Inevitable secuela de la exitosa Harry el Sucio (1971) que sigue las nuevas correrías del agente Harry Calahan. Con Harry el Sucio, Clint Eastwood había encontrado el personaje que mejor representaría esa faceta suya que tan famoso le ha hecho en el mundo del cine, ya sea como Harry Calahan o como personajes muy similares a éste (véase el caso de Gran Torino). Junto al cowboy de la Trilogía del Dólar de Sergio Leone, Harry Calahan es el personaje por excelencia de Eastwood al que siempre será asociado como actor, lo cual no deja de ser irónico siendo Eastwood una persona que en la vida real detesta la violencia y el culto a las armas.
En este caso el Inspector Calahan debe enfrentarse a una serie de crímenes que un misterioso personaje perpetra contra delincuentes de la ciudad de San Francisco no procesados. En otras palabras, debe detener a un justiciero urbano que se toma la ley por su cuenta, lo cual resulta un tema muy curioso teniendo en cuenta que el propio Calahan tiene mucho que ver con esa actitud.
Como secuela que es, el film va directo al grano y ofrece a los fans lo que ellos esperan y quieren ver. En los primeros 20 minutos de film Harry tiene tiene tiempo de decir su famosa frase sobre su pistola Magnum, pelearse con su superior porque maneja sus casos a su manera, hacer notar a su compañero lo poco que suelen durarle los ayudantes y salvar un avión secuestrado por dos terroristas haciéndose pasar por piloto sin tener ni idea de cómo manejar el aparato. No está nada mal.
Aunque por un lado eso es ni más ni menos lo que los seguidores quieren ver, el personaje de Harry Calahan inevitablemente pierde un poco de encanto. Ya no es ese rudo inspector que siempre hace el trabajo sucio, sino que ahora es una leyenda del departamento de policía y un personaje mucho más consciente de sí mismo. Hay además un leve intento de hacerlo más humano y profundizar en él con esos planos de su apartamento en que observa la foto de su esposa y la totalmente prescindible historia de ¿amor? con una vecina asiática. Pero no funciona, Harry Calahan no puede humanizarse en ese aspecto o perdería su encanto, no le pega una historia personal dramática. Por suerte los guionistas parecen ser conscientes de ello y solo dejan caer un par de esbozos sin profundizar en ello.
En su momento se criticó mucho a Harry el Sucio relacionando la película con la ideología de su protagonista, que muchos interpretaron como una oda a la violencia y el uso de las armas para impartir justicia. La premisa de Harry el Fuerte en principio permitiría confirmar sus sospechas a los que criticaban ese aspecto, ya que en el guión el asesino se dedica a matar a delincuentes que siguen sueltos por las imperfecciones del sistema. Sin embargo, cualquiera puede comprobar que no se hace apología de esto partiendo del hecho de que el mismo Calahan se enfrenta a ese asesino y desaprueba totalmente esa forma de impartir justicia. De hecho hasta sorprende un poco que desprecie tanto a ese criminal teniendo en cuenta su forma de actuar en la anterior película, parece un intento de contrarrestar su comportamiento previo quedándose en un término medio entre impartir justicia a su manera y respetar la ley.
El guión de John Milius y Michael Cimino es entrañablemente previsible y uno puede adivinar con no demasiada dificultad algunos de los hechos que sucederán a lo largo de la película, pero tampoco resulta molesto tomando el film como un simple entretenimiento bien hecho. Aún así hay algún detalle interesante como la competición de tiro en que Harry dispara accidentalmente a la figura de un policía en la zona de entrenamiento y que sirve como adelanto de lo que está sucediendo. No es especialmente original pero está bien pensado.
Por supuesto, está muy lejos en calidad de la excelente Harry el Sucio, pero sin ser un film muy destacable, funciona como lo que pretende ser: una secuela destinada a contentar a los fans dándoles más ración de Harry Calahan. El film cumple su cometido contando una historia no especialmente memorable pero que permite deleitarnos viendo a Clint Eastwood en ese mítico papel, el cual repetiría en tres ocasiones más.
Siendo como son las secuelas de Harry el sucio un espectaculo decreciente que espanta con Impacto súbito y culmina con la delirante persecución de un coche teledirigido en La lista negra, lo cierto es que tanto Harry el ejecutor como Harry el fuerte, cuyos títulos españoles son simplemente brillantes (lástima que no siguieran con Harry el dominguero y Harry el viejo), presentan ciertos elementos críticos que, si bien muy inocentes y simplones, no dejan de tener su aquel, en cuanto que quieren dotar a la película de otra dimensión. En este sentido, se agradece un esfuerzo, aunque ambas esten a años luz de Harry el sucio, cuya ideología no está del todo errada, por muy criticada que fuera en su día (criticar a día de hoy Harry el sucio por la violencia de su protagonista sería, cuanto menos, delirante, vista la cartelera actual).
