Resulta interesante encontrarse por sorpresa en la filmografía de un director asociado a un tipo de cine muy concreto películas que se escapan por completo a lo que esperaríamos de él, sobre todo cuando éstas no son simplemente curiosidades – por ejemplo Liliom (1934) de Fritz Lang – sino buenas obras que se sostienen por sí solas. Es el caso de Costa-Gavras, un cineasta asociado automáticamente al cine político pero que en su debut Los Raíles del Crimen (1965) nos demuestra su versatilidad para abordar un magnífico filme policíaco intachable en todos los sentidos: impecablemente realizado, entretenido, con buenas escenas de intriga y algunos detalles muy curiosos.
A la llegada a su destino de un tren que realiza el trayecto Marsella-París la policía encuentra a una mujer estrangulada en su litera. El inspector Grazziani, encargado del caso, intenta contactar entonces con todos los ocupantes de ese coche cama para dar con el culpable, entre los que se encuentran una joven que trabó amistad con un muchacho que viajaba sin billete y al que coló en una litera vacía. Pero el caso se complica cuando el asesino empieza a liquidar a los otros ocupantes del coche cama, obligando a Grazziani a actuar lo más rápido posible antes de que se quede sin testigos.
Un primer aspecto a remarcar de Los Raíles del Crimen que además se hace evidente muy pronto es la forma como Costa-Gavras se mueve en diferentes registros con bastante comodidad y sin que la película deje de parecer homogénea en conjunto. Inicialmente adopta un tono más ligero centrándose en la historia de los dos jóvenes que se encuentran en el tren, algo acentuado en el tono de la banda sonora y en la entrañable torpeza del chico. Pero luego, cuando entra el elemento criminal, se va combinando esta subtrama con escenas de registros variados, desde algunas de tono más dramático (la viuda de una de las víctimas implorando por su pobre marido) a otras que se amoldan más al polar convencional (todas las relacionadas con las pesquisas del inspector Grazziani).
Si eso fuera poco, el guion profundiza además en algunos de los personajes secundarios de la trama otorgándoles incluso una voz en off que nos permite conocer sus inquietudes y sus problemas personales. El primero de ellos es un hombre introvertido e inestable incapaz de relacionarse con las mujeres encarnado por un magnífico Michel Piccoli, quien nos comparte mediante su monólogo interior sus inseguridades y su frustrado intento de seducir a la víctima del crimen. Costa-Gavras se sumerge tanto en la psique del personaje que nos muestra el encuentro que tuvo con ella a bordo del tren de forma expresamente distorsionada: la escena tiene un aspecto casi abstracto al ser un recuerdo, y no representa lo que sucedió sino lo que él cree que sucedió (es decir, que fue ella la que le lanzó una indirecta a él, algo que parece altamente improbable).
Lo mismo sucede con la subtrama protagonizada por una actriz de edad avanzada interpretada por la gran Simone Signoret, que en este caso muestra el romance fugaz que tiene con un estudiante de veterinaria encarnado por Jean-Louis Trintignant (¿empiezan a darse cuenta de que tenemos un reparto de primer nivel?). El cineasta aquí es consecuente y le da a estas escenas un tono más nostálgico y ensoñador, aunque aun así nosotros no podemos evitar notar cómo ese joven amante en el fondo parece querer aprovecharse de ella. Toda esta combinación de historias propone una curiosa mezcla de diferentes registros (la subtrama de los jóvenes amantes parece una comedia, la de Piccoli apuesta por un tono más desasosegante y extraño, y la de Signoret es un drama puro y duro) que Costa-Gavras consigue que armonicen y encajen a la perfección con la principal historia policiaca. Ésta viene comandada por Yves Montand como un inspector Graziani hastiado de su trabajo y de su superior, quien le pasa los casos que no podrá resolver para poder ascender y que, cuando se pone manos a la obra, hace una serie de deducciones más bien poco brillantes.
