Contraté a un Asesino a Sueldo [I Hired a Contract Killer] (1990) de Aki Kaurismäki

Es una experiencia realmente reconfortante volver al cine de Aki Kaurismäki después de una temporada teniéndolo algo olvidado. Es como reencontrarse con un viejo amigo con el que sigues entendiéndote a la perfección. Bastan tan solo unos minutos de película para recordar por qué me gusta tanto su cine y preguntarme por qué no lo reivindicamos de forma más insistente como uno de los mejores cineastas de su generación, pues si bien no se puede decir que sea un director olvidado, tampoco creo que le tengamos tan en cuenta como merece. Seguramente eso se deba a uno de los rasgos más definitorios de su cine: su humildad, su tendencia a hacer películas sencillas y a menudo breves, que no se retienen tanto en nuestra memoria como otras mucho más grandes, ruidosas y no siempre necesariamente mejores.

En Contraté a un Asesino a Sueldo (1990) Kaurismäki se alejó de los escenarios de su Finlandia natal y de los rostros habituales de su cine para ambientar la trama en Londres, donde un francés llamado Henri acaba de perder su trabajo. Solo y sin amigos, decide suicidarse, mas no acaba de lograr su propósito, así que contrata a un asesino a sueldo para que lo mate. Pero entonces conoce a una vendedora de flores, Margaret, de la que se enamora, y recupera las ganas de vivir. El problema será convencer al asesino a sueldo de que ya no quiere tirar adelante el encargo.

Bajo esta irresistible premisa, seguramente inspirada en Las Tribulaciones de un Chino en China (1879) de Julio Verne, Kaurismäki nos ofrecía aquí otra de sus obras con ese estilo tan característico suyo que tanto me gusta: ese tono seco y negro que provoca que, pese a que nos encontremos con una comedia en la teoría, a menudo no estemos seguros de si debemos reír o no de lo que vemos; ese retrato de las clases obreras con una crítica hacia el mundo capitalista que nunca llega a hacerse discursiva; ese estilo tan aparentemente minimalista, pero en que el contenido de cada plano y el uso del sonido está medido al detalle y esa estricta concreción a la hora de abordar la historia.

Sobre este último punto fijémonos en cómo Kaurismäki se nota que no quiere perder tiempo en mostrar cómo Henri se acaba enamorando de Margaret y despacha su primer encuentro en unos minutos, quizá también como una forma de evitar el inevitable sentimentalismo que implica mostrar el inicio de un romance. Kaurismäki, consciente pues de que no resulta creíble ese flechazo súbito, convierte esto que podría ser un defecto en algo que juega a su favor, enfatizando la sensación de extrañeza que despierta esa inesperada relación al combinar arrebatos que muestran una absoluta sumisión al otro (cuando Henri declara que dejará de fumar de golpe si ella se lo pide) con otros en que se entrevé una incoherente desconfianza (cuando en mitad de una partida de cartas Henri ha de bajar a la calle se lleva su manojo de cartas consigo por miedo a que ella haga trampas y las mire). De hecho algo que me gusta de su cine es que se nota que el cineasta sigue sus propias normas totalmente al margen de los demás o de lo que debería hacer, de forma que si se le antoja forzar así el vínculo entre los protagonistas lo hace, y si le apetece insertar sin venir nada a cuento al guitarrista de los Clash, Joe Strummer, tocando una canción en un bareto sin ninguna justificación, lo hace. Y lo mejor es que le funciona.

Este sentimiento de extrañeza al que aludía es de hecho una de las claves del cine de Kaurismäki, de la cual se desprende ese peculiar sentido del humor que opta por no crear gags propiamente dichos sino más bien provocar cierto estupor al espectador: el conserje de aspecto poco recomendable que le hace saber a Margaret que ha estado en el cementerio visitando a su madre o los dos matones que se emborrachan con Henri y le hablan de lo bonita que es la vida aludiendo a flores y otros elementos totalmente fuera de lugar en ese entorno en que se encuentran.

