Miyamoto Musashi: Duel at Kongoin Temple [Nitôryû Kaigen (Miyamoto Musashi: Kongôin no kettô)] (1943) de Daisuke Itô


Durante los años en que Japón estuvo involucrado en la Segunda Guerra Chino-japonesa y la II Guerra Mundial, el gobierno fomentó no solo la filmación de películas abiertamente propagandísticas – como por ejemplo El Adiós de un Hijo (1944) de Keisuke Kinoshita  – sino sobre todo filmes que apelaran a los sentimientos nacionalistas de la población. En el caso de Japón era una tarea fácil habida cuenta que desde los inicios del cine había tenido una fuerte tradición el jidaigeki (películas de época), especialmente las historias de samurais que tanto se prestaban a resaltar los valores de la historia y cultura japonesa. La ventaja de que este tipo de filmes tan comerciales encajaran como un guante en los propósitos del gobierno es que de ahí salieron películas que, al menos en la teoría, simplemente explicaban mitos e historias conocidas por el público, sin necesidad de apelar a un mensaje directo nacionalista; pero solo con el hecho de narrarlas tal cual, haciendo referencias a conceptos como el bushido, ya servían para el propósito que buscaba el gobierno.

Así pues en estos años salieron, aparte de rutinarias obras ultranacionalistas, filmes tan remarcables que se adecuaban a esa intencionalidad como la excelente y ambiciosa versión de Los 47 Ronin (1941) de cuatro horas dirigida por Kenji Mizoguchi. E incluso cineastas tan alejados tradicionalmente del mundo del jidaigeki como Mikio Naruse o Hiroshi Shimizu se desmarcaron con obras como La Canción de la Linterna (1943), que se basaban en algunos valores tradicionales japoneses. Solo Yasujiro Ozu parece que de alguna forma consiguió mantenerse apartado de este ciclo.

Esto nos lleva a Miyamoto Musashi: Duel at Kongoin Temple (1943), un magnífico filme realizado por Daisuke Ito, un muy interesante realizador injustamente olvidado cuya filmografía abarca desde la era muda hasta los años 70. La historia se centra en el que se considera uno de los más grandes luchadores a espada de la historia de Japón, Miyamoto Musashi, cuya vida ha sido llevada a la pantalla en numerosas ocasiones, entre ellas la célebre trilogía Samurai (1954-1956) protagonizada por Toshirō Mifune.

La película que nos ocupa se inicia de forma un tanto súbita sin previa presentación del personaje, mostrándonos directamente cómo fue encerrado durante varios años por mediación de un sacerdote para que apaciguara su carácter fogoso y combativo (recordemos que al espectador japonés de la época no le hacía falta el contexto de esta situación, puesto que ya debía conocer perfectamente la historia al ser Musashi un personaje tan célebre). Una vez sale de su cautiverio decide seguir «el camino de la espada» para perfeccionar su técnica. Para ello acude a diversas escuelas de artes marciales donde desafiará a los maestros de espada a combatir en duelo para poner a prueba su técnica.

Un aspecto muy interesante de Miyamoto Musashi: Duel at Kongoin Temple es que pese a su engañoso título en inglés no se trata de una película de acción. El gran tema del filme no es tanto mostrar las habilidades del protagonista a la espada (aunque obviamente las veremos) como el proceso de madurez que le convertirá no solo en un gran espadachín sino en un guerrero más sabio, que le lleva en la escena final a renunciar al esperado gran duelo al escuchar la conversación que tiene con un sacerdote el sabio maestro al que iba a desafiar, que le hace darse sentir un gran respeto por él y darse cuenta de que no es todo en este vida ir retando a gente con una espada.

De hecho, algunos de los enfrentamientos se resuelven o fuera de plano o directamente en elipsis, lo cual no quita que haya suficientes escenas de combate para contentar al espectador (una película sobre Miyamoto Musashi sin abundantes peleas a espada sería casi publicidad engañosa) y algunos momentos realmente impactantes, como cuando un reputado maestro pierde ante Musashi y se hace instantáneamente el harakiri por no poder soportar dicha humillación – lo cual me hace reflexionar no solo sobre la peligrosa tendencia de la cultura japonesa hacia el suicidio sino en lo apropiado que resultarían escenas como ésta desde la ideología ultranacionalista de la época, resaltando conceptos tan importantes para ésta como el honor y el orgullo.

