Un Sueño Americano [An American Romance] (1944) de King Vidor

No creo descubrir nada nuevo a los aficionados al cine clásico al afirmar que King Vidor ha sido uno de los grandes cineastas de Hollywood más injustamente olvidados durante mucho tiempo. Por un lado, no llegó a tener el lustre de cineastas de primera línea contemporáneos suyos como William Wyler, que además siguió facturando grandes clásicos populares después de la II Guerra Mundial, una época más agradecida de ver para la gente a quien le da un poco reparo bucear demasiado a fondo en el Hollywood clásico. Por el otro, cuando los cahieristas decidieron reivindicar una serie de cineastas colocándoles en el canon que aún hoy día utilizamos, dejaron de lado a algunos nombres magníficos, quizá por no corresponderse a sus teorías del cine de autor al considerarles meros artesanos de estudio.

En esta categoría entrarían grandes nombres como Henry King, Clarence Brown y, por supuesto, King Vidor. Y no obstante no solo los tres eran cineastas de calidad más que indudable, sino que también supieron demostrar que eran capaces de realizar grandes obras alejadas de la rutinaria cadena de producción de los principales estudios. Uno de mi descubrimientos cinéfilos más destacados del año pasado fue Han Matado a un Hombre Blanco (Intruder in the Dust, 1949) de Clarence Brown, una obra de una personalidad y valentía inusitadas que dejaría boquiabierto a más de uno. Y recientemente Henry King me ha vuelto a dejar impresionado con Almas en la Hoguera (Twelve O’Clock High, 1949), uno de los retratos más veraces y humanos sobre lo que supone combatir en la guerra. No solo son buenas películas, sino que se apartan de las producciones estándar del estudio por motivos diferentes. Solo por eso deberíamos empezar a quitarnos de la cabeza el prejuicio de que estos directores eran meros empleados eficaces.

King Vidor es un cineasta que aunque la mayor parte de su carrera he hecho películas dentro de los confines de lo permitido por los estudios (lo cual no tiene nada de malo, Howard Hawks para mí es el más gran director americano y era esencialmente un cineasta comercial), en algunos puntos de su carrera se permitió realizar proyectos más personales que chocaban con lo establecido, más concretamente tres: Y el Mundo Marcha (The Crowd, 1928), Aleluya (Hallelujah!, 1929) y El Pan Nuestro de cada Día (Our Daily Bread, 1934). La primera no solo es una de las obras cumbre de la era muda sino una de las obras más transgresoras que se realizaron en el Hollywood de la época aunque pueda no parecerlo a primera vista, un proyecto solo posible gracias a que se le dio total carta blanca después del enorme éxito de El Gran Desfile (The Big Parade, 1925). La segunda demostró la enorme valentía de Vidor por adentrarse en un terreno aún desconocido y hostil como el sonido con un filme musical que reivindicaba la comunidad afroamericana y reflejaba su cultura, en unos tiempos en que dicha temática estaba casi totalmente ausente del cine mayoritario de Hollywood. La última fue un proyecto personal que tuvo que producir él de forma independiente por no contar con el apoyo de ningún estudio, y que era un canto a la esperanza y la solidaridad en los difíciles tiempos de la Gran Depresión.

Solo estos tres filmes invalidan cualquier teoría que sitúe a Vidor como un mero director eficaz y sin personalidad. Pero hay al menos otra película más que fue planteada por él como uno de los grandes proyectos personales de su carrera y que, de haber funcionado mejor, ocuparía un cuarto puesto en esta pequeña lista: Un Sueño Americano (An American Romance, 1944).

La película nació a partir de una idea original de Vidor, que concibió como una forma de servir a su país en la II Guerra Mundial, es decir, haciendo una película que resaltara los valores que habían hecho grande a Estados Unidos. Y la forma de llevarlo a cabo hay que reconocer que era bastante curiosa: la premisa de Vidor era narrar, por extraño que parezca, la historia del acero (¡!) en paralelo a la de un hombre que representaría las bondades del sistema americano. El protagonista, Stefan Dubechek, es un emigrante que llega a la tierra de la democracia y la libertad prácticamente con lo que lleva puesto para buscar trabajo. Al pasar el primer control en Long Island descubren que no tiene el dinero mínimo para poder ser aceptado en el país y deciden enviarlo de vuelta… pero el tal Stefan es tan insistente y asegura de forma tan convincente que quiere entrar a trabajar que deciden, ay, hacer la vista gorda y dejarle pasar porque creen que con esa actitud será útil a los Estados Unidos.

