Después de más de 10 años filmando exclusivamente o bien bergfilm o bien películas documentales ambientadas en altas montañas, en algún momento de principios de los 30 el director Arnold Fanck pensó que iba siendo hora de cambiar un poco de temática. No obstante Fanck no quiso alejarse demasiado del terreno que mejor dominaba, y su primera alternativa al bergfilm sería un filme ambientado en Groenlandia, en que sus protagonistas se enfrentarían no a peligrosos picos nevados sino a icebergs. Salvo ese cambio de escenario los ingredientes serían los mismos: historia mínima como excusa para filmar en ese entorno, personajes sencillos o directamente planos, y espectaculares planos captando la belleza de la naturaleza pero también su faceta más peligrosa. En definitiva, si les gustaron las anteriores entregas de Arnold Fanck dentro del bergfilm, probablemente también les gustará S.O.S. Iceberg (1933).
La película se inicia de forma misteriosa con las frases que redacta en un cuaderno un personaje cuyo rostro no vemos y que está atrapado en algún lugar de Groenlandia. Más adelante en un banquete de investigadores del Ártico se planifica una nueva misión para dar con esa persona, el Doctor Carl Lorenz, confiando que aún siga con vida. Varios hombres se lanzan a esa peligrosa expedición y dan con Lorenz en un estado muy debilitado dentro de un gigantesco iceberg que va a la deriva. El problema está en que no tienen forma de llegar a tierra desde ahí y están atrapados en mitad del helado mar sin ninguna embarcación a mano. Después de varios días sin tener noticias de la expedición, saldrá en su búsqueda la mujer de Lorenz, la piloto de avión Hella, interpretada por una Leni Riefenstahl extrañamente desaprovechada y casi diría que ausente en la que, por cierto, no es su última actuación como se menciona en algunos sitios, pero sí su último trabajo como actriz en un filme no dirigido por ella misma – años después dirigiría y protagonizaría la notable Tierra Baja (1954).
Tengo la impresión de que Arnold Fanck es uno de esos directores que daban tanta importancia al proceso de creación de la película como al filme resultante… por no decir incluso que le daba más importancia al primer aspecto. Al haber sido antes un experto alpinista que director de cine, Fanck parecía concebir sus filmes como pequeñas aventuras en que el reto estaba en lograr una buena película que captara el entorno en unas condiciones de rodaje especialmente difíciles de sobrellevar. Es por ello que las historias de sus rodajes están plagadas de curiosas anécdotas que ponen de relieve cómo éste no dudaba en ningún momento poner en riesgo la vida de los actores y el equipo técnico con tal de obtener un buen plano.
En ese sentido S.O.S. Iceberg no fue ni mucho menos una excepción. Todo un equipo se trasladó a grabar en localizaciones reales donde tuvieron que luchar contra las inclemencias del clima y del terreno. Algunos de los actores tenían que bañarse repetidamente en las heladas aguas para efectuar algunas tomas, ante la mirada incrédula de los esquimales. Para las escenas con osos polares se trajeron tres animales de Alemania que se suponía que eran más fáciles de tratar al haber estado en cautiverio, pero eso no los hacía inofensivos en absoluto. Continuamente las placas de hielo se rompían provocando accidentes y poniendo en peligro la película (si alguna de las cámaras caía al agua se perdería todo lo rodado). Varios miembros del equipo que no sabían nadar se llevaron un susto cuando una lancha volcó a causa de los enormes trozos de hielo que caían de los icebergs (significativamente los esquimales se negaban rotundamente a pasar con sus barcas cerca de cualquier iceberg). De hecho, en una extraña ironía, el argumento de la película se convirtió en realidad cuando uno de los científicos que acompañaban al equipo de Fanck se perdió durante nueve días y tuvo que enviarse a un aviador a buscarle (por suerte dieron con él a tiempo).
La razón de ser de todo ello era obviamente el que acabó siendo el gran aliciente de la película: la autenticidad de los espectaculares paisajes del Ártico, que no nos cabe duda que son reales y no recreaciones de estudio o metraje documental añadido de forma falseada como fondo mientras los actores fingían estar viviendo aventuras en un cómodo estudio berlinés. Todo lo que se ve es auténtico y eso le da un valor extra a la película.
El gran problema de S.O.S. Iceberg no obstante es que no funciona tan bien como sus bergfilm por un problema de planteamiento: en sus películas de aventuras montañeras, los protagonistas tenían una meta a conseguir (alcanzar una cima o sobrevivir a una situación de riesgo) que daba pie a escenas de acción ya fueran protagonizadas por ellos o por el equipo de rescate. En S.O.S. Iceberg el problema está en que los protagonistas están atrapados en un iceberg, es decir, no pueden moverse de allá y no les queda otra que esperar que les rescaten o morir congelados. De modo que la película tiene poca acción que ofrecernos llegados a ese punto más allá de mostrarnos a uno de los protagonistas nadando trabajosamente entre placas de hielo para llegar a un pueblo esquimal y a los aviadores fracasando en sus primeros intentos de rescatarlos.