Fíjense además que, gracias a las comas y los parentesis, he conseguido encajar todo el comentario en dos frases.
El film de Don Siegel, que con el tiempo ha terminado convertido en todo un clásico del «thriller» policíaco, y presentando a uno de los antihéroes más míticos del género, fue tachado de reaccionario, fascista, racista y misógino poco después de su estreno, al igual que su protagonista y, por ende, al actor que lo interpretó. Podría decirse sin error a equivocarse que las críticas, en especial la de Pauline Kael (periodista del New Yorker que atacaba sin piedad a Clint Eastwood cada vez que podía), produjeron la segunda entrega de las aventuras del inspector de San Francisco.
Situación curiosa, ya que en un principio, y más teniendo en cuenta la reveladora escena final de «El Sucio», no estaba prevista ninguna continuación. Sin embargo, Eastwood recuperó uno de los borradores de la primera parte que terminaron descartados, propuesto por Terrence Malick, el cual fue reescrito por John Milius y posteriormente revisado, para desgracia de éste, por Michael Cimino, quien añadió las secuencias de acción finales; el encargado de ponerse tras las cámaras sería Ted Post, veterano del universo televisivo que ya había dirigido al actor en la serie «Rawhide» y «Cometieron dos Errores».
«Harry, «el Fuerte» » (o más acertadamente “Magnum Force”) nos propone un argumento bastante controvertido y unas intenciones del todo chirriantes: un asesino anónimo con uniforme de policía de tráfico se dedica a liquidar a los criminales de la ciudad que han sido puestos en libertad por culpa de un sistema a todas luces inepto y corrupto. Amenaza a la que el inspector Callahan debe enfrentarse, contrariamente a como sucedía en la anterior entrega, inclinándose del lado de la ley y no del de la justicia, sufriendo además las continuas represalias del adusto teniente Briggs; interesante intriga que no obstante tergiversa y echa abajo el tan bien pronunciado discurso de la película de Siegel.
Mientras el suspense toma protagonismo dejando siempre en duda al espectador sobre la identidad del asesino, el estilo y la identidad de Harry Callahan sufren una renovación completa, una «suavización» como respuesta a todos sus detractores. El personaje era un solitario en duelo, un melancólico amargo y rabioso, un noctámbulo sin domicilio fijo que disfrutaba con su violencia, que lanzaba paranoicas diatribas, no sin razón, contra el mundo que le rodeaba, aplicando su propia justicia lejos de los márgenes impuestos por la ley; ahora se retracta de ello («el hombre debe conocer sus limitaciones», repetirá constantemente).
El escuadrón de motoristas erigidos en jueces y verdugos y más ejecutores psicópatas que defensores de la paz (serán capaces de matar a un compañero y ocultarlo), superficies de proyección o retratos-robot de Eastwood según Kael y compinches, trata de enrolarle en sus filas. «Me parece que me habéis juzgado mal», es su sentencia; al arrancar del inspector su pulsión más sombría y dar a ésta la forma de otro, en este caso la de unos agentes fascistas, esta secuela crea con astucia la distancia que marca la diferencia con el Callahan del primer film, perdiéndose la atractiva locura neurótica que caracterizaba al personaje. Otra lapidaria frase viene a reforzar esta «nueva» visión: «Si la policía se toma la justicia por su propia mano, ¿cómo acabará todo esto?».
Los cambios incluso irán más allá del trabajo, donde el protagonista forma pareja con un policía negro (anticipándose a las «buddy movies» ochenteras), callándose así las acusaciones de racismo: entramos por primera vez en su solitario hogar, conocemos su lado seductor (gracias a una joven asiática introducida de una manera patética) e incluso parece un hombre de familia junto a los hijos de la ex-mujer de Charlie. Todo ello contribuirá a la «humanización», paradójicamente perdiendo vitalidad, del inspector.
Entre tanto, la película se destapa como un perfecto «thriller» de misterio, lleno de violencia, acción trepidante regadas con la brillante música de Lalo Schifrin y puntuales dosis de humor donde Ted Post demuestra mucha competencia como director. Aunque esto entra en polémica: Eastwood y Buddy Van Horne, que se ocupaba de la 2.ª unidad, grabaron más que el propio Post a causa de las discusiones entre éste y el actor por la lentitud en el rodaje (para evitar multas de la Director’s Guild se preservó el nombre del realizador).
Acompañando a Clint en su única aparición en la saga, un genial y detestable Hal Holbrook, la atractiva e innecesaria Adele Yoshioka y unos jóvenes Robert Urich, David Soul y Tim Matheson previos a la fama. Por su parte regresan John Mitchum y Albert Popwell, éste en un papel diferente, quienes volverían en la siguiente entrega.
«Harry, «el Fuerte» » nos asegura un policíaco excitante, no hay duda (recaudó más que su predecesora), pero Callahan y su furioso discurso son despojados de su identidad…y no se recuperarán hasta diez años más tarde en «Impacto Súbito».