Seth Holt

Nowhere to Go (1958) de Seth Holt


Aquellos de ustedes que nunca se hayan dedicado al mundo del crimen como este Doctor seguramente tienen la percepción de que lo más difícil de cometer un robo es realizar el acto en sí. Y aunque muchas veces es así, en otras ocasiones lo realmente complicado no es cometer el crimen… ¡sino conseguir llevarse el botín! Miren si no el caso de Paul Gregory: un estafador canadiense que consigue ganarse la confianza de una viuda que viaja hasta Londres para vender la colección de monedas valiosas de su marido, para luego robárselas y venderlas por su cuenta. El crimen de Paul es aparentemente simple: sabe que le atraparán e irá a la cárcel, pero su idea es esconder el botín, cumplir una sentencia menor por robo y cuando salga de prisión recogerlo. El problema es que en lugar de ser condenado a tres o cinco años como tenía previsto le cae una sentencia de diez. Así que con la ayuda de su cómplice Sloane escapa de la cárcel y se dispone a recuperar el valioso botín, que está guardado en una caja fuerte en un banco. Parece fácil, ¿Verdad? Pues todo el desarrollo de Nowhere to Go (1958) se basa en la imposibilidad de Paul por recuperar ese dinero que tiene a su disposición.

Dentro del ciclo de películas policíacas realizadas en Reino Unido, este filme de Seth Holt me parece uno de los más interesantes. De entrada me gusta el tono tan seco que se le imprime con una ausencia casi total de banda sonora salvo en momentos muy puntuales y un protagonista que no hace nada por congraciarse con el espectador. Es uno de esos filmes que va al grano, sin escenas superfluas y que se centra en esos pequeños detalles que uno suele pasar por alto cuando piensa en el ajetreado día a día de un fugitivo de la ley.

Por ejemplo, ¿nunca han pensado que los criminales también necesitan dormir? ¿Qué hacer cuando no puedes volver a tu escondrijo y no tienes a dónde ir, como indica el título del filme? Durante buena parte de la trama nuestro Paul deja momentáneamente de lado el problema de sacar su dinero del banco y se centra en algo más sencillo: encontrar un sitio donde pernoctar, ya sea buscando a alguien de confianza que le proporcione un lecho o colándose en una casa abandonada simplemente para descansar. Acostumbrados a los filmes policíacos donde la trama se centra en las partes más emocionantes nos puede parecer un poco absurdo que nuestro protagonista se exponga a ser atrapado de esta manera, pero ¿cómo organizar un plan para escapar del país sin tener antes donde caerse muerto para reponer fuerzas?

Otro aspecto realmente interesante del filme es la forma como se nos ocultan a menudo las intenciones del protagonista, de modo que muchas veces no entendemos el por qué de sus actos hasta más adelante. No se nos conduce la mano facilitándonos la comprensión de lo que estamos viendo, más bien parece que Paul va por delante nuestro con sus planes y que nosotros tenemos que seguir su ritmo como podamos. Mi ejemplo favorito es cuando compra en una tienda de mascotas un pequeño saco de arena para pájaros que somos incapaces de entender para qué lo necesita, y que acaba utilizando para tender la trampa más tonta del mundo pero que funciona a la perfección. En detalles como éste es innegable que se busca crear un filme policíaco más prosaico y menos dado a los clásicos tiroteos.

Hay un momento de la película en que parece que la trama se pierda, que el botín robado se da por perdido y que ni el mismo Paul sepa qué hacer. Eso, que podría parecer un defecto de guion, en realidad es una muestra de lo fiel que es a su premisa realista, y como a veces un criminal se ve obligado a abandonar su plan inicial y simplemente centrarse en escapar improvisando sobre la marcha. Aquí cobra aún más fuerza el título de la película cuando Paul descubre que literalmente no tiene a dónde ir ni casi nadie en quien apoyarse, ni siquiera otras figuras del mundo del crimen a las que pedir ayuda a cambio de una parte del botín. La única excepción es una joven (interpretada por una debutante Maggie Smith) a quien acaba de conocer y con la que no tendrá el clásico romance que uno esperaría, sino que su relación tendrá un final más bien desencantado basado en un malentendido.

Holt le imprime a la cinta un tono desesperanzado pero sin dramatismos, simplemente como la crónica de un hombre inicialmente lleno de recursos a quien poco a poco éstos se le van agotando. La película ofrece muy buenas escenas de suspense y un inteligente criminal como protagonista, pero no hay ni rastro del romanticismo del perdedor ni del aura mítica del cine negro. Es un relato seco que consigue fiel a si mismo hasta el mismo desenlace y que una vez más nos invita a reivindicar el legado cinematográfico que nos ofrece Reino Unido más allá de los clásicos títulos canónicos.

