Give Us this Day (1949) de Edward Dmytryk

Pocos inicios de película me han impresionado tanto en lo que llevo de año como el de Give Us this Day (1949). Vemos a un personaje deambulando confusamente de noche por las sucias calles de una gran ciudad, se detiene ante un bloque de edificios. Mira hacia arriba y Edward Dmytryk nos ofrece unos planos extrañísimos e imponentes de esa fachada, de ese conjunto de pisos-ratoneras cada uno de ellos albergando sus pequeñas miserias, con las nubes surcando de fondo. No sabemos qué le sucede a dicho personaje, ¿está borracho? ¿Está atormentado por algo? ¿Quizá ambas cosas? Sube por las escaleras. La cámara de Dmytryk recrea magníficamente los juegos de luces y sombras de cada rellano y finalmente se detiene en una puerta que intenta abrir con llave – fíjense en el cubo de basura desbordado en el pasillo, no es un detalle menor. Incapaz de entrar, aporrea la puerta a gritos, entra a casa y se encuentra con una mujer sufrida que le pide que se largue. Aparecen entonces tres niños quienes se muestran encantados de que su padre haya vuelto a casa y, ojo al extraño contrapunto en contraste con la miseria y violencia que hemos visto en apenas cinco minutos, le cantan el cumpleaños feliz y uno de ellos le dice que le ha fabricado una radio como regalo. Nuestro protagonista, desbordado de culpa, se larga de ahí. ¿Qué ha sucedido?

El protagonista es Geremio, un emigrante italiano que va a refugiarse en el piso de su amante, con la que recrea los hechos de su vida que le han llevado a esta situación. Le vemos años atrás trabajando como obrero en un rascacielos de Nueva York junto a su buen amigo Luigi. Ante la vista de un compañero que recibe los cuidados de su esposa, decide casarse con una joven italiana, Annunziata, a la que solo ha visto en una fotografía. Ésta, para escapar de su situación de miseria, emigra a Estados Unidos pero solo con una condición: que Geremio tenga una casa propia. Él, que no puede permitirse eso pero tampoco quiere esperar tanto tiempo, la engaña y la lleva durante la luna de miel a una casa en ruinas que planea comprar en el futuro. Cuando Annunziata descubre que ése no es su hogar y que el propietario solo les ha permitido estar ahí tres días como «luna de miel», se siente desolada. Pero no hay que preocuparse: aunque el sueldo de Geremio es humilde, calculan que en poco más de un año podrán pagar la entrada e irse a vivir allá. Pero, ay amigos, llega entonces un hijo. Y luego otro. Y al final son cuatro. Y luego viene la Gran Depresión. Y al final ese sueño de una casa para establecer a su familia parece que nunca llegará. Es entonces, en esa situación desesperada, cuando alguien le propone trabajar de capataz en una construcción en la que no se aplicarán medidas de seguridad adecuadas para ahorrar costes.

Give Us this Day parte de una novela muy exitosa en su momento, El Cristo del Cemento, del italoamericano Pietro di Donato, que se basaba en las experiencias de su padre intentando mantener su familia como obrero de construcción hasta que murió, cuando Pietro tenía solo doce años. El muchacho tuvo pues que abandonar la escuela y entrar ya a trabajar en la construcción para ayudar a mantener a su familia.

De entrada resulta obvio que un proyecto así difícilmente podría haber salido en Hollywood, al menos con el estilo tan crudo que le aplica Dmytryk. Ésta parecía más bien una obra de esa generación de cineastas que comenzó a destacar a mediados de los años 40 y quería darle un tono más realista a sus películas y una mayor crítica social, influenciados en muchos casos por las obras neorrealistas que llegaban de Europa. Estamos hablando de gente como Elia Kazan, Joseph Losey, Jules Dassin o Robert Rossen. No casualmente, todos ellos estuvieron involucrados en movimientos izquierdistas y vieron sus carreras interrumpidas por la caza de brujas. Dmytryk, aunque no formaba parte de ese grupo, también  tuvo problemas por sus simpatías políticas y, a causa de ello, emigraría temporalmente a Reino Unido antes de verse obligado a retornar a Estados Unidos, donde estuvo un tiempo en prisión y finalmente testificó contra algunos compañeros suyos para poder volver a dirigir.

Un primer aspecto realmente remarcable de la película: está filmada íntegramente en Reino Unido y es una producción totalmente inglesa. Y no obstante la recreación que hacen de Nueva York y el barrio de Brooklyn es de un realismo apabullante – o al menos me lo parece a mí que solo lo conozco por el cine, a lo mejor mis lectores de Brooklyn no opinen igual. De hecho toda la película transpira una voluntad de veracidad que tenemos más asociada al cine neorrealista de la época que al procedente de Reino Unido o Estados Unidos. No solo el bullicio y la suciedad de las calles transmiten autenticidad, sino también todos los planos de los edificios en obras. El cemento, los tablones colocados de forma desigual, las paredes a medio construir o en ruinas… Dmytryk consigue sumergirnos de pleno en ese ambiente y nos regala además algunos planos en grúa para que podamos ver toda la construcción en la que se mueven los personajes. No es un mero capricho, es imprescindible que sintamos en nuestras carnes el mundo en que viven los protagonistas para entender sus decisiones.

