Basada en una obra teatral de W. Somerset Maugham, Lluvia tiene lugar en la isla hawaiana de Pago Pago, donde una serie de personajes se ven obligados a permanecer durante unos días mientras esperan que un barco pueda recogerles. Entre estos personajes destaca el misionero Davidson (acompañado de su mujer) y la joven Sadie, una mujer que se pasa la vida en compañía de hombres y en busca de diversión. No tardará en aflorar la tensión entre ambos personajes hasta el punto de que el misionero intentará repatriar a Sadie de vuelta a los Estados Unidos para que siga el camino correcto.
Pese a la prometedora premisa, Lluvia es un olvidable film que sólo destaca por dos aspectos. En primer lugar tenemos el buen trabajo de Lewis Milestone tras la cámara retratándonos ese paisaje tropical tan asfixiante, el marco perfecto para un argumento lleno de tensión. Aunque no se encuentre entre sus mejores trabajos (sin ir más lejos sus anteriores films fueron la obra maestra Sin Novedad en el Frente y la memorable Primera Plana), cumple con su labor con eficacia.
En segundo lugar está el genial duelo interpretativo entre Walter Huston y Joan Crawford, dos de las más grandes estrellas de su momento que hacen que sus personajes rebosen fuerza y personalidad. Huston está excelente como siempre interpretando a un misionero que cree en la palabra de Dios pero que al mismo tiempo es implacable y no tiene nada de compasión, consigue resultar odioso pero que al mismo tiempo entendamos su forma de actuar y sus principios aunque no los compartamos. En cuanto a Crawford, hace una magnífica interpretación que transmite la ambivalencia de su personaje: duro por fuera en su manera de tratar con los hombres y pelearse con los misioneros, pero al mismo tiempo inestable por dentro como bien lo refleja la facilidad con la que pasa del insulto a pedir disculpas e implorar por compasión.
El defecto de la obra está en que la evolución de los personajes es demasiado repentina. La forma como Sadie pasa a tener el cerebro lavado por los discursos del predicador es tan súbita que cuesta algo de creer, aunque cabe reconocer que la escena en que se nos muestra es excelente. Después de una acalorada discusión, el predicador empieza a recitar el Padrenuestro ignorando a la joven hasta que ella de repente le observa con una mirada extraña hasta acabar arrodillándose y acompañándole en sus oraciones. No sabemos qué le lleva a dar ese paso pero la formidable actuación de Crawford hace creíble la escena, que está rodada en un largo plano sin corte que nos permite ver como ella va poco a poco cayendo hasta convertirse milagrosamente.
Así mismo el final está bastante pobre y precipitadamente resuelto, seguramente la censura tuvo mucho que ver en ello, pero aún así no me parece una resolución satisfactoria.
Salvo la dirección y la soberbia pareja protagonista, el film resulta bastante vulgar y en ocasiones aburrido. Hay demasiados diálogos que delatan su origen teatral y que provocan que le falte ritmo. Se intuyen buenas ideas referentes a la religión (por ejemplo, cuando un personaje comenta amargado cómo los aborígenes salvajes viven felizmente en armonía hasta que llegan los misioneros a predicarles el cristianismo haciéndoles sentir culpables y desgraciados) pero tampoco se profundiza en ellas. El resultado acaba siendo bastante pobre y salvable sólo gracias a la labor de Milestone, Huston y Crawford.