Boudu Salvado de las Aguas [Boudu Sauvé des Eaux] (1932) de Jean Renoir

Si bien es cierto que Boudu Salvado de las Aguas (Boudu Sauvé des Eaux, 1932) es cualquier cosa menos una película con moraleja, una de las ideas que más claramente se desprenden de ella es que la única forma que tenemos de conseguir la libertad absoluta como individuos es no solo manteniéndonos fuera de la sociedad sino evitando también actitudes que tenemos tan profundamente arraigadas como el agradecimiento o la empatía hacia los demás. Recibir el favor de alguien implica en cierto modo encontrarste en una situación en que te sientes obligado a estarle agradecido, ya que pocas cosas hay más desagradables que la ingratitud. Por tanto, aspirar a ser un alma totalmente libre implicaría en cierto modo ser un ingrato, no dejarse influenciar por el comportamiento que se espera de nosotros como individuos, por muy desagradable que eso sea.

Y pocas situaciones hay en que uno deba estar más en deuda con su benefactor que cuando le han salvado la vida, que es lo que le sucede a Boudu, un vagabundo que se intenta suicidar lanzándose a un río y es rescatado por el respetable librero Edouard Lestingois, quien además le acoge en su hogar. Boudu, un personaje inclasificable y maleducado, lejos de agradecerle ese favor, se dedica a hacer lo que le da la gana y a flirtear tanto con la esposa de Edouard como con su criada, con la que el dueño de la casa ya estaba teniendo una relación extraconyugal.

Aunque en su momento Boudu Salvado de las Aguas no fue el fracaso de taquilla y crítica que sus responsables dieron a entender años después, sí que es cierto que fue una obra que tampoco acabó de tener demasiado éxito, y no me extraña. No apuesta abiertamente por la comedia pero desde luego no es un drama. Las excentricidades de Boudu no parecen estar pensadas para crear gags o situaciones cómicas, sino para comprobar hasta qué punto éste está dispuesto a dinamitar los cimientos de la casa que le ha acogido mientras nosotros observamos con expresión a ratos divertida y a ratos algo violenta. En cierto modo es como si viéramos Funny Games (1997) de Haneke pero protagonizada por uno de los hermanos Marx.

La comparación con los Marx de hecho no es tan descabellada como podría parecer. Más allá de lo anecdótico (el pelo rubio rizado de Michel Simon, el actor protagonista, recuerda al de Harpo Marx) su comportamiento tan gratuitamente destructivo podría encajar en un filme del grupo cómico: su tendencia a desordenar y tirar cosas al suelo, su insolencia tan gratuita con cualquier persona que le hable… ¡incluso su tendencia a perseguir jovencitas es puro Harpo Marx! Pero si en el caso de los hermanos cómicos tenemos claro que nos encontramos en el ámbito de la pura comedia y podemos reírnos de la forma como maltratan y humillan al resto de personajes, aquí es inevitable sentirse mal por ese pobre librero que simplemente ha querido hacer un buen acto.

Y aquí es donde hemos de mencionar a la persona clave para que esta película tan excéntrica funcione y es el actor protagonista, Michel Simon. Uno de los grandes actores de carácter del cine francés clásico, Simon en realidad ya había interpretado a Boudu en la obra de teatro original de René Fauchois y fue el productor de este filme – de hecho su intención era que su compañía le permitiera producir más películas, pero al final solo nos ofreció este Boudu Salvado de las Aguas. Nada de esto es trivial, del mismo modo que tampoco lo es que eligiera como director a Renoir, con quien había tenido una grata experiencia en La Golfa (La Chienne, 1931) un año antes. Porque la película es prácticamente él, y si uso este «prácticamente» es porque la personalidad de Renoir es tan visible tras la cámara que evita por suerte que el filme se acabe convirtiendo en un mero vehículo para lucimiento de su protagonista.

Simon, en efecto, está desbocado, pero por suerte de forma justificada. Hay un pequeño instante totalmente trivial que me encanta en que Boudu se dirige a una dependencia de la casa y, sin ningún motivo aparente, a mitad de camino se pone a hacer el pino contra una pared del pasillo para, acto seguido, seguir su camino. Es un detalle tan insustancial que podría haber sido improvisado por el actor, pero que para mí revela la clave del personaje: su comportamiento inmaduro pero, también, la absoluta falta de motivación para todos sus actos más allá de que le apetece hacerlos sin más. No busquemos explicaciones a la conducta de Boudu, es un personaje que se guía por sus impulsos, algo que será clave como veremos en el desenlace de la película.