El tramo final decide apostar definitivamente por el polar con un giro de guion bastante bien resuelto, y la cinta adquiere entonces un tono mucho más vibrante con algunas escenas de suspense y una persecución de coches (con moteros incluidos) excelentemente filmada. La película no tiene la profundidad de las obras más serias de Costa-Gavras, pero es un entretenimiento de primer nivel que nos hace preguntarnos qué otros filmes por el estilo nos podría haber ofrecido el director de haber optado por una carrera de tono más lúdico que reivindicativo.
No he visto el debut de Costa-Gavras, un director con varias películas que me gustan mucho. La apunto en mi maravillosa lista de películas pendientes.
Fíjate que a mí me fascinó descubrir dentro de la carrera de Lang una película como Liliom, toda una rareza efectivamente en su filmografía. Me chifló ese Dios convertido en un cineasta. Y que tiene a todos los humanos controlados a través de las películas de nuestras vidas… además en la banda de sonido capta también los pensamientos… ¡No se le escapa ni una! Por otra parte, aparece jovencísimo uno de mis muchos consentidos en el universo del cine: Charles Boyer.
Quizá, te cuento una de mis pasiones cinéfilas, sea porque me chiflan esas películas que indagan qué hay más allá, y juegan con el concepto de «cielo».
Beso
Hildy
Hola Hildy,
Supongo que ya la habrás visto, pero si te gustan las películas que juegan con el concepto de cielo mi favorita en ese sentido es la maravillosa A vida o muerte (1946) de Michael Powell y Emeric Pressburger. En caso negativo, ahí queda la recomendación.
Un saludo.
Sí, adoro esa película, A vida o muerte (1946) de Michael Powell y Emeric Pressburger, aunque tengo que volver a revisitarla. Gracias por la recomendación. Vamos, de hecho me chifla la filmografía de Powell y Pressburger. En el top pongo Las zapatillas rojas. Pero también me siento de maravilla viendo Vida y muerte del coronel Blimp o Narciso negro.
A esa pasión que te decía por esos «cielos» cinematográficos, también añado todas esas películas que juegan con el concepto del tiempo y espacio, tipo Jennie de William Dieterle, Su milagro de amor de John Cromwell o Sueño de amor eterno de Henry Hathaway.
Beso
Hildy
Powell y Pressburger son también de mis favoritos, y otro gran admirador de su cine es Scorsese. Y ya se sabe que Scorsese y yo no podemos estar equivocados…
Me encantan Jennie y Sueño de amor eterno, anoto Su milagro de amor, que no la conocía. ¡Gracias por las recomendaciones!
Anoche vi esta peli que me tenía apuntada mentalmente desde que la reseñaste aprovechando que estoy viendo otras de Costa-Gavras más recientes que desconocía. Aparte de felicitarte por tu estupenda descripción y análisis, tengo que decirte que me ha gustado mucho, creo que incluso más que a ti, o a lo que desprende tu texto.
Me pareció una peli original, fresquísima y libérrima. Y muy ágil y muy visual, cosa que me encanta. Me ha provocado, sin embargo, un cierto desencanto, que es la pena de que, como insinúas tú mismo, un director con tanto ojo se haya volcado tanto en las ideas.
Hice hace unos días sesión doble de Arcadia y El capital y, siendo películas muy interesantes en su planteamiento, están presentadas con tanta desidia fílmica que el impacto, más allá de lo conceptual, es muy limitado.
Hay una tendencia general de los buenos directores a ir simplificando la puesta en escena con el paso de los años. A veces les sienta bien, en otras ocasiones es una lástima, o eso me parece.
Un saludo!
Hola Manuel,
Celebro que te gustara.
Quizá también es inevitable con el tiempo. Cuando uno debuta joven tiene ganas de probar cosas nuevas e incluir muchas ideas interesantes en su película, al hacerse mayor como dices acabas depurando estilo. Pero en el caso de Costa-Gavras creo que es más lo que dices de que se acabó volcando en las ideas más que en lo cinematográfico, porque yo no he visto en ninguna otra película suya (y aquí incluyo las míticas que hizo en los 70) tal dechado de imaginación. Son muy buenas películas pero que ya se notan más al servicio de denuncias políticas. Y no seré yo el que se queje de ello pero, como apuntas, es una pena que esta otra faceta más creativa se perdiera por el camino.
Un saludo.