Pánico en la Escena [Stage Fright] (1950) de Alfred Hitchcock

Eve Gill es una estudiante de interpretación que se ve involucrada en un asunto criminal cuando su amigo Jonathan Cooper es perseguido por la policía a causa de un crimen que asegura no haber cometido: el asesinato del marido de la célebre actriz Charlotte Inwood, que era la amante de Jonathan.
Eve está convencida de que la verdadera asesina es Charlotte y, mientras oculta a Jonathan, decide infiltrarse en la casa de la actriz para averiguar la verdad. Para ello deberá poner a prueba sus dotes interpretativas y hacerse pasar por su nueva doncella. Sin embargo, su plan se complicará al enamorarse del inspector Smith, encargado de investigar el caso.

Pánico en la Escena es una película que no ha trascendido demasiado en la carrera de Hitchcock y de la que el propio director no se sentía especialmente orgulloso. Teniendo en cuenta que es un film cronológicamente situado entre obras maestras como La Soga (1948) o Extraños en un Tren (1951) – por mencionar solo un par – este entretenido ejercicio de suspense sabe a poco, pero no es ni mucho menos un film desdeñable.

La idea de hecho es sumamente atractiva y daba mucho juego para crear situaciones de suspense: una actriz que debe interpretar varios papeles a la vez en la vida real evitando el riesgo de ser descubierta. Sin embargo, Hitchcock no le consiguió sacar todo el partido que podía, y los momentos de suspense derivados de esa premisa son bastante breves y no se explota lo suficiente la relación entre los personajes. La única excepción se encuentra en la larga secuencia de la fiesta parroquial, que desemboca en el momento más tenso y perverso de la película: el inocente niño llevando una muñeca manchada de sangre a Charlotte mientras ésta está actuando para provocar que se derrumbe.

También le pesa en el resultado final la desafortunada elección de Jane Wyman como protagonista. Wyman, sin ser mala actriz, no parece encajar adecuadamente en el papel principal y Hitchcock nunca escondió que no estuvo nada satisfecho con la actriz. Sin embargo, la infalible Marlene Dietrich se apodera de la pantalla en todas las escenas que aparece y le roba sin problema la película a Wyman. El personaje de Charlotte parece ciertamente escrito para ella, una diva egocéntrica que manipula a todos los personajes a su antojo pero al mismo tiempo rebosante de sensualidad. Junto a Encubridora (1952) de Fritz Lang y Testigo de Cargo (1957) de Billy Wilder sería uno de los últimos grandes papeles de su carrera.

En lo que respecta a los personajes masculinos, Hitchcock se rodeó de un reparto británico con nombres no muy conocidos como Michael Wilding encarnando al inspector Smith, Richard Todd como Jonathan y Alastair Sim interpretando al padre de Eve mientras hace todo lo posible por adueñarse de la cámara. La falta de un reparto más carismático acaba influyendo en el resultado de la película, puesto que aunque las actuaciones resultan correctas (especialmente la de Michael Wilding en el simpático papel del inspector Smith) no acaban de dar más profundidad a una película necesitaba de un sólido reparto que tape sus carencias.

Por otro lado, el aspecto más polémico del film y que más dio que hablar fue su final, que no recomiendo leer si no se ha visto previamente la película y que describo en los siguientes párrafos.

Al final, Jonathan resulta ser el verdadero asesino, pero eso implica que el flashback inicial en que explicaba lo sucedido resulta falso. Se criticó mucho a Hitchcock que, para crear un final sorprendente, se sirviera de un flashback falso, puesto que está presentado de forma que el espectador lo acepte como verdadero y por tanto éste no se cuestione la presunta inocencia de Jonathan. Visto hoy en día, estando acostumbrados de sobras a finales tramposos o con sorpresas metidas con calzador, no resulta tan llamativo. El problema no reside en ese flashback como se ha dicho muy a menudo sino en que sencillamente la película no resulta memorable en general.

De todos modos, el final es uno de los mejores instantes del film, no solo por el escalofriante momento en que Jonathan le revela la verdad a Eve mientras ambos se esconden de la policía en un sótano (el más aterrador de la película) sino por el último encuentro entre Eve y Charlotte en que la primera intenta obligarla a confesar fingiendo un chantaje mientras se graba la conversación. Pese a su carácter, Charlotte parece sentir un sincero aprecio hacia Eve (aunque expresado a su manera), por lo que cuando ésta última debe interpretar su última gran escena para obligarla a confesar, el momento es de una tensión insoportable.
Una vez Charlotte es detenida por la policía y descubre que la conversación con Eve era grabada para tener una prueba contra ella, habla amargamente con un policía sobre un perro que tuvo al que cuidó dándole todo su cariño y amor para, a cambio, recibir un mordisco de éste. Este momento de orgullo herido y de rencor al verse traicionada por un ser en el que depositó su confianza es sin duda uno de los más memorables de la película.