A mí no obstante el aspecto que más me ha llamado la atención del filme es su tratamiento visual e incluso el lirismo de ciertas escenas. Se me ha quedado grabado especialmente ese triste momento (que de hecho constituía la escena final en la primera Samurai de Inagaki) en que Musashi se reencuentra en un puente con la mujer a la que había prometido unirse, pero que ahora le constituye un impedimento de cara a seguir el camino de la espada. Ambos tienen un diálogo breve en que ella le implora que le deje seguir con él pero intuimos que éste no aceptará. Mientras hablan Ito intercala unos bellos planos de los juncos que hay junto al río, no porque tengan alguna relevancia dramática sino porque de algún modo enfatizan el tono melancólico de esta escena.

De hecho el eficaz trabajo de Daisuke Ito tras la cámara, con ingeniosas soluciones visuales y mucho dinamismo, son lo que eleva esta historia compensando por otro lado a un actor protagonista, Chiezô Kataoka, que si bien era un especialista en este tipo de filmes no me resulta muy remarcable como actor ni muy carismático. Pero precisamente ahí es donde un buen director puede demostrar sus habilidades, cogiendo una historia más que trillada para el público de la época (existían ya por entonces docenas de adaptaciones fílmicas sobre Miyamoto Musashi, aunque es cierto que el público japonés no se cansaba de ver una y otra vez variantes de una misma historia) y un protagonista efectivo pero no brillante, y sacar de ahí un filme que en lugar de ser correcto y olvidable nos aporte algo que lo haga especial, en este caso esa sensibilidad visual y esa apuesta por centrarse en la madurez espiritual del personaje más allá de sus numeritos con la espada.

7 comentarios

  1. No la conocía y me la apunto porque la pinta que tiene es estupenda, seguro que me gusta.

    Ahora bien, más que nada -aparte de por saludar- venía a cachondearme un poco, desde el cariño, del título de la entrada… ¡Esto de respetar el niponés se nos está yendo de las manos!
    Piensa que cualquier niño indefenso podría estar paseando por internet, encontrar este post y ponerse a leer el título con un caramelo en la boca… Las consecuencias podrían ser fatales.

    Es más, te reto a que lo leas seguido en voz alta sin coger aire… Y masticar sugus puntúa triple

    Bueno, ya que estoy, te comento, aunque quizá ya lo sepas, que Ozu durante la IIGM estuvo dándole muchas vueltas al guion de una película bélica ambientada en Birmania si no recuerdo mal. No está muy claro si realmente tuvo intención de rodarla pero en sus entrevistas de aquellos años siempre hablaba del proyecto que hubiera sido cuando menos curioso. Leñe, es que ahora que lo pienso me imagino «El arpa birmana» rodada por Ozu y me hacen chiribitas los corazones.

    Un abrazo, y como siempre muchas gracias por todo 😉

    PD Tengo muchas ganas de pillar unos subtítulos en algún idioma cristiano de la peli episódica que hicieron en 1945 entre otros Mizoguchi y Shimizu: Canto de la Victoria (Hisshôka) Tengo el vídeo pero verlo así en crudo japonés… Pues no me animo.

    1. Jajajaja, es cierto que el título se las trae, pero hay que respetar las formas, ya sabes que para los japoneses eso era muy importante.

      Una posible película de Ozu sobre la IIGM habría sido una de las obras más curiosas de su carrera. Me imagino un filme consistente en oficiales en la cantina emborrachándose y echando de menos a sus familiares sin ninguna escena bélica, y el alto mando tirándose de los pelos al ver la película. Pero claro, imagino que no sería así…

      Ver películas sin subtítulos en idiomas que no entendemos es un último paso en nuestra evolución cinéfila que yo aún no me he atrevido a dar pero conozco gente que sí lo hace. Se leen una explicación del argumento antes de ver la peli y luego más o menos tiran con eso intentando seguirla. Cuando no hay subtítulos y sí muchas ganas de verla es lo que hay. Yo solo lo he hecho con algunas películas mudas que adaptaban grandes obras literarias. Por ejemplo una versión georgiana de Amok de Zweig que me vi con rótulos en ese idioma pero pude seguir muy bien leyendo antes el excelente relato original.

      En todo caso no te haremos pasar por esta prueba, mira si estos subtítulos en inglés funcionan:

      https://www.opensubtitles.org/es/subtitles/7932095/hisshoka-en

      Un abrazo.

  2. ¡Leñe muchas gracias! Mira que busqué en su momento pero no di con ellos.

    Ese último paso que comentas es ciertamente peliagudo. En inglés tendré que tirarme a la piscina sí o sí para comentar algunas pelis de Wellman que están sin subtitular. Mi nivel de inglés es COU+Internet+VOS y leer lo leo todo, pero no pillo los matices de oídas…

    En japonés, claro, es otra historia; de hecho una entrada que escribí sobre El héroe de Tokyo, de Shimizu, la hice prácticamente con el fin de ayudar a quien quiera verla traduciendo un argumento en inglés que vi por ahí.

    ¡Un abrazo!

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