Una escena en que entra en acción uno de los osos polares parece intentar animar la función pero el montaje hace bastante obvio cómo está apañada, y por otro lado la escasa definición de los personajes impide que pueda explotarse la tensión psicológica de su situación, más allá del momento en que se vuelve loco uno de ellos, interpretado por Gibson Gowland – el inolvidable protagonista de Avaricia (1924) de Erich von Stroheim, que debería llevarse alguna especie de reconocimiento por haber hecho sendas películas en territorios tan inhóspitos como el desierto del Valle de la Muerte y el Ártico. Pero incluso todo ello parece previsible y no da mucho de sí, ni siquiera en términos de suspense.
¿Con qué nos quedamos pues? Con la belleza del paisaje (el verdadero protagonista del filme) y con ese tono tan inocente que a mí personalmente me gusta mucho del cine de Fanck, que tiene un aire a esas historias de aventuras juveniles que el cineasta recreaba en sus películas. De hecho el propio Fanck diría años después que la razón de ser de sus filmes era educar a los jóvenes sobre los peligros que encerraba la naturaleza, y en este caso creo que todo joven espectador aprendió lo arriesgado que era jugar cerca de icebergs u osos polares, así que en ese sentido cumplió su propósito.
Existe también una versión americana de esta misma historia que se filmó al mismo tiempo pero que no constituye, como yo pensaba, una versión multilenguaje. Si bien es cierto que ambas se filmaron a la vez y que algunos miembros del reparto aparecen en ambas (Gibson Gowland y Leni Riefenstahl, cuya presencia en la versión americana me inclino a pensar que se debe más a ser una de las pocas actrices de renombre dispuestas a filmar una película de aventuras en el Ártico que a su potencial taquillero en Estados Unidos), en realidad la americana tiene un guion distinto pese a que la historia en esencia es la misma: unos exploradores atrapados en un iceberg, la aviadora que acude al rescate y queda atrapada con ellos, y el rescate final gracias a los esquimales.
Según parece esta estrategia de filmar dos versiones tiene que ver con los problemas que tuvieron los productores alemanes para tirar adelante un rodaje con tantos problemas logísticos, lo cual les obligó a contar con la ayuda de la Universal, que por entonces estaba financiando algunas películas en Alemania – como la recientemente reseñada El Hijo Pródigo (1934) de Luis Trenker. El estudio americano supuso que el atractivo de un relato de aventuras en el Ártico bien podría aprovecharse para hacer una versión americana de la historia y encargó a Tay Garnett que filmara la misma historia.
Comparando ambos versiones, la americana parece más preocupada en construir algo parecido a unos personajes definidos y en establecer una narrativa. Pero si bien es cierto que la versión de Tay Garnett deja un poco más clara la personalidad de cada miembro de la expedición y construye mejor los hechos que les llevan a quedar atrapados en un iceberg, tampoco esperen nada excepcional. Los personajes siguen siendo muy estereotipados y psicológicamente planos (Gibson Gowland por ejemplo es tan arquetípicamente cobarde y egoísta que su descenso a la locura resulta previsible casi desde su segunda aparición en el filme), y la historia no da mucho más de sí, pero en general todo parece un poco más ordenado y coherente.
En estos aspectos funciona mejor: sabemos lo que estamos viendo y todo tiene algo más de sentido; pero al mismo tiempo no transmite de forma tan especial la belleza y peligrosidad del entorno como la de Fanck. Este último no sabemos si era incapaz de construir un guion coherente o si simplemente no le interesaba, pero si bien sus filmes se resienten mucho en ese aspecto a cambio son más únicos. En esencia creo que ambas versiones tienen un nivel parecido y unos defectos y virtudes similares, si bien la alemana dura 10 minutos más y resulta más particular que la americana, que no deja de ser una entretenida historia de aventuras.
Curiosísima esa sesión doble, de original alemana y remake paralela con director americano. Me gusta además pues permite recuperar a dos directores: Arnold Fanck y Tay Garnett, caídos en absoluto olvido.
Igual que existe ese género peculiar alemán (bergfilm), que podría ampliarse o que dejó ecos en todas aquellas películas donde la montaña y el montañismo son protagonistas de la trama (sean de la nacionalidad que sean), podría también instituirse otro género de películas que transcurren en los polos, ¿verdad? Respecto al género de montaña, he leído hace nada un artículo sobre la última película de Fred Zinnemann, «Cinco días, un verano», y hablaba de los ecos de esta película con los bergfilm. Qué ganas me han entrado de verla.
