Tal y como comenté hace tiempo en otra entrada no deja de sorprenderme el súbito bajón que sufrió el cine japonés al llegar los 70 que en gran parte fue provocado por los grandes cambios que afectaron a la industria. No obstante, para mí eso no explica que cuando reviso obras de los 70 hechas por grandes autores de décadas pasadas prácticamente todas me han parecido invariablemente inferiores a lo que hicieron antes. Obviamente no he visto todo, pero me sorprende especialmente que en los casos que he revisado de cineastas que por entonces no eran tan mayores (Teshigahara, Imamura, Oshima, Ichikawa) nunca me haya encontrado con alguna obra a la altura de sus logros de la década pasada. Masaki Kobayashi no ha sido una excepción. Si bien Inn of Evil (Inochi bô ni furô, 1971) era una película notable y muy solvente, me he llevado otro chasco con una obra aparentemente más ambiciosa por temática y duración: El Fósil (Kaseki, 1975).
Ya de entrada un aspecto que me sorprende negativamente es el poco cuidado formal del filme viniendo de un cineasta que antes mimaba tantísimo ese aspecto. Más allá de que la fotografía en color tiene un tono más feísta, noto un cierto descuido en la composición de los planos y en el trabajo con la fotografía que me han chocado. Pero entonces buscando información por la red entendí en parte el por qué de este estilo tan inusual en él. En realidad El Fósil era una miniserie para televisión que Kobayashi aceptó llevar a cabo a cambio de poder remontar una versión de «solo» tres horas y cuarto para el cine. Este estilo aparentemente tan descuidado podría deberse quizá a que Kobayashi estaba aquí trabajando en el ámbito televisivo, donde no podría cuidar tanto el acabado de la película y más siendo una obra tan larga.
Casualmente cuando vi El Fósil estaba siguiendo en paralelo en esos días la miniserie Secretos de un Matrimonio (Scener ur ett äktenskap, 1973) de Ingmar Bergman, y me dio que pensar sobre lo que supone para un director de cine tener que amoldarse al formato televisivo, y los resultados tan dispares que ofrecieron Kobayashi y Bergman en sus proyectos. El sueco creo que consiguió ser totalmente fiel a su estilo en forma y contenido, y quizá lo único que delata el origen televisivo del proyecto es la limitación de espacios y personajes (salvo los primeros episodios, la mayoría solo tienen como personajes a la pareja protagonista y suceden en un único espacio cerrado), dándole un tono de teatro de cámara, que en realidad tampoco es tan ajeno al universo Bergman. Kobayashi en cambio es el caso contrario: la mitad del metraje sucede en Francia y el uso de tantos exteriores reales no le da la imagen de ser un producto televisivo barato, pero a cambio el acabado formal más descuidado nos delata que el cineasta no trató el material como otro de sus filmes. Hoy día en que las fronteras entre ficción televisiva y cinematográfica están más difuminadas que nunca puede parecer un tanto banal insistir en esa diferenciación, pero creo que es algo que se nota realmente en El Fósil.
La historia que se nos explica aquí tiene muchos ecos con Vivir (Ikiru, 1952) de Akira Kurosawa: Itsuki, un importante ejecutivo ya en edad avanzada viaja unas semanas de vacaciones a París junto a su secretario Funazu. Allá siente unos fuertes dolores y tras someterse a un chequeo médico descubre que tiene un cáncer terminal. Como nadie más conoce el diagnóstico, Itsuki decide guardarse el secreto para sí mismo y se replantea qué ha hecho con su vida y cómo afrontar en sus últimos meses. En Francia decidirá realizar una escapada a algunos pequeños pueblos donde visitará iglesias románicas junto a una joven pareja y una misteriosa mujer que le tiene fascinado. De vuelta a Japón sucederán varios hechos importantes: un amigo suyo también tiene un cáncer en estado avanzado y le pide verle antes de morir, su empresa se enfrenta a la quiebra y en paralelo decide retomar el contacto con su mejor amigo de su época en el ejército.
De entrada hay un aspecto de El Fósil que reconozco que me molesta profundamente desde el primer minuto y es su narrador en off. Sé que en Japón se siente mucho aprecio por este tipo de figuras narradoras o explicativas (vean si no el éxito de los benshi en la era muda ) pero en este caso, no puedo evitarlo, me irrita su tono tan monotamente descriptivo, sin ningún tipo de poesía o ritmo en su narración de los acontecimientos y a veces incidiendo en detalles que preferiría que no se explicaran verbalmente. Un segundo inconveniente que le achacaría al filme es que creo que no logra exprimir del todo el potencial de situarse en un país extranjero, y de hecho su primera media hora se hace algo monótona. Entiendo que cuando Itsuki realiza esa escapada para visitar iglesias románicas se pretende dar la sensación de revelación, de cómo esas antiguas ruinas de otra cultura logran despertar en él ideas o sentimientos que le ayuden a superar su situación, en la línea de Te Querré Siempre (Viaggio in Italia, 1954) de Rossellini con Pompeya. Pero personalmente creo que no lo logra. Los numerosos planos de grabados de las iglesias no me parece que conecten de alguna forma con Itsuki, y el único momento de revelación tiene lugar cuando éste se queda cautivado por el silencio de una galería en una vieja iglesia y piensa que le gustaría quedarse ahí para siempre, pero no me parece que Kobayashi enfatice ese momento a nivel dramático.
