Fritz Lang

Liliom (1934) de Fritz Lang

Cuando Fritz Lang emigró a Francia en 1933 huyendo de la Alemania nazi, a diferencia de muchos de sus compañeros que también se vieron obligados a abandonar el país él no se encontraba en una difícil situación económica. Era el director más importante y prestigioso de Alemania y cuando llegó a París le esperaba el productor Erich Pommer (con quien había colaborado a menudo) con un nuevo proyecto entre manos. Por supuesto la situación había cambiado radicalmente para él: ya no podía escoger con libertad lo que quería rodar, no contaba con los altos presupuestos de los que había gozado en la Ufa (productora en la que filmó sus películas más majestuosas) y además se veía obligado a trabajar por primera vez en más de 10 años sin su más estrecha colaboradora y guionista, su esposa Thea von Harbou (que permaneció en Alemania fiel al regimen nazi).
Aún así Lang no estaba como para quejarse, la mayoría de sus compañeros se encontraban en una situación bastante precaria intentando abrirse paso desde cero en la industria francesa o inglesa.
La única película que rodaría Lang en su breve estancia francesa sería toda una rareza, un film que no tenía nada que ver con todo lo que había hecho antes en Alemania. En realidad, Pommer tenía por entonces dos proyectos entre manos: una película de detectives y Liliom, los cuales quería ceder a los directores Fritz Lang y Max Öphuls. Teniendo en cuenta el tipo de films en que se había especializado Lang, lo más lógico habría sido darle a él el film de detectivesco, pero por algún extraño motivo Lang acabó encargándose de Liliom.
El guión de Liliom estaba basado en una OBRA TEATRAL y era un drama en que un simpático y mujeriego feriante (Liliom) acaba viviendo con una joven inocente (Julie) que le siguie amando pese a que su marido sea un buscavidas que la maltrata. Cuando Liliom muere tras un frustrado robo, en el cielo se le juzgará por sus pecados igual que era juzgado en la vida real en la comisaría donde acababa recalando continuamente.
En general Liliom me da la sensación de que es un film no demasiado memorable. La historia no es nada del otro mundo y la primera parte del film (la que se desarrolla antes de que aparezcan los elementos fantásticos) me deja bastante indiferente. Charles Boyer está magnífico como Liliom, es cierto (y eso que no es un actor que me guste) pero el carisma de su personaje es prácticamente lo único que puedo destacar junto algunos planos bastante buenos de Lang (los del tiovivo al inicio del film, el recurso de las pintadas amorosas en el banco para señalar el paso del tiempo, el siniestro afilador que pasa justo antes del crimen y que tiene un aura casi sobrenatural…).
El personaje de Julie es demasiado simple, una joven inocente que entrega su vida a un hombre que no cesa de maltratarla y al que ella se mantiene fiel en todo momento sin que sepamos por qué. Habría ayudado mucho el mostrarnos alguna escena en que se les viera a ellos dos en armonía para poder entender por qué sigue con él o, al menos, poder comprender su personaje.
Cuando Liliom muere e irrumpe de repente el elemento sobrenatural, el film cobra algo de interés. La puesta en escena del momento en que Liliom sube al cielo es magnífica y también resalto los dos guardianes que le escoltan, que me parecen aterradores tanto por su maquillaje como por su interpretación tan fría y estática.
Sin embargo, el film no acaba de despegar. La parte final en que se intenta que Liliom se redima no funciona y no me parece demasiado convincente, además de pecar de estar resuelta demasiado deprisa.
Liliom
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Cuando Fritz Lang emigró a Francia en 1933 huyendo de la Alemania nazi, a diferencia de muchos de sus compañeros que también se vieron obligados a abandonar el país él no se encontraba en una difícil situación económica. Era el director más importante y prestigioso de su país natal y cuando llegó a París le esperaba con un nuevo proyecto entre manos el productor Erich Pommer, quien había trabajado con éñ anteriormente. Por supuesto la situación había cambiado radicalmente: ya no podía escoger con libertad lo que quería rodar, no contaba con los altos presupuestos de los que había gozado en la UFA (el estudio en que filmó sus películas más majestuosas) y además se veía obligado a trabajar por primera vez en más de diez años sin su más estrecha colaboradora y guionista, su esposa Thea von Harbou, que permaneció en Alemania fiel al régimen nazi. Aún así Lang no estaba como para quejarse, ya que la mayoría de sus compañeros se encontraban en una situación bastante precaria intentando abrirse paso desde cero en las industrias de otros países.
