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El Romance de Charlot [Tillie’s Punctured Romance] (1914) de Mack Sennett

Desde mediados de los años 10 hasta principios de los años 20 las películas de Mack Sennett eran sinónimo de comedia cinematográfica y de éxito de taquilla y, si bien durante los años 20 tuvo una competencia durísima, sus producciones siguieron siendo de las favoritas del público. Sennett había entrado en el cine como actor trabajando para D.W. Griffith, pero sus dotes como intérprete eran tan limitadas que muy inteligentemente decidió pasarse a la dirección y producción de films, eso sí, tomando nota muy cuidadosamente de todo lo que hacía Griffith para aplicarlo a su género: la comedia. Por ello, Sennett se ha ganado el título del gran pionero de la comedia cinematográfica, más concretamente del slapstick.

Vistos hoy en día sus primeros cortometrajes realizados con su famosa productora Keystone resulta fácil criticarlos y considerarlos films de poca categoría, sobre todo si los comparamos con los de genios como Chaplin, Keaton o Lloyd. Pero cabe tener en cuenta algo muy importante y es que Sennett empezó en el cine antes que todos ellos y que fue por tanto quien les abrió el camino. No resulta muy justo compararlos sencillamente porque los tres grandes del slapstick citados anteriormente partieron de una base construida por Sennett en sus primeros cortometrajes. En cambio, el propio Sennett empezó prácticamente de cero, ya que los pocos precedentes que conocemos de comedia cinematográfica anteriores a él son demasiado primitivos y no sabían aprovechar tan bien el medio cinematográfico. De ahí que los films de Sennett fueran tan inmensamente populares: nadie había sabido hacer comedia en el cine tan bien como él (una de las pocas excepciones sería el francés Max Linder, influencia reconocida por parte de Sennett). Esos cortos que hoy en día nos parecen simples y rudimentarios en su época eran algo nunca visto, y ése es un matiz que nunca debemos olvidar.

En 1914, solo dos años después de su fundación, la Keystone se encontraba en plena edad de oro. Ya habían pasado por ahí algunos grandes cómicos que tuvieron tanto éxito que se fueron a otros estudios para continuar su carrera o a producir sus propios films (como Ford Sterling y Roscoe Arbuckle), y por otro lado en aquel momento el estudio había descubierto un cómico inglés cuya películas llegaron a unas cotas de popularidad nunca antes vistas llamado Charles Chaplin, el cual no tardaría en irse también.
Estando pues en un momento de tantísima popularidad, el ambicioso Sennett tuvo una brillante idea: realizar un film cómico que durara más de una hora. La idea en su momento era innovadora y arriesgada. En primer lugar porque el formato que hoy en día conocemos como largometraje apenas estaba extendido y se consideraba inmanejable comercialmente. Y en segundo lugar porque los pocos films que estaban empezando a tener esa duración eran dramas épicos como Cabiria (1914) de Giovanni Pastrone o Judith de Betulia (1914) de D.W. Griffith. Si el formato de larga duración aún era una rareza, se podía conceder una excepción para los films serios y majestuosos, pero era impensable desplazar la comedia del cortometraje.

La idea era una apuesta arriesgada, y para asegurarse el resultado, Sennett la planteó como una gran producción que sería en sí misma una celebración de una hora de todas las cualidades y rasgos característicos de la Keystone que le habían dado el éxito. Para ello decidió incluir en ella a todas las estrellas de su productora y, como aliciente especial, consiguió convencer a la estrella de vodevil Marie Dressler para que la protagonizara. Dressler había ayudado a Sennett a abrirse paso como actor en el mundo del espectáculo y en aquella época era muy popular, por lo que convencerla para que protagonizara una película respondía tanto a una estrategia comercial como a una voluntad de devolverle el favor.

Pese a que ella es la protagonista del film, con el paso del tiempo su nombre ha caído en el olvido mientras que el de Chaplin se ha convertido en uno de los más famosos de la historia del cine, por ello este film fue traducido en algunos países como El Romance de Charlot y se ha presentado habitualmente como una obra suya. Sin embargo, aunque ocupa uno de los papeles principales, él no es el protagonista y de hecho su participación en el film fue más una obligación contractual que otra cosa. Por aquella época, Chaplin había pasado de ser un mero actor cómico a convertirse en una de las máximas estrellas de la Keystone, lo cual le otorgaba el privilegio de dirigir su propio material y de gozar de cierta libertad creativa. En el momento en que se rodó El Romance de Charlot, ya hacía tiempo que había dejado de actuar en cortometrajes no dirigidos por él, pero como toda la plantilla de la Keystone debía aparecer, él no podía ser una excepción. Sería la última película de su carrera no dirigida por él mismo en la que tendría un papel.
La otra coprotagonista era, como no podía ser menos, la gran estrella femenina de la Keystone, la actriz cómica Mabel Normand. Y junto a ellos aparecerían por la pantalla otros rostros conocidos por los aficionados al slapstick como Mack Swain, Chester Conklin, Charley Chase o Hank Mann.