Stefan llega pues por sus medios a una mina donde trabaja varios años extrayendo hierro y se enamora de Anna, una profesora. Pero aunque Stefan logra establecerse exitosamente es demasiado ambicioso y decide seguir el camino del hierro que han extraído para ver cómo es tratado luego. De esta forma llega a las fábricas que transforman el hierro en acero, y allá consigue un trabajo en el que va ascendiendo de puestos gracias a su dedicación y carácter tan emprendedor. Pasa el tiempo, Stefan se ha casado y ha tenido hijos, pero decide dar un nuevo giro a su vida convirtiéndose en fabricante de automóviles utilizando algunos de los materiales que han salido de la fábrica de acero. De esta forma se convierte en un gran magnate que deberá enfrentarse a los cambios sociales que sufrirá el país primero con la llegada de los movimientos sindicales y luego con la II Guerra Mundial.

En su imprescindible autobiografía Un árbol es un árbol (en la cual es imposible no acabar simpatizando con Vidor por su forma de expresarse y porque se trasluce que era una persona encantadora), el cineasta deja entrever que para él Un Sueño Americano iba a ser uno de los grandes proyectos de su carrera, para el cual empleó varios años de su vida y además se invirtió un presupuesto más que generoso. Desafortunadamente el montaje que nos ha llegado no fue el que él preparó, ya que el estudio recortó media hora de la primera versión para dejar el metraje en dos horas. Lo más curioso de todo es que uno se imaginaría que lo que se sacrificarían serían las escenas del proceso de elaboración del acero… pero no fue así y, en una maniobra extrañamente chapucera para venir de un estudio como la Metro, los cortes se hicieron según lo que permitía la banda sonora en lugar de seguir un criterio narrativo y luego rehacer la parte sonora en consonancia (de hecho, si se fijan, en algunos finales de escena se notan unos fade out sonoros totalmente abruptos que evidencian este tratamiento). En consecuencia la media hora que nos perdimos tiene que ver con la historia humana y no con la parte industrial. Solo puedo entender esta extraña decisión porque el estudio por algún motivo tuviera tanta prisa por estrenar la película que escogió la vía más rápida.

En todo caso, esto provoca que la versión que tenemos de Un Sueño Americano no tuviera el beneplácito de su creador, que estuvo tan furioso por lo que le habían hecho a su proyecto que nunca más volvió a trabajar en la Metro. Según sus memorias, el primer montaje había sido aplaudido por todos los que lo vieron como una gran obra maestra, pero ¿realmente tenemos indicios de que fuera así o simplemente Vidor está exagerando las reacciones iniciales para enfatizar el daño que le hicieron a su película?

Aunque Vidor tiene todas mis simpatías, de entrada debo reconocer que viendo el metraje existente me inclino a creer que, por mucho que el recorte de escenas afectara a la película, tampoco nos encontramos ante una obra maestra perdida. Empecemos por el primer inconveniente más obvio: Vidor quería como protagonista al gran Spencer Tracy, pero al no estar disponible tuvo que contar con Brian Donlevy. La diferencia es sustancial. Si bien en su autobiografía Vidor da a entender que no tuvo ninguna objeción con los actores que le impuso el estudio, lo cierto es que en la vida real sí que hizo público lo que para todos resulta obvio que fue una desafortunada elección de casting – lo que sucede es que Vidor era tan buena persona que en sus memorias no habla mal de casi nadie. Más allá de que Tracy sea mucho mejor actor que Donlevy, lo cierto es que éste no encaja en un personaje que es esencialmente alguien inocente pero con mucha perseverancia. Stefan se supone que encarna la figura del emigrante que llega al país lleno de buenas intenciones y a quien lo que le falta de educación lo compensa con ganas de aprender y prosperar. Donlevy nunca resulta creíble en ese tipo de personaje y no tiene especial química con su compañera de reparto Ann Richards.