La única película que rodaría Lang en su breve estancia francesa sería toda una rareza, un film que no tenía nada que ver con todo lo que había hecho antes en Alemania ni con lo que haría después en los Estados Unidos. En realidad, Pommer tenía por entonces dos proyectos entre manos: una película de detectives y Liliom, los cuales quería ceder a los directores Fritz Lang y Max Öphuls. Teniendo en cuenta el tipo de films en que se había especializado Lang, lo más lógico habría sido darle a él el film de detectivesco dejando a Öphuls el otro proyecto, pero por algún extraño motivo Lang acabó encargándose de Liliom.
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El guión de Liliom estaba basado en un drama teatral en que un simpático y mujeriego feriante (Liliom) acaba viviendo con una joven inocente (Julie) que le sigue amando pese a que su marido sea un buscavidas que la maltrata. Cuando Liliom muere tras un frustrado robo, en el cielo se le juzgará por sus pecados igual que era juzgado en la vida real en la comisaría donde acababa recalando continuamente.
En general Liliom me da la sensación de ser un film no excesivamente memorable. La historia no es nada del otro mundo hasta llegar a la muerte de él y la primera parte del film, la que se desarrolla antes de que aparezcan los elementos fantásticos, me deja bastante indiferente. Charles Boyer está magnífico como Liliom, es cierto (y eso que no es un actor que me guste, pero el papel le pega mucho) pero el carisma de su personaje es prácticamente lo único que puedo destacar junto algunos planos bastante buenos de Lang: los del tiovivo al inicio del film, el recurso de las pintadas amorosas en el banco para señalar el paso del tiempo, el siniestro afilador que pasa justo antes del crimen y que tiene un aura casi sobrenatural, etc.
El personaje de Julie a cambio es demasiado simple, una joven inocente que entrega su vida a un hombre que no cesa de maltratarla y al que ella se mantiene fiel en todo momento sin que sepamos por qué. Habría ayudado mucho el mostrarnos alguna escena en que se les viera a ellos dos en armonía para poder entender por qué sigue con él o, al menos, poder comprender su personaje. En consecuencia, durante buena parte de la película somos testigos de un dramón bastante simple que carece de elementos destacables y que quizás habría convenido aligerar un poco en beneficio de la segunda parte, que es mucho más interesante.
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Cuando Liliom muere e irrumpe el elemento sobrenatural, el film cobra algo de interés. La puesta en escena del momento en que Liliom sube al cielo es magnífica y también cabe resaltar los dos guardianes que le escoltan, que me parecen aterradores tanto por su maquillaje como por su interpretación tan fría y estática.
Sin embargo, aunque aquí el film consigue remontar el vuelo respecto a la primera parte, no despega del todo para mi gusto. La parte final aporta un nuevo elemento dramático: el intento de que Liliom sea consciente de sus pecados y se pueda redimir. Desgraciadamente su regreso a la Tierra me da la sensación de estar resuelto de forma demasiado precipitada y el final tampoco me parece convincente.
No es una mala película y se salva de la mediocridad por la forma como se juega en la segunda parte con los elementos fantásticos, pero éstos resultan interesantes más por la dirección y la excelente puesta en escena de Fritz Lang que por su implicación en el argumento. Curiosamente (o quizás no tanto, porque los grandes cineastas solían ser muy caprichosos en estas cuestiones) Lang la consideraba una de sus mejores películas y le tenía un cariño especial. Yo sinceramente no puedo dejar de considerarla una película interesante pero inevitablemente menor.
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La Mujer en la Luna [Frau in Mond] (1929) de Fritz Lang