La trama tiene como protagonista a Tillie, una inocente chica de campo que es seducida por Charlie (en este film Chaplin no encarnó al entrañable vagabundo Charlot, pese al título en español), un mujeriego que está solo interesado por su dinero y que la emborracha para robarle y escaparse junto a su amante Mabel. Tillie se ve obligada a malvivir en la gran ciudad para salir adelante hasta que un día Charlie descubre en un diario que un tío millonario de Tillie ha muerto dejándola como única heredera. Ipso facto, vuelve a los brazos de Tillie y la convence para que se casen, pero en la fiesta que celebran en la mansión ella descubre que en realidad Charlie y Mabel son amantes y los persigue furiosa. Paralelamente, el tío de Tillie, dado por muerto en una expedición en la montaña, resulta estar vivo y al volver a su hogar les echa de la mansión.

En mi opinión, el gran problema de El Romance de Charlot vista hoy en día, es que el tipo de slapstick que practicaba Sennett no aguanta bien el formato largo. Y teniendo en cuenta que en la década siguiente siguió especializándose en cortometrajes es probable que el propio Sennett fuera consciente de ello. Pero el gran handicap está en que Sennett se avanzó demasiado queriendo crear un largometraje cómico antes de tiempo, es decir, antes de que se supieran explotar los recursos narrativos que permiten sostener una comedia slapstick durante más de una hora. Los grandes maestros del género también tuvieron que pasar por ese aprendizaje, pero lo hicieron paulatinamente, alargando cada vez más sus cortometrajes y experimentando en ellos la forma de prolongar las tramas a un film de larga duración sin que la comedia se resintiera por ello. Sennett, en cambio, dio el salto de golpe por motivos comerciales en una época en que incluso los grandes pioneros como Griffith estaban todavía experimentando con el largometraje. Es natural por tanto que el resultado se resienta y quizás no sea muy justo ser duro con esta película teniendo en cuenta esas circunstancias, pero el caso es que los cortometrajes que producía Sennett en la época resultan bastante superiores en todos los sentidos.

Ni siquiera la actuación de un Chaplin que trabajaba por compromiso en un film ajeno se cuenta entre las mejores suyas, aún cuando tanto él como Mabel Normand resultan más graciosos que una Marie Dressler excesivamente histriónica (quizás por no estar familiarizada con el medio cinematográfico). La sensación que da al final es de una sucesión de sketches levemente unidos por una trama narrativa que, aunque demuestra un gran esfuerzo por parte de Sennett por construir un hilo conductor (por ejemplo las escenas de la montaña están técnicamente muy bien conseguidas y se les da un tratamiento más serio al no contener ningún gag), no acaba de funcionar del todo.

Resulta por tanto una película interesante por su valor histórico, ya que es ni más ni menos que el primer largometraje cómico de la historia. También tiene el aliciente de poder ver a todos los rostros habituales de la Keystone en acción, incluyendo la frenética aparición al final de los famosos Keystone Cops, un grupo de policías que siempre aparecían en los films de Sennett para crear desenlaces más caóticos y frenéticos aún y que eran infaltables en todas sus producciones.
Curiosa pero no muestra lo mejor que podían dar de sí todos sus implicados.

No Cambies De Esposo [Don’t Change Your Husband] (1919) de Cecil B. De Mille

Pocos argumentos hay más trillados en la historia del cine y la literatura que el del triángulo amoroso o el del matrimonio que se hunde en la monotonía llevando a uno de los cónyuges a buscar un nuevo amante. Pero en 1919 las películas de divorcios resultaban una excitante novedad. De entrada el divorcio ya de por si suponía un concepto que empezó a coger fuerza en esa época con la emancipación de la mujer, por lo que resultaba un tema de rigurosa actualidad que era de esperar que tarde o temprano se reflejara en las pantallas. El director que más supo aprovecharlo con una serie de películas muy exitosas fue curiosamente Cecil B. De Mille, más adelante conocido por sus fastuosas y megalómanas superproducciones.

