Alberto Cavalcanti

Me Hicieron un Fugitivo [They Made Me a Fugitive] (1947) de Alberto Cavalcanti


En los años inmediatamente posteriores a la II Guerra Mundial, un expiloto de la RAF, Clem Morgan, se une a una banda de contrabandistas liderada por el peligroso criminal Narcy, que comercia en el mercado negro. Pero cuando descubre que uno de los trabajos que han realizado consistía en transportar drogas decide dejar la banda después del último golpe que se había comprometido a llevar a cabo. No obstante Narcy, resentido porque los abandone, decide tenderle una trampa y le deja tirado cargando de forma injusta con la muerte de un policía. Pasa el tiempo y Clem, condenado a quince años de prisión por homicidio, recibe la visita de Sally, la exnovia de Narcy, que le revela que éste le traicionó ayudado por la amante que Clem tenía entonces, quien por cierto ahora se ha convertido en la chica de Narcy. Furioso, Clem se fuga de prisión en busca de venganza.

Uno de los rasgos que encuentro tan interesantes de un género tan genuinamente americano como el cine negro es el poder reconocer en obras de otros países sus rasgos tan reconocibles pero adaptados al contexto y la idiosincracia del lugar en que se han filmado. En otras palabras, disfruto mucho de las películas negras que no pretenden simplemente copiar lo que hacían los referentes americanos, sino tomar las características de identidad del género pero luego otorgarles una personalidad propia, y esto es algo que se hace evidente en la magnífica Me Hicieron un Fugitivo (1947) de Alberto Cavalcanti.

Los elementos con los que juega la trama son sin duda los típicos de un buen film noir: un falso culpable perseguido por la policía y una banda criminal, personajes de moralidad dudosa, un protagonista con la impronta del perdedor (de hecho a al inicio de la película no es más que un pobre borracho que se deja arrastrar al mundo del contrabando), violencia bastante cruda para la época, una fotografía en blanco y negro que se sirve a menudo de los claroscuros, etc. Pero luego, aparte de esos elementos, encontramos otros detalles que le dan singularidad a la cinta y la diferencian claramente de sus equivalentes americanos: la precariedad de posguerra que sobrevuela en la mayoría de secuencias (presente en detalles como el expiloto condenado a hacerse delincuente por no tener otro medio de subsistencia o las continuas menciones al mercado negro y los cupones de racionamiento), el ambiente típicamente londinense de pubs de mala muerte, el peculiar sentido del humor que exhiben todos y cada uno de los personajes incluso en los momentos más tensos y, por qué no, el marcado acento británico que le da un aire distintivo a la cinta respecto a sus equivalentes yankis.

Si algo demuestra Me Hicieron un Fugitivo es que el noir no es un género necesariamente americano. Es una forma de narrar historias, una visión pesimista y decadente del mundo, una estética opresiva. De hecho Cavalcanti a veces opta sorprendentemente por dejar de lado momentos de potencial suspense (por ejemplo la fuga del protagonista) y en cambio prefiere centrarse en detalles que enfatizan esa visión tan oscura del mundo típica del noir, como ese pequeño episodio de la mujer que ayuda a Clem a escapar… a cambio de que asesine a su marido, un insufrible borrachín. Cuando más adelante el inspector de policía le reprocha a Clem que acabara mezclado en esa banda de criminales en el fondo no podemos evitar preguntarnos qué alternativa tenía: ¿cómo no caer en esa tentación en un mundo donde quien más y quien menos coquetea con el crimen para sobrevivir (la esposa que quiere eliminar a su marido, el camionero que comercia con cupones de gasolina)?

El cineasta de origen brasileño Alberto Cavalcanti – uno de esos directores internacionales con una curiosa filmografía a caballo entre Francia, Reino Unido, Brasil, Alemania del Este e Israel – le imprime magistralmente a la película ese tono de film noir ayudado por la excelente fotografía en blanco y negro del checo Otto Heller y un muy inspirado Trevor Howard en el papel protagonista, encarnando a un personaje de carácter más bien rudo y desencantado. Una muestra de cómo ese género tan asociado a la cinematografía americana a menudo da lo mejor de sí combinando los talentos de diferentes países.

Como broche final, el desenlace de la película se mantiene sorprendentemente fiel a su tono tan duro y cínico ofreciendo un pequeño resquicio de esperanza pero muy leve. En realidad nada nos parece asegurar que se vaya a hacer justicia con Clem o incluso que su fuga haya servido realmente para algo. No obstante, éste lejos de parecer decepcionado se muestra más bien resignado, como alguien que ha recibido tantos palos en la vida que en el fondo sospechaba que su plan no podía salir del todo bien y que era iluso esperar que se hiciera justicia con él. El cine negro es de hecho una especie de oasis dentro de los diferentes géneros de la era clásica en el cual los cineastas podían permitirse ser fieles hasta el final a su visión cínica y pesimista del mundo. En este caso no es una excepción.