Por otro lado, este recurso le sirve también al cineasta como forma de mostrar su humanismo, algo aparentemente contradictorio dado el mundo tan hostil que retrata y esos personajes tan secos y fríos. Solo Kaurismäki sería capaz de mostrarnos a un asesino a sueldo en clave obrera: no es más que otro desgraciado que tiene que desempeñar un trabajo para pagar las facturas, algo que se nos remarca en esa escena en que vemos su diminuto piso con su hija fregando los platos. Es por ello que resulta muy apropiada la elección de Jean-Pierre Léaud como protagonista, un actor limitado que ha basado su entera carrera en mantener esa eterna expresión de seriedad o enfado que en el fondo sospechamos que responde más a un capricho que a algo real, pero que le ha funcionado a la perfección en obras de tantos grandes directores (del mismo modo que, por ejemplo, el más reputado Robert Mitchum basó su carrera en mantener esa eterna expresión chulesca de estar de vueltas de todo y no por ello nadie le desprestigiaría por ello).

Por último no puedo dejar de remarcar lo asombrosamente bien que el cineasta retrata ese Londres tan sucio y decadente, algo que se intuye en prácticamente cada plano: los carteles sucios, las bolsas de basura en la calle, los apartamentos en que se intuye la humedad en cada rincón… Incluso en un breve plano del suelo de un autobús vemos una bolita de papel tirada en el suelo. Del mismo modo, esa pasión del cineasta por dedicar primeros planos a los objetos que usan los protagonistas constituyen en si mismos un testimonio de esa época: las marcas, la morfología de los objetos, sus colores… Todo ello pueden parecer meros detalles o simplemente dejes de marca de estilo sin ninguna función aparente, pero son lo que da esa estética tan particular al cine de Kaurismäki, en que los personajes están íntimamente vinculados a ese espacio y esos objetos, ya sea esa poco apetecible hamburguesa que vemos cocinarse en un restaurante a desgana, esa cocina a gas que se niega a funcionar para que nuestro protagonista pueda suicidarse, las destartaladas macetas que éste cuida en su terraza o ese reloj que le regala la empresa a Henri como compensación por despedirle.

A menudo pienso que en el hipotético caso de que este Doctor tuviera la excéntrica ocurrencia de querer dirigir películas, el estilo que seguiría sería muy similar al del cine de Kaurismäki. No necesariamente porque sea uno de mis cineastas más predilectos, sino porque creo que me sentiría cómodo en esta forma de entender el cine: películas aparentemente sencillas y modestas pero con profundidad detrás y un trabajo muy cuidado de puesta en escena, con un tono tan peculiar que no parece querer congraciarse con el espectador, exhibiendo esa libertad para seguir sus propias normas y además siendo fiel a ellas hasta el final. Definitivamente el mundo necesita más cineastas como Aki Kaurismäki.


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6 comentarios

  1. Hola Doctor,
    ¿Es un remake de Der Mann, der seinen Mörder sucht de Siodmak? ¡La historia se parece mucho!
    Kaurismaki es uno de esos directores que hablábamos hace poco que me dosifico y vuelvo a él confiado en que voy a pasar un buen rato.
    También le digo que aunque el entusiasmo de usted por su cine está más que justificado, y que objetivamente coincido con usted en que debería estar más presente, también le digo que a mí me llega algo menos.
    Aunque esa capacidad para emocionar desde la frialdad y de mostrar la complejidad humana desde la sencillez es prueba de su maestría, yo le debo confesar que no termino de conectar al completo con su estilo. Hay algo en lo escandinavo que tiende a distanciarme, a no dejarme entrar por completo en lo que veo. De hecho, aunque es otro caso más complejo, algo parecido me ocurre con Bergman.
    Es curioso, porque lo que me gusta de Bresson, fuente evidente de Kaurismaki, me gusta mucho, y no le digo nada de Ozu, influencia más que reconocida y que sé que en mucha gente provoca un distanciamiento parecido… No sé, yo creo que es lo escandinavo.