Los protagonistas de este film son James y Leila Porter un matrimonio burgués que hace tiempo que perdieron la pasión y que viven acomodados en la aburrida rutina diaria. Él está demasiado inmerso en sus negocios para pensar en su mujer, ella no cesa de verle defectos molestos y es cortejada insistentemente por un atractivo galán, Schuyler. Finalmente, Leila acaba sucumbiendo a la tentación y abandona a su marido por Schuyler, que con el tiempo demostrará ser también un marido poco satisfactorio.

Más que una comedia que busque provocar la carcajada, No Cambies De Esposo es un film que ironiza sobre la institución del matrimonio y los pequeños detalles de la vida conyugal que provocan la desesperación de Leila. En comparación con ella, vestida de forma exhuberante (casi exótica), James resulta ser un hombre anodino que comete los clásicos errores de marido despreocupado (como olvidar la fecha de aniversario de su boda) y desordenado (su forma de vestir, su costumbre de apoyar los pies donde no debe, etc.). Sin embargo ella hace caso omiso de las insinuaciones de Schuyler y persiste en ser fiel a su marido hasta que no puede soportarlo más.

A nivel de dirección la escena más llamativa es aquella en que Schuyler le promete a Leila placer, riqueza y amor. Cada una de estas promesas es mostrada con un plano fantasioso que visualmente se parece mucho más a las opulentas obras futuras del director que el resto del film, creando tres estampas visuales llenas de detalles y cuidadísimas que parecen casi fuera de lugar en el contexto de un film más austero y simple, pero que son irresistiblemente excesivas.

La escena de la separación es dolorosa y casi dramática, pero De Mille elude muy inteligentemente el proceso de divorcio y la siguiente boda para empezar la segunda parte del film con Leila y Schuyler compartiendo ya cama. Entonces sucede lo que muchos espectadores se imaginaron, la pasión y el romance que Schuyler le prometió acaban diluyéndose y Leila observa en él los mismos defectos que encontraba en su marido, pero bajo otra forma. De Mille resalta mucho esos pequeños defectos para dejar claro cómo ambos pretendientes fallan en lo mismo, que Leila ha abandonado a su primer esposo para encontrarse con el mismo panorama. Por ejemplo, de James detestaba su aliento puesto que éste siempre comía cebollas, pero luego descubre que el de Schuyler no es mucho mejor. De Mille lo muestra con un recurso visual muy original y propio del cine mudo, cuando ella pone cara de disgusto muestra en la pantalla la imagen de un montón de copas y botellas de alcohol para dar a entender cual es ese nuevo aliento que tanto le disgusta.

Sin embargo, pese a que el tema era bastante atrevido para la época, resulta obvio que al fin y al cabo No Cambies De Esposo  es una película bastante conservadora en lo que a la institución del matrimonio se refiere, comenzando por un título que no puede hacer más obvio cual es el mensaje de la película. Los rótulos que aparecen a lo largo del film hacen énfasis en la importancia del matrimonio, y aunque no niegan la parte de culpa de él («¿Cómo alguien que no corre ningún riesgo en el trabajo lo hace con su matrimonio?»), tampoco se ponen de parte de ella en su decisión de dejar a su marido por otro. Por ejemplo, mientras Schuyler la seduce con sus promesas, los rótulos muestran una telaraña para dar a entender la idea de que está haciéndole caer en su trampa (otros rótulos dan a entender con palabras simbólicas lo que está sucediendo, como «la encrucijada de caminos» o «la caja abierta»). Ni siquiera se esconde el hecho de que una de las ventajas de su primer marido esenciales para Leila es que éste vive una situación económica mucho más despreocupada que le permite satisfacer sus caprichos caros. Por otro lado, el desenlace de la película es de hecho el más conservador de todos los posibles: el retorno al hogar, a los brazos del marido que nunca debió abandonar. Visto hoy en día no parece un mensaje que ayude mucho a fomentar la independencia de la mujer, pero como mínimo cabe reconocer el hecho de que el film muestre a una protagonista que se atreve a desafiar a la sagrada institución del matrimonio.