El filme tiene en realidad un tono más bien monótono que en cierto modo encaja con la personalidad tan retraída del personaje, pero a cambio no se nos da nada a lo que agarrarnos. Ésta es seguramente otra de las consecuencias de su origen televisivo, el hecho de que la historia no esté construida pensando en producir ciertos efectos dramáticos repartidos a lo largo de tres horas y cuarto, sino que más bien tenemos un resumen de varias escenas de una miniserie. En honor a la verdad la narrativa no fluye mal y, sin conocer el origen del material, jamás sabríamos que es el resumen de una serie televisiva. Pero a nivel dramático creo que sí afecta a la forma como está planteada la historia, que quizá funcionaba mejor en forma de pequeños episodios de 50 minutos.
A favor del guion hay que reconocer que no hace concesiones fáciles. Puede que el personaje de Itsuki sea consciente a raíz del cáncer que no se ha portado bondadosamente con los demás, pero hasta el final no pierde su carácter más bien arisco y distante con sus seres queridos. En ese sentido no tiene nada que ver con el entrañable protagonista encarnado por Takashi Shimura en la excelente obra de Kurosawa, y más que llevar el filme hacia un previsible cambio en la personalidad de su personaje en que, después de tantos años amasando una fortuna, descubra que lo más importante en la vida es el amor o alguna cursilada por el estilo, lo que nos encontramos más bien es un hombre que busca la forma de aceptar su situación y reparar dentro de lo posible ciertos errores. Uno de mis momentos favoritos es cuando visita a su madrastra y su hermano para disculparse ante ella por lo mal que la trató cuando murió su padre. Pero ella (la inolvidable Haruko Sugimura, un rostro esencial del cine japonés), que padece ya cierta demencia, no recuerda nada e incluso tiene la idea de que siempre fue cariñoso con él. Este segmento es el que más me habría gustado ver en profundidad en su versión televisiva.
En general El Fósil acaba siendo una obra indudablemente menor dentro de la carrera de Kobayashi, quien ya en los 70 dio un extraño paso atrás en productividad dirigiendo solo tres filmes en comparación con su actividad las dos décadas precedentes. Por su duración y su temática uno esperaría que El Fósil sería una de sus obras más reseñables, pero en realidad es una película más interesante que imprescindible, de la que se pueden extraer bastantes cosas reseñables (el final por ejemplo me gusta bastante) pero que en global creo que no hasta a la altura de sus ambiciones.
Lástima que no sea una película redonda cuando es muy atractivo el argumento y los personajes, además con referentes, por algunos motivos que explicas, tan maravillosos como Vivir (Ikiru, 1952) de Akira Kurosawa (cómo me emociona esta película) o Te Querré Siempre (Viaggio in Italia, 1954) de Rossellini. Tengo lagunas con el cine japonés, pero lo que voy conociendo de su cinematografía pasada y contemporánea me interesa bastante. Así que se agradecen muchos tus análisis de películas, que me aportan hilos de los que tirar.
Uno de los temas que me interesa mucho es el tratamiento de la muerte en el cine, por eso me ha llamado la atención esta película. El cine japonés tiene una manera especial de representarla. Recuerdo una contemporánea que me resultó emocionante, DESPEDIDAS de Yōjirō Takita.
Beso
Hildy
Sí, como dices es una pena que no acaben de redondear la propuesta porque parte de ideas y referentes muy interesantes. Quizá funcionaba mejor en formato miniserie, pero no estoy del todo seguro.
El cine japonés, qué te voy a decir, es un mundo inabarcable y una de mis obsesiones cinéfilas de los últimos años. Últimamente me ha dado fuerte y se me acumulan reseñas, pero quiero ir dosificándolas porque entiendo que a algunos lectores les sature.
Me suena el filme que comentas, creo que en la portada salía un violoncelista. Lo tengo anotado mentalmente. Justo estos días estoy intentando localizar otra película nipona reciente que sospecho que también trata ese tema, a ver si doy con ella y, sobre todo, si saco tiempo para verlas… uno no da abasto.
Un saludo.