Las Maletas del Señor O.F. [Die Koffer des Herrn O.F.] (1931) de Alexis Granowsky

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Ostend es un pequeño pueblo alemán tan insignificante que hace falta una lupa para localizarlo en los mapas. Sus habitantes tienen una vida aburrida y monótona hasta que un día llegan al único hotel de la ciudad 13 maletas. En ellas va escrito el nombre O.F. y les acompaña una carta de su propietario en que pide que le reserven seis habitaciones, lo cual es un problema ya que el hotel solo dispone de cinco. Los habitantes del pueblo se preguntan entonces quién es ese misterioso personaje y qué viene a hacer allá. Dos astutos personajes aprovechan la confusa situación y hacen correr el rumor de que O.F. es un millonario que seguramente ha acudido al pueblo para especular con los terrenos. La tranquilidad de Ostend da paso entonces al frenesí, puesto que todos los habitantes deciden aprovechar esa oportunidad y empiezan a modernizar la ciudad.

Ya en otras entradas como Emil y los Detectives (1931) este Doctor les habló de esa tendencia un tanto simplista de encasillar periodos históricos de ciertos países bajo una serie de ideas fijas. En este caso, la Alemania de Weimar se ha asociado siempre, no solo al famoso expresionismo, sino a un tipo de cine más intelectual que en realidad es solo una parte de lo que se producía en aquellos años. Las Maletas del señor O.F. (1931) se trata en cambio un ejemplo de película típicamente alemana de la época (los personajes y el pueblecito de Ostend tienen un aspecto claramente germánico) que no deja de ser una simpática comedia.

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De hecho el film no es más que una fábula que critica el capitalismo y que cobra pleno sentido si tenemos en cuenta que se realizó justo después del crack del 29: la forma como un inocente pueblecito acaba convirtiéndose en una capital económica mundial a raíz de una mera confusión sirve para criticar la falsedad y el absurdo de un sistema económico basado en la especulación, y que se descontroló llevando al mundo a una crisis devastadora.

Se le puede achacar que nunca pierde ese tono de fábula para ganar entidad como comedia. De hecho las situaciones se llevan al extremo absurdo a propósito optándose más por una narración de cuento en que se explican hechos globales (los cambios que sufre el pueblo), antes que centrarse en los personajes o, siquiera, explotar el potencial de la situación (uno puede imaginarse fácilmente una screwball comedy bajo esta misma premisa con escenas hilarantes en que los protagonistas intentan ocultar el engaño al resto de habitantes, pero no es el caso).

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Si partimos de que el film no tiene esas intenciones, Las Maletas del señor O.F. es una película agradable, con algunos detalles bastante divertidos (el vendedor que comenta que tenía tres pintalabios en el almacén desde hacía años y nunca había conseguido venderlos) y que en algunos aspectos argumentales puede recordar a Bienvenido Mr. Marshall (1953) de Luis García Berlanga.

Por otro lado, el film nos ofrece una faceta más pícara y agradable de Peter Lorre, aquí encarnando a un astuto periodista, y nos permite disfrutar de actores de primer nivel como Bernhard Goetzke y Alfred Abel, así como una de las primeras interpretaciones de Hedy Lamarr.
Una entrañable curiosidad.

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