El Pájaro Azul [The Blue Bird] (1918) de Maurice Tourneur

Precioso y cautivador film que adapta un cuento de Maurice Maeterlinck. Los protagonistas son dos hermanos de origen humilde, Mytyl y Tyltyl, que son despertados en mitad de la noche por un hada que les lleva a buscar el pájaro azul, un ave que da la felicidad. Como ayuda cuentan con las almas de su perro, su gato y una serie de objetos inanimados como Pan, Agua o Fuego.

Si Griffith fue el gran impulsor de la gramática cinematográfica, Maurice Tourneur podría considerarse como uno de los primeros cineastas en potenciar los aspectos más puramente visuales y estéticos del cine creando obras de una pasmosa belleza, como es El Pájaro Azul. En ese sentido, este film es todo un logro puesto que Tourneur prácticamente transformó la pantalla en un lienzo en el que pintó libremente todos los escenarios y personajes. El mérito de Tourneur fue consolidar la dirección artística y llevarla a unas altas cotas que hasta entonces eran poco frecuentes, el ser capaz de crear unos mundos propios que visualmente resultaran creíbles al espectador, que le sedujeran y le hicieran sumergirse en el film.

También es cierto que pese a sus logros a nivel artístico, narrativamente sigue siendo un film muy básico, ya que esencialmente El Pájaro Azul se sustenta sobre un argumento mínimo que da pie a ese viaje por varios mundos de fantasía. Por supuesto eso no quiere decir que sea un film que se base en su estética únicamente, ya que ésta se halla muy vinculada a las ideas o metáforas que el cuento pretende desprender de cada mundo que visitan los niños. La idea es más bien que bajo la premisa de la búsqueda del pájaro azul los niños emprendan un viaje iniciático que acaba culminando en una moraleja final que seguramente muchos se habrán imaginado de antemano. No es algo que creo que se le pueda achacar al film puesto que en todo momento se nota que busca mantener la esencia de cuento, lo cual comporta esa sencillez argumental, aunque sí que diría que es una pena que desaproveche esa jugosa galería de personajes secundarios formados por las almas de los objetos (a excepción del perro y el gato, que son los que cobran más relevancia).

Como ya apunté, el trabajo de dirección artística está fuertemente vinculado con todo lo que sucede en la película. Por ejemplo, el inicio del film nos muestra la humilde casa de los niños que tiene un aire sombrío y pobre que contrasta con lo poco que intuimos de la casa de los niños ricos, la cual nos es mostrada de forma muy imaginativa por las siluetas que se adivinan en las ventanas y que nos dan a entender que están celebrando una gran fiesta. No se nos llega a mostrar nunca el interior de esa casa, pero esa simple imagen resulta muy evocadora para los niños hasta que el hada les dice que en realidad no es más bonita que su propio hogar. Ese énfasis en apreciar el interior de las cosas, su verdadero espíritu, es uno de los grandes temas del film acentuado en ese increíble momento en que los niños pueden ver el alma de los objetos de la casa y éstos adquieren vida: el Pan es un corpulento hombre vestido como un hindú mientras que el agua y los rayos de luz se evocan con la forma de una delicada joven.

Del mismo modo, la recreación de los diversos mundos que visitan es extraordinaria y sumamente original. Mi favorito es quizás el primero de todos, el Palacio de la Noche, en que el niño explora por diferentes habitaciones en que se encuentran escondidos los fantasmas, las enfermedades o los miedos. La forma como Tourneur dio forma a estos conceptos tan abstractos es uno de los mejores aspectos del film.
El mundo de los lujos y la felicidad sirve también como divertida recreación de los peores aspectos de la vida ociosa y lujosa (la pereza, la gula, la ignorancia…). Quizás se pueda antojar algo moralista pero la forma como se muestra es sumamente original. Finalmente, el viaje concluye en uno de los espacios más sorprendentes en que se encuentran todos los niños del mundo que están por nacer. Tourneur se recrea en las posibilidades de este nuevo mundo y crea una escena sumamente evocadora e inolvidable en que cientos de niños fantasean y sueñan con su futura vida.

Una pequeña joya del cine mudo que utiliza de una forma magistral las posibilidades estéticas y visuales del medio cinematográfico, manteniendo esa magia tan especial que caracteriza los relatos infantiles.

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