El arranque de Mil Ojos Tiene la Noche (Night Has a Thousand Eyes, 1948) demuestra cómo sus autores conocían lo importante que es ofrecer un inicio que enganche y que vaya directo al grano cuando se está al frente de una película breve (poco más de hora y cuarto). Una estación de ferrocarriles de noche. Un hombre persigue las pistas de una joven. La descubre subiéndose a un puente para lanzarse a un tren en marcha, pero la detiene a tiempo. Ella, histérica le dice que no puede hacer nada para escapar a su destino, y habla sobre cómo las estrellas de la noche la observan hasta intimidarla. ¿Es una demente? Van a un restaurante para reponerse del incidente y allá se encuentran con un hombre maduro a quien ambos conocen. Se habla de denunciarle a la policía y éste, que parece resignado, pide antes poder explicar su historia desde el principio. Llevamos solo unos minutos y ya estamos enganchados a una historia de la cual de momento no entendemos nada.
Dicho hombre maduro es John Triton, quien en el pasado se ganaba la vida haciendo números en que exhibía sus supuestas dotes de clarividencia, leyendo el futuro de los espectadores. Pero una noche en mitad de un número tiene una visión en que visualiza cómo el hijo de dos de los espectadores está a punto de correr peligro. Desde ese momento Triton se da cuenta de que tiene visiones reales del futuro, una facultad que aprovecha para enriquecerse junto a sus dos socios: su prometida Jenny y su amigo Whitney Courtland. Pero este don tiene un inconveniente, ya que esas visiones de futuras desgracias atormentan a John: ¿no estará provocando él estos incidentes de forma inconsciente? ¿No hay forma de detenerlos al saber lo que sucederá? Angustiado, Triton abandona el número y a sus amigos tras una visión en que Jenny moría dando a luz a su hija.
Pasan veinte años. Whitney y Jenny se han casado y enriquecido gracias a las predicciones que les facilitó John antes de abandonarlos pero, efectivamente, ella ha muerto al dar a luz. John ha vivido aislado del mundo hasta entonces, pero decidirá entrar en contacto con la hija de sus amigos, Jean, cuando tiene una nueva visión en la cual su padre Whitney moría en un accidente de avión. Así es cómo Triton conoce a los dos jóvenes a quienes vimos en el prólogo: Jean y su prometido Elliott Carson. Y aquí es donde tiene lugar el conflicto que vimos al inicio del metraje, ya que ella está convencida de que morirá en breve por una nueva visión de Triton, mientras que su prometido cree que Triton es un farsante que trama algo.
Mil Ojos Tiene la Noche parte de un relato del célebre escritor de novelas policíacas Cornell Woolrich para ofrecer una sugerente combinación entre cine fantástico y film noir. La primera parte del filme se basa más bien en el componente fantástico para lanzar algunas interesantes reflexiones sobre algo que en apariencia es una bendición pero que atormenta al protagonista: ¿realmente es posible alterar el futuro o no podemos cambiar el destino? ¿Es preferible revelar a los personajes lo que les sucederá o es mejor callarse? ¿Hasta qué punto al revelarles su futuro no está condicionándoles hacia ese camino? Aquí resulta clave no solo el guion sino la excelente interpretación del carismático Edward G. Robinson, quien además por el tipo de actor que era (se movía con facilidad encarnando tanto a personajes positivos como malvados) nos ofrece una interesante ambigüedad que empieza a desplegarse en la segunda mitad del filme, cuando cobra más fuerza el elemento policíaco.
Elliott efectivamente denuncia el caso a la policía y éstos logran aportar una serie de explicaciones a las diferentes predicciones de John. Todo tiene aparentemente una explicación si uno cuenta con cómplices y medios para «provocar» ese supuesto futuro, del mismo modo que el número de magia que hacía en el pasado era también puro truco. Pero entonces surge un dilema muy interesante desde el punto de vista narrativo, que es lo que yo bautizaría como el «dilema Pánico en la escena (Stage Fright, 1950)» de Hitchcock.