A Merced del Odio [The Nanny] (1965) de Seth Holt

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A mediados de los 60, la veterana actriz Bette Davis vio relanzada su carrera gracias al gran éxito de la magistral Qué Fue de Baby Jane (1962), cuya terrorífica actuación demostró que seguía en forma para sus clásicos papeles de mujer perversa. A ésta le seguirían otras películas como la excelente y reivindicable Canción de Cuna para un Cadáver (1964) y A Merced del Odio.

Pese a ser una obra de la Hammer, el film no tiene nada que ver con sus otras producciones y resulta ser una obra de suspense elegante, contenida y de impecable factura.
Joey es un niño que ha pasado unos años internado en un centro psiquiátrico debido a su problemática conducta. A causa de un oscuro trauma del pasado relacionado con la muerte de su hermana pequeña, Joey tiene una personalidad muy difícil y conflictiva, especialmente con la anciana niñera de la casa, a la cual odia profundamente. Dicha niñera, que fue a su vez la niñera de su madre cuando era pequeña, soporta pacientemente todas las insolencias del joven Joey además de ayudar a su inestable madre Virginia a seguir adelante en un hogar con un hijo desequilibrado y un marido ausente por su negocio.

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El resultado final resulta ampliamente satisfactorio al mantenerse el suspense y la tensión en todo momento pero sin recurrir a sobresaltos, simplemente basándose en la enrarecida atmósfera que impregna el hogar de los Fane. Gran parte de este mérito recae en los protagonistas: el niño Joey (no soy muy amigo de las actuaciones infantiles pero hace un trabajo admirable) y, claro está, Bette Davis como la entregada niñera. Durante la primera parte del film el odio irracional de Joey es tan fuerte que nos cuesta entender que la adorable niñera pueda soportar tantísimas humillaciones con esa remarcable paciencia, lo que nos hace desconfiar levemente de ella (además de que no podemos olvidar que ese personaje lo interpreta Bette Davis, que no suele ser recordada por sus papeles de adorable mártir). El que una situación tan extrema nos resulte creíble se consigue gracias a esas interpretaciones y a una eficaz descripción del entorno familiar: el padre severo harto de todo, la madre inestable, permisiva y deprimida y el niño problemático y consentido. Además, al no posicionarse el director con ninguno de los dos personajes se consigue que el espectador esté más a la expectativa sin saber del todo qué esperar de cada uno: la niñera puede causar cierta desconfianza pero no le vemos hacer nada sospechoso, y Joey se comporta de una forma tan odiosa que no sabemos si realmente está diciendo la verdad o si simplemente es un niño problemático.

También sirve de apoyo el personaje secundario de Bobbie, la adolescente vecina de Joey que será su confidente y nos servirá para conocer las inquietudes del niño – como curiosidad, señalar que Bobbie es interpretada por la actriz Pamela Franklin, quien sorprendentemente hacía solo 4 años que había coprotagonizado la soberbia Suspense de Jack Clayton interpretando a uno de los niños. Este personaje desempeña un papel crucial en uno de mis momentos favoritos del film. Ella cada mañana sale a la escalera de incendios porque, según dice, cada día pasa por esa calle su novio a verla. Cuando aparece dicho joven (al cual por supuesto no conoce), anuncia que éste «ahora fingirá que se ata los zapatos, como siempre«, y efectivamente lo hace. Entonces Joey dice consternado que está mirando debajo de su falda y por eso finge atarse los cordones. Su vecina responde que no es así pero notamos que sin duda ella también sabe que su relación con su novio imaginario se limita a este pequeño contacto visual.

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Sobre aspectos técnicos, resaltar la excelente fotografia en blanco y negro que le da ese tono tétrico y elegante al mismo tiempo, sobre todo en las escenas nocturnas más tensas. Así mismo para mí la escena cumbre del film es cuando la niñera rememora el accidente en que murió la hermana de Joey, que se nos muestra utilizando un recurso muy inteligente que quizás no sea muy original pero funciona a la perfección y hace que el momento sea aún más tenso.

A Merced del Odio es por tanto la tercera película que completa el pequeño ciclo de films de suspense que protagonizó Bette Davies en los 60 y que le proporcionaron sus últimos grandes minutos de fama en su vejez.

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