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La última película muda de Fritz Lang resultó ser también una de sus obras más memorables. Partiendo de un guión de su esposa Thelma von Harbou (escritora de todas sus grandes películas de su etapa alemana), este film de ciencia ficción nos narra la primera expedición llevada a cabo hacia la luna desde una perspectiva seria, diferenciándose de la visión más fantasiosa de obras como la célebre Viaje a la Luna (1902) de Méliès.

Pese a sus 160 minutos, La Mujer en la Luna no llega a aburrir en ningún momento en gran parte debido a que Lang divide el film en dos argumentos claramente diferenciados. Durante la primera parte se nos cuenta cómo el anciano profesor Manfeldt confía a su buen amigo el ingeniero Helius sus escritos sobre un posible viaje a la Luna que planean realizar. Manfeldt teme que una poderosa organización trate de robarle esos valiosos documentos movidos por la posibilidad de que haya oro en la Luna.
Esta primera mitad es una clara deudora de otros films de intriga del director como Dr. Mabuse (1922) o Los Espías (1928). Se repiten aquí temas que ya aparecieron en esas obras como la presencia de una misteriosa organización que aspira a aumentar su poder o la caracterización de algunos de esos criminales para engañar al protagonista.

Destaca en esta parte de la película la maestría de Lang y von Harbou para narrarnos la historia de manera que los acontecimientos se sucedan de forma tan seguida que no se llegue a aburrir al espectador en ningún momento y, al mismo tiempo, saber dosificar la información. En ese sentido cabe mencionar la presentación de los principales personajes al inicio del film en la casa del profesor y de sus conflictos personales mediante flashbacks, que nos muestran la humillación que sufrió el profesor en su juventud cuando propuso el viaje a la Luna, y a Helius recibiendo una carta de su compañero Windegger en que le informa que va a casarse con Fride, mujer que él también ama. Gracias a ese recurso se agiliza mucho más la acción concentrándola en una sola noche.

Así pues, en los primeros 80 minutos del film no nos encontramos aún nada que nos haga suponer que estamos contemplando una obra de ciencia ficción, sino que se centran en mostrarnos cómo las organizaciones poderosas que dominan el mundo se hacen con el control de dicha expedición científica por fines lucrativos: el posible oro lunar.

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A continuación se nos sitúa directamente en el despegue de la nave espacial, ahorrándonos todos los preliminares. Es aquí cuando vemos al Fritz Lang de Metrópolis (1927) haciendo un trabajo sencillamente magistral en la recreación del acontecimiento. Tanto la nave como los procesos por los que pasa antes del despegue están tratados con una veracidad digna de asombro. La dirección de Lang y los excelentes efectos especiales consiguen que incluso hoy en día no notemos los numerosos trucajes y maquetas que tuvieron que emplear para recrear la nave y la maquinaria que la pone en funcionamiento. También cabría mencionar en ese sentido al ingeniero Hermann Oberth, que asesoró tan eficazmente a Lang sobre la construcción de la nave que el gobierno alemán luego ordenaría destruir las maquetas y decorados del artilugio por ser demasiado realistas.

La voluntad de realismo también queda patente al tratar temas como la ingravidez o la fuerte presión a la que se someten los aeronautas cuando la nave despega. En contraste, cuando llegan a la Luna se pierde el realismo al olvidarse de la falta de gravedad y permitir que los personajes puedan respirar sin necesidad de bombonas de oxígeno.
Como curiosidad histórica, se decidió que los segundos antes del despegue se hicieran con una cuenta atrás por un motivo de lo más lógico: si se cuenta hacia delante el espectador no sabe en qué número despegará la nave, pero contando hacia atrás todos sabemos que despegará al llegar a cero, por tanto es mucho más eficaz hacer una cuenta atrás desde el punto de vista dramático, porque así se genera suspense. Fue a raíz de este film cuando se decidió adoptar la cuenta atrás previa al despegue no sólo en más obras de ciencia ficción sino incluso en la vida real.

Otro aspecto importantísimo que no olvida Lang al hablarnos del despegue es la repercusión que tiene este acontecimiento en la sociedad de masas y de los medios de comunicación. Miles de espectadores, locutores de radio y cámaras de cine siguen emocionados el desenlace de ese hito histórico. Como dice uno de los personajes, el mundo entero está viendo y escuchando qué hacen, hecho que el director nos muestra visualmente con el plano que mostramos abajo.

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A bordo de la nave se encuentran el profesor, Helius, su amigo Windegger, la prometida de éste Friede, un misterioso hombre que representa a la organización con la que se han visto obligados a colaborar y un niño como polizonte. El drama está servido: por un lado está el inevitable triángulo amoroso (Helius ama a Friede pero no quiere traicionar a su amigo) acentuado por el hecho de que Windegger sólo piensa en volver a la Tierra; por otro lado, tenemos al espía de la organización que nunca se sabe a ciencia cierta hasta qué punto se puede confiar en él. Los conflictos humanos en situaciones extremas suelen ser muy eficaces en este tipo de obras y aquí von Harbou sabe explotarlos a la perfección. Tan pronto como alunizan, el profesor pierde la cabeza y se va a investigar el paraje él solo, el espía intentará traicionarles a todos cuando descubra el oro y por último está el ya mencionado triángulo amoroso.

Todo ello tiene lugar en una Luna excelentemente recreada y creíble que de nuevo nos obliga a quitarnos el sombrero ante los responsables del film (especialmente inolvidable es el plano en que se ve como pierden de vista la Tierra). Todos estos conflictos llegan a su punto cumbre en el clímax final en que pierden una de las bombonas de oxígeno y tendrán que decidir quién de ellos no regresará a la Tierra. La resolución quizás sea algo típica, pero es un final esperanzador que puede darnos a entender la posibilidad de un nuevo mundo en la Luna donde los hombres puedan habitar en más paz y armonía que en la Tierra.

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