Una de mis innumerables debilidades cinéfilas son las películas que empiezan con una secuencia muda o casi muda, que en este caso es un atraco a un banco en el que muere un guarda. Seguidamente un hombre y una mujer se conocen a la salida del cine, tontean y antes de que nos demos cuenta él la ha invitado a su casa y se están besando, lo cual es una muestra de cómo antaño la gente iba más al grano en estos temas. O quizá es que cuando uno es Fred McMurray o Kim Novak las posibilidades de éxito en el arte de la seducción son mucho mayores. O sencillamente lo que sucede es que él es el detective de policía Paul Sheridan, que está seduciendo a Lona McLane, la novia del atracador, para sonsacarle información sobre el paradero del criminal, en una muestra de cómo la profesión de policía podía tener también una faceta erotico-festiva nada despreciable.
En realidad, como muchos otros detalles del guion, esta artimaña para sonsacarle información no tiene mucho sentido, pero sirve como punto de partida para que los dos protagonistas se conozcan y así, cuando ella descubra la verdadera identidad de Paul, le haga una jugosa proposición: dejar en la estacada a Harry Wheeler, el atracador, y fugarse los dos con el dinero. Pero para ello, Paul debe engañar a sus compañeros, con los que vigila el apartamento de Lona a la espera de la llegada de Wheeler con el dinero.
Quizá pueda parecer un vínculo forzado, pero no puedo evitar pensar que es una curiosa casualidad que el primer papel acreditado de Kim Novak tenga algunos rasgos en común con su actuación más famosa en Vértigo (1958) de Hitchcock: en ambos casos hay un detective que finge conocerla casualmente pero que en realidad la está vigilando para descubrir algo de ella, y en ambos filmes el protagonista al final no puede evitar involucrarse en la historia en la que en principio solo tenía un papel de observador o vigilante. Incluso me resultan familiares los planos de seguimiento del coche o esa escena en que tras seguirla se encuentran ambos en la entrada de la casa de él, momento en que el protagonista finge que casualmente acaba de llegar también.
Siguiendo el hilo hitchcockiano, también resultan obvios los vínculos con un filme de ese año como es La Ventana Indiscreta (1954), con esos dos policías vigilando continuamente a dos mujeres desde la clandestinidad del apartamento de enfrente. En estas secuencias se potencia una de las ideas más interesantes del filme, que es la relación entre observar y desear. Tanto Paul como su compañero no dejan de vigilar a su objeto de deseo, nuestro protagonista a esa femme fatale cuya proposición no se resiste a rechazar, y su compañero a una enfermera que vive al lado. De hecho el compañero de Paul ha lanzado previamente un comentario misógino sobre las mujeres en que da a entender que nunca ha conocido ninguna decente, y será justo esa enfermera a la que se pasará horas observando la que se acabe convirtiendo en su ideal de mujer. Pero, ay, cuando la conoce por primera vez en persona no puede evitar mostrarse algo rudo y descortés, manteniendo las distancias. No es tan fácil romper con los prejuicios de uno y siempre resulta un poco violento el momento en que uno puede ver en persona al que ha sido su lejano objeto de deseo durante horas.
La Casa 322 (1954) es un muy buen noir que apuesta por concretar la mayor parte de la acción en un espacio limitado y hacer que la trama criminal se vaya enredando cada vez más hasta resultar casi asfixiante. A medida que se complican las cosas estamos deseando que los protagonistas puedan escapar tanto del plan que han urdido como de ese entorno en el que están atrapados, ella a la espera de la llamada de Wheeler y él en su tarea de vigilancia.
Hay que decir que el plan que urde él es de esos que uno intuye desde el primer momento que no pueden salir bien, ya que está plagado de cabos sueltos y de situaciones que potencialmente tienen muchas probabilidades de salir mal. Incluso la forma que tiene Paul de sortear las dificultades tiene algo de chapucero y empeora las cosas. Pero esto, que habrá quien lo vea como un fallo de guion, yo creo que está totalmente justificado: no todos los criminales de film noir son personas capaces de urdir planes enrevesados e inteligentísimos (como sin ir más lejos el personaje que interpretaba el propio Fred McMurray en Perdición (1944) de Billy Wilder, que es otro referente ineludible del que incluso hay un par de detalles que se toman prestados), y de hecho precisamente la película no se basa tanto en la premisa de un plan perfecto que sale mal, sino en mostrarnos cómo una serie de pequeños errores y/o decisiones desacertadas van complicando la cosa hasta que llega un punto en que vemos imposible que puedan salir indemnes de ésta.