5 comentarios

  1. De acuerdo en parte. La película no me parece mala, pero si me parece uno de los Hitchcocks más flojos que he visto (junto a Sospecha, Recuerda y Naufragos, que parezco ser el único que no les pilla el tranquillo). La mayoría del reparto parecen sacados de las rebajas (el personaje del padre en manos de otro actor habría sido épico, pero Alastair Sim no es tan guay como parece creer él mismo), y el guión no tiene apenas ingenio.
    Es una película que te deja con una sensación de indiferencia que, a la postre es más perjudicial que una sensación de horror. Porque no hace mucho que vi Pánico en la escena y lo único que recuerdo de ella es mi opinión.
    En cuanto al giro final, como bien dice usted, bombardeados como estamos con giros imposibles que se pasan por sabe Dios dónde la lógica y la coherencia, nada nos sorprende. En cualquier caso, el recurso que usa Hitchcock aquí no me parece en absoluto tramposo.

    1. «Alastair Sim no es tan guay como parece creer él mismo»

      ¡Bravo! La mejor definición posible de su actuación.

      Y si esas 3 películas le parece de los Hitchcock más flojos (para mí ninguna de esas baja del 8), espérese a enfrentarse a maravillas ocultas de su etapa inglesa.

  2. Tiene muchos puntos flacos es verdad. Pero resulta intrigante y en realidad el flashback inicial no deja de ser un buen truco. Como personalmente adoro a Richard Todd (sus actuaciones siempre reflejan cierta perversidad, nunca parece ser lo que dice) el filme me parece valioso.

  3. Después del poco exitoso y un tanto extraño drama victoriano «Atormentada», el inglés decidió retornar a su cine de siempre, al de suspense, al de asesinatos, mujeres fatales, inocentes perseguidos y trampas concienzudamente urdidas, aunque la trama no es que sea de lo más original que le hayamos visto hacer al orondo director, pero importa poco si tenemos en cuenta esa facilidad que posee para engancharnos y meternos directamente en harina.
    Lo consigue con creces en este film, procedente de la novela negra «Man Running», de Selwyn Jepson, que fue adaptada cambiándose bastantes puntos de la misma (bueno, no es la primera vez), proceso en el que participó la propia esposa de Hitchcock, Alma Reville. El director regresa además a su tierra natal, lugar donde concibió algunos de los mejores «thrillers» de su filmografía, rodando en Londres (se nota ese toque tan refinado) y contando con un reparto inglés, a excepción de las dos actrices principales, Jane Wyman y Marlene Dietrich.

    La característica cortina que adorna los créditos iniciales, ese telón «safety curtain», nos proyecta instantáneamente en la ficción, al corazón de un teatro ritualizado, de un espacio estilizado, el de la obra que nos disponemos a ver, y esta teatralización es permanente, impregnando todos los planos, especialmente aquellos donde vemos a Eve haciéndose pasar por Doris, donde Charlotte aprovecha su talento de actriz para ofrecer constantes dramatizaciones a los policías o a Cooper, donde éste manipula la verdad al explicarle los hechos a Eve o, evidentemente, los que se dan en los mismos escenarios.
    Hitchcock desea que nos sintamos como su público, que participemos observando, entre resquicios de puertas entreabiertas, pomposos escenarios llenos de butacas o habitaciones envuelta entre luces y sombras, para que, como espectadores, nos veamos imbuidos en su función, una función que explota el «noir» al que tanto nos ha acostumbrado, cargado de intriga, giros inesperados y humor negro, con algunos elaborados y maravillosos trucos (ese falso «flashback», la madre que lo parió), un suspense que va «in crescendo» hasta el inolvidable y revelador clímax final y unos personajes de lo más pintorescos y estereotipados.

    Precisamente los actores ya son otro cantar. Jane Wyman, al menos a mí, me parece que hace a su Eve demasiada ingenua y tonta; Marlene Dietrich queda genial como la «femme fatale» clásica, es decir, odiosa y detestable a más no poder; Richard Todd y Michael Wilding están estupendos en sus respectivos papeles. El mejor es Alastair Sim, quien encarna al padre de Eve, una maravilla de personaje 100% Hitchcock: el anciano sabio y sarcástico que da consejos al protagonista y le soluciona los apuros con su ingenio; impagable la escena de la muñeca en la feria…al igual que el cameo del sr. Hitchcock.
    Puede que «Pánico en la Escena» no esté a la altura de imprescindibles títulos como «Extraños en un Tren», «Psicosis», «Crimen Perfecto» o «Vértigo», pero no hay duda de que es un magnífico «thriller» que el sr. Hitchcock, con su innata habilidad, desarrolla a las mil maravillas durante los poco más de 100 minutos que dura.

    El telón cae y puedo decir que me voy de esta obra con una muy satisfactoria sensación. Sé que pronto volveré a verla.

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