De Mille por otro lado encontró una mina de oro con este tema y seguiría el ciclo de películas que ironizan la institución del matrimonio con obras como Macho y Hembra (1919) o ¿Por Qué Cambiar de Esposa? (1920) – de nuevo el título deja bien claro el mensaje del film. No sería hasta unos años después cuando se pasaría definitivamente al cine espectacular por el que acabó siendo recordado cediendo el relevo de este tipo de films a otros directores más versados en la comedia como Lubitsch.

La Muñeca [Die Puppe] (1919) de Ernst Lubitsch

Lancelot es un joven sin mucho interés por el sexo contrario a quien su tío, el acaudalado Barón de Chanterelle, le promete toda su fortuna si se casa. Escondido en un monasterio para escapar de cualquier compromiso matrimonial, los avariciosos monjes le proponen que engañe a su tío casándose con una muñeca a tamaño real como si fuera una mujer de verdad.

En 1919 Lubitsch ya estaba haciendo méritos de sobras para ser considerado uno de los directores alemanes más importantes del momento, aunque por entonces no se le asociaba tanto a la comedia como a los grandes dramas suntuosos de época. La Muñeca sería un pequeño y agradable paréntesis en su carrera en ascenso, una película sencilla contada con vocación de cuento, algo que se nota ya en su sorprendente y entrañable prólogo en que vemos al mismo Lubitsch montando una casa de muñecas y el paisaje que le rodea para luego introducir en su interior dos muñecos. A continuación se ve un plano de la casa, de la que sale el protagonista, como si esos muñecos hubieran cobrado vida a manos de su creador.

Todo el film está impregnado de ese aire irreal y estilizado de cuento infantil: los decorados pretendidamente no realistas (por ejemplo, en una cocina podemos encontrar dibujadas en la pared las sartenes y cacerolas), los caballos interpretados por hombres disfrazados, los dibujos del sol y la luna… todo ello está creado de forma pretendidamente no realista pero manteniendo una estética de cuento, casi como si los personajes y espacios fueran dibujos que han cobrado vida.

Sin embargo Lubitsch estaba lejos de ser un director inocente, y combina gags típicos de película infantil con otros que insinúan ideas más bien adultas. Del primer tipo podemos destacar el protagonista empapado pidiendo al sol que le seque para a continuación achicharrarse hasta el punto de que sale humo de su cuerpo, o cuando Hilarius descubre consternado que Lancelot no se ha llevado una muñeca, sino a su hija, lo cual provoca que se le pongan todos los pelos de punta y le encanezcan súbitamente hasta que se soluciona el conflicto y recobran su color habitual.

Pero también podemos encontrar gags más adultos como esos avariciosos monjes que devoran su comida con una glotonería que resulta hasta desagradable y que además se quejan del hambre y necesidad que deben pasar. Tampoco debemos pasar por alto el miedo que tiene Lancelot al sexo, algo que de ninguna manera Lubitsch pasaría por alto ni en un cuento infantil. Su extremada inocencia y candidez infantil resultan cómicas cuando ha de enfrentarse a mujeres. Tampoco olvida el director de ninguna manera el componente erótico que supone tener una muñeca femenina a tamaño real, una mujer que obedece a las órdenes de uno, como se ve en la escena en que Hilarius busca deleitar a su cliente mostrándole su corte de muñecas, quienes se dirigen coquetamente a Lancelot y le rodean, provocando que éste se ponga nervioso y pida una muñeca menos atrevida.
Durante el film, Ossi (la hija de Hilarius) se hará pasar por la muñeca y no podrá evitar enamorarse de ese joven tan ingenuo con momentos tan divertidos como cuando quiere recostarse en su regazo en el coche de caballos y para ello finge haberse caído, lo que provoca obviamente la turbación de Lancelot. También resulta destacable la escena en que éste ha de cambiarla y ponerle el vestido de novia, instante que indudablemente resulta tan violento para él como para ella.

La película resulta divertida aunque las actuaciones del reparto hoy en día pueden antojarse un tanto grotescas y exageradas, sin embargo responden en realidad a las necesidades del tipo de comedia que representaban y que además encajan en este mundo fantasioso de cuento.
Los mejores momentos obviamente vienen de mano de Ossi y todos los problemas que pasa ella para disimular que es una persona real, así como su imitación de los movimientos de la muñeca, que tienen como momento culminante los instantes en que se pone a danzar, sin duda un auténtico precedente del baile al estilo robot.