Una vez estamos inmersos en este ambiente, la historia consigue transmitir a la perfección esa asfixiante sensación de no conseguir nunca salir adelante del todo, que tan bien conoce la gente de clase obrera. El marcarse un objetivo, por básico o de primera necesidad que sea (si bien hoy día mucho me temo que aspirar a poder comprarse una casa propia ha pasado a ser casi un lujo, sobre todo si es en una gran ciudad, como es el caso), y no lograr nunca alcanzarlo, por mucho que parezca que la meta está a la vista y que es asumible con un poco de paciencia. El ser conscientes desde que los protagonistas entran en ese humilde bloque de edificios de que seguramente nunca lo podrán dejar atrás. Todo ello queda resumido en la anécdota tan triste que les transmite el actual dueño de la casa, un anciano de buen corazón, sobre que no consiguió pagarla hasta pasados muchos años y que por tanto su mujer apenas vivió para disfrutarla – inolvidable por cierto la escena en que dicho anciano va a su piso a decirles que se ve obligado a vender el inmueble por la Gran Depresión y se produce un pequeño instante de confraternización entre gente humilde, que suena totalmente realista y no impostado.

¿Y saben lo mejor? Que la película está repleta de otras ideas perfectamente vigentes hoy día: la forma como los empresarios incentivan a los trabajadores a matarse currando y competir entre ellos bajo la premisa de un bonus que en realidad beneficia a la empresa, porque así tendrá el proyecto finalizado antes; la constatación de que en tiempos de crisis los primeros en pagar son los de abajo (resulta descorazonador ese brevísimo plano en que Geremio ve a un amigo suyo pidiendo dinero en la calle y se siente avergonzado al verse reconocido, o esa instantánea de los dos amigos quitando nieve de un hotel de lujo en el que siguen entrando clientes) y de cómo lo primero que se recorta son las medidas de seguridad, compensando las carencias con la exigencia de trabajo más rápido por el mismo sueldo. La descorazonadora sensación que de hecho también tuve cuando hace años leí El Paraíso de las Damas de Émile Zola de que en el fondo muchas situaciones y formas de proceder de los dueños de empresas para explotar a sus empleados apenas han cambiado, solo el contexto y los tipos de trabajos.

Buena parte de lo que se explica en Give Us this Day nos resulta familiar por haberlo visto en centenares de películas: emigrantes italianos que se lanzan a cruzan el Atlántico bajo cualquier promesa con tal de esquivar la miseria, el personaje honesto que se ve tentado a hacer algo incorrecto porque no tiene más remedio, los grupos de amigos que se rompen en situaciones difíciles… Pero pocas veces he visto todo ello explicado con tanta autenticidad como aquí. Qué sensación de genuina camaradería se respira en el grupo de amigos de Geremio y, aunque soy el primero en disfrutar de las grandes estrellas del Hollywood clásico, cómo se agradece una película sin un solo rostro o nombre conocido para mí, sin ninguna cara especialmente atractiva fingiendo ser un humilde italoamericano (a destacar que el actor protagonista, Sam Wanamaker, quien hace un muy buen trabajo como protagonista, era otro blacklisted como el director del filme). Y cuántos pequeños detalles nos ofrece Dmytryk de forma sutil para que los recojamos, como la pobre Annunziata subiendo por primera vez las escaleras del bullicioso bloque de pisos mientras de fondo vemos a un hombre golpeando una puerta pidiendo que le dejen entrar. Eso es lo que les sucederá a ella y Geremio en unos 10 años. Aunque todos nos sentimos especiales y pensamos «eso a mí no me pasará«, al final inevitablemente la mayoría acabamos en las mismas trampas que el resto.

Desconozco cómo una película tan admirable, tan honesta y tan fiel a sus ideas hasta las últimas consecuencias no es más conocida, y más cuando se trata sin duda de una de las mejores obras que he visto de Dmytryk. Incluso cuando hacia el final parece que todo va a desembocar en un cierre más conciliador el guion se guarda una sorpresa para el espectador, con una angustiosa escena visualmente inolvidable que prefiero no revelar, así como un pequeño giro irónico repleto de tristeza como desenlace.

Como es de suponer, Give Us this Day apenas fue distribuida en Estados Unidos. Dirigida por un comunista, con ninguna estrella como reclamo y una historia que dinamitaba sin compasión el sagrado relato del sueño americano (¡cualquiera puede prosperar en la tierra de las oportunidades si trabaja duro!), el filme estaba condenado al ostracismo y tal es así que pese a tener éxito en Europa con el tiempo apenas ha sido reivindicado. Pongamos remedio a ese error, no se trata de una curiosidad, es una gran película cuyo impacto e ideas se han mantenido perfectamente con el paso del tiempo.