Pero seamos sinceros, el problema no es solo Donlevy sino el guion. Un Sueño Americano es de esos filmes que funcionan en la distancia, como idea: poner en paralelo todo el proceso de producción del acero desde que sale de las minas hasta que llega a las fábricas y contribuye a crear coches junto a la historia de un hombre que va prosperando mientras, en paralelo, también pasa por todas las partes de ese proceso. Incluso la idea de mostrar imágenes documentales de toda la fabricación me resulta muy interesante y algo bastante inaudito en el cine americano de la época. Pero a la práctica la historia humana está muy mal dibujada, con unos personajes tan planos y estereotipados que es imposible que resulten creíbles. Stefan es tan unidimensional y predecible en sus ideas y forma de proceder que parece casi una caricatura, y su romance con Anna está pésimamente desarrollado, aunque podemos conceder a Vidor el beneficio de la duda porque sin duda se cortaron escenas que permitían ver la evolución de su relación. Incluso los personajes secundarios parecen caricaturas, vean sino el encuentro de Stefan con un magnate del automóvil que quiere comprar su patente para guardarla en un cajón, un personaje que está caracterizado casi como si fuera un malo de película para darnos a entender de forma tan descarada y casi pueril que ése no es un buen tipo y que Stefan no debe asociarse con él.

Por otro lado, no le achacaré al filme su patriotismo a veces tan descarado – por ejemplo, la risible idea de que dejen pasar a un emigrante sin dinero porque «será útil al país» o el mensaje tantas veces repetido de que Estados Unidos es el país donde un emigrante como Stefan puede convertirse en un magnate. Después de todo la película es hija de un contexto muy determinado y el propio Vidor ya da a entender en el mismo título sus intenciones, y no son pocos los clásicos del cine que adolecen de una propaganda demasiado descarada. Sus problemas reales tienen que ver con su guion, los personajes y los actores utilizados.

Ahora pasemos a las buenas noticias. ¿Qué nos ofrece de interesante Un Sueño Americano? Ni más ni menos que un trabajo de dirección absolutamente sensacional de Vidor en el que le dio mucha importancia a la paleta de colores a utilizar a lo largo del filme: mayormente marrones en el primer episodio de las minas, oscuros en la parte de las fábricas fuertemente contrastados con los anaranjados del fuego, grises y azules más apagados en la fábrica de coches y colores más vivos en los episodios humanos. Por otro lado es inevitable resaltar las escenas documentales de fabricación del acero porque son lo que da más singularidad a la propuesta y están excelentemente filmadas. Sin ellas Un Sueño Americano sería una rutinaria historia de un emigrante que se abre paso y se enriquece sin apenas ningún enfrentamiento con su sumisa mujer ni ningún momento de duda sobre si está tomando demasiados riesgos en sus siguientes pasos.

Por tanto, es obvio que Un Sueño Americano no está a la altura de logros en mayúsculas de Vidor, como el trío comentado al inicio del post, aunque la génesis del proyecto y su singular propuesta parecían encaminarlo hacia allá. Pero si bien se trata de un filme desigual, no se puede negar que ofrece una idea interesante y que está excelentemente filmado por un Vidor que puso todo su empeño en ello. A veces es interesante comprobar cómo incluso siendo un gran artista y partir de una buena idea las cosas no salen como deberían, y este filme es un ejemplo clarísimo al respecto.

8 comentarios

  1. La edición que está a la venta del dvd señala que su duración es de 151 minutos. ¿Es la versión completa? Habrá que verla.

    1. Rayos, eso sería una gran noticia, pero he estado investigando y no me haría muchas ilusiones. Mire lo que he leído en IMdB:

      Runtime 2 hr 31 min (151 min) (copyright length)
      2 hr 1 min (121 min) (re-edited)

      Tiene pinta que 151 minutos es la duración que se registró y que quizá alguna distribuidora de DVDs ha cogido como referencia (no es la primera vez que la duración que pone la caja del DVD no corresponde con la de la película). Indagando por la red me da la impresión de que la que se conserva es la de dos horas. ¡Ojalá me equivoque!

      Un saludo y gracias por la información.

