es cierto que no todos los westerns clásicos (afortunadamente) son tan rígidos moralmente como éste, pero el simple hecho de que exista esta anomalía, un western en que el protagonista no hace daño ni a una mosca aun siendo presentado como un excelente tirador, merece ser estudiado.

Tal y como augura el título, la película es una secuela de la excelente Tierra de Audaces (1939) de Henry King, que narraba la historia del forajido Jesse James y su asesinato a manos de su amigo Robert Ford. El enorme éxito de la película de King movió a la Twentieth Century Fox a promover una segunda parte que explicara las desventuras del hermano del protagonista, Frank James, a la hora de intentar vengar su muerte. Hasta aquí todo tiene sentido. Lo que me extraña es que el estudio decidiera dar este encargo a un director alemán que no llevaba más que unos años en Estados Unidos y que nunca antes había dirigido un western: Fritz Lang. Pero después de todo Lang venía de un fracasado intento de comedia musical, la fallida pero interesantísima You and Me (1938)  que quizá le pega aún menos. Así que, ¿por qué no?

De hecho aunque era un puro encargo de estudio ya cerrado en casi todos sus detalles, Lang aparentemente lo acogió con los brazos abiertos y le salvó del primero de sus muchos baches comerciales en su accidentada carrera americana al ser un sonado éxito de taquilla. Pero aunque el resultado es más que correcto, realmente La Venganza de Frank James es una película que pone a prueba las versiones más puristas de la consabida teoría de los autores, puesto que realmente no hay casi nada de Lang en esta cinta. De hecho a nivel visual sigue una línea continuista con la primera parte (que aportaba un trabajo de fotografía en color extraordinario que aquí no resulta tan brillante pero sigue un estilo muy similar) y a nivel de contenido es casi la antitesis del cine de Lang, un cine que tiene como uno de sus principales rasgos evitar la clara separación entre buenos y malos, que apuesta por la ambigüedad moral; y que aquí en cambio tiene un protagonista que es un sin sentido en si mismo, un cowboy que casi nunca dispara, un fuera de la ley cuyos mayores actos criminales (robar dinero a una empresa de ferrocarril y parar un tren) el guion insiste en justificar continuamente, que cuando toma prestado unos caballos o un carro deja dinero a sus dueños para demostrar que no está robando a nadie. Decididamente no encontraremos en el Far West a un tipo tan recto y honesto como Frank James.

Hacia el final de la película, Frank James se entrega voluntariamente a la justicia, lo cual nos lleva a la inevitable escena del juicio, que como sabemos es uno de los recursos por defecto del guionista del Hollywood clásico que no sabe cómo acabar la película. Su defensor, el dueño de un diario con muy malas pulgas, usa todas las tretas populistas imaginables para ganarse al jurado, y aunque el guion nunca critica abiertamente estas artimañas sí que al final nos queda la sensación de que, sí, se ha hecho justicia al absolver al protagonista, pero no porque el jurado haya sabido analizar correctamente el caso, sino por lo manipulable que resulta (algo que, aunque solo sea de pasada, sí es muy langiano).

Resulta extraño pues encontrarse con un western tan descafeinado, tan light que no podría ofender a nadie, y más cuando la primera parte dirigida por King precisamente contaba con un protagonista más ambiguo, un hombre bueno y honrado que, cuando se convierte de forma forzada en un fuera de la ley, acaba poco a poco perdiendo su humanidad. Lo que nos queda pues es un filme entretenido, bien realizado y muy competentemente encabezado por Henry Fonda si bien el personaje que encarna no admite muchos matices. Tenemos también al clásico jovencito buscabroncas que tendrá un previsible final, y a una joven reportera (una primeriza Gene Tierney) algo pánfila que nos obliga a soportar una subtrama potencialmente amorosa muy poco interesante que, en cambio, no tiene el final previsible (lo cual es de agradecer en una cinta que no nos va a deparar muchas sorpresas, ofreciéndonos hora y media de entretenimiento pero sin salirse nunca de lo esperado). Y si bien la ausencia de escenas de acción le resta el componente de suspense, a cambio sí que tiene otros momentos muy interesantes, como la obra de teatro en que aparecen los Ford interpretándose a sí mismos, sin lugar a dudas mi instante favorito de la película.

Tratándose ciertamente de un Lang menor, La Venganza de Frank James es de todos modos una buena película de puro entretenimiento a la que lo que más se le puede achacar es esa total falta de mordiente; que viniendo de una primera parte que mostraba los aspectos positivos y negativos de Jesse James en la secuela se opte por una casi canonización de su hermano, quien supuestamente se pasó años en la banda de forajidos de Jesse pero aparentemente «nunca hizo daño a nadie». Eso nos lleva a preguntarnos a qué se dedicó esos años mientras sus compañeros robaban y mataban y a concluir que Frank James es, entre muchas otras cosas, un auténtico fracaso como bandido del salvaje oeste.

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