El Asesino Está entre Nosotros (1946) es una de esas películas que puede resultar algo difícil de juzgar con cierta objetividad dado su enorme importancia histórica y lo absolutamente loable que resulta su propuesta. Se trata ni más ni menos de la primera película de importancia surgida en Alemania después de la II Guerra Mundial, un país que prácticamente no produjo películas durante todo un año (la conocida como «Filmpause») a causa de su precaria situación y la completa destrucción de una industria cinematográfica que estuvo años al servicio del régimen nazi.
Era aquel un contexto extremadamente difícil por dos motivos: primero por la situación en que se encontraba la nación tras perder la guerra, y en segundo lugar, por el trauma del nazismo. En aquellos años el pueblo alemán tenía que encontrar la manera de salir adelante y, al mismo tiempo, de afrontar la vergüenza de haber estado al servicio de un gobierno que había cometido tantos crímenes contra la humanidad. Fue en esos años tan difíciles cuando el actor y director Wolfgang Staudte intentó tirar adelante un proyecto de película que se proponía mostrar la situación de la Alemania de posguerra tratando además el difícil tema del pasado nazi que tenían que superar (el reverso exactamente opuesto de la recientemente comentada aquí Bajo los Puentes (1945) de Helmut Käutner, una optimista obra filmada poco antes que a cambio no mostraba ningún atisbo de lo que estaba sucediendo). Los diferentes gobiernos aliados que estaban ocupando Alemania rechazaron la idea por lo delicado del argumento, pero por suerte el gobierno soviético dio su visto bueno si se hacía un cambio en el desenlace.
El resultado fue El Asesino Está entre Nosotros, una película que merece nuestro interés en primer lugar por estar filmada en escenarios reales (no había alternativa en aquel entonces por la ausencia de estudios cinematográficos), que nos permiten visualizar de primera mano el estado de miseria de los berlineses en aquella época. Años después Rossellini también plasmaría ese Berlín de posguerra en su mucho más célebre Alemania Año Cero (1948), pero este film es un documento mucho más cercano en el tiempo a la famosa «Hora Cero» a partir de la cual se considera que empezó la Alemania post-nazi.
Los protagonistas son un hombre y una mujer que acaban compartiendo piso en un Berlín sumido en las ruinas: Hans, un médico alcoholizado por los traumas de guerra y que se ve incapaz de dejar atrás el pasado, y Wallner, recién salida de un campo de concentración. Admito que la previsible historia de amor entre ambos no tiene demasiada credibilidad y que el personaje del médico nihilista y descreído agarrado a la botella de alcohol puede resultar algo tópico y cargante. Pero realmente este tipo de personaje resultaba necesario, del mismo modo que lo era la película. Porque El Asesino Está entre Nosotros tiene la finalidad de exorcizar el sentimiento de culpa que sentirían muchos alemanes como Hans, comenzando por el propio director de la película, que había actuado en numerosas películas de propaganda nazi, incluyendo la tristemente célebre El Judío Suss (1940). Sus protagonistas son dos personas unidas por el trauma del nazismo aunque a niveles muy diferentes: ella fue una víctima pura, él fue uno de los muchos alemanes que por obligación formó parte de esta maquinaria y ahora no se ve capaz de superar los recuerdos. Aunque la historia de amor entre ambos sea algo superficial, resulta imprescindible a nivel de significado como una forma de unir a estas dos Alemanias afectadas a diferentes niveles por el nazismo y que deben seguir adelante.
No obstante, la película contiene también otro mensaje mucho más corrosivo asociado también a la realidad del momento: la forma como aquellos nazis que cometieron auténticos crímenes consiguieron después de la guerra reincorporarse a su vida normal como si nada, representados aquí en la figura de Bruckner, un superior de Hans en el ejército que ha reactivado su fábrica y lleva una apacible vida familiar. No solo no se arrepiente de sus crímenes, sino que trata a Hans con familiaridad y se comporta de forma insoportablemente encantadora. Se evita por tanto el tópico del nazi de apariencia cruel, fría y sanguinaria, ya que aquí se trata de un simpático padre de familia. Y es aquí donde entra en juego el principal mensaje de la película reflejado en el título original de la misma, que se desvirtúa ligeramente en la traducción, puesto que lo que dice en realidad es «Los asesinos están entre nosotros», de modo que no se hacía referencia solo al personaje de Buckner, sino al de todos los ex-nazis que no pagaron por sus crímenes de guerra.
La película ya merecería la pena rescatarse solo por la valentía de la propuesta, que hace una contundente crítica a parte de la sociedad alemana que fue cómplice de tantas atrocidades. Pero además a nivel de dirección El Asesino Está entre Nosotros es una obra magnífica, con una puesta en escena que se desmarca por completo del estilo más limpio y menos autoral que marcaba el cine del regimen nazi y apuesta por una ambientación noir con numerosos claroscuros. El aspecto tenebroso sumado a los planos reales de las ruinas de Berlín le otorga al film un tono pesimista y sombrío que encaja con el estado de ánimo del país en aquellos difíciles años.
El público alemán recibió esta obra con los brazos abiertos, entendiéndola probablemente como una película que reflejaba la situación en que se encontraban. Su éxito además sirvió para reactivar el cine alemán de posguerra dando pie de hecho a un tipo de películas, los Trümmerfilm, rodados entre los escombros y lidiando con los problemas cotidianos y morales de la sociedad alemana tras la guerra.