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4 comentarios

  1. Usted, doctor, me ha puesto los dientes largos con esta película. Después he visto un pedazo tráiler… y todo junto ha hecho que tenga ganas enormes de verla.
    Además el señor Dmytryk en varias ocasiones me ha proporcionado buenas sorpresas en su extensa filmografía.
    Por cierto, repasando sus películas, me apetecen ver tres de las películas que hizo en Gran Bretaña: So Well Remembered, The Hidden Room y la que reseñas. La cuarta que hizo allá me gusta mucho, y también la novela que adapta de Graham Greene, Vivir un gran amor (The End of the Affair).
    No hace mucho me lo pasé de miedo con un megamelodrama: Los insaciables. Imperfecta, pero absolutamente adictiva.
    Y dentro del género bélico no sabe usted lo que me gusta e interesa El baile de los malditos.
    … En fin, nunca se deja de conocer y descubrir a un director.

    Beso
    Hildy

    1. Querida Hildy,
      Si le he puesto los dientes largos permítame decirle que le aseguro que esta película estará perfectamente a la altura de sus expectativas, y si no me remito al comentario de Manuel abajo de éste. Es una maravilla que no entiendo cómo no es más recordada. Tengo pendiente echarle un vistazo a sus otras obras inglesas, y de hecho es de esos realizadores que nadie cita entre sus favoritos pero que, a lo tonto, tiene una buena colección de títulos envidiable. Mi favorito podría ser The Sniper, aunque quizá influya que la vi muy de joven y me impresionó mucho.
      Como usted dice, hay que seguir buceando en las filmografías de directores más allá de sus títulos paradigmáticos. Uno se lleva sorpresas como ésta.
      Un saludo.

  2. Mi querido Doctor,
    esta mañana he empezado a leer su comentario sobre esta película de la que nada sabía, o si lo he sabido alguna vez lo olvidé, y enseguida me dije que me iba a gustar y mucho, así que lo aparqué para verla hoy mismo, y ya después le he leído… Mis felicitaciones como es costumbre.

    Habla usted del magnífico comienzo, pero a mí el final me parece que es mucho mejor/peor. Y no solo el final dramático (dejo fuera el epílogo judicial), sino todos los minutos previos en la obra, ese día de Viernes Santo que comienza redentor y termina como acaba… Qué bien logra Dmytryk transmitirnos, a la vez, la alegría de lo que se muestra y el mal rollito de lo que intuimos que puede pasar. Es una película poderosísima, me ha encantado.
    Como usted, yo le habría puesto 4 estrellas. La quinta no llegaría porque creo que podría haber sido más breve y no es que eso la estropee, pues no se hace larga, pero una duración muy breve enmarcada por un principio y un final tan potentes la habría convertido, pienso, en una obra maestra absoluta de ese género que tanto me gusta, el género «patada en la barriga». Y eso que aquí patadas en la barriga me llevo unas cuantas, sobre todo porque padezco mucho de vértigo y me pongo malo si veo cosas «de altura».

    Me ha resultado curioso también -por comentar algo- que Dmytryk se atreviera con un guion tan izquierdoso estando como estaba en el ínterin entre la declaración en el comité de la HUAC y su sentencia por desacato. Esos albañiles repartiendo el premio, esa conciencia de clase incorruptible, ese «castigo de Dios» por usar las reuniones del sindicato en vano…

    Y qué bueno Wanamaker… ¡Con ese apellido no se puede ser malo!

    En fin, le reitero mi agradecimiento. La he disfrutado, y sufrido, un montón. Menudo tesoro encofrado.

  3. Amigo Manuel, cómo me alegro de que le haya gustado tanto la película. Las dos personas que la habéis visto recientemente a causa de mis entusiastas recomendaciones me habéis dicho más o menos lo mismo, y eso que a veces me da miedo crear expectativas muy altas y que, además, ambos sois cinéfilos de paladar exigente. Es una prueba incontestable de que es una gran obra.

    Tiene razón en lo que dice del tramo final y es una idea que me olvidé detallar, y es lo bien que retrata Dmytryk la camaradería entre hombres. La confianza entre ellos, las bromas que se gastan o ese momento tan emotivo en que, en mitad de la Gran Depresión, tienen que decidir quién se va a llevar el único trabajo que hay y todos comparten sus desgracias como queriendo reivindicar que necesitan ese dinero más que nadie… hasta que uno propone que se lo lleve otro de ellos porque cree que es realmente quien peor lo está pasando. Son pequeños gestos y detalles pero que rebosan autenticidad y emocionan mucho.

    Sobre cómo Dmytryk se atrevió con un guion tan de izquierdas, no estoy al corriente de su biografía pero creo que había huido a Reino Unido para evitar declarar en el comité, y que si regresó a Estados Unidos fue porque se vio obligado por un problema con el visado. Vamos, que el pobre hombre se atrevió porque no pensaba que se vería obligado a volver… pero, insisto, hablo de memoria, si nos lee alguien con más datos y me equivoco, que me corrija.

    En fin, celebro que haya disfrutado de esta patada en la barriga. Lo que tiene el cine, que a veces nos hace disfrutar de algo que en realidad es tan doloroso.

    Un saludo.

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