Went the Day Well? (1942) de Alberto Cavalcanti

Como es bien sabido la II Guerra Mundial fue el primer conflicto bélico que supo aprovechar las posibilidades propagandísticas del cine a gran escala, algo que ya el gobierno nazi supo intuir de forma muy perspicaz años antes de la guerra con films documentales tan conocidos como El Triunfo de la Voluntad (1935) y Olympia (1938) de Leni Riefenstahl. Durante los años que duró la guerra es también sabido que Hollywood pasó, de la noche a la mañana, de ser una industria fiel a la ideología neutral impuesta por el gobierno a convertirse en una de las mayores maquinarias propagandísticas en favor de la causa aliada. Pero no fueron los únicos. En el resto de países implicados en los que sus industrias cinematográficas seguían en pie también se hicieron numerosos films propagandísticos con desigual suerte.
En el caso de Reino Unido se partía del inconveniente de tener una industria muy poco sólida, por ello las películas más destacadas que hacían propaganda a favor del esfuerzo británico vinieron de Hollywood (véase por ejemplo La Señora Miniver, de la que el propio Winston Churchill dijo que había hecho más por la causa aliada que una flota de bombarderos). Sin embargo eso no quita que en esos años productores como el afamado Michael Balcon hicieron lo posible por aportar su granito de arena con films como éste.

La historia de Went The Day Well? partía de la que era la peor pesadilla del pueblo británico en aquellos años: una posible invasión germana. En un pequeño pueblo inglés aparece un día un grupo de soldados ingleses que deben hacer unas maniobras por la zona. En realidad son soldados alemanes haciéndose pasar por ingleses que se han introducido en el pueblo para llevar a cabo una invasión desde dentro. Cuando los habitantes descubren la verdad, los alemanes les retendrán como rehenes hasta que se produzca la invasión bajo la amenaza de organizar una masacre si se rebelan, pero los ingleses no se dejarán intimidar por mucho tiempo.

La premisa en sí misma es muy jugosa y seguramente en manos de un profesional del género como Hitchcock o Fritz Lang podría haber dado una genialidad, el primero con su inconfundible manejo del suspense, el segundo con sus dotes para dirigir films colectivos basados en situaciones extremas. Pero no es el caso. Su director fue Alberto Cavalcanti, uno de esos cineastas cuyo nombre no ha acabado trascendiendo entre cinéfilos al no haber dirigido ningún gran clásico conocido pero que, a cambio, participó en el rodaje de algunas de las películas más importantes de aquellos años. De origen brasileño, en los años 20 colaboró en varios films con el cineasta vanguardista francés Marcel L’Herbier y, más adelante, participó en los rodajes de la mítica Berlín, Sinfonía de una Ciudad (1927) – que a su vez debió inspirarse en una obra precedente del propio Cavalcanti llamada Rien Que Les Heures (1926) – y del imprescindible documental inglés Night Mail (1936)

No obstante, su papel en un film más convencional como éste acaba siendo puramente rutinario. Aunque muy bien filmada, la película resulta impersonal y sin garra. Pese a que se nos ofrecen algunas escenas de suspense muy interesantes (como cuando los habitantes han de fingir que todo sigue normal ante el chico de los periódicos y el cartero), no acaban de explotarse del todo.

Pero no pretendo dar una visión negativa de la que es al fin y al cabo una buena película, ya que el único problema es que tal argumento daba para un film de suspense memorable. Dejando de lado expectativas y comparaciones con otros directores, Went The Day Well? es un film notable del que se debe destacar sobre todo lo bien que que se desenvuelve en su escasez de medios. Aunque es obvio que es una película de pocos recursos, sobre todo comparada con sus equivalentes hollywoodienses, el resultado final apenas deja entrever esas carencias. Resulta modesta pero al mismo tiempo aprovecha su premisa y medios al máximo. De hecho, al pretender ser una obra que hiciera empatizar al público británico, la escasez de grandes estrellas en el reparto y los escenarios tan modestos consiguieron que los espectadores sintieran más cercana la trama que se les contaba.

Por otro lado, lejos de ser una película amable que pretendiera apoyar el esfuerzo bélico como si fuera algo fácil, los guionistas no esconden los horrores de la guerra y no dudan en matar a personajes inocentes con los que el público seguro que simpatizaba. Después de todo, la guerra no era un juego de niños. Se trata por tanto de una obra muy interesante que tiene el aliciente de ver un ambiente rural eminentemente británico envuelto en un contexto radicalmente diferente, el ver a esos entrañables personajes típicamente ingleses inmersos en una situación extrema y violenta. Es decir, una alternativa a los clásicos films aliados ambientados en campos de batalla y protagonizados por valerosos héroes indestructibles. Una visión más sencilla y realista que, al mismo tiempo, suponía una alternativa modesta a las grandes producciones bélicas de la época.