Fuego en la Llanura [Nobi] (1959) de Kon Ichikawa

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«Debe haber granjeros alrededor de ese fuego. Sé que es peligroso ir, pero sólo deseo ver por una vez gente normal.»

Una de las películas más duras y viscerales que he visto. Ambientada en las Filipinas durante la II Guerra Mundial, narra las desventuras del soldado japonés Tamura, que ha sido expulsado de su pelotón por estar débil y tuberculoso y que debe intentar sobrevivir por su cuenta.

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Fuego en la Llanura más que una película sobre la guerra, es una obra sobre la supervivencia, sobre el instinto que le lleva a Tamura a no cometer el suicidio que se había propuesto llevar a cabo y a seguir adelante por muy extremas que sean las condiciones en que se encuentre. En ningún momento vemos enfrentamientos bélicos, sólo soldados débiles, hundidos, asqueados y hambrientos, un ejército caótico y sin rumbo en que cada uno tiene un plan para seguir adelante: intentar llegar hasta otro batallón, rendirse a los norteamericanos, subsistir intercambiando tabaco por comida…

No se nos da ningún personaje heroico y totalmente positivo en el que apoyarnos. Todos actúan movidos por sus más bajos instintos: a Tamura le expulsan de su pelotón y su general le ordena suicidarse si le echan del hospital, en el hospital uno de los enfermos no admitidos intenta robar comida, cuando empieza el bombardeo los médicos huyen a toda prisa dejando completamente abandonados a sus pacientes, Tamura dispara sin motivo alguno a una indígena por puro nerviosismo e intenta hacer lo mismo con su acompañante, además posteriormente se dará cuenta de que no puede confiar en nadie porque puede ser traicionado en cualquier momento. Todos estos comportamientos llegan a su momento cumbre hacia la parte final de la película cuando los personajes se ven abocados a traspasar la última frontera: el canibalismo. En ese punto ya no son seres humanos, son animales en la jungla que intentan matarse entre ellos para sobrevivir.

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Sin embargo pese a la dureza de lo que está narrando, Ichikawa no se recrea en ella llegando a lo impactante y explícito. No nos muestra sangre en prácticamente ningún momento de la película ni tampoco insiste en la brutalidad de lo que sucede ante la cámara, ni nos hace compadecernos de los personajes, simplemente los muestra con absoluta frialdad. Se puede tomar por ejemplo una escena en que varios de los soldados japoneses son atacados por tanques norteamericanos. La escena del ataque es más bien breve y tan sólo muestra unas pocas muertes. A continuación, vemos un plano general con todos los cadáveres desperdigados pero sin acercarse a ellos mediante primeros planos. Vistos de lejos los cuerpos humanos parecen casi abstractos, totalmente despersonalizados. Es así como se ve en la guerra a las personas, como simples puntos que eliminar. Horas después, llega la ambulancia del ejército americano a atender a los supervivientes. Los enfermeros se dedican simplemente a manipular a los cadáveres como objetos, sacudiéndoles o dándoles un rápido vistazo antes de dejarlos caer en el suelo, para luego marcharse comprobando que no queda ninguno vivo.

A partir de esa escena, la presencia americana desaparece y los enemigos de Tamura pasan a ser sus propios compañeros japoneses, quienes no dudan en engañarle y aprovecharse de él. Éste es el momento culminante del film, con ciertas reminiscencias a El Tesoro de Sierra Madre (1948), cuando vemos a los personajes desconfiando mutuamente e incluso yendo a dormir a lugares apartados hasta acabar autodestruyéndose entre ellos.

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La grandeza de la película sin embargo no se encuentra sólo en su crudeza ya que debe destacarse además al magnífico reparto, todos ellos malnutridos expresamente durante el rodaje para que reflejaran mejor el estado de desesperación absoluta de sus personajes, llegando el actor protagonista a enfermar debido a que llevó esa política al extremo. También juegan un papel fundamental la fotografía en blanco y negro y por supuesto la dirección de Ichikawa, que en ciertos momentos le da un toque casi irreal a todo lo que estamos viendo.

Cabe recordar por último que hasta bien entrados los años 50, las películas bélicas estaban censuradas en Japón por motivos obvios, así que Fuego en la Llanura fue una de las muchas obras aparecidas en esa década que quisieron llenar ese hueco una vez levantada la prohibición y atreverse a reflejar el tema sin tapujos ni censuras, sin tópicos ni buenos ni malos (los soldados japoneses del film perecen tanto ante los americanos como ante sus mismos compatriotas). Aún hoy en día sigue siendo uno de los mayores alegatos antibelicistas de la historia del cine, una mirada descarnada que demuestra cómo la guerra ha reducido al ser humano al más bajo nivel hasta convertirlo en un monstruo.

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5 comentarios

  1. Pues acabaré viéndola, había oido hablar de ella pero no había leído ninguna reseña comentándola y los japoneses son expertos en cine antibelicista, ellos más que ningún otro pueblo del primer mundo comprenden los estragos de los conflictos bélicos.

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