De hecho, el guion ni siquiera intenta que el personaje nos caiga simpático, y en ocasiones su ingratitud resulta hasta cómica: cuando le quieren dar ropa nueva, Boudu desconfía tomando eso como una treta para robarle la suya; cuando una niña le ofrece calderilla la devuelve y cuando al final alguien le deja algo de comida en el parque éste responde que por qué no le dan también pan para acompañar. Del mismo modo, Renoir tampoco ofrece una visión muy cándida del librero, que aunque ciertamente es una buena persona y bienintencionada, también es alguien que no trata bien a su mujer y a su amante. Y lo mismo podría decirse de toda esa gente que celebra entusiasmada el rescate del vagabundo vagabundo a la que, obviamente, minutos antes les daba absolutamente igual la vida de esa persona. De hecho una de las primeras preguntas que hace Boudu cuando recupera la consciencia es por qué le han salvado… y realmente tiene mucho más calado de lo que pueda parecer. ¿Por qué han salvado a ese pobre tipo que en las escenas iniciales de la película no le interesaba a nadie e incluso la gente miraba con desconfianza?

Significativamente, el librero no podrá librarse de Boudu a causa de algo que en realidad debería ser una buena noticia: una condecoración ganada por su rescate, que le obliga pues a mantenerlo más tiempo en su casa, ya que quedaría mal echar a la calle al hombre por cuyo salvamento le acaban de condecorar. Boudu en cambio exhibe su libertad hasta el último momento. Ganador por casualidad de un billete de lotería, se casa con la criada y se convierte así en un hombre burgués respetable, pero en el viaje que hacen juntos en barca el día de la boda caen todos al agua y éste se pierde con la marea. Una vez llega a tierra no se preocupa lo más mínimo en ir en busca de su bonita esposa y de esa fortuna que acaba de ganar: simplemente vuelve a vagabundear dejándose llevar por su puro instinto y lo que le apetece hacer en esos momentos. En este punto da la sensación de que Renoir no sabía muy bien cómo cerrar la película y, al igual que Boudu, acaba divagando y se recrea en esos idílicos paisajes rurales. En lugar de perjudicar eso al cierre del filme creo que funciona por darle un tono más idílico que contrarrestra la crudeza del comportamiento de Boudu hasta entonces, casi dando a entender que éste está más cerca de la naturaleza que de la sociedad.

René Fauchois, autor de la pieza de teatro, no quedó nada satisfecho con la adaptación, que consideraba que daba una visión demasiado extrema de su personaje. De hecho la obra original acababa con la boda de Boudu y la criada, es decir, con éste integrado en la burguesía, mientras que Renoir optó por volver a liberarlo. Fauchois en respuesta volvería a estrenar la obra coincidiendo con la película de Renoir y le añadiría un cuarto acto en que Boudu dejaba embarazada a la mujer del librero y la incitaba a suicidarse para evitar que se hiciera público algo que sería un deshonor para ella, algo que para mí rompe por completo con la concepción inicial del personaje. ¿Qué pensaría pues el autor original si supiera que Simon quería haberse desmelenado aún más y que fue Renoir el que le paró los pies? El actor tenía en mente algunas escenas en que el recién adinerado vagabundo malgastaba su fortuna y se imaginaba una secuencia en que preparaba un ostentoso festín para todos los pordioseros de la ciudad que habría sido un curioso precedente de Viridiana (1961) de Luis Buñuel.

La grandeza de Renoir estuvo en saber calibrar el punto intermedio: hacer aún más extremo el personaje de Boudu respecto a la obra original pero, al mismo tiempo, no dejar que el actor se adueñara de todo perdiendo la perspectiva. Tal y como quedó su Boudu Salvado de las Aguas es dentro de su carrera una obra mediana pero muy estimable, que sigue chocando por su indescriptible personaje principal pero mantiene ciertos elementos de lirismo en su prólogo y epílogo (ideados por el propio Renoir, ya que no aparecían en la obra original) y le permite exhibir su estilo por entonces ya característico de dirección de cámara móvil, permitiendo a los actores que interactúen con plena libertad, así como su humor tan socarrón. Si la ven, se lo pensarán dos veces antes de rescatar a un pobre diablo de morir ahogado.


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4 comentarios

  1. Hola Doctor,
    me ha aliviado mucho leer su certero análisis porque me ha tranquilizado en cierta forma, y es que cuando vi esta película tuve un poco esa sensación de que «o me estoy perdiendo algo, o algo se me ha perdido, porque me está gustando menos que lo que se supone que debería gustarme» Y es que el personaje me producía tanta antipatía, y me parecía tan gilipollesco, que me costó disfrutarla, la verdad.
    Leyéndole a usted veo que mis impresiones al menos en parte son compartidas, aunque quizá usted, que contempla más matices, siempre encuentra otros detalles de los que extraer conocimiento y diversión.