Ciertamente no nos encontramos ante una gran obra del género, pero precisamente algunos de los rasgos que pueden ser vistos como puntos en contra del filme acaban jugando también a su favor. Apenas se profundiza en los personajes ni en la relación tan poco creíble entre Paul y Lona, pero eso le da a la cinta un sentido de urgencia, como si no tuviéramos tiempo a detenernos a conocer a los protagonistas con calma, lo cual encaja con una trama que va tan a contrarreloj que apenas les deja margen para pensar un plan más sólido para hacerse con el dinero. El desenlace es bastante anticlimático, muy diferente al clásico enfrentamiento final lleno de suspense, pero encaja con el carácter de antihéroe del protagonista y además, como última sorpresa, permite humanizar al personaje de Lonna en un último gesto que nos hace pensar que, después de todo, quizá no era tan femme fatale.
Puede que su director, Richard Quine, no fuera un especialista en el género (de hecho aun siendo un director todoterreno se movería con mayor frecuencia en la comedia), pero aquí demostró no solo ser un cineasta más que solvente sino adaptarse a lo que necesitaba la película: un buen ritmo, estética noir y personajes prototípicos pero que funcionan muy bien en este tipo de tramas. El resultado es más que notable.
Cuando la vi hace unos años, me entusiasmó un descubrimiento que me hizo crear una sesión triple: tres películas de 1954 cuya trama tiene que ver con una ventana indiscreta.
Una era la de Richard Quine, la otra la de Hitchcock y la tercera, El único testigo (Witness to Murder) de Roy Rowland. ¿Curioso, verdad?
Tengo una debilidad especial por el cine de Richard Quine, cuyo análisis no es fácil. Aquí descubrió además el rostro de Kim Novak, y fue una de sus actrices fetiche, además de enamorarse de ella. De esta manera, Quine siempre la rodó bellísima y le dio papeles que marcaron su carrera. Me gusta aquí la labor de dirección de Quine, y me parece que construye una buena película de cine negro.
Pero siento debilidad por sus melodramas: amo con locura «Un extraño en mi vida», donde Kim Novak y Kirk Douglas son protagonistas de la infidelidad más triste. Y me fascina «El mundo de Suzie Wong» con William Holden y Nancy Kwan, protagonizando una bonita y extraña historia de amor.
Con William Holden y Audrey Hepburn hizo otra película que me resulta fascinante, y difícil de clasificar, a pesar de estar tan olvidada: «Encuentro en París». Y alguna Navidad que otra no puedo evitar ver un clásico de esas fechas con Kim Novak también: «Me enamoré de una bruja».
Luego tiene comedias brillantes, originales y muy distintas como «La picara soltera» o «Cómo matar a la propia esposa»…, pero siempre con un poso de tristeza y desencanto.
Creo que me gusta, porque crea espacios y ambientes muy especiales en los que sus personajes se mueven. Y el uso del color en algunas de sus películas es maravilloso. Así como ese poso de tristeza que siempre se advierte sea el género que aborde.
Bueno, me dejo de enrollar, que creo que Richard Quine merece ser analizado y disfrutar de su filmografía.
Beso
Hildy
¡Muy buen repaso a la carrera de Richard Quine! Reconozco que yo no le he seguido muy de cerca, la película que más me gusta de las que he visto es «Un extraño en mi vida», pero me anoto algunas de las que dices. He ido mirando una a una de qué van y su reparto, y de entrada me llama mucho la atención «El mundo de Suzie Wong».
Gracias por tus recomendaciones, que siempre son bienvenidas.
Un saludo.
Interesante director Richard Quine, en cuya carrera hay «de todo». Esta película me gusta mucho, y Kim Novak está muy bien en su papel de chica «disponible» y desvalida. Estupenda la escena del ligue con Fred Mac Murray a la salida del cine. Por cierto, unos minutos más adelante podemos comprobar que «no lleva sujetador», como dijo Hitchcok de ella a propósito de otra película.
No me había dado cuenta, ¡debe ser que a Kim Novak siempre le caían los papeles de personajes sin sujetador!
Un saludo.