  2. Pues estoy totalmente de acuerdo con lo que dices de King Vidor (y qué bonito es su libro de memorias).
    Esta película es una de las que me falta por ver de su filmografía, así que me ha encantado, de nuevo, leerte… La historia de un país a través del un material… El enfoque sí que es arriesgado y original.
    Yo ya solo por «… y el mundo marcha» le tengo en muy alta consideración. Y es que me provoca tal emoción cada vez que la veo…
    De lo que he visto de su etapa muda, adoro dos de las comedias que hizo con Marion Davies, sobre todo Espejismos.
    Del cine sonoro todavía no he visto todo, pero de lo recopilado he disfrutado mucho con sus melodramas arrebatados como Stella Dallas, El manantial o Pasión bajo la niebla…, que son además brillantes cinematográficamente hablando.
    De las películas que me quedan por ver todavía muero por Cenizas de la guerra o Más allá del bosque…, pero estoy segura de que seguiré deleitándome con él, seguro.

    Beso
    Hildy

    1. Hola Hildy,

      Vidor es uno de esos directores que nunca se cita junto a los grandes pero a lo tonto nos ponemos a citar títulos como los que has mencionado además de otros más… y te das cuenta de que tiene una filmografía envidiable. Todas las que dices me gustan mucho, y las que no has visto ni las tenía en consideración, las añado a mi lista.
      El filme que he reseñado hoy estoy seguro de que te gustará. Es de esas obras imperfectas repletas de buenas ideas que justifican su visionado.

      Un saludo.

  3. Mi querido Doctor, una consulta.

    Me apetecería mucho leer «Un árbol es un árbol» pero no encuentro como hacerlo. Mis piráticas gestiones no dan con edición digital alguna y en formato físico solo encuentro una oferta en iberlibro por más de 250 cucos. Y la biblioteca más cercana que lo tiene está a 200 kms de donde vivo.
    El caso es que mirando he leído en algún sitio que esta autobiografía es la misma que se publicó en España con el morboso nombre de «Hollywood al desnudo» en los años 50, y curiosamente de esta sí veo oportunidad de comprar algún ejemplar.

    ¿Sabe usted si es así, si son el mismo libro aunque con traducciones supongo distintas?

    Veo por ahí en venta ediciones norteamericanas de 1953 y aquí se publicó en 1954, así que a lo mejor puede cuadrar…

    Un saludo

    1. Vaya, ¿no tiene usted unos 200 euros a gastar en un libro?
      Pues en tal caso decirle que sí, que Hollywood al desnudo es el título con el que se editó inicialmente el libro de Vidor. Así que adelante con él si tiene la ocasión de conseguirlo.

      Guillermo

  4. Esta película no la he visto, la apunto. De todas formas, me resulta curioso lo que mencionas respecto a la infravaloración de King Vidor, cuando gran parte de la crítica (al menos la que leo, vaya) lleva tiempo reivindicando su obra, así como la de otros clásicos como Henry King. Dos de mis directores favoritos. Aunque en mi altar el primer puesto lo ocupan Ford y Hawks, los dos King (Vidor y Henry) están situados muy altos. Por otra parte, también me ha llamado la atención tu comentario sobre el «miscasting» con Brian Donlevy. Básicamente porque los papeles más notorios de este actor (los primeros que me vienen a la memoria, al menos) son precisamente los de «emprendedor», aunque con un poso moral más bien bajo, la verdad (estoy pensando en El Gran McGinty o Tierra Generosa). Enhorabuena por el artículo, como siempre. Saludos!

    1. Hola Joan, ¡muchas gracias por tus reflexiones!

      Es cierto que cada vez se reivindica más a King Vidor, pero me sigue dando la sensación de ser un cineasta que todos coincidimos en que era muy bueno pero al que no se le han dedicado tantos estudios como merecen. Es una impresión personal, ojalá me equivoque y tengas razón, porque gente como él y Henry King lo merecen. Yo mismo he tardado tiempo en profundizar en su filmografía más allá de los títulos más canónicos por ese motivo.

      Lo de Brian Donlevy… resulta que en este filme hace de emprendedor pero se le supone un carácter muy inocente. Ya lo verás en la película, pero tiene casi el carácter de un niño, lo que pasa que un niño «muy espabilado» que acaba haciéndose rico. Nada que ver con el tipo de emprendedor que hacía en El Gran McGinty, aquí no tiene nada de cinismo.

      Lo dicho, gracias por tus apuntes y si ves la película espero que la disfrutes, seguro que como mínimo la encontrarás interesante.

      Un saludo.

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