Carol Reed

Larga Es la Noche [Odd Man Out] (1947) de Carol Reed

Hay películas cuyo valor no se puede entender simplemente leyendo su trama o una mera descripción de su puesta en escena. De este modo, el que afronte Larga es la Noche (1947) esperando una obra de suspense basándose en el argumento o en que a menudo suela citarse como ejemplo de film noir británico probablemente se llevará una decepción, como explicaremos más adelante.

Ambientada en el norte de Irlanda, el protagonista es Johnny McQueen (un sensacional James Mason), líder de una organización terrorista cuyo nombre nunca se desvela pero no hay que ser muy hábil para sospechar que es el IRA. Fugado de la cárcel, lleva meses escondido en la casa de Kathleen, una joven que está enamorada de él. Después de un tiempo de inactividad propone un plan para robar una gran cantidad de dinero para la organización, en el que además insiste en tomar parte activa pese a llevar un largo tiempo desentrenado. El plan sale mal: Johnny se ve obligado a matar a un hombre y a su vez recibe un disparo. Durante la huida además cae del coche en que le esperaban sus cómplices y tiene que esconderse él solo en mitad de la ciudad. A partir de aquí se inicia una búsqueda de Johnny por parte de la policía, de sus cómplices y de la propia Kathleen mientras éste, moribundo, siente remordimientos por el hombre al que ha asesinado.

Larga Es la Noche, aparte de no se realmente una película de suspense, se trata de una obra con varios aspectos que le dotan de un carácter bastante particular: es un filme cuyo protagonista no solo es un antihéroe (aunque tiene un carácter noble, en el fondo sigue siendo un terrorista que ha matado a un inocente) sino que además es alguien que no puede valerse por sí solo y cuyo destino viene totalmente condicionado por las personas que se lo van encontrando a lo largo de la noche sin que éste tenga casi capacidad de reacción. De hecho Johnny no solo no es un héroe sino que es una carga para aquellos que dan con él (las mujeres que quieren curarlo, el cochero…), o en el mejor de los casos, un medio del que valerse para obtener un beneficio (tal y como se sirven de él los vagabundos). De hecho, la propuesta del filme resulta aún más insólita por ser una obra cuyo final ya conocemos desde el principio, puesto que su protagonista está moribundo, y en todo momento se nos da a entender que las oportunidades de que sobreviva son realmente escasas.

No, Larga es la Noche no es un film noir. Pero eso no es malo, al contrario, se trata de una película especial, de ésas a las que es difícil hacer justicia por escrito, porque el gran mérito de Carol Reed es cómo consigue captar cinematográficamente el ambiente en que se mueven esos personajes, plasmar esa sensación de pesadumbre y de desesperación no tanto por los acontecimientos como por todo lo que les rodea. De hecho, pese al dramatismo de muchos de los actos que presenciamos, se trata de una obra más bien contenida, en que los personajes hablan entre sí casi en susurros, en que su protagonista parece menos preocupado que el resto de personajes por salvarse y en que el antagonista, el inspector del policía, parece más empeñado en evitar que Kathleen se mezcle en este asunto que en atrapar a Johnny.

Es una película definitivamente extraña, en que la trama se aleja a menudo de Johnny para ofrecernos instantáneas de vidas de otros personajes y que al final se centra en unos vagabundos que quieren aprovecharse del protagonista por diferentes motivos – pero a los que difícilmente se les podrían reprochar nada teniendo en cuenta que éste acaba de matar a un hombre durante un robo y ellos son unos muertos de hambre. En conclusión, se trata de una obra teóricamente de suspense en que las escenas de suspense definitivamente son la excepción antes que la norma.

Mención aparte merece Carol Reed en la que fue su primera gran película por el extraordinario trabajo que hace de dirección. Aquí asimila muchos códigos estéticos del film noir, es cierto, pero combinándolos con otros recursos visuales que acentúan cierta sensación de irrealidad (los delirios visuales de Johnny) y con una ambientación urbana que aprovecha maravillosamente el uso de exteriores (buena parte de éstos filmados en Belfast), que le acaban de dar ese toque de autenticidad tan especial. En definitiva, Larga es la Noche es una película que en la vieja tradición de la era muda invita más a dejarse llevar sin pensar en los códigos de ningún género y a disfrutar de sus imágenes.

Tren Nocturno a Munich [Night Train To Munich] (1940) de Carol Reed

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1939.  El ejército alemán invade Praga y el gobierno checo decide enviar a Inglaterra al Doctor Bomasch, uno de sus científicos más prestigiosos, para evitar que caiga en manos de los nazis y que éstos usen sus conocimientos para su propio bien. Aunque el profesor escapa, su hija Ana es capturada y enviada a un campo de concentración. Ahí conoce a un prisionero llamado Karl Marsen que le ayudará a escapar hasta Reino Unido para que se vuelva a reunir con su padre. No obstante, Karl en realidad es un doble agente que trabaja para la SS y ha llevado a cabo una falsa huida con ella para ganarse su confianza y llegar hasta el Doctor Bomasch. Cuando éste vuelve a ser capturado por los nazis, el oficial Dickie Randall, que era el encargado de protegerle, decide llevar a cabo un arriesgado plan para traerle de vuelta de Alemania.