Un film para contemplar disfrutando del encanto que tiene como cuento audiovisual que se desmarca de los films de época que Lubitsch estaba rodando. En todo caso podría enlazarse por el argumento y las situaciones de confusión más bien con sus futuras comedias de enredo.

El Pájaro Azul [The Blue Bird] (1918) de Maurice Tourneur

Precioso y cautivador film que adapta un cuento de Maurice Maeterlinck. Los protagonistas son dos hermanos de origen humilde, Mytyl y Tyltyl, que son despertados en mitad de la noche por un hada que les lleva a buscar el pájaro azul, un ave que da la felicidad. Como ayuda cuentan con las almas de su perro, su gato y una serie de objetos inanimados como Pan, Agua o Fuego.

Si Griffith fue el gran impulsor de la gramática cinematográfica, Maurice Tourneur podría considerarse como uno de los primeros cineastas en potenciar los aspectos más puramente visuales y estéticos del cine creando obras de una pasmosa belleza, como es El Pájaro Azul. En ese sentido, este film es todo un logro puesto que Tourneur prácticamente transformó la pantalla en un lienzo en el que pintó libremente todos los escenarios y personajes. El mérito de Tourneur fue consolidar la dirección artística y llevarla a unas altas cotas que hasta entonces eran poco frecuentes, el ser capaz de crear unos mundos propios que visualmente resultaran creíbles al espectador, que le sedujeran y le hicieran sumergirse en el film.

También es cierto que pese a sus logros a nivel artístico, narrativamente sigue siendo un film muy básico, ya que esencialmente El Pájaro Azul se sustenta sobre un argumento mínimo que da pie a ese viaje por varios mundos de fantasía. Por supuesto eso no quiere decir que sea un film que se base en su estética únicamente, ya que ésta se halla muy vinculada a las ideas o metáforas que el cuento pretende desprender de cada mundo que visitan los niños. La idea es más bien que bajo la premisa de la búsqueda del pájaro azul los niños emprendan un viaje iniciático que acaba culminando en una moraleja final que seguramente muchos se habrán imaginado de antemano. No es algo que creo que se le pueda achacar al film puesto que en todo momento se nota que busca mantener la esencia de cuento, lo cual comporta esa sencillez argumental, aunque sí que diría que es una pena que desaproveche esa jugosa galería de personajes secundarios formados por las almas de los objetos (a excepción del perro y el gato, que son los que cobran más relevancia).

Como ya apunté, el trabajo de dirección artística está fuertemente vinculado con todo lo que sucede en la película. Por ejemplo, el inicio del film nos muestra la humilde casa de los niños que tiene un aire sombrío y pobre que contrasta con lo poco que intuimos de la casa de los niños ricos, la cual nos es mostrada de forma muy imaginativa por las siluetas que se adivinan en las ventanas y que nos dan a entender que están celebrando una gran fiesta. No se nos llega a mostrar nunca el interior de esa casa, pero esa simple imagen resulta muy evocadora para los niños hasta que el hada les dice que en realidad no es más bonita que su propio hogar. Ese énfasis en apreciar el interior de las cosas, su verdadero espíritu, es uno de los grandes temas del film acentuado en ese increíble momento en que los niños pueden ver el alma de los objetos de la casa y éstos adquieren vida: el Pan es un corpulento hombre vestido como un hindú mientras que el agua y los rayos de luz se evocan con la forma de una delicada joven.

Del mismo modo, la recreación de los diversos mundos que visitan es extraordinaria y sumamente original. Mi favorito es quizás el primero de todos, el Palacio de la Noche, en que el niño explora por diferentes habitaciones en que se encuentran escondidos los fantasmas, las enfermedades o los miedos. La forma como Tourneur dio forma a estos conceptos tan abstractos es uno de los mejores aspectos del film.
El mundo de los lujos y la felicidad sirve también como divertida recreación de los peores aspectos de la vida ociosa y lujosa (la pereza, la gula, la ignorancia…). Quizás se pueda antojar algo moralista pero la forma como se muestra es sumamente original. Finalmente, el viaje concluye en uno de los espacios más sorprendentes en que se encuentran todos los niños del mundo que están por nacer. Tourneur se recrea en las posibilidades de este nuevo mundo y crea una escena sumamente evocadora e inolvidable en que cientos de niños fantasean y sueñan con su futura vida.

Una pequeña joya del cine mudo que utiliza de una forma magistral las posibilidades estéticas y visuales del medio cinematográfico, manteniendo esa magia tan especial que caracteriza los relatos infantiles.