La Momia [The Mummy] (1932) de Karl Freund

Aunque debo reconocer que no soy especialmente fan del célebre ciclo de monstruos clásicos de la Universal, sí que disfruto bastante de esas películas no solo por su contenido tan atractivo sino por lo curiosas que resultan vistas hoy día en la forma que tienen de recrear el ambiente de terror. El género de terror ya existía desde la era muda, pero es en este ciclo donde se dio forma realmente a los códigos y estereotipos más habituales de este tipo de películas. De forma que estamos viendo a los cineastas probando y descubriendo todo tipo de recursos, que en ocasiones funcionan a la perfección (como es el caso de las dos películas de Frankenstein) y en otras a veces solo lo hacen a ratos (es lo que sucede en mi opinión con el célebre Drácula (1931) de Tod Browning).

En ese contexto, La Momia (The Mummy, 1932) es un filme que ofrece ni más ni menos los defectos y virtudes que uno espera de este ciclo pero dando como resultado una obra bastante disfrutable, que incluso prefiero a la más canónica Drácula. La trama se inicia cuando en unas excavaciones arqueológicas en Egipto se encuentra la momia de un sacerdote, Imhotep, que vuelve a la vida a raíz de que uno de los arqueólogos lea un conjuro sagrado. Años después Imhotep, ahora caracterizado como un egipcio contemporáneo de aspecto un tanto grotesco llamado Ardeth Bey, facilita a un nuevo grupo de arqueólogos las pistas para encontrar la tumba de una princesa. Los hallazgos son llevados al Museo del Cairo y se suceden una serie de extraños incidentes que involucran a Frank, el hijo del arqueólogo que halló el sarcófago de Imhotep, el Doctor Muller y una mujer que cae bajo el extraño hechizo de Ardeth Bey.

Leyendo el argumento de La Momia resulta obvio que en el fondo la historia es una suerte de variación de Drácula: un ser terrorífico del pasado que trae el horror consigo, una mujer subyugada por el poder que tiene dicho ser sobre él, un aburrido héroe masculino luchando para salvar a su amada e incluso el mismo actor para interpretar al científico que conoce las claves para acabar con dicha criatura, Edward Van Sloan. Y de hecho el filme tiene el mismo punto débil que su antecesor: un guion irregular que combina escenas muy sugerentes y poderosas con otras algo aburridas dominadas por la verborrea. Con un reparto no especialmente brillante y unos personajes no muy bien desarrollados (¿a quién le importa? ¡El público quiere ver al monstruo!), en los momentos en que La Momia depende de los diálogos y las relaciones entre personajes se nota que el filme flaquea ostensiblemente. Véase por ejemplo la impostada historia de amor entre Frank y Helen, en que el primero le dice a ella que es prácticamente la mujer de su vida… cuando solo hace unas horas que la conoce, ¡de las cuales ésta se ha pasado la mayor parte desmayada!

Es por eso que destaca de forma tan avasalladora el personaje interpretado por Boris Karloff, quien con su mera presencia y su inquietante caracterización despierta muchísimo más interés que el resto de miembros del reparto juntos. Karloff confirma aquí sus dotes como actor de terror más allá del enorme éxito de Frankenstein, consiguiendo inspirar inquietud y malestar con su mera presencia, interpretando a un personaje que se pasa la mayor parte del tiempo sin siquiera alzar la voz y que, salvo el tramo final, apenas muestra sus poderes sobrenaturales en algunas escenas contadas.

El siguiente gran motivo a favor de La Momia es obviamente su director. Éste es el debut como realizador de Karl Freund, uno de los cámaras más prestigiosos de la era muda, célebre en Alemania por su trabajo en algunas de las mejores películas de la época y por haber inventado lo que se conocía como la «cámara desencadenada», que le permitía hacer algunos de los travellings más virtuosos de la época. Freund emigró a Hollywood y ya había destacado por su trabajo como director de fotografía en Drácula, de modo que la Universal le dio esta oportunidad de pasar a la dirección. Parece ser que Freund afrontó este reto con muchos nervios pero salió más que airoso, realizando un sólido trabajo tras la cámara que evita el tono demasiado estático de otras obras contemporáneas y que, además, nos ofrece algunas estampas que todavía hoy consiguen inquietar, como esos primeros planos del rostro de Karloff mirando directamente a cámara.