Resulta inevitable mencionar la obra maestra de Hitchcock Alarma en el Expreso (1938) a la hora de hablar de Tren Nocturno a Munich, ya que ambas obras tienen mucho en común. No sólo son films británicos de suspense con toques de comedia ambientados en la época anterior a la II Guerra Mundial, sino que ambos fueron escritos por el mismo equipo de guionistas (Sidney Gilliat y Frank Lauder) y cuentan con la misma protagonista femenina (Margaret Lockwood), por no hablar de que buena parte de sus respectivas tramas suceden en un tren. De hecho Tren Nocturno a Munich cuenta con numerosos ingredientes puramente hitchcockianos como esa mezcla entre humor británico y suspense, además de una serie de personajes que juegan con sus falsas identidades. Por ejemplo, la escena del oculista que resulta ser un agente nazi es puro Hitchcock (e incluso puede traer a la  mente la escena del dentista de la versión inglesa de El Hombre Que Sabía Demasiado), por no hablar de la imagen del agente Randall haciendo el papel de ridículo cantante para encubrir su verdadera misión.

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En general los ingredientes son los mismos que encontraríamos en un film de Hitchcock, pero al mismo tiempo se nota que no es una película de Hitchcock, sino que quien ha hecho la mezcla es otro cineasta, nada menos que Carol Reed en una de sus primeras obras como director. Afortunadamente, Reed encuentra el tono adecuado para llevar a la pantalla un guión que combina inteligentemente suspense con toques de comedia sin que ambas tendencias se pisen mutuamente (por ejemplo el falso documento de indescifrable firma que lleva Randall consigo al hacerse pasar por oficial nazi). Otro elemento que también nos puede traer a la mente al maestro del suspense es esa forma de jugar con la pareja protagonista abocándola a situaciones embarazosas, en este caso obligándoles a compartir una intimidad (supuestamente) no deseada en una noche de hotel y fingiendo un romance inexistente (de nuevo podemos encontrar referentes en Alarma en el Expreso y en Los 39 Escalones).

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No obstante la mayor sorpresa para los conocedores de la obra de Hitchcock está en la presencia de los actores Basil Radford y Naunton Wayne encarnando a Charters y Caldicott, dos hombres puramente británicos que viven en su propio mundo ajenos a la realidad. Ambos ya aparecían en Alarma en el Expreso y casi le robaron el protagonismo al resto de personajes con sus impagables escenas cómicas. De hecho funcionaron tan bien que se les volvió a emparejar expresamente repitiendo sus personajes en esta otra película así como en otras que hicieron más adelante como Pasaporte a Pimlico (1949).

Charters y Caldicott cumplen aquí una función prácticamente idéntica a la que tenían en la película de Hitchcock: una visión cómica del inglés fanático de aficiones tan británicas como el cricket e inconsciente del peligro nazi, pero que a la hora de la verdad se unen a la lucha con los protagonistas. Su aparición a mitad del film cobra tal importancia que parece casi que el director y los guionistas se hayan olvidado de los protagonistas, e incluso que se resistan a introducir a Charters y Caldicott a la trama principal para que podamos seguir disfrutando de sus impagables diálogos (uno de ellos lee interesado el Mein Kampf esperando encontrar la respuesta a todo lo que sucede, más adelante su única preocupación será recuperar unos palos de golf, y sólo se decidirán a ayudar a Randall cuando un oficial nazi se burle de ellos).

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Finalmente el tercer acto apuesta más claramente por el suspense, y aunque en las escenas más espectaculares como la del teleférico se nota el limitado presupuesto (las maquetas de ésta y otras escenas resultan muy obvias) el resultado final es notable gracias a la excelente realización de Carol Reed sabiendo dosificar la acción y escondiendo las carencias de la película. No obstante yo prefiero el suspense que se genera en otra escena de espacio más reducido: cuando llega al camarote de los protagonistas la bandeja de comida, que contiene una nota de Charters y Caldicott alertando del peligro y que puede caer en manos del oficial nazi. Los tres personajes principales van sirviéndose el té y las pastas sin darse cuenta de la presencia de la nota hasta que Ana la descubre y, en un rapidísimo cruce de miradas, la situación llega a una tensión casi insoportable.

A diferencia del film de Hitchcock, aquí el protagonismo de Margaret Lockwood queda más supeditado al de su pareja, interpretada aquí por Rex Harrison encarnando a un galán juguetón y simpático. De hecho aunque la interpretación de la actriz resulta correcta, acaba inevitablemente sepultada por la de Harrison y la de secundarios como el dúo Radford-Wayne o el actor Paul Henreid como astuto antagonista.

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Pese a las inevitables comparaciones con Alarma en el ExpresoTren Nocturno a Munich es un magnífico producto de entretenimiento que se sostiene por sí solo sin necesidad de verlo como una continuación o remake de la película de Hitchcock. Su estilo tan ligero y bien acabado lo convierten en una obra que a día de hoy se visiona mucho más agradablemente que otros films de propaganda antinazi de la época, más pesados por su carga política o su tono excesivamente grave.

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