    De todas formas la pongo en la lista, porque creo que no la he visto (otro tema con Kaurismaki es este que usted bien menciona, que uno en su cabeza confunde las películas) y le agradezco de nuevo sus sabias palabras.

    Un saludo

    1. Hola Manuel,
      Tiene gracia que mencione el filme de Siodmak, porque ayer entré en su blog a ver cuál había sido el Ozu de la semana y acabé leyendo otra reseña suya en que citaba justamente esa película de Siodmak. Yo creo que es una casualidad y si hay una fuente en común es más bien el relato de Verne. Más que nada porque es un filme poco conocido de Siodmak que no sé si Kaurismäki conocía, y además éste tampoco lo ha citado, cuando como sabemos es un hombre extremadamente generoso a la hora de reconocer sus influencias.

      Sobre que no conecte con el tono escandinavo, es posible. A mí por ejemplo me sucede algo parecido con el cine chino clásico, que tiene una tendencia a lo exageradamente dramático que me saca de las películas. Leí hace poco un libro sobre historia del cine chino y mientras comprobaba cómo el autor cantaba las mil alabanzas de algunas de esas obras que yo había visto, no podía evitar pensar que sí, objetivamente tenía razón, pero que no lograba compartir su entusiasmo.

      Seguro que le gustará la película, tiene todos los rasgos de su cine y funciona muy bien.

      Un abrazo.

  2. Ésta de Kaurismäki aún la tengo pendiente y viendo que el Doctor le pone 4 estrellitas (que no es poco) lo veré próximamente.
    Mi preferida de Aki Kaurismäki es Nubes Pasajeras

    1. Hola Ronald,
      Gracias por el voto de confianza, si le gusta Kaurismäki ésta va a ser una apuesta segura. Mi favorita seguramente sea la misma que cita usted, en competencia quizá con Un hombre sin pasado, a la que le debo otro revisionado.
      Un saludo.

  3. Jo, yo también tengo mucha afinidad con el cine de Aki Kaurismäki. Curiosamente, como el otro comentarista, tampoco he visto esta película de su filmografía, pero mientras te leía iba viendo los ingredientes que hacen tan especial su manera de contar las historias.
    Cuando descubrí a Kaurismäki, fue un flechado. Ocurrió cuando estrenó La vida de Bohemia. Entré en el cine y algo tocó en mí que hizo que a partir de ese momento me interesase por toda película que estrenase e intentar ver lo anterior.
    Aunque todavía, como has visto, me quedan cosas por ver.
    El flechazo definitivo fue con Un hombre sin pasado y cada vez que estrenaba procuraba ir a una sala de cine. Desde El otro lado de la esperanza no ha vuelto a estrenar nada, aunque creo que tiene una a punto.
    Desde Un hombre sin pasado fui intentando ver las anteriores como Leningrad Cowboys Go America o Nubes pasajeras.
    Me gusta ese ambiente que crea, esos personajes lacónicos, ese mundo analógico con gotas vintage, esas bandas sonoras que se marca… En fin, que me apunto esta.

    Beso
    Hildy

    1. Hola Hildy,
      Sí, teóricamente estaba retirado ya (él mismo se define como un vago y que por ese motivo no quería hacer más cine) pero parece que este año vuelve con otra película, que espero con muchas ganas.
      Coincidimos en todo, me gusta mucho el ambiente, el tono y los detalles de su cine. Ese mundo analógico con gotas vintage que dice usted. Se nota que es un hombre que tiene una serie de afinidades muy concretas y que las incluye siempre en sus películas venga a cuento o no, y a quien no le guste que se fastidie. ¡Y le funciona!
      Yo empecé con La chica de la fábrica de cerillas, que aunque es de sus obras más áridas me encantó, y de ahí todo lo que vi me gustó mucho.
      Me gusta ese tono que transmite en sus cintas de ser un humanista desencantado o pesimista, si es que algo así puede existir. Una mezcla extraña entre Renoir y Bresson que no sé cómo logra que funcione tan bien. Es un grande.
      Un saludo.

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