Exotismo, un siniestro antagonista, misteriosos asesinatos, efectos especiales (la imagen final del rostro de Karloff desfigurándose creo que sigue siendo muy perturbadora hoy día, no quiero imaginar en su época)… difícilmente podía pedir más un espectador de 1932 que buscara emociones fuertes en el cine. Pero para un espectador del siglo XXI, acostumbrado a películas mucho más explícitas, los alicientes se encuentran más bien en sus cualidades fílmicas y en que consiga entretener, disculpando que el terror que generaba en 1932 hoy día pase a ser una cierta inquietud. Y en ese sentido, La Momia sale airosa de la prueba. Y si bien, como le sucede a otras obras de este primer ciclo de terror, me da la impresión de que ofrece lo mejor de si al principio y el final, aun así no se hace aburrida y el resultado final es más que notable.


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4 comentarios

  1. Vaya Doctor, me deja usted sin palabras…
    Y no por su interesante escrito, que también, sino porque esta vez sí que tengo muy poco que decirle, porque realmente coincido con todas y cada una de sus impresiones. Precisamente la vi hace no mucho, quizá un par de meses, y pensé de ella justo lo que usted comenta en los aspectos que recuerdo.
    Pero hay más, y es que lo mismo que usted, no soy un gran admirador del Drácula de Lugosi -ni de Lugosi en sí, la verdad, me parece un actor entrañable pero enormemente limitado- y esta Momia desde luego me parece más interesante, aunque menos que los Frankenstein de Whale, que sí me encantan, y aunque se salga del terreno Universal, que la más maravillosa película de terror de estos primeros 30 que para mí es El hombre y el monstruo, esto es el Jekyll y Hide de Mamoulian.

    Por añadir algo le comento que vimos en casa con gran satisfacción Contraté a un asesino a sueldo y que lo que más me gustó, para mi misma sorpresa, fue Jean-Pierre Leaud, que no suele ser santo de mi devoción.

    Saludos canopes

    1. Amigo Manuel, no se sorprenda, los genios del mal tenemos estas cosas, y de hecho si la vio hace un par de meses puede que la viéramos al mismo tiempo, o incluso que yo estuviera allá en espíritu compartiendo con usted el visionado, ¿quién sabe?
      Para variar coincidimos totalmente en El hombre y el monstruo de Mamoulian, que es una maravilla de la que llevo años pensando en escribir algo pero nunca me pongo a ello. En estilo y tono se nota que es otro rollo diferente a la Universal, pero dentro del género es de lo mejor que se hizo en esa época.

      Por otro lado celebro que le gustara la de Kaurismäki. Y sí, yo tampoco soy muy fan de Leaud y su eterna expresión de disgusto que uno nunca sabe si es irónica o una rabieta real, pero le tengo cariño y en este filme creo que el director finlandés supo utilizarle muy bien.

      Un saludo.

  2. Jajaja, yo tengo cariño a todos esos monstruos de la Universal, con sus imperfecciones incluidas. Y de lo que hacían también los estudios de la competencia con el género.
    Por cierto, la de Mamoulian que comenta Manuel es una película que me chifla… ¡Qué bien lo hacen Fredric March y Miriam Hopkins! Es una película tan elegante como los estudios que la produjeron, la Paramount.
    Durante muchos, muchos, muchos años…, era mi cine de terror consentido, junto algún título más. Ahora me he vuelto más amante del terror ampliando mis visionados a todas las décadas… y los siglos.
    La momia, Drácula, Frankenstein, El hombre lobo, King Kong… y otros monstruos solitarios, entrañables y finalmente enamorados.
    Nunca podré olvidar el impacto de niña ante películas como El increíble hombre menguante, La invasión de los ladrones de cuerpos o La mujer pantera.
    O aquellas de Corman o las de la Hammer. Y toda esa galería de actores y actrices unidos al género como Bela Lugosi, Boris Karloff, Simone Simone, Fay Wray, Christopher Lee, Vincent Price…
    Ayyyy, que me pongo nostálgica de un terror con un punto entrañable.

    Besos
    Hildy

    1. Querida Hildy,
      Creo que no descubro nada nuevo si digo que no soy un forofo del cine de terror, aunque tampoco le tengo ninguna manía. Pero como habrá notado por aquí nunca he comentado las películas de la Hammer, y no es porque no me gusten pero me da la impresión de que ya tienen muchísimos fanáticos que les hacen más justicia, y a mí no me apasionan tanto como para sacar un texto interesante de ellas. Con el giallo me pasa algo parecido (aunque aquí sí reconozco que no me apasiona), y eso que algún lector me ha pedido que reseñara alguna del género.
      Prefiero antes las que cita, (casi) todas ellas grandísimas películas de las que me siento más cómodo hablando. Sí que es cierto además que el terror más clásico tiene un punto entrañable y quizá eso influya en mi preferencia.
      Un abrazo.

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