    De alguna forma, aunque mucho más valiosa desde el punto de vista fílmico, claro, pasa con esta película lo mismo que con Mi vida es mía, de la que hablamos hace poco. Y es que qué difícil, qué gran reto es, poder hacer un film que se base por completo en un tipo antipático e imprevisible. Al menos los psicópatas asesinos o los genios del mal, como bien sabe, son en cierto sentido predecibles y suelen tener un atractivo intrínseco -no se ruborice usted- por las bajas pasiones que reconocemos en ellos. Pero estos personajes tontucios, antipáticos, que no se sabe por dónde van a salir y además suele importarnos poco… Lo dicho, hay que ser muy valiente para atreverse con ellos. Por lo demás muy grande Michel Simon.

    Un saludo!

    1. Es que si se para a pensarlo, querido Manuel, en realidad es una idea muy arriesgada, porque es obvio que ni Renoir ni Simon hicieron absolutamente nada para atenuar el carácter insoportable del personaje, de hecho ni siquiera es especialmente gracioso. ¡Están desafiando uno de los preceptos básicos de toda historia de ficción, que es tener un protagonista con el que empaticemos (incluso, como usted ha dicho, aunque sea un genio del mal)! A partir de ahí, es normal que a muchos la película se les haga antipática, de hecho a mí en un primer visionado se me hizo demasiado hostil, pero volviéndola a ver entré más en el juego.
      Fíjese por otro lado en lo mucho que se lleva en estas décadas hacer películas cínicas que se dedican a atacar los valores burgueses y bienpensantes, y cómo Renoir ya lo estaba haciendo 90 años atrás pero además de una forma interesante y sin ser gratuitamente cruel.
      No es un Renoir que cale hondo de primeras, pero tiene mucha miga.
      Un abrazo.

  2. Michel Simon solía transformarse en cada uno de sus personajes y les daba diversos matices. No eran personajes fáciles. Bien lo muestras en esta película de Renoir. Le recuerdo también en esa belleza del realismo poético, Muelle de las brumas, donde su representación del mal es bastante peculiar. O en esa preciosidad de Jean Vigo, como viejo marinero con mucha vida a las espaldas, L’Atalante.
    Pero mi querido doctor Mabuse, lo que me parece interesante de la película que ha analizado, y que lo señala perfectamente en su texto, es que Boudu no pretende caer en absoluto simpático y deja ver esa manera que tiene de ser libre y de estar fuera del sistema sin remordimiento alguno.
    Otra forma de representar esa manera de ser libre fuera del sistema y estar a gusto también puede verse curiosamente en una película americana de los años cuarenta que adapta una novela de Steinbeck: Tortilla Flat. La peli es La vida es así de Victor Fleming. Sus personajes no son tan solitarios como Boudu (este da la sensación de que puede vivir perfectamente sin relacionarse, tan solo lo mínimo) y caen más simpáticos.
    Recupero un breve texto que escribí sobre ella: Érase dos pescadores ociosos que les gustaba dormir con las estrellas por techo. Dos vividores con sus buenas garrafas al lado. No necesitan mucho para sentirse bien. Ahí, en Tortilla Flat. Por ahí está la bella Dolores que remueve su bohemia vida. Mucho pasan estos dos. Hasta uno de ellos hereda propiedades. Por medio hay un accidente. Y la posibilidad de un milagro. Al final a pesar de los pesares un techo de estrellas es lo más apetecible y la posibilidad de recuperar un amigo.
    La verdad es que ese tipo de personajes y su manera de enfocarlos da para interesantes reflexiones cinematográficas.
    Jajaja, por qué habré relacionado películas y directores tan diferentes… Por esa idea de libertad sin remordimientos, tal vez.

    Beso
    Hildy

    1. Hola Hildy,
      Bienvenidos son sus «desvaríos» porque no conocía esa adaptación de Steinbeck y además me ha recordado que no he leído aún su relato Tortilla Flat aunque es un escritor que me gusta mucho. Pero por lo que dice, tiene pinta que Boudu es mucho más extremo, sobre todo por lo que usted misma recalca de que el personaje de Michel Simon ni siquiera tiene amigos… ni parece necesitarlos. Es imposible ser un alma más libre que él. Pero tampoco estaría seguro de que es más feliz por eso, después de todo al inicio del filme intenta suicidarse.
      Realmente es un tema que da mucho de sí y puede relacionarse con otros vagabundos cinematográficos… gracias por su reflexión.
      Un saludo.

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