Dicha película se iniciaba con un flashback inicial en el que se daba a conocer a la protagonista todo lo que había llevado al hombre que amaba a ser injustamente acusado de un crimen. Hitchcock, en sus famosas entrevistas con Truffaut, se lamentaba de que la historia que se explicaba en dicho flashback era mentira y de que, por tanto, había hecho trampas para engañar al espectador. La duda es, ¿realmente es hacer trampas filmar un flashback que es falso? La idea que entiendo que defendía Hitchcock es que todo aquello que vemos en pantalla se sobreentiende que es auténtico, por tanto si convertimos el relato de un personaje en imágenes en el fondo lo estamos convirtiendo en realidad, mientras que si nunca pasa de ser un relato oral se sobreentiende en cambio que es su explicación y no tiene por qué ser cierta. Es obvio que desde nuestra visión más posmoderna, en que estamos acostumbrados a todo tipo de trampas y desaguisados narrativos, el punto de vista de Hitchcock parece anticuado. Pero en el caso de Mil Ojos Tiene la Noche vuelve a surgir la cuestión desde el momento en que dejamos de estar en el punto de vista de John Triton y pasamos a tener una visión más genérica, hasta el punto de que pasamos de dar por hecho que éste tiene visiones reales a preguntarnos si no es todo una trampa.
Lo interesante de este dilema es que aquí, a diferencia del filme de Hitchcock, se trata de forma explícita y consciente las trampas de la narrativa. No se reserva esta cuestión (¿es auténtico el relato de John Triton o no?) como sorpresa final, sino que se debate desde la mitad de la película, cuando como espectadores ya hemos comprado la historia de Triton, dado que por regla general tendemos siempre a dar por buenas las primeras informaciones que se nos ofrece en un filme, porque necesitamos «un suelo» sobre el que asentarnos, una base segura de la que partir – se sobreentiende que me refiero a la narrativa clásica, obviamente.
De esta forma la película es también una reflexión sobre cómo se puede deformar la realidad con un poco de inteligencia, el cómo esa capacidad que tenía Triton para engañar a los espectadores en su número de clarividencia puede utilizarse potencialmente a gran escala basándose en medias verdades y hechos del pasado de los cuales los protagonistas no han sido testigos de primera mano. Jean recuerda «algunas historias» sobre Triton, pero desde el momento en que éste ha explicado su historia ha logrado confundir lo que ella sabía de boca de su padre con lo que éste le ha aportado, que puede ser real o no. Todo queda embarrullado y ya no hay forma de separar los datos que sabía de antes de los nuevos, porque nuestra mente lo ha combinado de forma que encaje. Aquí el inteligente guion nos ofrece dos posibilidades: se nos da una serie de posibles explicaciones racionales a las predicciones que ha hecho Triton (que por tanto nos hacen sospechar que es un farsante), pero hay otros detalles que vemos que tampoco encajan y, en consecuencia, sustentan el relato que éste está ofreciendo. ¿Qué partido tomar?
Y mientras nosotros nos preguntamos esto, el relato en paralelo sigue avanzando además hacia un punto clave de suspense: según la predicción de John Triton, Jean morirá a las once de la noche bajo las estrellas. La tensión de ver cómo se acerca la hora clave se suma a la tensión de no saber si Triton está realmente intentando ayudarla o no. Cuando éste enuncia una serie de detalles que sucederán poco antes del momento fatal: ¿está usando esos elementos como parte de una enrevesada trampa o son pistas reales de que se cumplirá su predicción? Varios elementos se van sumando en segundo plano para generar más confusión al espectador: el mayordomo de la familia de repente parece alguien sospechoso, una serie de abogados están en casa intentando descifrar algo relacionado con la herencia de Jean y, por si eso fuera poco, un león se ha escapado y anda suelto.
