Gente en domingo es una película que se recuerda mucho hoy en día sobre todo por los nombres que estuvieron involucrados en ella: Robert Siodmak junto a su hermano Curt, Edgar G. Ulmer, Fred Zinneman y Billy Wilder. Todos ellos emigrarían a Hollywood huyendo del horror nazi y emprenderían ahí una carrera cinematográfica con más o menos suerte: Curt Siodmak y Egdar G. Ulmer no fueron tan exitosos como sus compañeros (el primero fue guionista y el segundo director especializado en serie B con alguna pequeña joya escondida entre su filmografía), Robert Siodmak construyó una sólida carrera con un buen número de geniales películas de cine negro, Fred Zinneman tendría gran éxito con films como Sólo Ante el Peligro (1952) o De Aquí a la Eternidad (1953) y sobre Billy Wilder… bueno, no creo que haga falta comentar nada.
Este film fue su interesante debut tras las cámaras, una película que fue más bien un trabajo colectivo pese a que en sus créditos figura como dirigida por Robert Siodmak y Ulmer y escrita por Billy Wilder.
La premisa de la que parte es muy interesante y se anticipaba en algunos aspectos al estilo neorrealista que llegaría a Europa más de una década después: los protagonistas los encarnan cinco actores no profesionales y la película se rueda en su mayor parte en las calles de Berlín. El argumento sobre el que gira es mínimo, es una excusa para reflejar a la clase obrera berlinesa disfrutando de sus actividades de ocio en un domingo cualquiera. Los protagonistas son dos hombres que quedan con dos chicas para pasar el domingo juntos: uno de ellos está casado pero no parece llevarse bien con su mujer, a la que deja en casa durmiendo; el otro intenta inicialmente seducir a la chica que conoció el día anterior, pero cuando ésta le rechaza él se lanza enseguida a por la amiga que vino simplemente como acompañante. Obviamente, al final de la cita habrá olvidado a las dos.
Pese a que los cinco protagonistas son actores no profesionales, cabe reconocer que hacen sus papeles con mucha soltura y credibilidad. Seguramente la personalidad que exhiben no sea más que un reflejo de la suya propia, y por ello no les supuso mucho esfuerzo hacer un buen trabajo.
Los creadores de la película se recrean ampliamente en el ambiente hasta el punto de olvidar en ciertos momentos a los protagonistas para convertirla brevemente en un documental del Berlín de la Alemania previa al desastre que estaba a punto de llegar. Si se tiene eso en cuenta, se hace extraño ver hoy en día con perspectiva histórica los rostros inocentes y felices de todos esos berlineses inconscientes de lo que estaba a punto de llegar. Por otro lado, a diferencia del gran documental sobre la capital germana, el soberbio Berlín Sinfonía de una Ciudad (1927), en Gente en Domingo el estilo de dirección no es vanguardista y rompedor, sino más estilizado y clásico, más poético. Abundan planos idílicos de parques y playas repletos de niños jugando inocentemente desnudos, y también hay multitud de primeros planos que demuestran el interés que tenían por retratar a esos alemanes de clase trabajadora y humilde, de ofrecer primeros planos a rostros desconocidos (magnífica la pequeña escena del fotógrafo en que vemos las caras que van poniendo los retratados). En este marco el argumento relacionado con los cuatro protagonistas no es más que otra pequeña escena documental entre las que nos ofrece el film, son simplemente cuatro de los muchos rostros que pasan por la película. La diferencia respecto a otras películas alemanas de la época con voluntad realista es precisamente esta estética casi de documental, enfatizada en su mínimo hilo argumental.
Gente en Domingo es además una de las últimas películas mudas alemanas importantes de la época. Cuando se estrenó, el cine sonoro ya había penetrado en el mercado alemán cambiando por completo la estética y el estilo de las nuevas obras que se realizarían. También es una de las últimas películas importantes que se realizarían antes de que la industria cinematográfica perdiera a muchas de sus figuras más destacadas, que emigraron a ponerse a salvo del nazismo. A partir de entonces, los cineastas más importantes de Alemania irían emigrando progresivamente a Francia y Estados Unidos. El realismo y la belleza de Gente en Domingo son el testamento de una Alemania que estaba a punto de sufrir una de las peores etapas de su historia.
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