Después de ejercer durante años el papel de crítico enfrentado contra el cine nacional academicista, Alessandro Blasetti decidió – en un gesto que se repetiría de idéntica forma en Francia unas décadas después – pasar del papel de crítico al de cineasta, intentando aportar a la escena cinematográfica italiana la frescura y modernidad que necesitaba. Su debut, Sole! (1929), sería un fracaso de taquilla, pero a nivel artístico supondría un soplo de aire fresco en un contexto dominado por peplums y fastuosos melodramas.
Durante los años 30 Blasetti seguiría con su carrera convirtiéndose en uno de los pocos referentes anteriores al neorrealismo italiano que sería luego citado elogiosamente por autores de dicho movimiento, como Luchino Visconti, quien luego le dedicaría un ambiguo homenaje dándole un papel en que se interpretaba a sí mismo en Bellísima (1951).
Resurrectio (1931) ostenta el mérito histórico de ser la primera película del cine italiano filmada con sonido, pero lo que me interesa de este film no es tanto ese logro como la forma que le da Blasetti.
En los primeros minutos parecemos encontrarnos en una comedia burguesa, una de esas futuras películas conocidas como «teléfonos blancos» que trataban de enredos entre personajes de la alta sociedad. Un hombre le hace llegar una nota a su amante, ésta le rechaza. En paralelo vemos cómo se despierta una bonita joven, sin conexión todavía con la otra trama ni con ese mundo nocturno habitado exclusivamente por las clases altas.
Vemos al hombre rechazado en la calle, absolutamente hundido y con una pistola en la mano. Y entonces se suceden una serie de imágenes que llevan la película por otros caminos inesperados. Un breve flashback de él mismo de niño rezando con su madre. Y un camión desbocado que casi atropella un niño. La forma como Blasetti filma estas situaciones tiene un tono irreal mucho más vinculado con el mundo de los sueños. Por unos minutos nos olvidamos de la trama y compartimos la sensación de extrañeza del protagonista. Las imágenes se suceden en un montaje rápido, más evocando que narrando hechos concretos. El protagonista se convierte casi en un sonámbulo que vaga por las calles sin rumbo y contemplando estas imágenes cotidianas como si fueran extrañas a él. La grandeza de Resurrectio en este punto es que Blasetti consigue transmitir esas sensaciones al espectador con una puesta en escena tan influenciada por el cine mudo que uno a veces siente la tentación de quitar el sonido y seguir la historia sin los pocos diálogos que hay.
A bordo del autobús se encuentra con una joven que adivina sus intenciones y le sigue. Creyendo que ha matado a tiros a su amante, le protege de un policía y se refugian en un café. En otro contexto parecería una excusa un tanto forzada de hacer que los protagonistas se conozcan, en cambio dentro del ambiente enrarecido e irreal del film no nos parece algo fuera de lugar. Del mismo modo que él se ha conducido a casa de su amante casi como un sonámbulo, ella se ha visto impelida a ayudarle pese a no saber quién es.
Una vez se conocen y se citan para un concierto esa noche, Resurrectio inevitablemente vuelve a la normalidad. La omnipresente banda sonora ligera hace que la película pierda ese tono de extrañeza y Blasetti pasa a filmar las siguientes escenas con un estilo más convencional, adaptándose al diferente tono que ha adquirido aquí la cinta.
Sigue habiendo no obstante pequeños destellos que nos vuelven a evocar ese estilo tan irresistiblemente irreal del inicio de la película. Cuando ella acude al concierto y ve que se ha quedado sola, vemos una serie de imágenes que evocan de forma visual las sensaciones que le transmite la música: paisajes abstractos como el mar y un campo, vagas imágenes en que ella se convierte en una heroína de prominente cabellera y rescata a ese desconocido… No es una historia concreta, simplemente planos casi abstractos que transmiten sensaciones, ¿en qué momento el cine dejó de atreverse a hacer cosas así y se ató a sí mismo de forma tan implacable para ser un mero reflejo de la realidad?
De ahí pasamos a un instante que hoy día nos parece irresistiblemente pasado de vueltas, en que una tormenta desata el pánico en el auditorio (lo cual nos da que pensar sobre el desconocimiento que tenía la alta sociedad italiana de los años 30 acerca de los fenómenos meteorológicos más elementales). Se sucede el caos y el pánico más absoluto, hasta que el director de orquesta toca una melodía al órgano que apacigua a los presentes y les devuelve la cordura. Es el tipo de escenas que hoy día nos parecerían inaceptablemente falsas en una película actual, pero a mí me gusta aun así porque de nuevo devuelve el film al terreno de lo irreal y casi fantasioso. Es esa clase de momentos que seguramente recordaré en el futuro a la hora de pensar en la película, porque resulta más evocadora que las otras escenas más atadas a la realidad.
Resurrectio es indudablemente una película hija de su contexto, aún embebida por el estilo tan impactantemente visual del cine mudo y que, por tanto, todavía sigue el camino de lo expresivo antes que del realismo (o, mejor dicho, del falso realismo que evocaría el cine clásico sonoro). Pese a que en ocasiones la ligera banda sonora insiste en trivializar el contenido del film y evitar que nos enfrentemos a los incómodos silencios, Resurrectio no es una película que pueda verse desde la comodidad de un film clásico, sino que continuamente impacta al espectador por la fuerza de sus imágenes y ese ambiente extraño a lo largo de su metraje de apenas una hora.
Incluso detalles técnicamente negativos, como el hecho de que los diálogos en ocasiones se oigan demasiado bajos, contribuyen a que no entremos en el contenido de la película olvidándonos de su forma y que siempre la veamos desde cierta distancia de extrañeza. Más adelante Blasetti ya conseguiría en sus películas más célebres – 1860 (1934) o Cuatro Pasos por las Nubes (1942) – dar forma de lleno al estilo clásico que permite al espectador sumergirse en la película sin ser consciente de que está viendo una construcción, pero lo que hace que Resurrectio me guste tanto es ese tono tan poderosamente irreal.