De Tay Garnett, anterior a esta película, descubrí hace unos años una película que me gustó muchísimo: Viaje de ida (One Way Passage, 1932), con un amor marcado por la fatalidad en alta mar. Garnett es un director identificado y recordado por «El cartero siempre llama dos veces», pero cuenta con otros títulos de interés. A las montañas de Fanck todavía no he viajado, así como tampoco he conocido a Leni Riefenstahl como actriz y protagonista de este tipo de películas, solo sé de Fanck y de esta faceta de la realizadora alemana a través de lo que he podido leer o por algún que otro documental.
Beso
Hildy
Me gustan los mensajes que me hacen aumentar aún más mi interminable lista de visionados pendientes, a la que acabo de añadir One Way Passage. De Garnett reconozco que solo he visto El cartero siempre llama dos veces, que por otro lado es una de mis películas noir favoritas, pero seguro que tiene unas cuantas obras interesantes a descubrir.
El bergfilm es un género muy olvidado hoy día, que apenas se cita en manuales de cine e incluso de forma despectiva por la simplicidad de sus argumentos y por lo mucho que le gustaba a los nazis, pero yo nunca me canso de reivindicarlo. ¡Si alguna vez te animas a darle una oportunidad Fanck y Riefenstahl te esperarán con los brazos abiertos!
Un saludo.
Pues animado por tu estupenda -como siempre- doble propuesta he recordado lo que hablamos hace unas semanas sobre el bergfilm y me he puesto a ver Prisioneros en la nieve, animado además por la lectura de tus dos post que enlazas que cuentan las sufrideras que pasó la pobre Leni Riefenstahl en estos rodajes.
Me ha parecido una película flipante. Ya te dije en su momento que solo había visto de este género La luz azul y, comparada con esta es, como decimos en el argot ciclístico, una etapita de media montaña frente a una etapa reina de las de antes, con 250 kms y 5 o 6 puertos. Esto sí es una peli que, de verdad, lamento no poder ver en pantalla grande. Entiendo la fascinación que sentía el público por ellas, a pesar de sus limitaciones argumentales.
Y Leni se quejaba con razón. Realmente este señor (Fanck) debía estar como una regadera, porque si no no se entiende esa forma de poner en peligro a actores y equipo. El resultado desde luego es espectacular, pero…
Por cierto que me bajé también, ya que estaba, una peli que hizo en Japón por aquello de las concomitancias político-empresariales ya en tiempos de Adolfo. Es “La hija del samurai”, supongo que la conocerás al menos de oídas. Por lo visto hicieron una versión alemana y otra japonesa. He conseguido la alemana de Fanck, pero te digo que me da miedo ponérmela… Sabes que fue el primer protagónico de Setsuko Hara y me da como cosa encontrármela en un “bodrio del ayer”, porque tiene toda la pinta… En fin, un día de estos respiraré hondo y me la pondré, a ver qué tal.
Un abrazo y como siempre muchas gracias, y besos para Hildy.
¡Me alegro mucho de haberte introducido en el mundo de los bergfilm! Prisioneros de la montaña es claramente la obra cumbre del género, visualmente es espectacular y se entiende la obsesión de Fanck por filmar en montañas reales por lo bien que capta todo ese entorno y los peligros que conlleva. Sí que estaba un poco tarado, como dije ese hombre era alpinista antes que cineasta y creo que planteaba estos proyectos en parte por la aventura que suponía el reto en sí. Lo curioso es que su intención era advertir de los peligros de la naturaleza… cuando él mismo los desafiaba constantemente para hacer sus películas.
La hija del samurai la tengo bajada y pendiente de ver. No pinta que sea muy buena pero puede ser muy curiosa, o eso espero como mínimo…
Un saludo.
Pues te diré que según terminé de escribir el comentario me puse a ver La hija del Samurai. Como bien supones y yo ya me temía es un poco estrafalaria, y bastante curiosa. No es una buena peli pero tampoco es un bodrio. A ver si saco un rato y escribo algo sobre ella. Por supuesto Fanck no renuncia a sus cosas y en otra muestra de desprecio sádico por la vida de los demás asoma a mi pobre Setsuko Hara con 16 añitos que tenía a un volcán en erupción… Y además le hizo hablar en alemán, que creo que lo pasó peor con esto que con los humos mefíticos. Mala persona.
Un saludo
Genial, porque si ya me dices que es curiosa me vale la pena, mi aliciente era ése más que encontrarme una improbable buena película.
Y sobre lo otro que comentas, creo que Fanck no concebía rodar una película sin poner en peligro la vida de alguien de su equipo.
Un saludo.