La forma como John Farrow va aumentando la tensión progresivamente denota un uso del suspense ejemplar, basado en el ritmo de las escenas y la superposición de hechos que se van sumando uno tras otro hasta desembocar a esa hora límite y la predicción de Jean muerta bajo un cielo estrellado. Y lo mejor de todo es que cuando lleguemos a la escena final – no teman, no la desvelaré en la reseña – podemos descubrir que no se han hecho trampas. Sí que el desenlace es algo precipitado porque se nos ocultaron ciertos datos que, de haberlos sabido, nos habrían permitido adivinar todo con demasiada facilidad, pero creo que la historia ha sido hasta el final fiel a sus premisas y que no ha ocultado más hechos de los necesarios.
La gran virtud de esta notable cinta es cómo logra moverse a medio camino entre el terreno sobrenatural y el policíaco sin renunciar a las virtudes de cada uno de estos géneros. Farrow mantiene hasta el final ese toque fantástico y enrarecido que tan bien sabe transmitir Robinson en su interpretación, pero al mismo tiempo nos aporta la figura del inspector de policía (el sensacional William Demarest, secundario por excelencia de Preston Sturges que ofrece aquí un excelente contrapunto cómico con sus frases sarcásticas y su pose de vueltas de todo), que representa la racionalidad y el suspense más clásico con una brigada de policía que vigila la mansión para evitar que se cometa ningún crimen.
Por otro lado no puedo dejar de aplaudir el trabajo de dirección de John Farrow, al que tenía fichado solo por algunos títulos sueltos, especialmente el magnífico filme de suspense El Reloj Asesino (The Big Clock, 1948). No solo hace un excelente trabajo a nivel de ambientación, con ese tono noir enfatizado por la excelente trabajo de fotografía de John F. Seitz (uno de los más grandes directores de fotografía de Hollywood), sino que también se permite algunas pequeñas proezas con la cámara dignas de destacar. Véase por ejemplo el vistoso travelling que recorre la comisaría de policía que, lejos de ser un alarde de virtuosismo, sirve para transmitir la cotidianedad y diversidad de casos que se dan cita ahí, entre los cuales los supuestos poderes clarividentes de Triton son solo uno más y no necesariamente de los más destacados.
En definitiva, nos hallamos ante una excelente muestra de film noir forzando los límites del género para coquetear con otros ámbitos, como en este caso lo sobrenatural. Mil Ojos Tiene la Noche es verdaderamente una cinta magnífica y entretenida que no tiene necesidad de hacer trampas para deslumbrar al espectador.
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Ganas locas de ver Mil Ojos Tiene la Noche (Night Has a Thousand Eyes, 1948). Más después de leer todas las claves de tu magnífico texto. A mí John Farrow me engancha en otras dos películas con aires noir. Una la nombras El reloj asesino, tremendamente entretenida.
Otra la tengo más olvidada, porque solo la he visto una vez, pero sé que me gustó mucho por su aire a Cara de ángel: Donde habita el peligro… con ¡Robert Mitchum también!
Además el papel de Robinson y esas predicciones que le persiguen me recuerdan a otra película donde también ese asunto le juega malas pasadas de mi adorado Duvivier: «Al margen de la vida». En esta película de episodios, la parte protagonizada por él, su personaje se obsesiona con una predicción.
No me importaría hacerme un ciclo de John Farrow. Tiene un western que me emociona: Hondo. Sobre todo por el perro que acompaña al héroe solitario, a John Wayne.
Beso
Hildy
Hola Hildy,
Estoy seguro de que este filme no decepcionará, y me anoto los otros que menciona de Farrow, que no conocía, a los que yo añado otro filme suyo que descubrí hace poco que de nuevo mezcla noir y fantástico: Alias Nick Beal (1949).
Al margen de la vida me gustó muchísimo por cierto, la breve carrera de Duvivier en Hollywood fue más que aprovechable.
Un saludo.